Parte I
LA
DEMONOLOGÍA BÍBLICA Y LA ADIVINACIÓN:
(Números 23:23).
“Jehová…
puso palabra en su boca” (23:16), es lo más pertinente y concluyente:
“Contra
Jacob no hay agüero” (nahash, “método
adivinatorio de cualquier clase de Jacob”), “ni
adivinación contra Israel” (quesem, “adivinación
de cualquier tipo en Israel”
(Números
23:23).
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
Una
manifestación prevaleciente de superstición y malignidad
sobrenatural es la
adivinación, que juega un papel conspicuo dentro de la historia del hombre,
particularmente marcada durante los tiempos del mundo antiguo. Aliada muy de
cerca a la magia y a todo lo que constituye el fenómeno demonológico, apenas es
posible advertirla, en todos los casos, como tal.
Sin embargo, siempre queda caracterizada como parte de la inveterada e insaciable ambición humana de conocer el futuro, lo que puede justificar su difusión en muchas tierras, desde los tiempos más remotos.
I. EL SIGNIFICADO DE LA ADIVINACIÓN:
La adivinación es el arte de
obtener el secreto o el ilegítimo conocimiento de lo futuro, mediante métodos
no tolerados por la santidad de Dios por
ser contraria a su voluntad. Hay dos clases de adivinación:
(1)
La adivinación artificial: primeramente,
hecha en forma artificial, o el augurio, que depende de la habilidad de un agente, para leer e
interpretar ciertos signos o presagios.
(2) La adivinación inspiración: la adivinación por inspiración; en donde el médium está bajo la influencia o el control de los espíritus malignos o de demonios, que le habitan para discernir sobre el futuro y pronuncian oráculos que encarnan las visiones que advierte.
Los antiguos romanos usaron casi
exclusivamente la adivinación artificial;
pero los griegos, por su lado, prefirieron la de tipo inspiracional. Cicerón,
en su afamado tratado sobre la “Adivinación”, reconoce claramente las dos vías
distintas para obtener conocimiento del futuro, aunque él no concedía
personalmente mucho crédito a ninguna clase de comunicación sobrehumana1).
A pesar de que la etimología de la
palabra latina divinatio (de deus, Dios,
o divus, relativo a Dios, divino),
sugiere la pronosticación bajo la inspiración de seres extrahumanos, el término
está confinado casi exclusivamente a obtener ese conocimiento a través de
signos externos.
El adivino griego (mantis), de una calidad más imaginativa y emocional reclamaba ser inspirado desde fuera de sí y ser informado, igualmente, en forma sobrenatural; y en este aspecto tiene una muy cercana semejanza con los profesores hebreos. El término griego para la adivinación (mantike) describe la actividad del “adivino” (mantis), y casi nunca significa la adivinación de una clase inferior como, por ejemplo, los augurios.
1.1. LA SUPOSICIÓN BÁSICA DE LA ADIVINACIÓN:
La suposición básica en la que se
apoyan todos los
métodos de la adivinación es que existe cierta clase de seres
sobrenaturales. Son accesibles a los hombres, poseen conocimientos del que carece el hombre y bajo ciertas condiciones
conocidas para el adivinador, están dispuestos a comunicar tal información al
hombre.
La palabra, en su significado
etimológico, como se advierte, lleva consigo la noción de que se obtiene
información, en última instancia, de seres sobrenaturales.
Hasta Cicerón, quien negaba la
comunicación con lo sobrenatural por parte del adivino, apoya con vehemencia la
definición de adivinación como “el poder dentro
del hombre para prever y explicar esos
signos que los dioses lanzan a su sendero”2).
Entre los antiguos en general (babilonios, egipcios griegos, romanos, y pueblos
parecidos), prevalecía a convicción de que no sólo los oráculos,
sino todo tipo de presagios son concedidos por los
dioses (demonios)
que así expresaban la mente de estos seres sobrenaturales.
La astrología que, en
realidad, no es sino la astromancia, es sólo una forma de la
adivinación y su concepto fundamental es la atribulación de personalidad a los
cuerpos celestes, a quienes se concibe como deidades directrices de los
destinos humanos y que revela os eventos del mañana. Hasta la hepatoscopía, o
sea la adivinación
mediante el examen del hígado de animales (Ez.21:21),
involucran el concepto común de los seres sobrenaturales que estaban atrás del
augurio.
“Porque el rey de Babilonia se ha detenido en
una encrucijada, al principio de los dos caminos, para usar de adivinación; ha sacudido las
saetas, consultó a sus ídolos, miró el hígado”. (Ez. 21:21)
Ayuda Hermenéutica:
Adivinación: H7080 קָסַם = casám: raíz primaria; propiamente
distribuir, i. e. determinar por suerte o rollo mágico; por impl. Adivinar: - adivinación, adivinar, adivino, agorero, dar
oráculo, practicar [adivinación], usar
[adivinación].
Hígado: H3516 כָּבֵד = kabéd: lo mismo que H3515; hígado (como la víscera más pesada): - corazón, hígado. (Strong).
La explicación más socorrida era
que el hígado era sitio de la vida3), y que el hígado del animal inmolado (generalmente una
oveja), denunciaría el carácter de la deidad a la cual iba ofrecido,
lo que parecía probable. El alma del animal, presente en el hígado, era como un
espejo que reflejaría el alma del dios.
Sea o no ese el significado, todos los métodos y formas de adivinación presuponían la existencia de personalidades sobrenaturales; y la prevalencia casi universal de la adivinación, en una forma u otra en el mundo antiguo, es un argumento poderoso para la existencia de los demonios.
1.2. ADIVINACIÓN Y MAGIA:
En una panorámica general, la
adivinación es una de las especies de la magia. Y si la magia es
definida, en el más moderno y actual sentido, como el arte de lograr resultados
por encima de las potencias humanas por medio sobrenaturales, la adivinación
entonces es meramente una forma especializada de la magia en el intento de
arrancar al futuro sus conocimientos, especialmente en el entendimiento del
mañana.
La relación existente entre la adivinación y la magia es similar a la que se tiene entre la profecía y los milagros. La adivinación y la profecía implican, desde luego, un particular saber; la magia y el milagro, por su parte, un poder especial. En la profecía y el milagro, el saber y el poder son divinos. En la adivinación y la magia, e poder es demoniaco.
1.3. ADIVINACIÓN
Y PROFECIA:
Las semejanzas entre la adivinación
inspiracional y la profecía del Antiguo Testamento nunca deben cegarnos a sus
radicales y esenciales diferencias. Es cierto que ambas toman en cuenta el
instinto humano de un conocimiento oculto, en particular en lo que tiene que
ver con lo futuro, y se unen en la convicción de que poseen elementos
espirituales4), quienes están
dispuestos, en base a determinadas condiciones, a divulgar lo que conocen; y
que tal información confidencial puede ser impartida a una clase especial de
hombres llamados adivinos, clarividentes y profetas. Pero tal similitud termina
allí. Todo lo demás contrata notablemente.
Los profetas del Antiguo Testamento
creían en un Dios personal, único, infinitamente santo, justo y poderoso, cuyos
voceros clamaban ser. Sea que escribiera o hablara, lo hacía siempre por inspiración
directa del Espíritu de Dios. “Así dice Jehová” era la fórmula autoritativa que
daba su sello de finalidad e infalibilidad de la verdad divina a su mensaje.
Los “adivinos”
griegos y romanos (mantis), por otra parte, no teniendo a un Dios
ético sublime, pero sí muchos señores y dioses, se contorsionaban burdamente de
diversas maneras, hasta que llegaban al clímax del éxtasis, mediante música,
droga, inciensos sacrificiales y ayudas similares.
Cuando al final hablaban en su
insana excitación, no decían la verdad por el poder divino, sino mentira y
engaño por tal sagacidad demoniaca. Algunas veces creían necesario extraer
partes vitales de aves o animales de presagios. El corazón de un cuervo, de un
topo o de un gavilán, debía de impartir, según pensaban, el alma presagian té
de la criatura5).
El ‘mantis’ ejercía su arte como
negocio bastante lucrativo, cobrando elevados honorarios y aun rehusándose a
dar servicio cuando éstos no eran ampliamente remunerados por la clientela. Los
templos de los oráculos eran atendidos con fines egoístas y políticos personales6). En antítesis completa, los profetas
del Antiguo Testamento hablaban conforme Dios les ordenaba. Ni la ambición
personal ni el orgullo les movía.
Su convicción era tal, la verdad
que los movía era tal, que no importaba cuánto iban a disgustar a los reyes, a
los dignatarios del gobierno o al pueblo común y corriente, ni cuánto irían a
sufrir, fueran miseria o prisión, o aun muerte. Eran, antes que nada, leal a la
voz de Dios.
La intrépida denuncia de Isaías
contra el pecado de Acaz, al aliarse con los asirios (Is.7 y siguientes), así
como la severa censura de Jeremías a los líderes de la nación en su día (Jr. 2:36
y siguientes), son ejemplos hermosos de la intrepidez divina. Ambos de estos
valientes hombres de Dios sufrieron con severidad por su osadía, su valentía;
especialmente Jeremías, quien sobresale como uno de los más formidables de lo
que significa ser un siervo de Dios.
Si Micaías, el hijo de Imla, hubiera mentido para
agradar al inescrupuloso Acab, podía haberse vestido de púrpura y vivido en un
palacio. Según
aconteció, este monarca sin principios sólo pudo encolerizarse y decir:
“Le aborrezco, porque nunca me profetiza bien, sino
solamente mal” (1 R. 22:1-25), y luego desahogar su rabia echando en
prisión al profeta de Dios.
En el mismo sentido de lo encontrado que están la
profecía y la adivinación, los padres de la Iglesia naciente estaban en una
posesión correcta cuando juzgaban que la adivinación era inspirada por el
demonio, y la obra arremedada de Satanás como
desacreditando la verdad, cuando producía fenómenos entre los
pueblos paganos, en forma similar a los producidos por la obra del Espíritu
Santo.
La adivinación pagana es, entonces, no tanto una corrupción de la profecía, sino una imitación satánica de la misma. Es innecesario decir que el punto de vista de antropólogos como Frazer,7) Tylor8) y algunos estudiosos del Antiguo Testamento como Wellhuasen y W. Robertson Smith, de que la profecía n es sino una forma desarrollada de un nivel más elevado de la adivinación, está en total contradicción con el espíritu y testimonio de la Santa Escritura.
II. LA
DENUNCIA BIBLICA DE LA ADIVINACIÓN:
El yahvismo puro, en su principio
básico, es y siempre ha sido, hostil a la adivinación de cualquier tipo, a
pesar del hecho de que la variedad inspiracional tiene ciertas características,
y aun afinidades, con el profetismo.
La esencia de todas las formas de
este arte prohibido, es que al acudir a ciertos medios que no están dentro de
la infinita sabiduría del santo Dios, los hombres pueden obtener conocimientos
fuera de su alcance.
Pero, puesto que a religión de
Israel sólo ha legitimado las fuentes de información dadas por Jehová; y los
profetas constituyen el medio para que venga la información al hombre, mientras
que recurrir a medios ilegítimos o apelar a seres espirituales que no sean Dios
mismo, o buscar conocimientos ilícitos que no recibirán la aprobación divina,
son tabú. Eso significa, en resumen, que toda adivinación en cualquiera forma o
descripción, está excluida de la religión de Israel.
No nos causa sorpresa, entonces,
que “quien
practique adivinación” o quien es “agorero”, está colocado en la misma
categoría que los hechiceros.
Los médiums, los magos, y los
nigromantes, una “abominación para con Jehová” e igualmente
condenados (Dt. 18:10-14); mientras que se contrasta al profeta de Jehová con
los adivinos de toda clase, como el único agente auténtico y debidamente
autorizado de la revelación sobrenatural.
Mientras tanto, la antítesis
proporciona la ocasión para la predicción sublime y de gran alcance de la
venida del prefecto y supremo Profeta, el Revelador por excelencia, del corazón
de Dios al hombre, Jesucristo, el Profeta de profetas (Dt. 18:15-19).
El pasaje deuteronómico también nos
aporta la verdad al hablar Jehová por medio de su profeta como el criterio
básico para evaluar la genuinidad de un vocero supuesto de la evaluación
divina. Y si, como los adivinos paganos, hablase en “nombre
de dioses ajenos” o presuntuosamente en el nombre de Jehová y que
fuese dispuesto divinamente de manera que “no se cumpliere lo que dijo, ni aconteciere” debe
ser tenido como un profeta falso, de la misma estampa que los adivinos paganos
y “el tal
profeta morirá” (Dt. 18:20-22).
Esta forma de regular la conducta
del pueblo escogido de Dios, nos parecería innecesariamente rigurosa y severa;
pero no es tal. Está divinamente dispuesta para su estricta obediencia y sin
transigencia, a fin de que pueda actuar contra el tremendo peligro que le
amagaba de contaminarse de las prácticas casi universales de la adivinación.
Su tónica inexorable sólo estaba en
consonancia con el más puro Yahvismo. La violación deliberada y persistente de
sus preceptos sanos y salutíferos es la única explicación adecuada y válida de
la presencia de las variadas formas de adivinación en el Antiguo Testamento.
De ninguna manera se trata de que
la Biblia, como se imagina Davies, que “habla con dos voces, generalmente prohibiendo, pero a veces
apoyando variadas formas de adivinación”9). La actitud
escritural sobre la adivinación es siempre de condena y prohibición, jamás a su
favor o instigación.
Como la revelación de la voluntad divina, la Biblia prescribe las cosas cual deben ser. Y aunque las cosas pueden estar muy lejos de lo que deben ser, u pueden, en la divina paciencia y longanimidad, ser permitidas temporalmente, sin embargo, siguen censuradas y desaprobadas, así sea o no dicho abiertamente.
2.1. CASOS DE PRETENDIA APROBACIÓN BIBLICA A LA
ADIVINACIÓN:
A menudo se cita el caso de Balaam
(Núm. 22-24) como uno en donde parece que la Biblia tácita o expresamente
aprueba la adivinación. No obstante, un cuidadoso análisis del carácter de
Balaam nos muestra cuán prematuro y errónea es tal conclusión.
No se puede negar que era adivino
pagano, cuyas bendiciones o maldiciones serían tomadas como poseedoras de una
eficacia mágica, por lo menos entre los paganos (Núm.22:6). Explícitamente se
le denomina “Balaam
el adivino”
(haqqosem, “el adivino”
Jos.13:22); y los ancianos de Moab y de Madián, quienes fueron a buscarle
por parte de Balac.
Ayuda Hermenéutica:
Balaam: H1109
בִּלְעָם = Bilam: probablemente de H1077 y
H5971; no (de la) gentilicioe, i. e. extranjero; Bilam, profeta de
Mesopotamia; también lugar en Palestina:
- Balaam,
Bileam.
Adivino: H7080 קָסַם = casám: raíz primaria; propiamente distribuir, i. e. determinar por suerte o rollo mágico; por impl. Adivinar: - adivinación, adivinar, adivino, agorero, dar oráculo, practicar [adivinación], usar [adivinación]. (Strong)
El rey de Moab, para maldecir a Israel, le llevaron el cohecho en honorarios seductores por tales servicios, denominados quesamin, “las dádivas de adivinación” (Núm.22:7). A la manera de los adivinos paganos, también usaba los “agüeros” (nehashim, de nahash, referente a las sibilinas y ofídicas fórmulas adivinarías, Núm. 24:1).
La pregunta es, ¿era Balaam, el
exorcista, el adivino, también un profeta de Jehová? En ninguna
parte se le llama profeta, aunque hiciera las obras del profeta; y es difícil
que fuera posible concebir algo con mayor magnificencia en toda la literatura
profética que las parábolas que profirió, que corresponden al detalle con el
sello superlativo de la inspiración divina10).
Es cierto, también, que tenía
cierta comunión con Dios (Núm. 22:9 20, 22-35 23:4, 16). Sencillamente es un
mago pagano puesto bajo la voluntad divina, quien, probablemente como Jetro (Éx. 18) y Rahab (Jos. 2), fueron
llevados al conocimiento de Jehová debido a la influencia abrumadora de la
proeza de Dios manifestada en Egipto, y en el desierto, la cual dejara una
impresión indeleble sobre las naciones vecinas (Éx. 15:14; Jos. 2:9 10; 5:1).
Decidió servir a Jehová, quizás con
el motivo ulterior de que al servir a un Dios tan poderoso, recibiría mejores
ganancias. Decide, por tanto, hacer sus encantamientos en el nombre de Jehová.
Verdaderamente el caso de Balaam es singular. Conoce al Señor, al Jehová de os
hebreos; pero su conocimiento es opacado y distorsionado por la corrupción
pagana y viciado por la codicia.
Esa extraña combinación de magia
pagana y avaricia personal con el servicio de Jehová no podía ser permanente o
estática. Era compatible sólo en un estado de transición, hasta en tanto se
cumpliera la divina voluntad. Pronto debía dejar el paganismo y su pasión
desordenada por el lucro, o apartarse de Dios. El período de su decisión se
acercaba rápidamente cuando le llegó el mensaje del rey de Moab.
Dio su primer paso hacia atrás Balaam en su abandono
del paganismo, con base en una secreta esperanza de riqueza, al rehusar el
consentimiento de la voluntad permisiva de Dios (Núm. 22:12, 20). Su segundo
paso de retroceso ocurre cuando, con sacrificios liberales y el uso de
elaboradas fórmulas de encantamientos (24:1), trata vana pero persistentemente de lisonjear a
Jehová para que le permitiera maldecir a Israel (23:4), a fin de que pudiera
obtener la rica recompensa de la paga de su maldad.
Y no fue sino hasta que vio que
Jehová era inflexible en su voluntad de bendecir a Israel, que él abandonó sus
huecos encantamientos y su mercenaria ambición, y se entregó a las influencias
ennoblecedoras del “Espíritu de Dios” que “vino sobre él” (24:2). Así que,
durante ese tiempo, vino a ser un legítimo, genuino profeta de Jehová. Aquí se
le presenta la última oportunidad para que su lado más noble, dentro de la rica
gracia de Dios, se impusiera en forma permanente sobre las tinieblas del
paganismo. Pero rechazó tal oportunidad, escogiendo lo malo
Enseñó a Balac cómo corromper al pueblo al que no podía maldecir (Núm. 25:1-3; 31:8 16). Su malvado ejemplo de codicia y su conformismo fácil con la mundanalidad como un típico maestro asalariado de religión, nos sirve para reiterar la advertencia que se presenta repetidamente en las Escrituras (Miq. 6:5; 2 P. 2:15; Jud. 11; Ap. 2:14). A la luz de estos hechos esenciales concernientes a Balaam, ¿qué podemos decir para afirmar que su caso es un permiso bíblico a la adivinación? “Tan lejos está eso”, se nos indica, “que su vocación es censurada, que hasta está puesta al servicio de HA-SHEM Adonai” ‘El Nombre’11).
Se puede contestare a esta
acusación, que el caso de Balaam ostensiblemente es algo único y especial. Para
comenzar, se trata de un pagano, de un gentil, de un enemigo de Israel. Así que
en la soberanía y sabiduría de Dios, es levantado como profeta (fenómeno jamás
visto entre los no israelitas), y a pesar suyo, es inspirado y
constreñido para profetizas bendiciones para Israel.
El hecho de que, siendo también u
adivino pagano, haya sido elevado a la dignidad de un profeta inspirado, es
sólo una de las muchas características excepcionales y del todo singular, como
de todo este episodio tan extraordinario. Tomar este hecho como el permiso
bíblico para la adivinación, es totalmente injustificado, en vista del
conocimiento previo de Balaam y sus diálogos con Jehová como un adivino
gentílico proveniente del mundo pagano, y puesto que todo el episodio lo
representa bajo la preparación y la disciplina divina para una labor que
manifiestamente era especial, como instrumento, el que Dios testificaría a
favor de su pueblo, en lugar de hablarle a su pueblo como la hacía usualmente12).
El uso soberano y especial que
Jehová dio a Balaam, como su vocero, a pesar del hecho de que su conocimiento
de la verdad estaba nublado y corrompido por los conceptos paganos, resalta en
forma de que se le habilita para proferir sus parábolas proféticas. Mientras
que él buscaba encantamientos (Núm. 23:15; 24:1), dentro de su ignorancia y
superstición pagana en un vano intento de sonsacar a Jehová para que le
permitiese maldecir a Israel para promover su ansia secreta de ganancias
materiales, nada se dice de que haya sido inspirado por el Espíritu Santo.
Aparentemente es un simple acto de la mecánica superior de Dios, al parecer independiente de su estado moral, y en ningún sentido debe tomarse como la aprobación divina de su vocación de adivino, ni de su avaricia personal. “Y Jehová puso palabra en la boca de Balaam” (Núm. 23:5, 6). No fue sino hasta que Balaam se dio cuenta de lo fútil de sus ensalmos para afectar el designio de Jehová, a quien descubrió ser todo justo y santo, y no fue sino hasta que se volvió de sus ritos paganos, así como de su sórdido propósito de cambiar la voluntad divina para obtener ventajas personales (24:1), que “el Espíritu de Dios vino sobre él” (24:2).
Así alcanzó el estado de profeta bona-fide
de Jehová pero sólo tras renunciar a su paganismo.
Ciertamente, en ellos no hay
ninguna aprobación a la adivinación pagana, tácita o expresada. Más bien, la
implicación es una inequívoca condenación.
El testimonio personal de Balaam
sobre Israel, cuando realmente “Jehová… puso palabra en su boca” (23:16), es lo más
pertinente y concluyente: “Contra Jacob no hay agüero” (nahash, “método adivinatorio de cualquier clase de Jacob”), “ni adivinación contra Israel” (quesem, “adivinación de cualquier tipo en Israel”, Núm. 23:23). Su
siguiente caída, tras de que su tarea especial fue concluida, está fuera de
esta discusión y de ninguna manera afecta al incidente como una revelación de
la actitud bíblica hacia la adivinación.
Otro caso muy manido, el que aduce
la sanción bíblica sobre ciertas clases de adivinación, es el de los “sueños”.
No hay duda que las Escrituras les asigna, por lo menos a los de cierto tipo,
un lugar destacado como un medio legítimo para la revelación de eventos futuro.
De hecho, en los tratos
Dispensacionales de Dios con el hombre, sin relación con profetas constituidos
en forma regular, o que la revelación escrita estaba limitada o no la había,
como en los días de los patriarcas (Gn. 31:10-14; 37:5-9) o durante la
formación del canon bíblico, como en el caso de los santos del Antiguo
Testamento, no hay razón para que el método de la revelación divina no fuese
hecha mediante los sueños involuntariamente, los que vienen sin querer, para guiar
los asuntos del hombre.
Tampoco existe razón alguna, en lo
que toca a la estimación moral, por la cual Dios no pudiera echar mano de los
sueños involuntarios en alguna dispensación, particularmente como una manera
especial para guiar los destinos humanos (Mt. 1:20; 2:13; Hech. 2:17). Es
cierto que actualmente, cuando estamos bajo la unción del Espíritu Santo que
mora en nosotros y con una guía completamente en la Escritura, andamos por fe,
y no requerimos de tales formas ara ser dirigidos (2 Cor.5:7).
Aun ahora, si Dios quisiera guiar
de esta manera, no habrá nada incompatible ni inconsistente con su santidad, ni
habría adivinación, puesto que no involucraría búsqueda de conocimiento secreto
o ilegítimo, usando métodos ajenos al carácter divino, ya que por su misma
naturaleza es dada por Dios, e involuntariamente por parte del instrumento
humano.
Por otra parte, es muy diferente el
caso de los sueños voluntarios, los que se buscan, y que por ellos tienen
carácter de la adivinación. Eso está ampliamente condenado en la Palabra de
Dios. A esa clase pertenecen aquellos sueños inducidos por lo que se llama “incubación”,
o en los que el interesado duerme en
ciertos tiempos, donde se cree que el dios-patrón revela sus secretos al que duerme.
Herodoto menciona tal práctica entre una tribu egipcia llamada de los nasamonianos, quienes solían practicar la
adivinación durmiendo en las tumbas de sus ancestros.
Creían firmemente que el sueño que venía sobre ellos era la revelación de sus progenitores deificados13). Hay cuando menos una referencia a tal práctica impía en la Biblia, que la cataloga entre otras, de las más aborrecibles abominaciones paganas, siendo fuertemente denunciada como una corrupción pagana, y a la cual había cedido el pueblo escogido.
Se les describe como aquellos que “se quedan en os
sepulcros, y en lugares escondidos (criptas) pasan la
noche” (Is. 65:4). Salomón soñó (1 R. 3:1-15) cuando fue a un lugar
alto en Gabaón; pero fue manifiestamente por la voluntad divina, en la que
Salomón toma parte involuntaria y no un caso de incubación de sueño.
Al lado de estos ejemplos
anteriores de divina inspiración, se alega que la Biblia ha favorecido algunos
tipos de augurio artificial o variado. Entre estos últimos, el sortilegio y la
echadura de las suertes, son las más conspicuas.
Sin embargo, con referencia a la
práctica bíblica es muy discutible que en alguna forma se le pueda clasificar
como adivinatoria, por lo menos dentro de una definición común del término. En
aquellos casos en que es empleada legítimamente, y por el pueblo de Dios, no
es, en ningún sentido, un “arte”, sino simplemente un proceso, como cuando
escogemos por la largura de las varitas o lanzando al aire una moneda.
No se busca allí algún conocimiento oscuro o prohibido del futuro, sino algún asunto muy práctico como, por ejemplo, cuál de las dos cabras sería sacrificada en el altar de Dios, y cuál dejado libre en el desierto (Lv. 16:8-10), o cuando dos hombres con cualidades y habilidades muy similares son sorteados para que tomen el sitio de Judas (Hech. 1:26).
Tampoco se utiliza ningún método
que no tuviera la sanción o chocara con la santidad de Dios. La suerte se
echaba simplemente con una guija, un tiesto o una astilla. Si se iban a
seleccionar personas, se escribían sus nombres en sus suertes respectivas, que
luego eran puestas en una urna, sacudida, todas adentro, y se escogía a la
persona cuya suerte caía primero al suelo14). De allí la expresión “La suerte cayó
sobre” (Comp. Hech. 1:26).
Jehová mismo dio las instrucciones
para la repartición de la tierra de Canaán “por suerte” (Núm. 26:55). Especifica el
escogimiento de dos cabras en el Día de la Expiación, una para ÉL y otra para
Azazel mediante suerte (Lv. 16:8). Azazel: H5799 עֲזָאזֵל = azazél: de H5795 y H235;
chivo de partida;
chivo expiatorio: - Azazel. La dirección divina para la
captura de Acán fue hecha mediante suertes (Jos. 7:14-18). Siempre, y usada de
manera apropiada por el pueblo escogido, se le asociaba muy íntimamente con la
dirección de Jehová.
La actitud invariable entre los
píos es: “La suerte se hecho en el regazo; más de Jehová
es la decisión de ella” (Prov.16:33). Es muy posible que el mismo
principio de las suertes en el ‘Urim y Tumim’ del sumo sacerdote. Las dos
palabras, aunque etimológicamente oscuras, presentan dos objeciones tal vez, como piedras:
·
Y
uno denota un “sí” o su equivalente, y
· El otro “no”.
Así se creías que tenían la
respuesta según el sacerdote las tomaba de su efod. No obstante el permiso de
lo Alto para emplear las suertes cuya práctica era en sí inofensiva; con todo
existe la duda de si su empleo muy extendido en tiempos del Antiguo Testamento,
era una adaptación divina a la inmadurez espiritual de su pueblo, como “niños… bajo los
rudimentos del mundo” (Gál. 4:1-3).
Ciertamente, ahora tenemos para guiarnos “el Espíritu de su Hijo” en nuestro corazón (Gál. 4:6, 7), y no necesitamos de esos “elementos”. Es altamente significativo que la última vez que la Escritura señala el uso de las suertes fue justamente antes de que viniera el Espíritu Santo (Hech. 1:26) el cual “os guiará a toda verdad” (Jn. 16:13).
En ocasiones se alega que la Biblia
no desaprueba una de las clases más singulares de adivinación por el agua, llamada
hidromancia. Dicen que José, en Egipto (Gn. 44:5) practicaba
esta forma de augurismo sin que el narrador areciera censurarlo.
Pero José deliberadamente se hace
parecer ante sus hermanos como que usaba la copa escondida en el costal de
Benjamín con propósitos adivinatorios, meramente para darle cierto valor a la
copa. Las circunstancias de la historia aclaran que no era así. Sin embargo, se
practicaban muchas de las formas de la hidromancia en
las naciones antiguas como entre los árabes modernos y otros.
Generalmente se lanzaba una piedra preciosa o un trozo de oro o plata, en un receptáculo conteniendo agua. El resultado del movimiento del agua, y las imágenes formadas, eran interpretados de acuerdo con ciertos signos fijos15).
El vellón de lana usado por Gedeón
es frecuentemente tomado como otra forma de augurio implícitamente aprobado por
la Biblia (Juc. 6:36-40). Pero la señal es claramente una condescendencia
divina a la fe flaqueante de Gedeón y su persistente pedido por un signo (Jue. 6:17,
36, 39), y de ninguna manera implica aprobación del método para averiguar la
voluntad divina.
El ángel de Jehová (divinidad)
se le aparece para darle una reiterada y portentosa seguridad de su victoria
sobre los amalecitas (Juc. 6:12, 14, 16), lo que hubiese sido suficiente para los normales
requerimientos de la fe, sin necesidad de pedir posteriormente corroboraciones.
Así, aun en los casos ya citados,
que dejan ciertas dudas a algunas personas, se demuestran cuán consistente y
firmemente la religión de los israelitas se pronunciaba contra el augurio. El
hecho es más asombroso cuando recordamos cuán abundante era este tipo de
augurios entre los pueblos cercanos. Es todavía más inexplicable para aquellos
que quisieran negar la evidencia de la dirección divina especial en cualquiera
de las fases de la historia de los israelitas.
La condena divina para aquellos
quienes practiquen la adivinación (me’onen Dt. 18:10) es inequívoca. Pero es
incierta la etimología precisa del vocablo hebreo. Algunos lo derivan de a raíz
‘anan
(cubrir), “uno
que practica artes escondidos u ocultas”.
Tal explicación, pensamos, no está
fundada en el uso. Otros la relacionan con la palabra ‘anan (“nube”)
o sea “el que
observa las nubes y de cuya vista obtienen sus oráculos”. Todavía
otros lo sacan de l forma denominativa de ‘ayin (“ojo”), es decir, “quien golpea con el ojo maligno”.
Pero nada en el contexto ampara
tales puntos de vista. La explicación más
socorrida es que proviene de una raíz semítica que significa “emitir un sonido
nasal áspero” (arábigo, ranna),
como el sonido que sale cuando se formulan los recitantes ensalmos mágicos (Lv.
19:26; 2 R. 21:6).
La encina de Meonenim (‘elon
me’onenim, terebinto de los agoreros) es interesante como
árbol antiguo, cercano a Siquem, famoso por la adivinación, que era consultado
por los cananitas muy probablemente a manera de augurio (Juc. 9:37).
2.2. CASOS DE
INEQUIVOCA CONDENACIÓN BIBLICA HACIA LA ADIVINACIÓN:
Toda adivinación tiene gusto a
idolatría, y como tal, es anatemizado por Dios. Algunos son tan crudas y
groseras que provocan una denuncia divina especial. De tales es la
hepatoscopía, o la mirada del “hígado” (Ez. 21:21). Tal método prevalecía en el
mundo antiguo entre los babilonios y otros semitas, y entre griegos y romanos.
Sigue aún en boga, como una de las
formas más antiguas y venerables de pronóstico en Birmania, Borneo y Uganda. No
existe evidencia de que fuese practicada alguna vez por los israelitas. En el
pasaje de la profecía de Ezequiel, se dice que el rey de Babilonia “miró el hígado”.
El versículo es una descripción clásica de tres tipos de adivinación tan
comunes en las naciones semíticas (flechas, entrañas y terafines).
Como una variedad específica del
término general para “adivinación”, ‘qesem’
da la idea primaria probable de “cortar” o de “dividir”,
como el ‘qasama’ arábigo, que
significa “separar
de”, su significado que debe dárselo a la hepatoscopía, claramente
parece ser el de “división”. Cada una de las diversas partes del
hígado, los lóbulos, los ductos y demás, tienen una importancia especial
separada.
Véase Parte II.
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