Parte II:
AUTORIDAD E INSPIRACION DE LA BIBLIA:
“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia”.
(2 Tim. 3:16)
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
La autoridad de la Biblia procede, pues, del
hecho de que esa importante obra, ha sido inspirada por Dios. La inspiración
divina es la que le otorga una autoridad única que no posee ningún otro libro.
Y puesto que Dios nos habla a través de sus páginas, podemos afirmar que la Biblia
es la palabra de Dios, y que sólo ella deber ser la última autoridad, tanto
para la iglesia como para el creyente, en cuanto a los asuntos de fe y
práctica. Cualquier otra declaración doctrinal, como puedan ser los credos o
las confesiones de fe, tendrá autoridad espiritual solamente en la medida en
que exprese lo que enseñan las Escrituras.
Asimismo, el sermón predicado por
cualquier ministro del evangelio, se convertirá en palabra de Dios y reflejará
la voluntad divina, en la medida que el predicador se ciña al mensaje contenido
en la palabra escrita en la Biblia.
Existe una gran discusión entre los
teólogos liberales y los conservadores con respecto a si la Biblia es la
palabra de Dios, o si sólo la contiene. Mientras la posición liberal defiende
que la Biblia contiene la Palabra de Dios mezclada con las palabras de los
hombres, la posición más conservadora sostiene que la Biblia es la palabra de
Dios, llegando algunos a afirmar que hay que aceptarla literalmente, con puntos
y comas, desde el “en” hasta el “amén”, esto es, desde la primera palabra del
Génesis hasta la última del Apocalipsis.
Sin embargo, conviene señalar que cuando decimos que la Biblia
es la palabra de Dios no estamos afirmando que Dios ha hablado cada una de las
palabras que contiene:
· De hecho, hay palabras que han sido dichas
por Dios;
· Otras fueron dichas por ángeles;
· Otras por los escritores humanos, inspirados
por Dios;
· Otras por enemigos de Dios, otras por
los propios demonios, e incluso otras por animales irracionales como en el caso
del asna de Balaam (Núm. 22:28–30) y de la serpiente en el Edén (Gn. 3:1–5).
Lo que queremos decir es que, detrás de
todas ellas, se encuentra Dios dándonos el mensaje que él quiere hacernos
llegar.
Karl Barth, uno de los principales teólogos neoortodoxos del siglo XX, (corriente
teológica que, rechazando la doctrina racionalista del siglo XIX, mantiene las
doctrinas tradicionales, pero reinterpretándolas teniendo en cuenta los
adelantos científicos, los descubrimientos arqueológicos y los estudios
bíblicos y hermenéuticos de los últimos tiempos) defiende que la
Biblia es la palabra de Dios para el lector que, al leerla, reconoce y acepta
que Dios le está hablando directa y personalmente a él. En este caso, y sólo en
este caso, las palabras de los escritores bíblicos se convierten en la palabra
de Dios, puesto que él está hablando al hombre a través de la palabra escrita.
En este caso, el hombre reacciona positiva o negativamente al mensaje de Dios.
Algunos eruditos modernos, siguiendo al
teólogo alemán Rudolf Bultmann, hablan de la necesidad de desmitificar, o desmitologizar la Biblia, diciendo que
ésta contiene gran cantidad de “mitos” por haber sido escrita en tiempos antiguos,
poco rigurosos en el aspecto científico y en los que se utilizaron expresiones
y figuras literarias que resultan inaceptables en nuestro tiempo. Sobre este tema
debemos hacer tres observaciones que pueden sernos útiles:
· La primera, es señalar que
cuando estos eruditos hablan de “mitos” en la Biblia, hay que entender ese término
en el sentido teológico en el que ellos lo usan, y no en el sentido tradicional
y popular de algo ficticio inventado por los hombres. Para Bultmann y sus
seguidores, un “mito”
es una verdad doctrinal presentada en un lenguaje literario que la hermosea y
la hace comprensible a los lectores. Estos teólogos no suelen negar la verdad
existente, pero rechazan el ropaje literario en el que la verdad se halla
envuelta.
v Por ejemplo, al leer en la Biblia el
relato de la caída de nuestros primeros padres en el paraíso, dicen que la
verdad consiste en que Adán y Eva pecaron desobedeciendo a
Dios;
v Pero el relato bíblico que describe al diablo tentándolos a comer una fruta, afirman ser un “mito”.
La enseñanza expuesta en el capítulo
tercero del Génesis es que el hombre pecó. La forma de presentar esa
enseñanza es un “mito” que no hay que interpretar literalmente.
· La segunda, observación
consiste en señalar que la Biblia contiene la revelación de Dios para todos los
hombres en todas las épocas. La Biblia fue escrita hace muchos siglos en un
lenguaje que podía ser entendido y aceptado por los contemporáneos de los
escritores sagrados. Si éstos hubiesen escrito sus libros con la rigidez
científica requerida por los hombres del siglo XX, su lectura hubiese resultado
incomprensible para sus contemporáneos y para los hombres de las épocas
anteriores a la nuestra.
Por ello, tanto los eruditos
bíblicos, como los teólogos y los
predicadores de todos los tiempos,
tienen la responsabilidad de reformular e interpretar las verdades bíblicas que
son eternas e inmutables, en el lenguaje comprensible
al pueblo con el que viven. Este es uno de los grandes valores de las nuevas
versiones de la Biblia y lo que ha pretendido obtener el equipo editorial de la
Reina-Valera Actualizada, presentado el mensaje de siempre en el lenguaje de
hoy.
· La tercera,
y la más importante de las observaciones, es señalar que, aunque en la Biblia pueda
haber relatos no expuestos científicamente, así como figuras y expresiones
retóricas extrañas a la cultura del siglo XX, las verdades esenciales que
contiene están expuestas de tal manera que lo mismo los sabios que los incultos
entienden su verdadero significado.
Ø Todo lector sincero y libre de prejuicios comprende lo que quiere decir
que Dios es el creador de todo cuanto existe;
Ø Que Dios es un padre de amor, que nos
perdona y recibe cuando vamos a él arrepentidos;
Ø Que todos los hombres han pecado y necesitan
arrepentirse;
Ø Que Cristo Jesús vino al mundo y murió
en una cruz para salvar a los pecadores;
Ø Que él resucitó al tercer día y está
intercediendo por su pueblo, que es la iglesia; y
Ø Que un día regresará de nuevo a la tierra para juzgar a los hombres, dándoles una recompensa o un castigo eternos de acuerdo a cómo hayan vivido.
Estas verdades, que resumen la esencia de
la Biblia, son comprensibles para todos los hombres, en todos los tiempos y en
todos los lugares. Hay que señalar que, aunque debemos amar la Biblia,
considerándola como un verdadero tesoro, leyéndola con gran devoción y
estudiándola con espíritu de oración, no debemos convertirnos en bibliólatras,
considerando la Biblia como un fin en sí misma, sino como un medio adecuado que
nos conduce a Dios.
El teólogo Emil Brunner, neoortodoxo y
suizo como Barth, a la vez que contemporáneo suyo, ridiculiza a quienes,
rechazando al Papa de Roma, convierten la Biblia en un “Papa
de papel”.
La Biblia no llama la atención hacia sí misma, ni se nos presenta en ninguna parte como el objeto de nuestra fe, sino que, a la vez que nos indica que su mensaje proviene de Dios, ella se convierte en un señalizador que nos ayuda a dirigir nuestra fe hacia ese Dios vivo que se revela a través de sus páginas y que se encarna en la persona de Jesucristo para reconciliar al mundo consigo mismo (2 Cor. 5:19).
La Biblia es como ese letrero que encontramos en medio de una carretera indicándonos la dirección que debemos seguir para llegar a nuestro destino. El letrero no es el punto final de nuestro viaje, sino la ayuda que necesitamos para llegar sin equivocarnos a nuestro destino.
La Biblia demuestra su inspiración divina en la presentación de su mensaje. Tanto en el AT., como en el NT., la Biblia enseña claramente que el mensaje proclamado es la palabra de Dios.
1- Antiguo Testamento.
Los escritores sagrados, y muy
concretamente los profetas, afirman que ellos transmiten lo que Dios les revela:
Ø Moisés afirmó que él hablaba lo que Dios le
decía (Ex. 24:4).
Ø Cerca de 100 veces aparece en el
Pentateuco la frase Dios habló a Moisés, diciendo; y a continuación Moisés
escribió lo que Dios le había dicho.
Ø Lo mismo
sucedió con Josué (Jos. 4:15),
Ø Samuel (1
Sam. 15:10) y
Ø Otros, quienes escribieron lo que Dios les decía.
Los profetas hablaron con la plena
convicción de hacerlo bajo la inspiración directa de Dios.
Más de 200 veces encontramos en boca de los profetas frases como
estas:
· La palabra de Jehovah vino a mí, diciendo;
· Oíd la palabra del Señor;
· Dios habló diciendo;
· Así dice el Señor.
Otras veces las Escrituras enseñan que el
Espíritu de Dios vino o cayó sobre los profetas, o que ellos recibieron la
Palabra de Dios y se sintieron impelidos a comunicarla.
Ø Así sucede en Isaías 8:11, Jeremías 1:2–9 y Ezequiel 1:3.
Ø Hay 16 profetas que afirman haber
hablado bajo la dirección divina.
Ø En Éxodo 7:1 se enseña que el profeta es una persona que habla en nombre
de Dios al pueblo de su tiempo; o,
Ø Dicho de otra manera, que trae las palabras de Dios a los hombres a los que se dirige (Ex. 4:22; Jr. 1:9).
Algunas personas tienen un concepto
equivocado, creyendo que un profeta es alguien que adivina el futuro. Quien
adivina el futuro es un adivino. El profeta,
sin embargo, tiene la misión de declarar la voluntad de Dios a las personas a
las que se dirige.
v Sólo debido al hecho de que existían profetas falsos, que afirmaban lo que
Dios no les había revelado,
v Es que, algunas veces, los profetas verdaderos anuncian el cumplimiento de tal o cual suceso para que,
cuando éste se cumpla, las personas recuerden el vaticinio y reconozcan que el
profeta que lo predijo era verdadero y proclamaba lo que Dios le había revelado.
De aquí que las predicciones tuvieran que
tener su cumplimiento poco tiempo después de haber sido anunciadas.
Algunas veces, y así acontece en algunas profecías mesiánicas,
las palabras del profeta pueden tener una doble proyección:
Ø La primera tiene una aplicación inmediata
para sus contemporáneos; y
Ø La segunda se cumplirá a la llegada del
Mesías, siendo posible que el alcance de esta segunda proyección nunca haya
pasado por la mente del profeta.
Un ejemplo de esta clase de profecía la
encontramos en el libro de Isaías, cuando el rey Acab no quiere pedir al
profeta una prueba que le asegure de que éste habla en nombre de Dios, y ante la
negativa del rey, Isaías le da la prueba, diciendo:
· El mismo Señor os dará la señal: He aquí que
la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel (Is. 7:14).
Esta profecía se cumplió unos años después de pronunciada, ya que tenía que ver con la desaparición de los reinos de Siria e Israel que, con sus reyes Rezín y Pécaj, quisieron convencer al rey de Judá, Acab, para que se les uniera contra Asiria.
El profeta dice al rey Acab que no tenga
miedo, pues antes de que el niño que va a nacer de la mujer que aún es virgen
sepa desechar lo malo y escoger lo bueno, es decir, alcance el uso de la razón,
la tierra de esos dos reyes será abandonada (Is. 7:16). La segunda aplicación
de la profecía tuvo lugar cerca de 800 años después de pronunciada, cuando en
Belén de Judá nació Jesús.
El evangelista Mateo afirma:
· Todo esto aconteció para que se cumpliese lo que habló el Señor por medio
del profeta, diciendo:
· "He aquí, la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarán su nombre Emanuel" (Mt. 1:22, 23).
2- Nuevo Testamento.
En los días de Jesús los judíos poseían un conjunto de 39 libros
considerados como inspirados, que estaban catalogados en tres grupos:
Ø Ley,
Ø Profetas y
Ø Escritos Sagrados.
Estos libros eran considerados como grafé, es decir, Escritura, o las Escrituras (Rom. 9:17; Lc. 24:27), a las que a veces se les añadía el calificativo de “santas” o “sagradas” (Rom. 1:2, 2 Tim. 3:15). Estos libros son los que componen lo que conocemos como el Antiguo Testamento. El NT., compuesto por otros 27 libros, fue escrito después de la muerte de Cristo, entre los años 65 y 100 de nuestra era. Veamos en qué concepto tenían Jesús y los apóstoles los libros que constituían la Biblia en su tiempo.
Ayuda Hermenéutica:
G1124 γραφή = grafé: de G1125; documento, i.e. santo Escrito (o su contenido o declaración en él): - escritura. (Strong).
Jesús demostró siempre una gran reverencia
y un profundo respeto hacia las Escrituras, a las que apelaba para apoyar sus
argumentos. En Juan 10:35 dijo que la Escritura no puede ser anulada. Hablando
de sí mismo, afirmó que no había venido para abrogar la Ley o los Profetas,
sino para darles cumplimiento, y añadió que ni siquiera una jota, ni una tilde
pasará de la ley hasta que todo haya sido cumplido (Mt. 5:17, 18).
En presencia de sus adversarios afirmó que
la causa de su incredulidad era que no conocían las Escrituras (Mt. 22:29). Y
al querer demostrar que él era el enviado de Dios, les dijo: Escudriñad
las Escrituras, porque... ellas son las que dan testimonio de mí (Juan 5:39). Para Jesús una cita de las Escrituras
era el fin de cualquier controversia. Decir “así está escrito” era como decir “así dice el Señor”.
De esta manera refutó las tentaciones del diablo en el desierto (Mt. 4:4–10;
Lc. 4:4, 8).
En Juan 14:26 leemos que Jesús prometió a
sus discípulos que cuando él se marchase les enviaría al Consolador, el cual
les enseñaría todas las cosas y les recordaría todo lo que él les había dicho.
Esta promesa se cumplió el día de Pentecostés y, desde entonces, los discípulos
hablaron convencidos de que sus palabras eran las palabras de Dios (1 Ts. 2:13)
y se sentían seguros de que su testimonio era el testimonio de Dios (1 Jn.
5:9–12).
Pedro nos dice en Los Hechos 1:16 que era necesario que se
cumpliesen las Escrituras, en las cuales el Espíritu Santo habló de antemano
por boca de David acerca de Judas... En Los Hechos
3:18 afirma que lo que le había acontecido a Cristo es el cumplimiento de lo
que Dios había anunciado de antemano por boca de todos los profetas. Expone la
misma idea al escribir que ninguna profecía de la Escritura es de
interpretación privada; porque jamás fue traída la profecía por voluntad
humana; al contrario, los hombres hablaron de parte de Dios siendo inspirados
por el Espíritu Santo (2 P. 1:20, 21).
En este mismo capítulo, en los versículos precedentes, afirma que la voz de la profecía es más cierta que lo que él, Pedro, experimentó en el monte de la transfiguración, cuando Jesús recibió la visita de Moisés y Elías, escuchándose una voz del cielo que decía: Este es mi Hijo amado en quien tengo complacencia. A él oíd (Mt. 17:5). Indudablemente, el Apóstol jamás podría dudar de lo que en aquella extraordinaria ocasión había visto y oído; pero afirma que más cierto aún que lo que vio y oyó era la revelación de Dios provista en las Escrituras (2 P. 1:17–19).
Pablo tenía la plena convicción de que al
proclamar su mensaje estaba presentando la Palabra de Dios. En 1
Tesalonicenses afirma: Damos gracias a Dios sin
cesar; porque cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de parte
nuestra, la aceptasteis, no como palabra de hombres, sino como lo que es de
veras, la palabra de Dios (2:13).
En Gálatas 1:11, 12 escribe: Os hago saber, hermanos, que el evangelio que fue anunciado
por mí no es según hombre... sino por revelación de Jesucristo. Y en el
importante pasaje de 2 Timoteo 3:16 enfatiza que la Escritura es una revelación
directa de Dios. Tanto si el término griego pasa se traduce por “toda”,
como si se traduce por “cada”, el significado viene a ser el mismo; pues “toda”
da la idea de la totalidad de las Escrituras; mientras que, “cada”
indica que cada una de sus partes ha sido inspirada.
La Biblia muestra su inspiración divina en
el cumplimiento de las profecías. Dios que es, a la vez, fiel y poderoso hace
que todo cuanto ha sido vaticinado por revelación suya se cumpla a su debido
tiempo. Se dice que dos tercios de la Biblia se componen de profecías. Sólo una
pequeña parte de ellas se ha cumplido hasta el presente; pero las que han
tenido cumplimiento demuestran que el resto también se cumplirá.
Estas profecías fueron hechas en relación a sucesos, lugares y personas; pero donde más claramente se ve su cumplimiento es en su relación con la persona de Jesucristo, el Mesías, de quien hablaron los grandes profetas del siglo VIII a. de J.C., Isaías, Oseas y Miqueas, así como los salmistas. Son muchas las profecías hechas sobre el nacimiento e infancia de Jesús, igual que sobre las últimas horas de su vida.
Como ejemplo de su exacto cumplimiento, mencionaremos sólo unas
pocas, tal como las presenta Carlos Neal en su obra La Inspiración de la Biblia:
1. Profecías sobre el Nacimiento e Infancia de Jesús:
· Concebido por una virgen, Isaías. 7:14;
cumplida en Mateo 1:18, 23–25.
· Nacería en Belén, Miqueas 5:2;
cumplida en Mateo 2:1.
· Sería visitado por “magos”, Salmo 72:10;
cumplida en Mateo 2:1–12.
· Sería llamado de Egipto, Oseas 11:1;
cumplida en Mateo 2:15.
2. Profecías sobre la Muerte y Pasión de Jesús:
v Le herirán en la mejilla, Miqueas 5:1;
cumplida en Lucas 22:64.
v Le escupirán en la cara, Isaías 50:6;
cumplida en Mateo 26:67.
v Le horadarán manos y pies, Salmo 22:16;
cumplida en Juan 20:24–27.
v Le pondrán entre malhechores, Isaías 53:12; cumplida en Marcos 15:27,
28.
v Le sepultarán con los ricos, Isaías 53:9;
cumplida en Mateo 27:57–60.
Hay unas 30 profecías sobre su arresto,
juicio y muerte que se cumplieron literalmente en las últimas 24 horas de su
vida. Estas y muchas otras profecías hechas con tantísima antelación, y que
tuvieron un exacto cumplimiento en la persona de Jesús, ponen de manifiesto la
inspiración divina en las personas que las proclamaron. Es curioso notar cómo
el evangelista Mateo cita frecuentemente pasajes del AT., para demostrar que
Jesús era el Mesías que llevaba a cabo en sí mismo el cumplimiento de las
antiguas profecías.
Según el erudito Carlos H. Dodd, uno de
los puntos esenciales sobre los que giraba la predicación apostólica, tal como
se ve en Los Hechos de los Apóstoles, era demostrar que las profecías
se habían cumplido. De aquí su énfasis en declarar que Jesús:
· Nació,
· Murió y
· Resucitó,
· Según estaba anunciado en las Escrituras.
Considerando lo que hemos dicho, podemos
finalizar este estudio con la misma conclusión a la que llegó Juan Wesley, y que es citada por Carlos
Neal en su libro antes mencionado, al decir:
· “La Biblia debe ser la invención de hombres buenos o de ángeles; de hombres malos o de demonios; o de Dios. No pudo ser la invención de hombres buenos o ángeles, porque ellos no querrían ni podrían escribir un libro de tal clase mintiendo todo el tiempo, al decir ‘así dice el Señor’, cuando todo era de su propia invención. No pudo ser la invención de hombres malos o de demonios, porque ellos no querrían ni podrían escribir un libro que manda todo deber, prohíbe todo pecado y condena sus almas al infierno para siempre. Por lo mismo, saco la consecuencia de que, forzosamente, este libro nos vino de Dios por inspiración”.
La Biblia es, pues, el libro inspirado
por Dios, en el que encontramos el mensaje que él dirige a los
hombres. Para nosotros es la autoridad final en materiales de fe y conducta. Tal vez haya cosas que no entendamos; pero
hay suficientes cosas que sí entendemos para conocer la voluntad de Dios para
nuestras vidas:
Ø ¡Leámosla!
Ø ¡Conozcámosla!
Ø ¡Practiquémosla! y
Ø ¡Distribuyámosla a otras
personas!
__________
Nota y Bibliografía:
- JOSÉ BORRÁS. Mundo Hispano. e-Sword-the.
LEDD.
- Biblia de Estudio RYRIE.
- Pastor: Carlos Ramírez Jiménez. 15//2//2022. MISIÓN
BAUTISTA: “Emanuel”. Ciudadela de
Noé. Los Cardos Mz.E - Lt.18. III Etapa.
Cerca del Hospital Regional II. Cel.
942-562691-Tumbes.
charlyibsh@hotmail.com
Visite: El Block ‘El Alfarero Restaurador’ “El Shaddai”.
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