Parte I:
AUTORIDAD E INSPIRACION DE LA BIBLIA:
“Toda la Escritura
es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para
instruir en justicia”.
(2 Tim. 3:16)
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
INTRODUCCION:
Todos los grupos
evangélicos que mantienen los principios básicos de la Reforma del siglo XVI,
es decir, sólo la fe, sólo la gracia y sólo la
Escritura, creen y sostienen que la Biblia es la única norma de fe y conducta
cristiana, constituyendo la suprema y última autoridad, tanto para la iglesia
como para el creyente. En este aspecto, las iglesias evangélicas, llamadas
vulgarmente “protestantes”
“Evangélicos”
“Evangelios” …, se diferencian de la
Iglesia Católica Romana en que ésta, junto con las Sagradas Escrituras, mantiene
otras fuentes de inspiración con la misma autoridad que aquélla. Estas otras
fuentes de inspiración son tres:
(1) La tradición, es
el conjunto de verdades reveladas no contenidas en las Sagradas Escrituras que
se han transmitido oralmente de padres a hijos en el transcurso de los siglos.
(2) Las
conclusiones de los concilios ecuménicos. Un concilio
ecuménico es una junta o congreso de obispos, teólogos y otros eclesiásticos y
personas destacadas e influyentes de la Iglesia Católica Romana de todas las
partes de la cristiandad, o de una gran parte de ella (ecuménico
significa universal) convocados legítimamente para deliberar y
decidir sobre las materias de fe y conducta. Hasta el presente se han celebrado veintiún
concilios ecuménicos:
· El primero tuvo
lugar en Nicea, el año 325 d. de J.C., y en él se condenó la doctrina arriana,
aceptándose que el Hijo era consubstancial al Padre.
· El último tuvo
lugar en el Vaticano, Roma, recibiendo el nombre de Vaticano II, que comenzó
con el papa Juan XXIII en el año 1962 y terminó con el papa Pablo VI en 1963,
habiéndose tratado de “La Constitución de la Iglesia”.
(3) Las proclamaciones de los romanos pontífices, cuando éstos hablan excáthedra, esto es, como maestros supremos de su iglesia, sobre materias de doctrina y de práctica. Como ejemplos de estas proclamaciones podemos citar las declaraciones dogmáticas de la inmaculada concepción de María, en 1854; de la infalibilidad del romano pontífice en 1870; y la última de todas, la de la asunción de María a los cielos en 1950.
I. AUTORIDAD DE LAS ESCRITURAS:
La palabra “autoridad” se deriva de la palabra “autor”,
por lo que la autoridad que poseen las Escrituras le viene de Dios, su autor, quien,
valiéndose de personas humanas escogidas, que han tenido una experiencia
personal con él, se ha revelado a sí mismo a los hombres. Esta revelación se
halla contenida en las Escrituras.
Dios no sólo ocupa el centro del mensaje
bíblico, siendo el “objeto” principal (la
Biblia habla de Dios en la creación, en la redención y concluye hablando de él 10
en la restauración final), sino que es también el “sujeto”
principal que crea, redime y restaura, revelándose a los hombres de muy
diversas maneras, como por medio de sueños, visiones, audiciones de voces
sobrenaturales, intervenciones divinas y, de forma muy especial, en la persona
de su amado hijo Jesucristo. Así lo dice el autor de la epístola a los Hebreos: “Dios, habiendo
hablado en otro tiempo muchas veces y de muchas maneras a los padres por los
profetas, en estos últimos días nos ha hablado por el Hijo” (1:1, 2).
Dios habla a los hombres, inspirándoles a
través de su Espíritu para que dejen constancia escrita de esa revelación que
él ha hecho de sí mismo, mostrándoles por un lado, su propia naturaleza, es
decir, su santidad y amor; y por otro lado, lo que él espera de los hombres a
quienes creó para que tuviesen comunión con él, pero que habiéndose alejado de
él por el pecado, desea reconciliarlos nuevamente consigo mediante el hecho
histórico y salvífico de la muerte de Cristo (2 Cor. 5:19).
Quienes rechazan la autoridad de la Biblia lo hacen porque no aceptan que Dios se haya revelado a sí mismo, inspirando a los escritores sagrados que éstos dejaran constancia de dicha revelación. Es necesario, pues, que comencemos aclarando los términos de revelación e inspiración, para que podamos comprender qué queremos decir al afirmar que la Biblia es la palabra de Dios, la cual ha sido inspirada y que, por eso mismo, posee autoridad sobre la iglesia y sobre cada uno de los creyentes en todo lo que tiene que ver con su fe y su conducta.
1- Revelación e Inspiración.
A veces se confunden estos términos a
causa de la interrelación de los mismos. A pesar de su estrecha conexión entre
sí, no son ni significan lo mismo.
La revelación es el hecho básico y fundamental, por el que Dios se da a
conocer a sí mismo y que acontece en.
Primer lugar:
· La inspiración sucede en,
Segundo lugar, teniendo como objetivo poner de manifiesto:
· La revelación que Dios ha hecho al hombre.
Puede existir la revelación sin la inspiración,
pero nunca existirá la inspiración sin
haber tenido lugar antes la revelación.
Ø En otras palabras, la revelación es la verdad que
emerge en la mente de una persona a la que Dios se ha manifestado;
Ø Mientras que la inspiración es el deseo de que
esa verdad sea conocida por otras personas y, por lo mismo, se escribe para que
quede constancia y pueda ser transmitida a otros.
La confesión de Pedro en Cesárea de Filipo, diciendo a Jesús: ¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente! (Mt. 16:16), es una revelación; pero el hecho de que el evangelista Mateo la dejase por escrito para beneficio de sus lectores fue una inspiración que el Espíritu Santo le hizo.
Ya hemos mencionado que Dios utiliza
diversas maneras para revelarse, valiéndose de visiones, sueños, ángeles y
muchas otras maneras. Sin embargo, la revelación más completa y maravillosa
tuvo lugar en la persona de su Hijo, hecho carne y habitando entre nosotros. A través de él
podemos conocer a Dios:
· Felipe, ¿y no me has conocido? El
que me ha visto, ha visto al Padre (Juan 14:9).
Creyendo en la bondad de Dios es lógico
pensar que él quisiera comunicarse a los hombres para que éstos tuvieran un
conocimiento adecuado de él, de su naturaleza, de sus atributos, de sus obras y
de sus propósitos para con el hombre. Este conocimiento no se puede alcanzar
plenamente por medio de la observación de la naturaleza, o revelación natural.
Es cierto que algunos atributos de Dios,
como su sabiduría, su grandeza y su poder pueden conseguirse observando la
creación, tal como
dice el salmista: Los cielos cuentan la gloria
de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos (Salm. 19:1); pero, es igualmente cierto, que
mediante la observación y el 11 estudio de la naturaleza nunca llegaríamos a
descubrir otros atributos divinos, como son la justicia, la misericordia, la
santidad y el amor de Dios. Como afirma el erudito Bernard Ramm “el conocimiento
acerca de Dios debe ser un conocimiento que proceda de Dios”.
El estudiante de la Biblia debe tener
siempre presente que la revelación no fue total y completa desde el principio,
sino que ha sido gradual y progresiva. Dios ha venido revelando a los hombres
la verdad paso a paso, conforme éstos podían asimilarla. Hay pasajes en el AT.,
que escandalizan a los lectores modernos por su falta de ética moral. Así el
autor del Salmo 137 se deleita pensando que las cabezas de los hijos de sus enemigos
serán estrelladas contra la roca. El autor del Salmo 69 ruega a Dios que nunca
perdone a sus enemigos.
El profeta Samuel condena a Saúl por no
matar a los niños pequeños de sus adversarios y por no haber cometido un
genocidio total. Lo mismo podemos decir con respecto a ciertas prácticas como
la esclavitud, la poligamia, la prostitución sagrada, el divorcio, etc., que
eran habituales en las leyes, costumbres e ideales de los pueblos vecinos a los
israelitas en aquellos tiempos antiguos. En estos y en otros casos similares
podemos decir lo que Jesús dijo a los fariseos cuando éstos le preguntaron
acerca del divorcio, afirmando que ésta no era la voluntad de Dios, sino que él
consentía tales prácticas, a causa de la dureza del corazón de los hombres (Mt.
19:8).
Al afirmar que la Biblia ha sido inspirada
por Dios, estamos diciendo que los escritores sagrados no actuaron por
iniciativa propia, sino por iniciativa divina, impulsados por el Espíritu Santo
para que sus escritos comunicasen el mensaje de Dios a los hombres (2 P. 2:21).
Al decir que los hombres de Dios escribieron los libros de la Biblia guiados por el Espíritu Santo, debemos entender el término escribir en un sentido amplio y especial, incluyendo no sólo el hecho de relatar el suceso por escrito, sino también el hecho de investigar los acontecimientos, seleccionar los documentos, arreglar los materiales, y todos aquellos pasos que conducen a la presentación de los hechos. Esto es lo que hizo el evangelista Lucas cuando se sintió inspirado para escribir el Evangelio, tal como él mismo lo dice en Lucas 1:1–3.
El texto de 2 Timoteo 3:16 que dice:
Ø Toda la Escritura es inspirada por Dios y es
útil para la enseñanza, para la reprensión, para la corrección, para la
instrucción en justicia, es fundamental para comprender el significado del
término inspiración.
La palabra griega utilizada por Pablo, theopnéustos, literalmente indica que los escritos fueron producidos por el “soplo de Dios”, indicando con ello que los escritores no sólo fueron dirigidos por Dios, sino que Dios infundía a sus escritos esa cualidad especial que los convertía en útiles para enseñar, reprender, corregir e instruir en justicia.
Ayuda Hermenéutica:
G2315 θεόπνευστος = dseópneustos: de G2316 y
de un derivado presunto de G4154; divinamente soplado en: - inspirar.
(Strong).
G2315 theopneustos = (θεόπνευστος, G2315), inspirado por Dios (Theos = Dios; pneo = respirar). Se usa en 2 Tim. 3:16, de las Escrituras en contraste a escritos no inspirados (rvr, rvr77, vm, lba, nvi, Herder, traducen «inspirada por Dios»; rv , Besson, bnc: «inspirada divinamente»). (VINE).
El hecho de que algunos eruditos eliminen el primer verbo y traduzcan el texto diciendo: toda Escritura divinamente inspirada es útil para la enseñanza ,... no cambia el sentido esencial de lo que Pablo quiso poner de manifiesto, es decir, que el AT., la Escritura, el conjunto de libros aceptados por los judíos de Palestina, había sido escrito bajo la inspiración de Dios y por lo mismo, tenía que ser considerado como la última y suprema norma de fe.
2- Doble Elemento En La Biblia.
Al hablar de la
inspiración de las Escrituras debemos tener en cuenta un doble elemento:
v El elemento divino (toda Escritura es inspirada por Dios, 2 Tim. 3:16) y
v El elemento humano (los hombres hablaron de
parte de Dios, 2 P. 1:21).
Esto nos lleva a considerar cómo están relacionados entre sí estos 12 dos elementos, el divino y el humano, en la composición de los escritos bíblicos. Es de suma importancia mantener presente el doble elemento, sin sobre enfatizar uno sobre el otro, lo que inevitablemente nos conduciría al error, como aconteció a algunos teólogos importantes de los primeros siglos del cristianismo, en relación con la doble naturaleza de Cristo.
(1) Elemento Divino.
La Biblia es el
libro de Dios, porque a través de él revela su voluntad a los hombres. A menos
que se parta de la base de que las Escrituras han sido inspiradas por Dios (2
P. 1:21), utilizando a hombres que tuvieron una experiencia espiritual íntima y
personal con él, no se podrá entender el valor religioso y espiritual que las
convierte en un libro único, distinto de todos los demás libros, con un mensaje
válido para todos los hombres en todos los tiempos y en todas las partes del
mundo.
De hecho, solamente
las personas que hayan tenido una verdadera experiencia espiritual con Dios, de
comunión y de perdón, como la que tuvieron los escritores de la Biblia, podrán
entender el verdadero significado de las verdades morales y espirituales
contenidas en sus páginas y el mensaje que Dios dirige a través de ellas a los
hombres. Cualquier otro acercamiento a las Escrituras, ya sea desde un punto de
vista literario, histórico, filosófico o científico aparte del interés
religioso y espiritual, conduce necesariamente a un fracaso completo.
Este elemento divino de las Escrituras se manifiesta claramente entre otras cosas, por la unidad de propósito que se ve en medio de la diversidad de sus sesenta y seis libros, escritos por más de treinta autores distintos y en un período superior a los mil años. Es necesario aceptar que ha habido una mente superior dirigiendo la mente de todos esos escritores.
(2) Elemento Humano.
El segundo
elemento a tener en consideración en los escritos bíblicos es el elemento
humano. La Biblia ha sido escrita en un lenguaje humano, por hombres con
habilidades y debilidades humanas. Al transmitir los pensamientos que Dios les
inspiraba, no se suprimía la personalidad del autor, ni coartaba su libertad de
expresión, sino que cada uno de ellos escribía utilizando sus propias palabras,
así como sus propias peculiaridades gramaticales y estilo:
· Algunos escribieron utilizando un lenguaje
muy bueno, mientras que otros usaron un vocabulario más deficiente;
· Algunos conocían muy bien las reglas gramaticales
y otros no tanto;
· Algunos utilizaban la poesía y otros la prosa común;
· Algunos empleaban un lenguaje figurado repleto de metáforas, símiles y alegorías, mientras que otros utilizaron un estilo llano y sin adornos literarios.
Cualquier lector de la Biblia puede darse
cuenta fácilmente que los escritos de Juan son muy diferentes de los de Pedro;
así como que el hebreo puro de Isaías es distinto del hebreo arameizado de
Daniel. Estas diferencias de estilo pueden atribuirse, no sólo al hecho de que
eran personas pertenecientes a distintas épocas y a diferentes niveles sociales
y culturales, sino también a las circunstancias peculiares en las que
escribieron. Moisés, siendo el caudillo de su pueblo que andaba de acá para
allá, escribiría en medio de las dificultades del desierto; mientras que David,
siendo rey y viviendo en un palacio, escribiría en circunstancias mucho más
cómodas y tranquilas.
Isaías, siendo pariente de reyes y
teniendo entrada en el palacio, usa ejemplos relacionados con la familia real;
mientras que Amós, siendo un pastor que camina tras el rebaño al aire libre,
usa ejemplos de los animales del campo que forman el medio ambiente en el que
se halla.
Sin embargo, todos esos escritores, con las características particulares de cada uno, su idiosincrasia personal, sus talentos y preferencias de estilo, y sus propios modos y maneras de presentar el mensaje, escribían bajo la dirección e inspiración del Espíritu Santo, realizándose una valiosa y armonizada colaboración del elemento humano con el divino.
II. TEORIAS SOBRE LA INSPIRACION:
Aunque generalmente todos los eruditos
bíblicos aceptan que la Biblia ha sido inspirada por Dios, no todos entienden
lo mismo cuando se hace semejante afirmación. Por eso es bueno que conozcamos
bien lo que se entiende por inspiración, así como las diversas teorías
existentes sobre la manera en que Dios inspira a los escritores.
El Dr. Augusto H. Strong, en su obra
Teología Sistemática, define la inspiración diciendo que es “aquella influencia
del Espíritu de Dios sobre la mente de los escritores de la Biblia que hace de
esos escritos el relato de una revelación divina progresiva y suficiente,
siempre y cuando se tomen juntos y se interpreten por el mismo Espíritu que los
inspiró para guiar a todo buscador sincero hacia Cristo y hacia la salvación”.
Con el fin de armonizar la relación entre
los elementos divino y humano en la inspiración de las Escrituras, se han
presentado diversas teorías que básicamente pueden reducirse a dos grupos, las
que dan énfasis al escritor y las que hacen hincapié sobre el escrito, las
cuales se subdividen, a su vez, en otras teorías que mencionaremos brevemente.
Teorías Que Dan Énfasis Sobre El Escritor:
1. Teoría De La Intuición.
Según esta teoría, la inspiración es sólo
el conocimiento natural del hombre, elevado a un plano más alto de desarrollo.
Puesto que Dios mora en todos los hombres, todos ellos son inspirados. El grado
de inspiración depende de su capacidad natural, mental y espiritual. Según esta
teoría, la inspiración de los escritores del Antiguo y Nuevo Testamentos es
similar a la inspiración que mueve a los poetas, escultores y pintores a
realizar sus obras maestras.
En tal caso, la Biblia es un conjunto de
libros escritos por hombres religiosos de Israel que poseían una facultad
intelectual extraordinaria, como pudiera ser el caso de Juan Milton, Miguel de
Cervantes, o cualquier otro escritor famoso. Si la Biblia es un libro superior
a los demás libros conocidos, es porque sus autores poseían más sabidurías
internas que los demás escritores.
Esta teoría es generalmente rechazada por los creyentes evangélicos, ya que todo el énfasis está puesto sobre el hombre y no en Dios. Los propios escritores bíblicos afirman repetidamente que Dios hablaba por medio de ellos. Baste como ejemplo lo que nos dice David: El Espíritu de Jehovah ha hablado por medio de mí, y su palabra ha estado en mi lengua (2 Sam. 23:2).
2. Teoría De La Iluminación.
Esta teoría se diferencia de la anterior
en que da énfasis al grado de las percepciones religiosas en lugar de las
facultades naturales de las personas. Según esta teoría, la inspiración de los
escritores de la Biblia se distingue solamente en grado no en calidad, de la
que tienen todos los creyentes. En un sentido, los escritores bíblicos tuvieron
la misma clase de inspiración que tuvieron los Padres de la Iglesia, pero en un
grado superior a la de éstos.
Tampoco esta teoría puede ser mantenida, puesto que confunde la iluminación que el Espíritu Santo da a todos los creyentes con la inspiración que él concede a algunos hombres escogidos para dejar constancia de la revelación del mensaje de Dios para todos los hombres. La iluminación tiene que ver con la comprensión de las verdades que ya han sido reveladas e inspiradas, y que, por lo mismo, se hallan escritas en la Biblia.
Teorías Que Dan Énfasis a Lo Escrito:
1. Teoría De La Inspiración Mecánica.
Esta teoría, llamada también de dictado,
enfatiza el elemento divino o sobrenatural hasta tal punto que anula la
personalidad del escritor humano, al que convierte en un simple amanuense o
secretario. Siguiendo esta interpretación, los rabinos judíos decían: “Los escritores son
como flautas que repiten los sonidos de la música soplada por el flautista
divino, que es Dios”.
Esta interpretación, semejante a la que
los mahometanos atribuyen a la composición del Corán, fue generalmente aceptada
hasta el siglo pasado por la mayoría de los eruditos bíblicos, tanto católicos
como evangélicos, y continúa siendo aceptada en nuestros días por algunos
grupos ultraconservadores, quienes sostienen que Dios dictó palabra por palabra
cada uno de los libros de la Biblia. Sin embargo, pocos teólogos destacados de
nuestro tiempo aceptan este modo de interpretar la inspiración bíblica. Las mismas
diferencias en los escritos, a las que hemos hecho alusión al tratar del
elemento humano, indican que Dios no es el autor real de cada palabra.
Mantener la inspiración mecánica de las
Escrituras es hacer responsable a Dios de los errores gramaticales, históricos
y científicos que puedan aparecer en la Biblia. Sabemos que los escritores
sagrados estaban interesados en asuntos de carácter religioso, moral y
espiritual, para darnos a conocer la historia de la salvación; pero no en
darnos información en el campo de la investigación y del conocimiento
científico, enseñándonos en sus escritos geografía o astronomía.
Esto es lo que ya en el siglo IV de
nuestra era escribía acertadamente San Agustín de Hipona en su Comentario sobre
el Génesis, al
decir: “Los escritores sagrados, o mejor el
Espíritu Santo que hablaba por ellos, no pretendió enseñar a los hombres cosas
puramente científicas, puesto que en nada les habían de servir para su
salvación”.
Y en otro lugar, nos dice el mismo autor: “No se lee en el Evangelio
que dijera el Señor: ‘Os enviaré el
Paracleto para que os enseñe el curso del sol y de la luna’. Porque quería hacer cristianos y no matemáticos”.
La interpretación mecánica apoya lo que, irónicamente, señala Abraham Kuyper cuando dice: “Cualquier alumno de enseñanza primaria que supiera escribir al dictado podría haber escrito la epístola a los Romanos tan bien como la escribió el apóstol Pablo”.
2. Teoría De La Inspiración Dinámica.
Esta teoría enseña que lo que Dios ha
inspirado no ha sido el lenguaje, sino el mensaje, dejando que los escritores
sagrados transmitiesen la verdad divina que él les revelaba en sus propias
palabras humanas y en el estilo literario y lingüístico propio de cada
escritor. Esto ha dado como resultado la gran variedad y la belleza literaria
que encontramos en los distintos libros de la Biblia.
Según esta teoría, aceptada por la mayoría
de los eruditos de nuestro tiempo, en la inspiración Dios no anula ni limita la
personalidad de los escritores, sino que los usa como instrumentos humanos que
poseen sus peculiaridades particulares e individuales. De idéntica manera, Dios
permite que cada escritor utilice los términos y expresiones que, siendo
características de su tiempo y cultura, expresan adecuadamente la revelación
divina.
Para concluir esta sección sobre la
inspiración, es conveniente señalar que la expresión “inspiración verbal” no significa lo
mismo para todos los eruditos bíblicos. Mientras unos entienden por esa frase
que la inspiración es mecánica, otros entienden que es dinámica.
También debemos indicar que hay personas
que aceptan que las Escrituras fueron inspiradas por Dios, pero sólo en lo que
se refiere a los autógrafos originales y no a los manuscritos y versiones que
poseemos actualmente, que proceden de copias de otras copias, y que presentan
gran cantidad de variantes, y hasta contradicciones, entre los distintos
textos. Por ello, niegan que la inspiración divina alcance a las traducciones y
ediciones de la Biblia que poseemos actualmente.
Sin embargo, y en ello concuerdan los
mejores eruditos, se puede afirmar que la inmensa mayoría de las discrepancias
son de menor importancia, tratándose en muchos casos de errores de caligrafía y
omisiones de letras o palabras, pero que no cambian su significado esencial ni
alteran ningún precepto o doctrina religiosa. Esto se ve confirmado con el
descubrimiento, en el año 1947, de las cuevas del Qumrám, junto al mar Muerto,
donde se ha encontrado, entre otros muchos otros manuscritos, un pergamino que
contiene el libro de Isaías, perteneciente al siglo primero a. de J.C. y que,
prácticamente, es igual libro de Isaías que tenemos en el texto masorético
perteneciente al siglo XI de la era cristiana.
El profesor Stuart nos dice:
v “De las ochocientas mil variantes
de la Biblia que he clasificado, cerca de setecientas noventa y cinco mil son
de una importancia similar a si en la ortografía inglesa tenemos que escribir ‘honour’ o bien “honor” olvidando la u. Es
decir, no tiene ninguna importancia en cuanto a significado, sino simplemente
en cuanto a ortografía. Las restantes ofrecen algún cambio de sentido en
ciertos pasajes o expresiones, u omiten una palabra y hasta, alguna vez, una
frase entera; pero ninguna doctrina religiosa es alterada por tal motivo; ningún
precepto es quitado; ningún hecho importante queda alterado por la totalidad de
las diversas variantes del texto bíblico tomadas en conjunto”.
Véase Parte II.
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