LAS CONSECUENCIAS DE LAS
DIVISIONES:
1 CORINTIOS 3:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
En
los capítulos 3 y 4 Pablo analiza el
ministerio
del evangelio, nos dice lo que es un ministro del evangelio y lo que
hace, y cómo la iglesia debe mirarlo a él y a su obra. Es triste que tengamos tales extremos hoy:
Ø Algunas iglesias «deifican» a sus ministros, en tanto que
otros los «desprecian» y no quieren respetarlos.
Ø En estos dos capítulos Pablo muestra seis cuadros de los siervos
de Cristo, tres en el capítulo 3 y tres en el capítulo 4.
I. Un Siervo Para Los Demás (1 Corintios 3:1–5):
La
palabra «servidores»
aquí es la misma de la cual obtenemos nuestra palabra «diácono», y significa «un siervo».
Durante dieciocho meses Pablo fue el siervo de Cristo en Corinto, alimentando a
la gente con la Palabra, disciplinándolos, animandolos y ayudándolos a ganar a
otros.
Si
había problemas en la iglesia, no era culpa de Pablo; era culpa de ellos por
ser cristianos tan inmaduros. Eran niños en Cristo y no podían recibir la
vianda sólida de la Palabra, las verdades más profundas de las Escrituras (Heb.
5:11–14) respecto al ministerio celestial de Cristo como sumo Sacerdote.
¡Tenía que alimentarlos con leche!
Discutían como niños
pequeños y se dividían en grupos siguiendo a líderes humanos. Lea
Santiago 3:13–4:17 para ver por qué hay guerras y divisiones en la iglesia.
Un verdadero pastor debe ser un
siervo. Debe
tener la mente
de siervo (Filp. 2), y estar
dispuesto a poner:
·
A Cristo primero,
·
A otros en segundo lugar, y
·
Así mismo
en último lugar.
¡Eso no siempre es fácil! Debemos orar por nuestros líderes
espirituales para que Dios les dé gracia y fortaleza al ser siervos de otros.
II. Un Sembrador De La Semilla Del Evangelio (1
Corintios 3:6–9):
Pablo ahora
cambia la imagen; deja a la familia y toma la de un campo: describe al ministro como un agricultor que trabaja en el
campo.
La semilla es la Palabra de Dios (nótese la parábola del sembrador en Mt. 13:1ss)
y los corazones de las personas son los diferentes tipos de terrenos.
La
iglesia local es un «huerto espiritual» donde el pastor actúa como
el agricultor (nótese en el v. 9: «vosotros sois labranza [huerto] de Dios»).
En cualquier hacienda se necesitan
muchos obreros diferentes:
·
Uno prepara el terreno;
·
Otro planta la semilla;
·
Un tercero desyerba; y
·
Un cuarto cosecha.
Pero
todos tienen parte en la cosecha y cada uno recibe su paga.
«¡Qué insensato que ustedes comparen a un trabajador con el
otro!», dice Pablo.
«¡Todos trabajamos juntos! Yo planté la semilla al fundar la iglesia de Corinto;
Apolos vino luego y la regó con su predicación y ministerio; pero solamente
Dios puede dar la cosecha. ¡Ni Apolos ni yo
merecemos ninguna gloria! ¡No somos nada;
Dios lo es todo!».
La
iglesia estaba dividida respecto a líderes humanos, pero Pablo dice en el versículo 8 que los trabajadores son
uno en propósito y corazón; por consiguiente, la iglesia también debe ser una:
Ø ¡Qué trágico cuando los cristianos comparan a los
pastores, evangelistas y maestros de la Biblia como la gente del mundo lo hace
con los atletas o actores de cine! «Colaboradores» debe siempre ser nuestro
lema y motivo.
Ø Debemos cuidarnos de que el terreno de nuestros corazones no se
endurezca o enfríe, y sea incapaz de recibir la semilla de la Palabra.
III. Un Constructor Del Edificio De Dios (1
Corintios 3:10–23):
Esta sección es
uno de los pasajes más mal entendidos en toda la Biblia:
·
Los católicos romanos lo usan para
«probar» su doctrina del purgatorio, que el
fuego purificará a las personas en la vida venidera y los hará aptos para el cielo;
·
Los
modernistas lo usan para «probar» la salvación por las buenas obras;
y
·
Muchos
cristianos evangélicos lo interpretan como juicio a los cristianos individuales
antes que a la edificación de la iglesia local.
Mientras
que este pasaje enseña que habrá un juicio de las obras de los creyentes en el
tribunal de Cristo, la aplicación básica es a los obreros y pastores de las
iglesias locales.
A
la iglesia
local se le compara con un edificio, o un templo, y el pastor es un
constructor cuya responsabilidad es mantener los materiales en el templo de la
mejor manera posible:
Ø Pablo era el constructor que Dios usó para colocar el cimiento
en Corinto y ese fundamento era Cristo según se predica en el evangelio.
Ø Luego vino Apolos, quien edificó sobre ese fundamento y otros
pastores le siguieron. «Pero cada uno debe fijarse cómo construye» (v. 10,
NVI) es la advertencia de Pablo. Luego describe
tres clases de obreros cristianos.
A.
El Constructor
Sabio (v. 14).
El
primer obrero usa materiales duraderos (oro, plata, piedras preciosas) y no las cosas
baratas, sin brillo, del mundo (madera, heno, hojarasca). Este constructor procura
honrar a Cristo empeñado en conseguir calidad que glorifique a Cristo y no
cantidad que gane la alabanza de los hombres.
Los
constructores sabios usan la Palabra, oran y dependen del Espíritu; como
resultado, su trabajo es duradero. Cuando el fuego pruebe su obra en gloria, ¡resistirá!
B.
El Constructor
Mundano (v. 15).
El segundo constructor usa
materiales que no pueden resistir la prueba. Este es el obrero cristiano que
tiene prisa por reunir una multitud, pero no dedica el tiempo para edificar una
iglesia. Los materiales proceden del
mundo: madera,
heno, hojarasca.
Estos
obreros no someten a prueba las profesiones de fe de las personas por medio de
la Palabra para ver si en verdad han nacido de nuevo; simplemente las
introducen en la iglesia y se regocijan de las grandes estadísticas.
Cuando se pruebe este ministerio
en la eternidad, se quemará:
Ø El
obrero se salvará, pero no habrá recompensa.
Ø Como
Lot, el obrero se salvará como por fuego.
C.
El Destructor
(v. 17).
Finalmente, el destructor no
edifica a la iglesia sino que la derriba. La palabra «destruyere» en el versículo 17 significa precisamente eso.
No se requiere ni talento ni inteligencia para derribar algo; incluso un niño (y los corintios
eran como niños) puede hacerlo. Triste es decirlo, pero hay obreros
cristianos cuyos ministerios egoístas destruyen a las iglesias locales en lugar
de edificarlas. Dios les ha deparado un severo juicio.
Tenga
presente que Pablo dice todo esto para enseñar a los cristianos corintios a que
amen y respeten a sus pastores, y que oren por ellos, debido a que tienen esta
tremenda tarea de edificar la iglesia local para la gloria de Dios. El
cristiano que es un «seguidor del predicador» está ayudando a
construir con madera,
heno, hojarasca.
El
miembro de la iglesia que ama la Palabra, obedece la enseñanza que el pastor da
de la Palabra y procura mantener el mejor nivel espiritual en su iglesia local
al ayudar al pastor a construir con oro, plata y piedras preciosas. El tribunal
de Cristo revelará que muchas iglesias grandes en realidad nunca tuvieron
grandeza.
En 2:5 Pablo advierte a los corintios a
no confiar en los hombres; ahora les advierte a no gloriarse en los hombres (vv. 18–23). A los cristianos inmaduros
les encanta tomar de la luz de «grandes hombres».
En
los versículos 19 y 20 Pablo hace
referencia a Job 5:13 y al Salmo 94:11. ¿Por qué debemos gloriarnos en la gente cuando en Cristo
tenemos todas las cosas? Si Pablo o Apolos fueron de bendición para ellos, deben
glorificar a Dios y no a los hombres.
Todo
lo que tenemos procede de Dios, aunque estas sean personas dotadas, las
bendiciones de la vida o las cosas por venir. Y, si esas bendiciones vienen de Dios, debemos darle la gloria a Él y
no a los hombres:
·
Es
importante que los nuevos cristianos se den cuenta de su relación con la
iglesia local y el pastor. Como miembros de la familia (vv. 1–5)
recibimos alimento y crecemos (véase Ef. 4:1–16).
· Cómo «parcelas» en el
huerto de Dios (vv. 6–9) recibimos la
semilla de la Palabra y llevamos fruto.
· Como
piedras vivas (vv. 10–15 y véase 1 P. 2:4–8) ayudamos a que el edificio crezca y sea fuerte para la
gloria de Dios. Las vidas que tenemos ayuda a determinar si la iglesia está
edificando con oro, plata y piedras preciosas, o con
madera, heno y hojarasca.
El
cristiano no debe glorificar al pastor, sino que debe respetarle y obedecerle
así como él obedece al Señor (véase Heb. 13:17).
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