LOS PREPARATIVOD DE DAVID PARA EL TEMPLO, Y ORGANIZACIÓN:
1 CRÓNICAS 22–29:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez.
Puesto que Crónicas
se escribió desde el punto de vista sacerdotal, es de esperar que el énfasis
fuerte aquí esté en la construcción del templo. Es asombroso que el templo se
construyera en la propiedad que David le compró a Ornán, recordatorio del gran
pecado de David al contar al pueblo (1 Cron. 21).
El templo lo construyó Salomón, hijo de Betsabé, la mujer con la cual David cometió adulterio. Sólo Dios puede tomar los dos pecados más grandes de un hombre y construir un templo con ellos. «Pero, cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia» (Rom.5:20).
I.
El Constructor Del Templo (1 Cron. 22:1–19):
El
corazón de David siempre quiso construir un templo para el Señor (véase 2 Sam.
7), pero puesto que estuvo completamente ocupado librando guerras, no pudo hacer
el trabajo. El hecho de que era un guerrero y había derramado sangre era otra
razón. Durante toda su vida David reunió tesoros para usarlos en el templo y
ahora se los entrega a su hijo Salomón. Dios le dio a David los planos del
templo (1 Cron.28:11–12, 19) así como le dio a Moisés los planos del
tabernáculo (Éx. 25:40). Cuando usted va a hacer algo para el Señor en la
tierra, asegúrese de recibir sus planos del cielo. Y si el Señor no le permite
hacer algo que tiene realmente en su corazón, trate de ayudar a otros a hacerlo.
Salomón
fue ungido rey en privado, en la presencia de los líderes, de modo que el trono
quedara asegurado (vv. 17–19); y entonces se presentó al nuevo rey públicamente
al pueblo (cap. 28). Nuestro Señor Jesús se ha ungido Rey, pero su presentación
pública aún no se ha hecho. Mientras tanto, nosotros los que confiamos en Él,
debemos ayudarle a construir su templo, la Iglesia (Mt. 16:18; Ef. 2:19–22).
David reclutó a «extraños y extranjeros» de la tierra (no
israelitas) y los obligó a trabajar en el templo (v. 2). Pero el
Señor ha tomado a pecadores «de afuera» y les ha hecho conciudadanos y piedras
vivas en su templo (Ef. 2:19–22; 1 P. 2:5) ¡Cuánta gracia!
David
amonestó a Salomón a que confiara en el Señor y le obedeciera; de otra manera
nunca podría construir el templo para la gloria del Señor. Dios le dio a
Salomón y a la nación descanso de la guerra (el
nombre Salomón se relaciona a la palabra hebrea «shalom» que significa
«paz»)
y le daría sabiduría para hacer el trabajo. No podemos ni siquiera empezar a
calcular el poder adquisitivo de la riqueza que David acumuló (v. 14).
Así, David le dio a Salomón la riqueza para construir el templo, los planos, los obreros y la cooperación de los príncipes de la tierra (vv. 17–19). Pero el «corazón» del asunto fue el de Salomón (v. 19). Si el corazón de Salomón andaba bien con Dios, Él bendeciría sus empresas. No hay nada «automático» en el servicio del Señor. Si andamos bien con Dios, Él prosperará nuestros esfuerzos (Jos. 1:8; Mt.6:33).
II. Los Ministros En El Templo (1 Cron. 23:1–26:32):
Segundo
de Crónicas 29:25 nos informa que el plan de David para reorganizar a los
sacerdotes y levitas se lo dio el Señor mediante dos profetas:
· Gad, y
· Natán.
No
sólo el plan para el templo en sí mismo, sino también lo que iba en el templo y
cómo se organizaría se lo ordenó el Señor. La iglesia local necesita hoy
prestar atención a las direcciones dadas en el NT., para su organización y
ministerio. Demasiado a menudo importamos ideas del mundo y rechazamos los
ideales de la Palabra.
Había
38,000 levitas disponibles y David los dividió en cuatro grupos:
Ø 24,000 para supervisar el trabajo en el
templo;
Ø 4,000 como
músicos;
Ø 4,000 como
porteros, lo cual incluía los tesoros y los almacenes del templo; y
Ø 6,000 que se
distribuirían en toda la nación para ministrar como jueces y maestros de la ley.
No
es suficiente que el pueblo de Dios venga a la casa de Dios; los siervos de
Dios también deben ir al pueblo.
Nótese: que David proveyó los instrumentos para que los usaran los músicos (23:5) y escribió muchos de los cantos que usaban en la adoración al Señor.
Durante
los años del peregrinaje de Israel, a los descendientes de Leví se les asignó
el desarme del tabernáculo y la transportación de sus partes, volviéndolo a
ensamblar en el lugar en que Dios le decía al pueblo que acampara (véase Núm.
3–4). Ahora que empezarían a servir en un santuario permanente, a las tres
familias de los hijos de Leví se les asignó otros deberes:
Ø Los sacerdotes se dividieron en veinticuatro grupos (cap. 24;
véase Lc. 1:5) que servían por turnos, quizás dos
semanas al mes.
Ø David hizo las cosas «decentemente y con
orden» (1 Cor. 14:40).
Ø Las tareas específicas se
asignaron por suerte (Lc. 1:8–9).
Ø Los porteros (cap. 26)
guardaban el
templo y las cámaras de almacenaje que había en él.
Ø Se recordará que Obededom (26:4) fue el hombre
que guardó el arca del pacto antes de que se colocara finalmente en el
tabernáculo (1 Cron. 13:13–14).
Ø Los porteros echaban suertes
para ver a dónde serían asignados (26:13).
Téngase
presente que los judíos traían sus diezmos y
ofrendas
al templo como parte de su adoración y los levitas tenían que almacenar, llevar
cuentas y proteger todos estos artículos. Pero sobre todo, el tesoro del templo
contenía los valiosos objetos dedicados al Señor, así como cosas materiales
necesarias para el culto al Señor (véase 1 Cron. 9:27–34). Era importante que
las especias, la harina y otros artículos se preservaran sin contaminación.
Cuán desafortunados es cuando lo que contamina se introduce en la casa del
Señor.
Al
revisar estos capítulos y sus muchos nombres nos impacta el hecho de que Dios
usó personas para realizar su obra, personas con diferentes talentos y ministerios:
· Algunos de los siervos del templo dirigían los cantos de
alabanza a Dios;
· Otros tocaban los
instrumentos;
· Algunos guardaban los tesoros;
· Otros llevaban el inventario
de las ofrendas que se traían al templo.
· Los sacerdotes ofrecían los
sacrificios al Señor y cuidaban del culto de adoración diario.
Todo estaba organizado de forma eficiente y el ministerio total del templo glorificaba a Dios. Incluso los que tenían que trabajar «en el turno de la noche» alababan al Señor por el privilegio de adorarle y servirle (Salm. 134).
III. Los Protectores Del Templo y De La Tierra (1
Cron. 27:1–34):
A. El Ejército (vv. 1–15).
Pasamos
ahora de la organización del templo al gobierno civil, porque en la nación de
Israel tanto el uno como el otro eran ordenados por Dios y gobernados por su
ley divina. Había doce unidades del ejército y cada una servía un mes al año.
Por supuesto, cuando era necesario, se podían convocar las unidades
rápidamente.
Si
usted compara 1 Crónicas 11:10ss con la lista de líderes de los versículos 2–15
verá que los «hombres
fuertes» de David estaban a cargo del ejército. Él sometió a prueba
a estos hombres en muchos lugares y sabía que podía confiar en ellos.
B.
Los Servidores
Civiles (vv. 16–24).
No
sólo había soldados capaces de dirigir cada una de las doce unidades del
ejército, sino también había oficiales capaces asignados a las tribus de Israel
(vv. 16–22). David tenía una «cadena de
comando» en la nación, de modo que cada tribu tenía un representante
ante el rey.
En
ninguna otra parte de las Escrituras tenemos a Eliú, el hermano de David (v.
18). Es posible que esta es una variación del nombre «Eliab» (1 Cron. 2:13). La
palabra hebrea «hermano»
se aplicaba a menudo a cualquier pariente, pero parecería que una lista oficial
como esta se preocuparía por la exactitud.
Cuán
interesante que un hijo de Abner fue uno de los oficiales de confianza de David
(v. 21). Abner trató de mantener la dinastía de Saúl después que este murió y
creó problemas a David (2 Sam. 1–4). David obedeció Deuteronomio 24:16.
C.
Los Supervisores
De David (vv. 25–34).
En
la sociedad moderna los líderes del gobierno deben desprenderse de cualquier
cosa que les lleve a un conflicto de intereses, pero no era así en las
monarquías antiguas. El rey era un hombre muy rico, gracias a los botines de
guerra, el tributo pagado por los gobernantes conquistados y el lucro obtenido
de sus tierras.
En justicia a David debemos reconocer que, puesto que no se le exigían impuestos al pueblo, tenía que usar mucho de sus ingresos para la administración de su gobierno. Todas estas posesiones debían supervisarse, había que pagar a los trabajadores y guardar las ganancias.
IV. El Estímulo Para La Construcción Del Templo
(1 Cron. 28:1–29:30):
El
escritor nos da «las últimas palabras de David» (1 Cron. 23:27) así como sus
últimas obras al preparar a Salomón y al pueblo para la construcción del
templo. Qué maravilloso que David procurara construir un templo para la gloria
de Dios y no un monumento para su propia gloria. Pudo morir sabiendo que las
futuras generaciones tendrían una hermosa casa de oración y alabanza en donde
podrían honrar al Señor.
David
no sólo «sirvió
a su propia generación» (Hch. 13:36), que es lo que debe hacer cada
hijo de Dios, sino que también a las generaciones venideras:
· Proveyó los materiales para construir el templo;
· Organizó el ministerio del
templo;
· Escribió cantos para los
cantores en el templo;
· E incluso diseñó instrumentos
musicales para que tocaran los levitas.
David
reunió a todos los líderes de Israel y les exhortó y animó a que respaldaran a
Salomón y su administración, especialmente en la construcción del templo.
A.
Las Elecciones
De Dios (1 Cron. 28:1–7).
David
enfatizó el hecho de que fue Dios el que escogió a Judá como tribu real (v. 4; Gn.
49:8–10); y de Judá Dios escogió a la familia de David para ser la familia real
(1 Sam. 16:6–13; 2 Sam. 7).
Luego
Dios escogió a Salomón como sucesor de David y constructor del templo. Era una
obligación solemne de parte de Salomón, porque estos eran del pueblo escogido
por Dios; y el templo era para el Dios de Abraham, Isaac y Jacob.
B. Las Misiones Que
Dio David (1 Cron. 28:8–10, 20–21).
Primero,
David encomendó a todos los oficiales y al pueblo a que obedecieran los
mandamientos de Dios (v. 8). ¿De qué servía un hermoso templo si el pueblo era desobediente
a su Dios? Ellos le debían al Señor y se los debían unos a otros,
como conciudadanos de la asamblea de Dios, vivir de acuerdo a la ley que Dios
en su gracia les dio.
Los
judíos poseían la tierra en virtud del Pacto de Dios con Abraham (Gn. 12:1–3; 13:14–18),
pero poseerían y disfrutarían de la tierra sólo si obedecían la Palabra de
Dios.
Véase
Deuteronomio 27–30. Si querían mantener la posesión de la tierra y dejarla para
la próxima generación, tenían que ser un pueblo obediente. Es un pensamiento
solemne que somos mayordomos de todo lo que Dios nos da y, si somos infieles al
Señor, nada dejaremos a nuestros hijos y nietos.
Luego
David encomendó a Salomón (28:9–10; 20–21) a que fuera fiel al desempeñar su
responsabilidad como rey y constructor del templo. «Anímate y esfuérzate» (vv. 10, 20)
nos recuerda las admoniciones de Dios a Josué (Jos. 1:6–7, 9, 18). La tragedia
es que Salomón no mantuvo un corazón perfecto delante del Señor, sino que amó a
mujeres extranjeras y adoró a sus dioses falsos (1 R. 11). Un corazón perfecto
no es uno exento de pecado, porque nadie puede vivir sin pecar de alguna
manera.
Quiere
decir un corazón totalmente consagrado al Señor, un corazón sincero. Cuando
Salomón empezó a adorar a otros dioses junto con Jehová, tuvo un corazón
dividido y no fue fiel al Señor. Fue cuando Salomón se olvidó de la Palabra de
Dios que empezó a adorar ídolos (véanse Dt. 17:14–20; Jos. 1:8).
C.
Las Contribuciones
De David (1 Cron. 28:11–19).
Todo
lo que Salomón necesitaba para el gran proyecto de construcción Dios se lo
proveyó mediante
David:
Ø Los planos para el edificio,
Ø La organización de los
sacerdotes y levitas,
Ø La riqueza material y la gente
para hacer el trabajo.
Puesto
que no sabemos el valor adquisitivo del oro y la plata en ese día, no podemos
calcular con precisión cuánto costó todo este material; pero sin duda valía
decenas de millones de $ dólares = S/. Soles.
D.
El Desafío
De David (1 Cron. 20:1–9).
David
sabía que su pueblo debía tener parte en el costo del templo, de modo que les
pidió a los líderes de la nación que contribuyeran y así lo hicieron con buena
disposición. David fue el primero en dar el ejemplo y le recordó al pueblo que
estaban dándole al Señor (29:1).
Su
ofrenda era un acto de adoración (29:5b) y dieron generosamente. La mención del
«oro, plata y piedras preciosas» nos
recuerda 1 Corintios 3:10–23 y el lenguaje que se usa para describir la edificación
de la iglesia local.
E.
La Consagración
De David (1 Cron. 29:10–19).
David
oró y dedicó al Señor la ofrenda, el nuevo rey y el pueblo. Bendijo al Señor y
le exaltó por sus maravillosos atributos. Expresó su humildad delante de Dios
(29:14) y reconoció que incluso la riqueza que él y el pueblo trajeron
originalmente vino del Señor. «Todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos».
El
hecho de que somos «extranjeros y peregrinos» en este
mundo (v. 15) debe animarnos a darle con generosidad al Señor, porque sólo lo que
le damos durará (Mt. 6:19–21). La vida es breve y no podemos guardar nada para
nosotros mismos y llevárnoslo cuando partamos (1 Tim. 6:7; véase Salm. 90:1–11).
Lea
el capítulo 29 cuidadosamente y note cómo dio el pueblo y por qué ofrendó; luego
lea 2 Corintios 8–9 y note cómo Pablo enseñó muchas de las mismas verdades en
cuanto a las ofrendas.
F. La Coronación
De Salomón (1 Cron. 29:20–30).
En
un gran culto de adoración en donde el Señor fue glorificado, David entregó el
cetro a su hijo Salomón y el pueblo se regocijó por la bondad del Señor. Dios
pudo magnificar a Salomón porque este magnificó al Señor (véanse Filp. 1:20; Jos.
3:7).
David murió, pero el trono de Israel continuó. Dios sepulta a sus obreros, pero continúa su obra.
Estudios para el
Domingo.
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