LAS CONSECUENCIAS DE LAS
DIVISIONES:
1 CORINTIOS 4:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
Pablo
continúa en su análisis del ministerio dando otros tres cuadros del pastor:
I. Administrador De La Riqueza De Dios (1
Corintios 4:1–7):
Un
administrador no poseía nada; era un esclavo que manejaba la riqueza de su amo.
Léase en Génesis 24 una descripción del mayordomo oriental que manejaba la
riqueza de Abraham e hizo lo que este deseaba.
Nótese:
también
Lucas 12:35ss, 15:1–8, 16:12–27 y Mateo 25:14–30. El pastor es un siervo que
administra. La palabra «administrador» en el versículo 1 literalmente
significa «el esclavo
que rema desde el nivel más bajo del barco». ¡Qué humildad tenía Pablo!
La
responsabilidad del administrador es ser fiel al Amo y la del
pastor es ser fiel en enseñar las cosas del Señor, especialmente las verdades que
se relacionan con el misterio de la Iglesia. Será juzgado por su Amo de acuerdo a su
fidelidad. Qué trágico es
cuando los cristianos juzgan a diferentes obreros y los comparan unos con
otros. En los versículos 3–5 Pablo
presenta tres clases de juicios:
(1) El de la gente que no temía;
(2) El de uno mismo, y dice que «de nada tengo mala conciencia»; y
(3) El de
Dios, que es el único juicio verdadero. Los corintios valoraban a diferentes
siervos de Dios, los comparaban unos con otros y se autoevaluaban como muy
espirituales.
Pablo
les dijo que eran carnales y que su juicio no significaba nada para el siervo
espiritual de Dios. Un verdadero siervo
de Dios es un administrador de Su riqueza y su única preocupación es agradar a
Dios, no a los hombres:
· En el tribunal de Cristo Dios revelará los secretos y
dará recompensas, y todo hombre recibirá su propia recompensa (3:8), y
· Gloria de Dios (4:5).
Vivir
para la alabanza de los hombres es faltar a nuestra mayordomía.
En los versículos 6–7 Pablo resume todo el asunto: no debían ir
más allá de la Palabra de Dios y tratar a los hombres de una manera diferente a
la que prescribe la Escritura. Debían amar y honrar a sus líderes
espirituales, y obedecerles al enseñar la Palabra; pero comparar un líder con
otro, o darle gloria a uno más que a otro, era contrario a la Palabra de Dios y
había que evitarlo.
Al
fin y al cabo Dios es el que hace a un creyente diferente a otro; todo don que
el creyente tiene viene de Dios. ¿Quién se atreve a jactarse por un don recibido?
II. Un Espectáculo Al Mundo (1 Corintios 4:9–13):
El
mundo y su sabiduría son contrarios a Cristo y a sus ministros. Pablo usa un poco de «sarcasmo cariñoso» aquí al decir:
Ø «Ustedes corintios
se jactan el uno respecto al otro, y comparan a un hombre con otro, ¡como si fueran reyes en un trono! ¡Qué maravilloso debe
ser reinar como reyes y mirar con desprecio a otros! Quisiera reinar junto con ustedes. Pero no, debo ser
detestado como apóstol, un espectáculo para el mundo, un insensato por causa de
Cristo».
La imagen verbal
que pintó era familiar a la gente de sus días. Cuando un
general victorioso regresaba de la guerra, se le daba un glorioso desfile por
las calles de la ciudad. Para jactarse exhibía en el desfile a los nobles y
generales capturados. Al final del desfile venían los soldados que iban a echar
a las fieras en el circo. Pablo se comparó a sí mismo y a los demás apóstoles
con estos soldados capturados, «como a sentenciados a muerte [...] por amor de Cristo» (vv. 9–10), ¡mientras que los cristianos corintios se jactaban a la
cabeza del desfile!
¡Qué espectáculo debe ser para el mundo el verdadero
siervo de Dios! Pablo podía haber sido un gran rabí
judío, con autoridad y estimación; sin embargo, lo dejó todo por causa de
Cristo (Filp. 3) para padecer hambre, desnudez, peligro y muerte.
El mundo no
puede entender esta actitud y llama insensato a tal persona. Cuán
culpables debe haberse sentido estos corintios cuando compararon su vida carnal
a los sacrificios que Pablo y los demás apóstoles estaban haciendo. Pablo era
un insensato; ellos eran sabios. Pablo era débil; pero
ellos eran fuertes.
Pablo
era detestado por el mundo, pero ellos estaban cortejando a la sabiduría del
mundo. Pablo llegó al punto de llamarse «la escoria del mundo, el desecho de todos» (v. 13). Esta
actitud de corazón debe ser también la de los siervos de Cristo hoy. Qué fácil
es conformarse y vivir como el mundo, aceptando sus estándares y cortejando sus
honores cuando deberíamos tener cuidado «cuando los hombres hablen bien de nosotros» (véase Lc.
6:26).
III. Un Padre Espiritual (1 Corintios 4:14–21):
Jesús
nos advierte que no debemos llamar «padre» a nadie en la tierra (Mt. 23:9), sin
embargo, de todas maneras es cierto que los que conducen almas a Cristo son, en
cierto sentido, «padres» para ellos (véase 1 Ts. 2:11). El apóstol Pablo fue su
padre espiritual, puesto que les dio el evangelio y contribuyó a llevarlos a
Cristo.
Un
pecador nace a la familia de Dios por el Espíritu (Jn. 3:6) y la Palabra de
Dios (1 P. 1:23), pero Dios usa instrumentos humanos para traer a los pecadores
al evangelio. Fue el «parto espiritual» de Pablo (Gál. 4:19) lo que hizo
posible la iglesia de Corinto:
· Quizás los seguidores de Pablo
fueron sus instructores, pero los corintios tenían solamente un padre
espiritual;
· Deberían por tanto haberle
mostrado más respeto y escuchado su Palabra.
· Pablo les advirtió en cuanto al pecado, pero no habían
escuchado.
· Ahora le enviaba a Timoteo
para que les ayudará a resolver los problemas de su iglesia;
· Pablo mismo se hizo el
propósito de ir si eso no daba resultado.
La
actitud de ellos determinaría si llevaría la vara paternal de corrección, o una
palabra de elogio y aprobación. La historia nos dice que no escucharon a
Timoteo, de modo que fue necesario que Tito fuera a Corinto.
Algunas
veces en este capítulo encontrará la frase «envanecidos» en referencia a la actitud de
superioridad y orgullo carnal de los corintios (vv. 6, 18; véase 5:2). ¿Qué
los hacía «envanecerse»? ¿No era la levadura de
pecado de su iglesia? (5:6). A
medida que la levadura del pecado crecía, los inflaba a una falsa
espiritualidad; por consiguiente, Pablo halló necesario darles una advertencia.
Esta
actitud «envanecida»
a menudo se revela en las muchas palabras. «¡Pablo nunca volverá!», decían (vv. 18, 19). «¡Él escribe cartas duras y trata de asustarnos, pero nunca
regresará!» «¡Cuidado!», advierte el
apóstol. «¡Hablar es fácil! Cuando vaya quiero
comprobar qué poder tienen esos cristianos y no cuánto hablan». Un
cristiano carnal con frecuencia es uno que se jacta, pero que no demuestra el
Espíritu de Dios en su vida (véase 2:4).
Es
cierto que Pablo se entristecía al escribir de esta manera a sus hijos
espirituales, pero tenía que ser fiel. Así como los padres deben advertir y
castigar a sus hijos, los «padres espirituales» deben advertir y disciplinar
en amor a los hijos de Dios. Esto no es una experiencia agradable, pero es
necesaria.
Estos
dos capítulos ilustran la actitud apropiada de la iglesia hacia sus líderes
espirituales. Tales cristianos deben agradecer a Dios por ellos, orar por
ellos, amarlos, honrarlos y obedecer la Palabra que enseñan y siguen ellos
mismos.
En
una iglesia nunca debe haber la actitud mundana de exaltar a los hombres y a
sus ministerios:
Ø El
pastor ministra la Palabra, siembra la semilla, edifica el templo, dispensa los
misterios de Dios, sufre la vergüenza del mundo y cuida a la familia de la
iglesia como un padre amoroso.
Ø Estas
son grandes responsabilidades y sólo la suficiencia de Dios capacita a alguien
para que las cumpla.
Clase Para El Miércoles:
Lea Su Biblia, Lea Su Biblia, Lea Su Biblia.
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