lunes, 16 de enero de 2017

Parte II: LAS CREDENCIALES DEL MINISTERIO: (2 Corintios 11:1-33; 12:1-18)

Parte II:
LAS CREDENCIALES DEL MINISTERIO:
(2 Corintios 11:1-33; 12:1-18)
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:

“… De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno… Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar;… en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos;… en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez;… y además de otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias… ¿Quién enferma, y yo no enfermo? ¿A quién se le hace tropezar, y yo no me indigno?...”.

(2 Corintios 11:1-33; 12:1-18)

Estos sacrificios no podían ser negados por los corintios. Se supone que los engañadores que habían llegado a Corinto no podían mostrar iguales actos de sacrificio en su servicio a los corintios. Con una fuerte ironía se burla de ellos (aunque con un corazón quebrantado) con las palabras “con gusto toleráis a los locos” (v. 19a). Él pone en juego las palabras “locos” y cuerdos (“sensatos”). La verdad es que a los corintios les faltaba inteligencia, y Pablo era el sabio. La jactancia de ellos era errónea, infantil y según la carne (v. 18a).

Con broche de fuego y desdén, Pablo pinta un cuadro de una relación irracional y dañina. Los términos usados en el v. 20, aunque no todos literales, describen la relación que existe en un matrimonio cuando la mujer es totalmente abusada por el marido:
·     Primero, es tenida como esclava, pero por una razón perversa, que no se llega a entender, ella acepta esa esclavitud;
·  pero, eso no es todo, sigue de mal en peor, porque el marido devora o destruye su personalidad, malgasta hasta lo que no tienen, se ensalza y llega al abuso físico, hiere en la cara (v. 20e). Todo esto, ella lo tolera con la actitud de que hay que aceptar lo que Dios manda.

El abuso espiritual por líderes religiosos es aún peor de lo que se describe anteriormente, pero ¡ay de la congregación que apaciblemente acepta el error y sigue tras los apóstoles falsos! (Compare 1 Pedro 5:2-3).
Por otro lado, el pastor legítimo y consagrado al Señor no debe ser el objeto del abuso de la congregación. Al mismo tiempo debe proteger a su congregación contra los falsos líderes que la pueden dañar y destruir.
En seguida, Pablo se culpa a sí mismo por ser débil en su liderazgo y por sus exigencias a la congregación (si es que lo estaba haciendo). La posición que él toma le permite decir (parafraseando el v. 21b): “¿Así que ellos se jactan? ¡Esperen a que yo termine de jactarme!”. O: “¡Ya que hay tantos que presumen de sus propios méritos, yo también voy a presumir!… si los otros se atreven a presumir, también yo me atreveré” (vv. 18, 21, DHH).

Como misionero a los gentiles, Pablo siempre peligraba en manos de los judíos. En realidad, lo consideraban como destructor del judaísmo. Siempre estaban listos para desacreditarlo como judío, al punto de “colgarlo”, si les hubieran permitido hacerlo. Parecería como si se hubiera planeado una ejecución espiritual. Como el verdugo que tiene el nudo corredizo y listo, Pablo exclama: “¡Esperen! Si es un asunto de ser gentil o judío, soy judío, y sin duda, un judío mejor preparado que ellos” (v. 22a, paráfrasis del autor).

2) Los Sufrimientos De Pablo Como Precio De Su Apostolado. 2 Cor.11:21b-33.
Ahora Pablo invita a sus lectores corintios a comparar las obras de ellos con las de él como ministro cristiano “en trabajos arduos” (v. 23b). Luego sigue su resumen de aflicciones. Una breve comparación con los Hechos revela que Pablo incluye experiencias clave que no se captaron en dicho libro.
Aún en el siglo XXI, al leer y meditar sobre tan agudas experiencias personales de Pablo, no podemos hacer más que sentirnos maravillados al pisar el terreno santo del servicio de Pablo como apóstol. De los vv. 23-29, Pablo queda solo como el apóstol por excelencia. No hay comparación al lado de sus opositores, ni siquiera con los apóstoles supremos (los Doce). Aquí está, Pablo y solo Pablo (con Dios en Jesucristo).
Algunos eruditos han señalado y comparado la lista de pruebas de Pablo con las de los filósofos y maestros morales, especialmente Epicteto y Séneca. Se ha señalado sabiamente que los estoicos y otros filósofos consideraron sus propias listas como experiencias totalmente humanas, pero Pablo consideraba que un propósito divino estaba obrando a través de las privaciones de su vida. Bienaventurado es el ministro o cualquier obrero cristiano que ve e interpreta sus propias experiencias a la misma luz que el apóstol Pablo.

Los peligros de viaje se describen en los vv. 25-27 y 31-33. Peligros de esta naturaleza eran comunes a todos los viajeros de esa época. Era la costumbre de los paganos que viajaban ofrecer una ofrenda de agradecimiento a los dioses. Pablo es el único que, en sus alabanzas a Dios, celebra no sus logros humanos, sino más bien sus debilidades.
Un ejercicio provechoso para el lector sería tomar la lista en esta sección, leer el libro de Hechos, comenzando con el primer viaje misionero de Pablo que se inició en Antioquía, hasta el final del libro, para determinar cuántas de estas características coinciden con la narración en el libro de los Hechos.
Luego tomen las experiencias restantes que no tienen respuesta histórica. Medite en estas experiencias y permita que el Señor le enseñe al caminar con Pablo en su viaje. Al estudiar esta sección sea sensible a lo siguiente:
(1) El crescendo del énfasis e insistencia, incluyendo la enumeración, una vez, tres veces, cinco veces, etc.
(2) El uso del tiempo pasado, muchas veces para indicar un acto definitivo que se ha completado en el pasado, en otras ocasiones como un verbo narrativo.
(3) Referencias litúrgicas, como por ejemplo, v. 31: “El Dios y Padre de nuestro Señor Jesús”.
(4) Sustantivos como sinónimos, o en contrastes, etc., por ejemplo, “trabajos dificultosos” y “trabajos arduos”.
Observemos que los vv. 23-26 mencionan peligros específicos o amenazas, mientras que el v. 27 menciona tensiones personales físicas y emocionales.

Nunca nos acercaremos más a Pablo el pastor y a los profundos sentimientos y compromisos de su corazón que en los vv. 28 y 29. “La preocupación por todas las iglesias” (v. 28c) y su identificación personal a un nivel individual. “¿Quién se enferma sin que yo no me enferme?” (v. 29a). ¡Cuán íntimamente ha de haber conocido Pablo las bienaventuranzas que Cristo declaró en Mateo 25:34-40!
Se ha dicho que el asunto más importante para la iglesia del Siglo XXI no será el crecimiento numérico o el poder financiero, o la posesión de templos magníficos; será la salud espiritual de la iglesia. Solo con pastores abnegados, sirviendo bajo el Príncipe de los pastores (1 Pedro 5:2-4) y laicos dedicados al cuidado de las iglesias en el espíritu de Mateo 25:34-40 será la salud de la iglesia que él conserva.
Se ha escrito un libro completo sobre el tema “Poder en la debilidad” como representativo del apóstol Pablo en 2 Corintios. Efectivamente es el concepto principal del pasaje y el v. 30 contiene su declaración definitiva. Irónicamente se está gloriando de eso por lo cual sus opositores lo acusaban: ser débil.
Después de ofrecer nuevamente en el v. 31 su veracidad ante Dios, concluye con el ensayo de su escapada de Damasco (ver Hechos 9:25) en la huida humillante en una canasta (probablemente en algo como una red de pesca). Es difícil demostrar por qué cerraría su discurso con lo que se podría interpretar como el acto de un cobarde. ¿Podría ser que estaba demostrando, según había afirmado, su fuerza en su debilidad?
Dios lo libró de manos del gobernador de Damasco y escogió hacerlo en una forma humillante. La historia romana secular relata una costumbre interesante. Cuando un soldado romano se atrevía a escalar la pared de una ciudad enemiga y traía victoria, era premiado por su valentía. Al recontar su descenso por la pared, Pablo quería mostrar desprecio sobre el concepto del orgullo y la vanagloria que caracterizaban a sus adversarios.

Es obvio que Pablo está listo ya para ir hacia adelante con otro tema: el de ascender a las alturas de visiones y revelaciones. Qué impresionante dejar el diálogo de la vanagloria, “descendiendo” con el fin de ascender a nuevos conceptos espirituales a través de la visión y la revelación (compare 12:1-10).

II.    Aprovechar La Gracia Y El Poder De Dios En El Ministerio. 2 Corintios 12:1-21.

2.1.   La Visión De Pablo. 2 Corintios 12:1-10:
En el capítulo 12 encontramos el corazón del evangelio y ministerio de Pablo: gracia suficiente, poder en la debilidad.
Tres palabras clave que nos llevan a esta interpretación son:
·      visiones,
·      revelaciones, y
·      un aguijón.

En resumen, un gran predicador del siglo pasado pinta un cuadro gráfico del viaje de Pablo en su descubrimiento del secreto y poder de su apostolado:
Ø Algo al que él llamó un “aguijón” (v. 7b) le mortificaba en el tendón de su apostolado, humillándolo, amenazando sus planes, destruyendo sus aspiraciones, uno por uno.
NOTA. 2 Cor. 12:7: Un aguijón en mi carne. Parece que se trata de alguna aflicción física que le molestaba de vez en cuando. Migraña, oftalmía, malaria, y hasta epilepsia han sido seriamente sugeridos (pero véase Gálatas 4:12-15*). Pablo la considera como obra de Satanás, permitida por Dios para un buen objetivo (mantener humilde). No pudo ser aliviada mediante la oración (2 Cor.12:8).
*Gálatas 4:12-15: Pablo está diciendo que tiene una buena relación con los gálatas: en el pasado estaba presto a “sacaros vuestros propios ojos para dármelos” (expresión corriente en aquel tiempo para indicar que se estaba dispuesto a darlo todo por otra persona, no es una indicación de que Pablo padeciese de una enfermedad de los ojos). Aunque en su primera visita estaba enfermo, no le habían tratado con desprecio, sino que le habían tratado como Cristo les había tratado a ellos. Pablo quería ahora que se hiciesen con firmeza a la verdad que él les había enseñado.
Ø Rogó al Señor “tres veces” (v. 8a) que le quitara el aguijón. La única respuesta que recibió en medio de su mar de descontento fue que reconociera la grandeza de Dios que le rodeaba en su estado incompleto.
Ø En medio de su agitación, la única respuesta que le fue murmurada fue: “Bástate mi gracia” (v. 9a). Las estructuras en su derredor parecían derrumbarse, al mismo tiempo que él caía, y su propia predicación a los corintios parecía atormentarlo. Luego llegó al límite de sus recursos humanos; quedó aturdido por la destrucción de su propia autoestima. Al ponerse de pie, era Dios quien estaba a su alrededor y la roca sobre la cual podía poner sus pies sin temor a resbalar o caer.
Ø La gracia de Dios fue la única esperanza para Pablo, y lo es para los seguidores de Cristo en el siglo XXI; Dios nos dice a todos: “mi poder se perfecciona en la debilidad” (v. 9b).

“Poder… en la debilidad” (v. 9b) es una paradoja, pero Dios no pronunció este concepto a un vacío. Dos veces, Dios lo pronunció en el crisol de la experiencia de Pablo: en la batalla teológica con los superapóstoles, y en su humillante debilidad personal.
El tema de la a veces llamada “carta de la locura” continúa en el capítulo 12, con el reconocimiento de que jactarse de su pasado no era apropiado. Habiendo dicho eso, continúa jactándose. Recuerda que él había puesto la responsabilidad de su jactancia en sus adversarios (v. 11a: “¡Vosotros me obligasteis!”). Es cierto, Pablo podría haber vuelto a presentar sus argumentos a los corintios con la esperanza de que hubieran escogido aliarse con él en contra de sus críticos. En lugar de hacerlo, escogió el camino más polémico de colocarse al mismo nivel que sus opositores y usar sus mismas tácticas de la jactancia.

La apuesta aumenta al llegar a este punto con el fin de moverse a la esfera mística de la experiencia personal de las visiones y revelaciones. Pablo hace una cosa muy personal. Habla de una experiencia íntima que le sucedió 14 años antes. Lo que relata aquí era nuevo para los corintios (y aparentemente para todas las comunidades cristianas en las que había trabajado) y para nosotros.
¿Por qué hablar de ello ahora? Evidentemente, algunos de los superapóstoles que habían llegado a Corinto afirmaban que habían tenido visiones y revelaciones trascendentales y las habían presentado a la iglesia de Corinto como parte de sus credenciales como obreros superiores.
Si un profesional (médico, abogado, arquitecto u otro) enfrenta la acusación de ser un impostor e incompetente para practicar su profesión, de inmediato presenta sus credenciales para comprobar que tiene el derecho de ejercer y que está capacitado para hacerlo. Pablo hace lo mismo en 2 Corintios. Es la razón por la cual saca a relucir la evidencia de sus visiones y revelaciones. Las autoridades están de acuerdo en que los dos conceptos van mano a mano para presentar la experiencia que Pablo está compartiendo. La palabra “visiones”[2] (v. 1b) sirve para enfocar la experiencia visual que algunas veces involucra las personalidades que actúan recíprocamente (ver la experiencia de Pablo en Hechos 16:9-10; 18:9-10) en una aparición. La palabra “revelaciones”[3] (v. 1b) tiene la idea de descubrir algo o de quitar la cubierta de algo.

La idea usada aquí es abrir la mente a una verdad o interpretación nueva. Se ha dicho que no todas las visiones revelan y que no todas las revelaciones requieren visiones. Aquí, en 2 Corintios 12:2-4, Pablo quiere que entendamos que su visión produjo revelación, pero en el v. 9, refleja una revelación sin la asistencia de una visión.

Pablo tiene cuidado de relatar la experiencia en tercera persona, pero no deja duda de que está hablando de sí mismo. En cuanto a las visiones y revelaciones, coloca la experiencia en el tercer cielo (v. 2d). El momento preciso de esta experiencia es difícil de fijar. Considerando la fecha aproximada en que se escribió 2 Corintios (año 55-56; ver Introducción), catorce años antes la colocaría por el año 43 d. de J.C.
Algunos procuran colocar este evento durante el tiempo que estuvo en Antioquía con Bernabé (ver Hechos 11:19-30); otros sugieren que el espíritu dejó su cuerpo cuando Pablo fue apedreado en Listra (Hechos 14:19), pero estos argumentos deben ser rechazados. En realidad, no hay nada específico en el libro de los Hechos que indique con certeza el tiempo en que sucedió. Por lo tanto, es mejor concluir que no se sabe exactamente cuándo o dónde Pablo tuvo esta experiencia.
“El tercer cielo” (v. 2d) al que ascendió debe entenderse como el cielo más alto reconocido en el NT.; sería el lugar donde mora Dios. Se debe reconocer que el número de cielos no se especifica en el AT., aunque una creencia de siete (o más) era popular durante la época de Pablo.
Pero todas las referencias a más de tres aparecen en fuentes no bíblicas. Es mejor dar por sentado que el Apóstol aceptó el concepto de los tres cielos; eso es, un cielo atmosférico, un cielo estelar (el firmamento) y un cielo ilimitado, o sea el espiritual donde existe Dios. El último sería “el tercer cielo” que Pablo menciona aquí.
Otro asunto se relaciona con la naturaleza de su experiencia, si es que fue traspuesto corporalmente a otro lugar, o si fue una experiencia extática, es decir, “fuera del cuerpo”. Pablo dice que no sabe cuál alternativa es correcta. De una cosa sí estaba seguro, había estado en la presencia de Dios y experimentó cosas que nunca pudo expresar en palabras.
El hecho de no decir nada de lo que vio y escuchó pudo haber sido una amonestación a los corintios. Ellos se gloriaban en experiencias eufóricas y buscaban formas exóticas de impresionar a otros con su espiritualidad por medio de hablar en lenguas. En Corinto se hicieron intentos de comercializar la espiritualidad.

El término “paraíso”[4] (v. 4a) es descrito como un hermoso jardín de un palacio donde el rey, que esperaba para otorgar un honor especial, invitaba a un súbdito a pasear con él. ¡Qué cuadro de Pablo paseando en compañerismo con el Rey de reyes! (Compare Lucas 23:43 y Apocalipsis 2:7).
En el v. 5 Pablo mantiene cierta distancia de su experiencia celestial como si en realidad no hubiera sido él quien la experimentó. El jactarse acerca de “aquel hombre” (v. 5a) era un total contraste a su autoevaluación en el presente, porque el jactarse en el presente podría ser solo con relación a sus enfermedades o debilidades. Según algunas autoridades, para el verdadero filósofo, la pobreza y la debilidad validaban la veracidad de sus reclamos. Si lo forzaban a jactarse, se harían los desentendidos, como lo había hecho Pablo.

El contenido de los vv. 7-10 me hace pensar que en las décadas recientes, el concepto del ministerio del “sanador herido” ha sido popularizado por un teólogo holandés Henri Nowen. Él escribió un libro con ese mismo título.
En sus escritos, Nowen hace referencia a la descripción del profeta Isaías acerca del Mesías sufriente, uno que fue “herido por nuestras transgresiones” (Isaías 53:5). Además, cita el Talmud judío donde el Mesías es descrito como sentado entre los heridos, y él mismo está herido. Es caracterizado como curando sus propias heridas para luego poder curar las heridas de otros.
Superapóstoles, tanto en la época de Pablo como en la nuestra, predican una teología por medio de la cual se auto-glorían; su mensaje exalta el poder humano y sus supuestos éxitos, sin dar debida atención a los heridos y descarriados en la vida.
La verdadera teología cristiana predica la cruz, y los siervos verdaderos comparten los sufrimientos de Cristo, llevando su propio sufrimiento ante la toda suficiente gracia que está disponible para ellos. Dios puede hacer que el ministerio del “sanador herido” sea más eficaz y más duradero que el ministerio identificado con los que tienen poder y que prometen el éxito y las riquezas según proclaman algunos superapóstoles.

La palabra usada por Pablo para describir su aflicción no era la palabra común “espina”, (akantha G173; comp. Juan 19:5) sino otra palabra traducida aguijón[5] (skolops G4647). Este vocablo puede significar palo, estaca u otro objeto puntiagudo. Aunque la identificación específica del “aguijón” ha sido tema de mucho debate, por lo menos sugiere que durante su vida el ministerio de Pablo había sido herido con una estaca.
Según lo imagina cierto autor, Pablo viajó por el mundo mediterráneo cojeando y agitado, soportando las burlas de los superapóstoles como el bufón de Cristo. Todo lo que escuchó fueron las palabras animadoras de Dios: “me ha dicho (v. 9a) es la respuesta de Dios a la triple petición de Pablo, de que le quitara el “aguijón”. “Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en tu debilidad” (v. 9b).
¡Era la solución para Pablo y la es para nosotros! Las razones de Dios indicadas aquí han sido llamadas la cumbre de la epístola. Desde esta perspectiva, todo el ámbito del apostolado de Pablo es visto correctamente.
“Un mensajero de Satanás” (v. 7c) es una frase que requiere comentario. Pablo nunca consideró “el aguijón” (v. 7b) como algo deseable, pero lo aceptó como “un mensajero de Satanás” (v. 7c). En la vida de Pablo, aun la amenaza hostil de Satanás en su vida y ministerio podía ser entregada a Dios para ser usada para bien, al intensificar su dedicación a Dios y recibir fuerza de su debilidad. Dios puede transformar lo que era malo en su vida en algo bueno (comp. Romanos 8:28).
El propósito del Señor en nuestras vidas es para bien, pero no todo lo que sucede es agradable. Sin embargo, Dios puede tomarnos en el lugar donde estamos y comenzar a moldear el bien en nuestras vidas para que nosotros, como Pablo, podamos gloriarnos en nuestras debilidades para “que habite en mí el poder de Cristo” (v. 9d).

2.2.   La Generosidad Pablo. 2 Corintios 12:11-18:
Una vez más, Pablo se consuela a sí mismo con el hecho de que su amor por Cristo le permite regocijarse aun en la enseñanza que recibe (v. 11). ¿Por qué otra lista de aflicciones? Quizá como un reto a sus opositores a pagar el precio del discipulado como él lo había hecho. Solo entonces podrían reconocer que la fortaleza viene cuando somos más débiles. Al reconocer dicha verdad, su vida quedó abierta a Dios para recibir su gracia y, como lo expresa un himno, “él da y da y vuelve a dar”.
En este momento, Pablo ha llegado al fin de sus “jactancias”. Reflexiona sobre su poder en los vv. 11 y 12, declarando que ha sido necio, pero no acepta la responsabilidad de haberlo hecho. Los corintios tenían que aceptar esa responsabilidad, pues: “¡Vosotros me obligasteis!” (v. 11b). Repetidamente había reconocido lo necio de la jactancia. Lo consideró casi con aversión porque iba en contra de su naturaleza como persona y como siervo de Jesucristo. No obstante, era un mal necesario debido a la situación que existía en Corinto.

No solo tenían que aceptar la responsabilidad, pero les pide que expliquen por qué no lo defendieron. “Yo debería ser recomendado por vosotros” (v. 11c) es dicho con mucho pesar. El verbo usado indica una obligación continua, aun hasta el presente en que escribía. Las fallas principales de los corintios parecían haber sido la apatía e ingenuidad (ver 11:19, 20). Cuando Pablo era atacado, simplemente no hacían nada (ver 2:5-11). Se cree que estos capítulos fueron escritos después de la reconciliación del capítulo 7.
La misma falta de apoyo activo aún era obvia aquí y la falta de su compromiso hacia él y su evangelio toma una nota más seria que antes. Por lo menos los corintios deberían haber señalado sus buenas cualidades a sus opositores. Pero la situación era aún más crítica que antes, donde rechazar a Pablo era equivalente a rechazar a Dios.
Pero era más que un ataque personal hacia Pablo. Era la predicación de “un evangelio diferente” (11:4). El silencio de los corintios lo forzó a jactarse, pero su propósito era enseñarles el error de sus caminos y guiarlos nuevamente a la libertad espiritual. Sin duda, Pablo temía que estuvieran a punto de volver a sus costumbres paganas (comp. vv. 20, 21), y cerrar las puertas al apóstol o a cualquier otro apóstol genuino. Con la declaración que en ningún sentido es “menos que los apóstoles eminentes”, y añade “aunque nada soy” (v. 11d).
Si su reclamo de igualdad con ellos y el reconocimiento de que “nada soy” son verdaderos, también ellos son “nada”. Ellos repetidamente lo habían caracterizado como un don nadie y parece estar usando su terminología en su declaración: “nada soy”.

Pero el tema no termina aquí. En el v. 12, les recuerda de las evidencias de su validez como un apóstol genuino. Usa la palabra “señales” (semeion G4592) dos veces:
·      La primera vez, la usa como una descripción general de sus credenciales,
·      pero la segunda vez, se refiere a una acción milagrosa.
Todo lo que hizo como señal de un apóstol genuino fue hecho con paciencia. Los corintios fueron testigos de sus señales, prodigios y hechos poderosos. El hecho de no haberlo defendido no es comprensible a la luz de la evidencia, a menos que sus detractores hayan pretendido falsamente hacer obras similares, causando confusión entre los corintios.
Las palabras que describen sus “señales” (v. 12a, b) generales como apóstol tienen estos significados. Son actos realizados que dan evidencia de un apostolado legítimo. “Prodigios” (v. 12b) generalmente describen actos que son portentosos o maravillosos. Es un término que solía usarse juntamente con “señales”. Aquí Pablo agrega: “hechos poderosos” (v. 12b). El término tiene el mismo sentido de milagroso.

En Mateo 13:58 la palabra se traduce “milagros”. Se ha sugerido que todas estas palabras son básicamente las mismas y es posible que se refieren principalmente a los milagros de sanidad como los que realizaron Pablo y Jesús. Quizá más importante es reconocer que sus opositores podrían haber pretendido hacer (o haber hecho) milagros entre los corintios. 

Véase Parte III:


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