martes, 25 de septiembre de 2018

LUGAR DE LOS LEVITAS: (2) NÚMEROS 4:1-49


LUGAR DE LOS LEVITAS: (2)
NÚMEROS 4:1-49
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
Las tareas de los levitas, 4:1-33. El trabajo de los hijos de Cohat recibe la más detallada atención en 4:1-10 porque trata de las cosas más sagradas. ¿Cómo se puede mantener la santidad del tabernáculo y los muebles sagrados cuando hay que desarmar el tabernáculo y llevar todas las cosas a otro lugar? Primeramente los sacerdotes bajan el velo entre el lugar santo y el lugar santísimo y lo usan para cubrir el arca.
Después lo cubren con pieles finas y con un paño azul. Este paño azul por fuera sirve para identificar claramente el arca, al artículo más sagrado. Los sacerdotes también cubren la mesa del pan de la presencia, el candelabro, el altar de oro, y los utensilios con un paño azul y con pieles finas por fuera. (En el caso de la mesa, ponen un paño carmesí entre el paño azul y las pieles). Cubren el altar de bronce con un paño de púrpura y con pieles finas.
                               
Azul, púrpura y carmesí son los colores usados para las cortinas dentro del tabernáculo (Ex.26:1; 26:31; 26:36) y para el efod del sumo sacerdote (Ex.28:5-8). El sumo sacerdote llevaba una túnica de material azul (Ex.28:31). No sabemos exactamente el significado de estos colores, pero en el mundo antiguo, azul y púrpura son colores usados por los reyes y nobles (ver Jueces 8:26; Est. 1:6; 8:15).
Los colores entonces recuerdan a Israel de que Jehová es su divino Rey. El tabernáculo es como su palacio en la tierra, y el arca es como su trono. Aun los sacerdotes y levitas deben tratar el tabernáculo y sus muebles con el mismo respeto que demostrarían a un rey.

No sabemos exactamente qué tipo de pieles usaron para cubrir los muebles. Diferentes traducciones han sugerido que fueron pieles de tejones, de cabras, de focas, de marsopas o delfines, o de manatíes. Dado que se usaba como la cubierta exterior del tabernáculo mismo (Ex.26:14) y de todos los muebles menos el arca, parece que su propósito era de dar protección contra los elementos.

Después de cubrir los muebles, los sacerdotes les ponen las varas para poder llevarlos sin tocarlos directamente. (La referencia a ponerle las varas al arca en 4:6 parece discrepar con Ex.25:15, que prohíbe que se quiten las varas). Todo lo relacionado con el tabernáculo mismo está bajo la dirección de Eleazar, hijo mayor de los hijos sobrevivientes de Aarón (Ex.3:32; 4:16).

Solamente después de que los sacerdotes hayan terminado con estos preparativos pueden acercarse los levitas del clan de Cohat para llevar los muebles sagrados. Como los cohatitas tratan de las cosas más sagradas, corren el riesgo más grande si no cumplen sus deberes correctamente. No deben tocar ni aun ver los muebles sagrados bajo pena de muerte (v. 15, 20). Esto explica la instrucción en el v. 18 de no permitir que el clan de Cohat sea eliminado. Los sacerdotes deben ejercer sumo cuidado en hacer los preparativos para proteger las vidas de los hijos de Cohat (vv. 19, 20).

Las tareas de los hijos de Gersón se describen en 4:21-28, y las de los hijos de Merari en 4:29-33. Estos pasajes mayormente repiten lo dicho antes en 3:25, 26 y 3:36, 37. (En el cap. 3 el enfoque era el cuidado de las varias partes del tabernáculo, mientras que aquí el énfasis cae sobre su transporte). Los clanes de Gersón y Merari trabajan bajo la dirección de Itamar, hijo menor de Aarón (4:28, 33).

Los Resultados Del Censo De Los Levitas Maduros, 4:34-49:
·      El número de los hijos de Cohat que pueden entrar en el servicio del tabernáculo llega a ser 2,750 (v. 36);
·      el de los hijos de Gersón, 2,630 (v. 40); y
·      el de los hijos de Merari, 3,200 (v. 44).
·      Esto da un total de 8,580 levitas maduros (v. 48).
·      Otra vez, se pone énfasis en el cumplimiento de todas las instrucciones divinas a Moisés en el v. 49.

Reglas Para Mantener La Santidad y La Pureza Del Pueblo, 5:1-6:27.

A primera vista, parece que las reglas presentadas en estos capítulos no tienen nada que ver la una con la otra, ni la colección entera con su contexto en el libro.
Pero el tema que corre a través de estas reglas es la santidad del pueblo. El pueblo ya ha sido contado y organizado para la marcha y para la guerra que se acerca. Los levitas han sido contados y organizados para llevar a cabo su especial servicio espiritual.
Pero si el pueblo va a gozar de las bendiciones divinas (6:22-27) en la marcha, en la guerra y en la vida en general, tiene que ser un pueblo santo porque Jehová es un Dios santo. Para mantener la santidad, el pueblo tiene que evitar la inmundicia o la contaminación en todas sus formas. La contaminación moral y espiritual resulta del pecado y de no cumplir los votos.
Pero el concepto de la inmundicia también influye la contaminación física que resulta de la suciedad, la enfermedad y la muerte. Por eso, antes de salir del monte Sinaí en el viaje hacia la tierra prometida, el pueblo tiene que saber cómo evitar y/o limpiarse de la contaminación en todas sus formas. Los sacerdotes juegan un papel importante en mantener la santidad del pueblo (ver Lv.13:15; Num.5:8-10; 5:15-30; 6:10-11; 6:16-20).

(1) Exclusión del campamento de los contaminados, Núm. 5:1-4. La inmundicia del leproso se establece en Lv.13:45-59. Al leer los pasajes bíblicos que tratan de la lepra, parece que el término se usa en un sentido más amplio que el que usan los médicos modernos.
Además de la mycobacterium leprae (mal de Hansen), la lepra en la Biblia parece incluir la psoriasis, la eczema y otras enfermedades que causan manchas o llagas en la piel (ver Lv.13:2 y nota en la RVA). La inmundicia de los que sufren de un flujo (especialmente de los órganos sexuales) se establece en Lv.15:2-33; y la de los que han tocado un cadáver en Lv.21:1-12; 22:4.



Este pasaje manda que todos los contaminados deban ser expulsados del campamento. Hoy podemos ver que hay buenas razones higiénicas detrás de estas reglas: evitan el contagio y ayudan a mantener la salubridad del pueblo. Pero los hebreos y otros pueblos del mundo antiguo no distinguían entre lo sagrado y lo secular, lo espiritual y lo físico.
Toda enfermedad o condición anormal, y mucho más la muerte, estaba en contra de la vida y el bienestar que Dios concede. Por eso, la muerte, la enfermedad y la impureza en todas sus formas estaban en contra de la santidad de Dios. Como Jehová mismo habita en medio del campamento de su pueblo, no puede tolerar que nada inmundo entre en el campamento.
Si el campamento llega a estar contaminado, un Dios santo tendrá que retirarse. Para evitar eso, hay que excluir a toda persona inmunda del campamento (por lo menos hasta cumplir el tiempo y los requisitos necesarios para su limpieza).

En el NT., vemos que Jesús no evitó el contacto con las personas contaminadas.
Ø Tocó a un leproso (Mateo 3:2-3);
Ø fue tocado por una mujer con un flujo de sangre (Lucas 8:43-48); y
Ø tocó a los muertos (Lucas 8:49-56 y paralelos; ver también Lucas 7:11-15).
Parece que Jesús aplicó el mismo principio que anunció en Marcos 7:15-23 y paralelos: nada hay fuera del hombre que entre en él, que le pueda contaminar.
Lo que contamina al hombre ante Dios es la actitud de su corazón. Jesús entonces hace una distinción entre la contaminación física y la espiritual. El contacto con algo desde afuera puede ensuciar el cuerpo y quizá dañar la salud; por eso, hay que practicar buena higiene.
Pero el contacto con la contaminación física no es un pecado que condena al hombre delante de Dios. Por eso, los cristianos no observamos todas las reglas del AT., en cuanto a la limpieza física y ceremonial.

No obstante, debemos reconocer que a veces la Biblia se refiere al poder del pecado de contaminar toda la vida y aun a otras personas, como si fuera una enfermedad contagiosa (ver Marcos 7:15; 7:23; 1 Corintios 15:33; 2 Corintios 6:17-7:1; Hebreos 12:15).
La influencia del pecado también se compara a la levadura. Un poco de levadura leuda toda la masa; por eso hay que quitar al perverso de entre la congregación del pueblo de Dios (ver 1 Corintios 5). Esta es la base de la disciplina en la iglesia.
A menudo ha sido practicada con una actitud vengativa en vez de con solicitud por el hermano que yerra (ver Gal.6:1-2; 2 Ts.3:14-15). Pero además de considerar el bienestar del individuo, hay que guardar la salud moral y espiritual de todo el pueblo.
Por eso, a veces es necesario excluir a un individuo (hasta que se purifique) para que no contamine a todo el pueblo. Dios todavía busca un pueblo santo y puro en medio del cual puede habitar (Ef.5:25-27; Ap. 21:3, 9-11, 27).

(2) La restitución, 5:5-10. Este es el primero de tres pasajes que tratan de la contaminación moral que resulta de la infidelidad o el incumplimiento de los votos.
El contexto demuestra que los pecadosen el v. 6 se refiere al hurto o el acto de defraudar a otro. Lv.6:1-5 trata de tales casos. Pero al traicionar la confianza del prójimo, uno también traiciona (mejor que ofenderen v. 6) a Jehová. Tal persona es culpable no sólo de un pecado contra su prójimo, sino también de un pecado contra Dios. Tal pecado contamina la comunidad y tiene que ser tratado.

Para restaurar la solidaridad de la comunidad, el pecador tiene que devolverle al defraudado todo el valor hurtado, más el 20% (ver Lv.6:1-5). Si el defraudado ya no vive ni tiene un pariente cercano (pariente redentor) para recibir la restitución, entonces el pecador tiene que pagarla a Dios a través del sacerdote. (Este es el elemento nuevo que este pasaje agrega a Lv. 6.)
También, hay que presentar un cordero, en sacrificio a Dios para la expiación de su pecado (ver Lv.6:6-7). Los vv. 9, 10 aclaran que cuando la restitución se paga al sacerdote, todo el valor pertenece al mismo sacerdote. La regla general es que toda cosa presentada a cierto sacerdote queda con él. (En cuanto a la ofrenda alzada, ver el comentario sobre 6:20). El pasaje subraya la necesidad de la honestidad en las relaciones con el prójimo y con Dios.

(3) Los Celos En El Matrimonio, 5:11-31.
El problema, 5:11-15. Este pasaje trata de la contaminación cuando una mujer le es infiel a su esposo (vv. 12-14a, 29). La fidelidad en el matrimonio es tan importante que también se hace provisión para los casos cuando el esposo sólo sospecha que su esposa haya cometido adulterio (vv. 14b, 30).
Quizá se piensa en una situación cuando la mujer está encinta pero el esposa cree que otro es el padre. La ley demanda la pena de muerte para el adulterio (Lv.20:10; Deut.22:22), pero hay que tener por lo menos dos testigos para imponer la pena capital (Núm.35:30; Deut.17:6; 19:15).

Este pasaje trata de una situación cuando no hay testigos, pero por cualquier razón persiste la sospecha. Debe haber una manera de determinar si la mujer realmente se ha contaminado o no, y de castigarla si es culpable. En cualquier caso, el esposo lleva a la mujer al sacerdote con una ofrenda cereal, v. 15. Ella pasa entonces por un tipo de juicio por ordalías, vv. 16-28.

Este tipo de juicio, que parece muy extraño a la mente moderna, era común en el mundo antiguo. Encontramos paralelos en los textos de Mari del siglo XVII a. de J.C., y en los textos de los heteos.
El comentarista Owens señala que el código de Hamurabi demanda que en tal situación la mujer sea echada al río. Podemos notar inmediatamente que la prueba bíblica presenta mucho menos peligro para una mujer inocente.

La prueba, Núm.5:16-28. Como hay algo de repetición en este pasaje, algunos han pensado que hay una combinación aquí de relatos de dos fuentes diferentes, pero es mejor ver esta repetición como una característica del estilo del escritor hebreo (ver Introducción, ESTILO LITERARIO).
El sacerdote lleva a la mujer delante de Jehovah (v. 16) probablemente enfrente del altar en el atrio del tabernáculo. Mezcla en una vasija de barro agua santa (¿de la fuente cerca del altar?) con polvo del suelo del tabernáculo (v. 17).
El polvo también sería considerado santo por su asociación con el tabernáculo. El sacerdote suelta el cabello de la mujer, probablemente como una señal de vergüenza o aun de contaminación.
Conjura a la mujer con la maldición del agua amarga (o agua de prueba, v. 19). Si ella no ha pecado, el agua no le hará ningún daño, pero si ha cometido adulterio, le producirá síntomas físicos al tomarla, (vv. 19-21).
Al decir Amén, amén (“¡Que así sea!”, v. 22), ella acepta el conjuro. El significado de hinchar el vientre y aflojar el muslo no es del todo claro, pero muchos creen que significa que ella experimentará un aborto, y quizás nunca más podrá tener hijos (ver 44. 22, 27, 28).

Después de pronunciar la maldición, el sacerdote la escribe en un rollo, borra las palabras escritas en el agua, y la da a la mujer para tomar (vv. 23, 24). Exactamente cómo el agua operaba para producir los resultados descritos, no sabemos, porque no hay nada en el agua y el polvo para producir tal reacción.
Algunos han sugerido que el uso del agua y del polvo santo (y por eso peligroso para toda persona contaminada), el rito solemne y el conjuro terrible se combinaron en una mujer de mala conciencia para crear tal estado de agitación y temor que el aborto vino como resultado, mientras que la mujer que sabía bien que era inocente estaba en calma y no sufría ningún daño. Otros buscarían alguna intervención directa y sobrenatural de parte de Dios en cada caso para producir el resultado.

Resumen, Núm.5:29-31. Si la mujer se demuestra culpable de adulterio, ella debe llevar su propia culpa. Ella sufre vergüenza, dolor físico, maldición permanente, y quizás esterilidad permanente.
Pero si se demuestra inocente, el hombre no lleva ninguna culpa por haberla sometido a esta prueba. Aunque el pasaje refleja el medio ambiente de un mundo en que el hombre dominaba a la mujer, subraya la necesidad de eliminar aun la sospecha de la infidelidad en el matrimonio.
Para mantener una sociedad estable, íntegra y santa, la fidelidad es esencial, y el NT., enseña que tanto el varón como la mujer debe mantenerse fiel en el matrimonio.

Clase Para Domingo.

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