miércoles, 7 de noviembre de 2018

LA REBELIÓN DE CORÉ: NÚMEROS 16–17:


LA REBELIÓN DE CORÉ:
NÚMEROS 16–17:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
  
«La contradicción de Coré» se menciona en Judas 11 como una de las características de los falsos maestros de los últimos días; y sin duda hoy vemos una rebelión unida contra la autoridad de Moisés y el sacerdocio de Aarón (el camino de Dios de salvación por sangre).
Es evidente que Coré era primo de Moisés (Éx. 6:21), lo que hace la rebelión más seria.

I.       Coré Desafía a Moisés y Aarón (Números 16:1–18):
Coré era un levita que no estaba contento ayudando en el tabernáculo; quería servir también como sacerdote (v. 10). Por supuesto, esta actitud estaba en directa rebelión contra la Palabra de Dios dada por Moisés, puesto que fue Dios el que hizo los nombramientos para el tabernáculo.
No contento con rebelarse solo, reunió a 250 príncipes de Israel, hombres bien conocidos (es probable que la mayoría de ellos eran levitas), así como a tres hombres de la tribu de Rubén, el primogénito de Jacob. En nombre, número, unidad y actitud, aquellos rebeldes daban la impresión de tener un caso sólido contra Aarón y Moisés. Parece ser que Coré y sus seguidores desafiaron a Aarón, en tanto que Datán, Abiram y On (descendientes de Rubén, el primogénito) cuestionaron la autoridad de Moisés. Sin embargo, estaban unidos en su complot.
Los rebeldes rara vez dan la razón real para sus ataques; en el versículo 3 los hombres argumentan que toda la nación era «un reino de sacerdotes» (Éx. 19:6) y por lo tanto Moisés y Aarón no tenían derecho a tomar los lugares de liderazgo. Por supuesto, esta rebelión se basaba en el egoísmo y la envidia. Estos hombres querían «ensalzarse a sí mismos» delante de la congregación.
Es cierto que toda la nación era santa para Dios, pero Él había colocado a algunas personas en posiciones de liderazgo según quiso. Lo mismo es cierto en la iglesia de hoy: Dios ama a todos los santos, pero a algunos se les han dado dones y oficios espirituales para la obra del ministerio (Ef. 4:15–16; 1 Cor. 12:14–18). Se nos estimula a «desear los dones espirituales» (1 Cor. 14:1), pero no a codiciar el oficio espiritual de otro. Si un creyente quiere un lugar de liderazgo espiritual, que demuestre que es digno por su carácter y conducta (1 Tim. 3:1ss). La Iglesia debe acatar la advertencia de Pablo en Hechos 20:28–31.
Moisés y Aarón no se defendieron; dejaron que Dios los defienda. Moisés instruyó a Coré y a sus seguidores para que trajeran incensarios (vasijas para quemar incienso) al tabernáculo en donde Dios demostraría quién tenía razón en la disputa.
Les dijo a Datán y Abiram que vinieran, pero ellos desafiaron la autoridad de Moisés y rehusaron obedecer. En el versículo 25 Moisés salió a ellos, pero su visita significaba condenación, no bendición.

Nótese: cómo los hombres culparon a Moisés por su fracaso al no entrar en la tierra prometida (vv. 13–14), cuando fue su propia incredulidad lo que les trajo esa derrota. Rebelarse contra Moisés quería decir rechazar la Palabra de Dios, porque él era el profeta de Dios; y rebelarse contra Aarón significaba rechazar la obra de Dios en el altar, salvación por la sangre.

II.      Dios Defiende La Autoridad De Moisés (Números 16:19–35):
Al día siguiente Dios intervino y juzgó a los rebeldes. Fuego del Señor mató a los seguidores (v. 35), y la tierra se abrió y tragó a sus líderes, Coré, Datán, Abiram y sus posesiones. En 26:11 se nos dice que la familia de Coré no fue destruida. Esto explica por qué tenemos salmos titulados «para los hijos de Coré» en nuestra Biblia (Salm. 84; 85; 87; 88).
Es evidente que los descendientes de Coré estaban contentos de ser ministros humildes y no sacerdotes, porque escribieron en el Salmo 84:10: «Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios, que habitar en las moradas de maldad». En cuanto a «moradas de maldad» véase Números 16:26. Es trágico cuando unas pocas personas pecan y causan la muerte de muchos otros. Antes de que la rebelión concluyera, casi 15,000 personas habían muerto (véase v. 49). Léase 2 Pedro 2:10–22 para ver cómo estima Dios a quienes «menosprecian la autoridad» y se rebelan en contra de la verdad de Dios.

III.   Dios Defiende La Autoridad De Aarón (Números 16:36–17:13):

A.     Le Da a Aarón Los Incensarios De Los Rebeldes (Números 16:36–40).
Moisés le dijo al hijo de Aarón, Eleazar, que reuniera los incensarios y los convirtiera en láminas para cubrir el altar de bronce. Cuando los adoradores venían al altar, podían ver estas láminas y recordar que Dios juzga severamente el pecado de rebelión.
¿Por qué eran estos incensarios «santos» (santificados)? Debido a que Dios los usaba de una manera especial para enseñarle a Israel una lección. Permitir que los incensarios se trataran como «chatarra» o como implementos ordinarios hubiera disminuido el impacto del juicio.

B. Hizo Que Aarón Intercediera (Números 16:41–50).
Tal vez piense que las muertes de todas esas personas llenarían de terror y temor reverencial los corazones de la nación, pero no fue así.
¡Al día siguiente la congregación entera se rebeló de nuevo! Sólo la gracia de Dios puede cambiar el corazón humano; ninguna cantidad de ley o juicio hará jamás nuevo el corazón.
La congregación se unió en contra de Moisés y Aarón y les acusaron de asesinos, pero Dios intervino y defendió a sus siervos. Si Moisés hubiera tenido un espíritu amargado, hubiera permitido que la plaga destruyera al pueblo.
En lugar de eso, ordenó a su hermano Aarón que pasara por en medio de la plaga con su incensario y que detuviera el juicio. Cuán poco se dio cuenta el pueblo del amor y sacrificio de Moisés por ellos. Aarón literalmente se convirtió en su salvador; se puso entre los vivos y los muertos y detuvo la plaga. ¡Su incensario consiguió más que los 250 incensarios de los rebeldes! En cierto sentido Aarón ilustra la obra de nuestro Salvador, porque Cristo dejó el lugar de seguridad para estar entre los vivos y los muertos y rescatar de la muerte a los pecadores.

C.     Hizo Que La Vara De Aarón Reverdeció (Números 17:1–3).
Dios iba ahora a declarar de una vez por toda la autoridad del sacerdocio aarónico. El pueblo no había aprendido la lección, así que Moisés instruyó a cada tribu que trajera una vara, una rama muerta, para colocar ante el arca en el tabernáculo. Dios anunció que la vara que floreciera indicaría a quien había escogido para el sacerdocio.
El versículo 8 nos dice que la vara de Aarón no sólo reverdeció y arrojó renuevos, ¡sino que floreció y llevó fruto! Las demás varas seguían muertas y cada príncipe se llevó de nuevo su vara, quedando sólo la de Aarón en el tabernáculo como testimonio de la rebelión de la nación y del nombramiento que hizo Dios a Aarón como sumo sacerdote.

El florecimiento de la vara es un hermoso cuadro de la resurrección de Cristo. Mediante la resurrección Dios ha declarado que Cristo es su Hijo y el único Sacerdote que Dios acepta.
Él rechaza los demás sacerdotes. No importa cuántos participen, ni cuán grandes sean los nombres, ni cuán sincera sea su obra; cualquier otro sacerdocio es rechazado.
Solo hay un Sumo Sacerdote, un sacrificio y un camino abierto al cielo; léase Hebreos 10. Hoy tenemos muchos como Coré que se atreven a tomar posesión del sacerdocio, pero que no tiene autoridad celestial.

Nótese: en los versículos 12–13 que el pueblo temió después que vio esta demostración del poder de Dios. Lo que la muerte de casi 15,000 personas no pudo lograr, ¡lo consiguió el florecimiento silencioso de una vara muerta! «No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu» (Zc. 4:6).




Clase Para Domingo.

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