lunes, 6 de mayo de 2019

DISCURSO ACERCA DEL CULTO PÚBLICO: 1 CORINTIOS 11:


DISCURSO ACERCA DEL CULTO PÚBLICO:
1 CORINTIOS 11:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:

En los capítulos 11–14 Pablo analiza el desorden en cuanto al culto público de Corinto. Al leer estos capítulos notará que hay varios problemas evidentes:
·      Sus reuniones eran desordenadas y contrarias a las Escrituras;
·      Las mujeres estaban ocupando el liderazgo sobre los hombres;
·      Varios miembros competían por el liderazgo y la oportunidad de hablar;
·      En general, había confusión y un pobre testimonio ante los perdidos.
El capítulo 11 tiene que ver con el desorden en la Cena del Señor en particular, mientras que los capítulos 12–14 se refieren a la adoración pública en la iglesia y los principios que deben gobernar nuestros cultos.

I.       Las Causas Del Desorden En La Cena Del Señor (1 Cor.11:1–22):

A.     Falta De Subordinación De Las Mujeres (vv. 1–16).
A menudo se acusa a Pablo de ser crítico de las mujeres y colocarlas en una posición inferior, pero esto no es verdad. Él se dio cuenta de que Dios es un Dios de orden, y que cuando alguna cosa está fuera de orden, hay confusión y se pierde el poder.
En ninguna parte Pablo enseña que las mujeres sean inferiores a los hombres a los ojos de Dios, sino más bien que Dios ha asentado el principio de autoridad (no dictadura) que hace a Cristo la Cabeza del hombre y al hombre la cabeza de la mujer. En Corinto se estaba violando este importante principio.
Las mujeres estaban en competencia con los hombres por el liderazgo público de la iglesia. Aún más, al observar la Cena del Señor las mujeres no guardaban su debido lugar y venían con la cabeza descubierta; esta es la cuestión a la que Pablo se refiere ahora.
Tenga presente que Corinto era una ciudad inmoral, con «sacerdotisas» que sencillamente eran prostitutas:
·      Una característica de una mujer pecadora era el cabello corto;
·      Tal mujer con frecuencia caminaba por la ciudad sin el velo usual que la cubriera.
·   En algunas naciones orientales, incluso hoy, las mujeres no aparecen en público sin llevar un velo.
·    Esto sería una señal de falta de respeto hacia sus maridos y se interpretaría como una invitación al pecador.
A decir verdad, incluso entre los judíos una cabeza rapada era una señal de inmoralidad (véase Núm. 5:11–31, especialmente el v. 18). De modo que Pablo advierte a las mujeres de la iglesia a que no pierdan su testimonio al adorar en público sin llevar un velo sobre su cabeza.
El velo era una muestra de subordinación al Señor y a sus esposos, y un reconocimiento del principio de autoridad.
Los judíos ortodoxos, incluso hoy, llevan a sus cultos en las sinagogas un sombrerito de oración, pero esta es una práctica que Pablo prohíbe en la iglesia local. Cristo es la Cabeza del hombre; de modo que si un hombre lleva sombrero en la adoración, deshonra a su Cabeza.
Si la mujer no usa un velo, deshonra a su esposo, porque «la mujer [fue creada] por causa del varón» (v. 9). Por supuesto, el simple hecho de usar (o no usar) un pedazo de tela nunca cambia el corazón.
Pablo da por sentado que estas mujeres cristianas obedecían de corazón el principio de autoridad, pero que no lo hacían externamente.
Pablo da varias razones por las cuales las mujeres deben darse su lugar en la iglesia:
(1) Muestra honor a sus esposos;
(2) Honra a Cristo, la Cabeza de la Iglesia;
(3) Concuerda con el mismo plan de la creación, porque Dios creó a la mujer para el hombre;
(4) Los ángeles observan nuestra adoración y saben lo que hacemos, v. 10;
(5) La naturaleza misma le da a la mujer cabello largo y al hombre cabello corto, enseñando así la subordinación;
(6) Esta es la práctica en todas las iglesias, v. 16 ¿Cómo se aplica a nosotros esta cuestión de «usar sombreros» o «llevar el cabello corto»? Aunque no tenemos las mismas circunstancias que Pablo tenía que considerar en relación a Corinto, debemos admitir que una persona fuera de lugar es siempre un estorbo para la obra de Dios.

Debe haber modestia en la iglesia local, tanto en el vestido como en las acciones. No debemos conformarnos al mundo, para no perder nuestro testimonio.

B.      Divisiones En La Iglesia (vv. 17–19).
Cuando hay divisiones y facciones (herejías) en la iglesia, incluso cuando parecen ocultas, se mostrarán en las reuniones públicas:
Ø La Cena del Señor habla de la unidad de los creyentes;
Ø Las divisiones en la iglesia negarán este maravilloso mensaje.

C.     Motivos Egoístas (vv. 20–22).
La iglesia primitiva con frecuencia celebraba una «fiesta de amor», una comida de compañerismo, conjuntamente con la Cena del Señor. Pero en Corinto los ricos traían de su abundancia, mientras que los pobres se sentaban a un lado con unas migajas de pan:
·      «¡Coman en sus casas!», les ordena Pablo.
·      «¡Su glotonería y embriaguez son una deshonra para el Señor(vv. 21–22).
Si los creyentes no se aman los unos a los otros, nunca podrán participar de la Cena del Señor y ser bendecidos.

II.     Las Consecuencias De Su Desorden (1 Corintios 11:23–30):

A.     Eran Juzgados En Vez De Bendecidos (vv. 23–29).
Es evidente de que Cristo le había dado personalmente a Pablo instrucciones respecto a la Cena del Señor, porque el apóstol no estuvo en el aposento alto cuando se instituyó la ordenanza.
Las palabras de Pablo hablan del cuerpo partido y la sangre derramada de Cristo por su iglesia, elementos que son un recordatorio constante de su amor y su regreso. Miramos en retrospectiva a la cruz y hacia adelante a su venida. Pero la Cena dejó de ser una bendición para la iglesia de Corinto, y por la manera en que abusaban de ella era causa de juicio.
Sus reuniones no eran «para lo mejor, sino para lo peor» (v. 17). Así es como siempre resultan las cosas espirituales:
Ø Si nuestros corazones no andan bien, cualquier cosa que hagamos se convierte en una maldición.

B.      Eran Castigados (v. 30).
Dios permitió que les vinieran enfermedades e incluso muerte a los de la iglesia de Corinto debido a que participaban de la Cena del Señor de una manera indigna. Pablo nunca nos dice que debemos ser «dignos» para comer de la Mesa del Señor; porque si ese fuera el caso, nadie podría participar.
Aunque no somos dignos, podemos participar de una manera digna al comprender lo que la Cena significa:
·      Tener un corazón libre de pecado;
·      Estar lleno del amor por Cristo y su pueblo;
·      Estar dispuesto a obedecer su Palabra.
Los cristianos a menudo piensan que pueden «salirse con la suya» actuando descuidadamente en la iglesia, pero esto es imposible. Si nuestros corazones no andan bien, Dios tiene que castigarnos para traernos al lugar de la bendición.

III.    La Corrección De Este Desorden (1 Corintios 11:31–34):

A.     Juicio Propio (vv. 31–32).
Si enfrentamos nuestros pecados con sinceridad, los juzgamos y los confesamos, Dios no nos castigará. «Pruébese cada uno a sí mismo» es el mandamiento de Pablo en el versículo 28. En la Cena del Señor damos tres «miradas»:
Ø Miramos hacia adentro y confesamos nuestros pecados;
Ø Miramos hacia atrás y recordamos el Calvario; y
Ø Miramos hacia adelante y anhelamos fervientemente su regreso.

El principio es claro: si no juzgamos nuestros pecados, Dios tendrá que juzgarnos a nosotros.

B.      Amor Mutuo (v. 33).
«¡No pienses sólo en ti!», escribió Pablo; «piensa en otros». Esto es amor cristiano:
·      Poner a los demás antes que a nosotros mismos.
Cuán pocos son los cristianos que obedecen este principio cuando se trata de la adoración.

Llegamos a la iglesia preguntando:
Ø -«¿Obtendré algo del culto de hoy?», cuando deberíamos preguntarnos:
Ø «¿Qué puedo decir o hacer que será de bendición a alguna otra persona?».

C.     Discernimiento Espiritual (v. 34).
Mientras que no hay nada de malo con las comidas de compañerismo en la iglesia, el lugar para comer es la casa propia. Se necesita discernimiento espiritual para mantener a la iglesia haciendo lo que se supone que debe hacer y no apartarla con desvíos.
El ministerio de la iglesia local no es entretener o alimentar a los santos; es el de la edificación espiritual de los unos a los otros para que sean capaces de salir a ganar a otros.

Tal vez se pudiera asentar como principio básico que la iglesia local no debe hacer lo que Dios ordenó que hiciera el hogar o el estado.

La iglesia no está a cargo de criar niños, sin embargo, ¡la gente le echa la culpa a la iglesia y a la Escuela Dominical cuando los hijos se descarrian!
Si seguimos estos principios, nuestras asambleas serán reuniones para bendición y no para juicio («condenación» en el v. 32). Tumbes: 11//07//2018:



Clase Para El Miércoles:

Lea Su Biblia, Lea Su Biblia, Lea Su Biblia.



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