DISCURSO ACERCA DEL CULTO
PÚBLICO:
En
los capítulos 11–14 Pablo analiza el desorden en cuanto al culto público de
Corinto. Al leer estos capítulos notará
que hay varios problemas evidentes:
· Sus reuniones eran
desordenadas y contrarias a las Escrituras;
· Las mujeres estaban
ocupando el liderazgo sobre los hombres;
· Varios miembros competían por el liderazgo y la oportunidad
de hablar;
· En general, había confusión y
un pobre testimonio ante los perdidos.
El
capítulo 11 tiene que ver con el desorden en la Cena del Señor en particular,
mientras que los capítulos 12–14 se refieren a la adoración pública en la
iglesia y los principios que deben gobernar nuestros cultos.
I. Las Causas Del Desorden En La Cena Del
Señor (1 Cor.11:1–22):
A.
Falta De
Subordinación De Las Mujeres (vv. 1–16).
A
menudo se acusa a Pablo de ser crítico de las mujeres y colocarlas en una
posición inferior, pero esto no es verdad. Él se dio cuenta de que Dios es un
Dios de orden, y que cuando alguna cosa está fuera de orden, hay confusión y se
pierde el poder.
En
ninguna parte Pablo enseña que las mujeres sean inferiores a los hombres a los
ojos de Dios, sino más bien que Dios ha asentado el principio de autoridad (no dictadura) que hace a Cristo la
Cabeza del hombre y al hombre la cabeza de la mujer. En Corinto se estaba
violando este importante principio.
Las
mujeres estaban en competencia con los hombres por el liderazgo público de la
iglesia. Aún más, al observar la Cena del Señor las mujeres no guardaban su
debido lugar y venían con la cabeza descubierta; esta es la cuestión a la que
Pablo se refiere ahora.
Tenga
presente que Corinto era una ciudad inmoral, con «sacerdotisas» que sencillamente eran
prostitutas:
· Una característica de una mujer
pecadora era el cabello corto;
· Tal mujer con frecuencia caminaba por la
ciudad sin el velo usual que la cubriera.
· En algunas naciones orientales,
incluso hoy, las mujeres no aparecen en público sin llevar un velo.
· Esto sería una señal de falta de respeto hacia sus maridos
y se interpretaría como una invitación al pecador.
A
decir verdad, incluso entre los judíos una cabeza rapada era una señal de
inmoralidad (véase Núm. 5:11–31, especialmente el v. 18). De modo que Pablo advierte a las mujeres de la iglesia a
que no pierdan su testimonio al adorar en público sin llevar un velo sobre su
cabeza.
El
velo era una muestra de subordinación al Señor y a sus esposos, y un
reconocimiento del principio de autoridad.
Los
judíos ortodoxos, incluso hoy, llevan a sus cultos en las sinagogas un
sombrerito de oración, pero esta es una práctica que Pablo prohíbe en la
iglesia local. Cristo es la Cabeza del hombre; de modo que si un hombre lleva
sombrero en la adoración, deshonra a su Cabeza.
Si
la mujer no usa un velo, deshonra a su esposo, porque «la mujer [fue creada] por causa del varón» (v. 9). Por supuesto, el
simple hecho de usar (o no usar) un pedazo de tela nunca cambia el corazón.
Pablo
da por sentado que estas mujeres cristianas obedecían de corazón el principio
de autoridad, pero que no lo hacían externamente.
Pablo
da varias razones por las cuales las mujeres deben darse su lugar en la iglesia:
(1) Muestra honor a sus esposos;
(2) Honra a Cristo, la Cabeza de la Iglesia;
(3) Concuerda
con el mismo plan de la creación, porque Dios creó a la mujer para el hombre;
(4) Los ángeles observan nuestra adoración y saben lo que
hacemos, v. 10;
(5) La
naturaleza misma le da a la mujer cabello largo y al hombre cabello corto,
enseñando así la subordinación;
(6) Esta es
la práctica en todas las iglesias, v. 16 ¿Cómo
se aplica a nosotros esta cuestión de «usar
sombreros» o «llevar el cabello corto»? Aunque no
tenemos las mismas circunstancias que Pablo tenía que considerar en relación a
Corinto, debemos admitir que una persona fuera de lugar es siempre un estorbo
para la obra de Dios.
Debe
haber modestia en la iglesia local, tanto en el vestido como en las acciones.
No debemos conformarnos al mundo, para no perder nuestro testimonio.
B.
Divisiones
En La Iglesia (vv. 17–19).
Cuando
hay divisiones y facciones (herejías) en la iglesia, incluso cuando parecen
ocultas, se mostrarán en las reuniones públicas:
Ø La Cena del Señor habla de la
unidad de los creyentes;
Ø Las divisiones en la iglesia negarán este maravilloso
mensaje.
C.
Motivos Egoístas
(vv. 20–22).
La
iglesia primitiva con frecuencia celebraba una «fiesta de amor», una comida de
compañerismo, conjuntamente con la Cena del Señor. Pero en Corinto los ricos traían
de su abundancia, mientras que los pobres se sentaban a un lado con unas
migajas de pan:
· «¡Coman en sus
casas!», les ordena
Pablo.
· «¡Su glotonería
y embriaguez son una deshonra para el Señor!» (vv. 21–22).
Si
los creyentes no se aman los unos a los otros, nunca podrán participar de la
Cena del Señor y ser bendecidos.
II. Las Consecuencias De Su Desorden (1
Corintios 11:23–30):
A.
Eran Juzgados
En Vez De Bendecidos (vv. 23–29).
Es
evidente de que Cristo le había dado personalmente a Pablo instrucciones
respecto a la Cena del Señor, porque el apóstol no estuvo en el aposento alto
cuando se instituyó la ordenanza.
Las
palabras de Pablo hablan del cuerpo partido y la sangre derramada de Cristo por
su iglesia, elementos que son un recordatorio constante de su amor y su
regreso. Miramos en retrospectiva a la cruz y hacia adelante a su venida. Pero
la Cena dejó de ser una bendición para la iglesia de Corinto, y por la manera
en que abusaban de ella era causa de juicio.
Sus reuniones no
eran «para lo mejor, sino para lo peor» (v. 17). Así es como siempre resultan las cosas
espirituales:
Ø Si nuestros corazones no andan
bien, cualquier cosa que hagamos se convierte en una maldición.
B.
Eran Castigados
(v. 30).
Dios
permitió que les vinieran enfermedades e incluso muerte a los de la iglesia de
Corinto debido a que participaban de la Cena del Señor de una manera indigna. Pablo nunca
nos dice que debemos ser «dignos» para comer de la Mesa del Señor; porque si ese fuera
el caso, nadie podría participar.
Aunque
no somos dignos, podemos participar de una manera digna al comprender lo que la
Cena
significa:
· Tener un corazón libre de
pecado;
· Estar lleno del amor por
Cristo y su pueblo;
· Estar dispuesto a obedecer su Palabra.
Los
cristianos a menudo piensan que pueden «salirse con la suya» actuando descuidadamente
en la iglesia, pero esto es imposible. Si nuestros corazones no andan bien,
Dios tiene que castigarnos para traernos al lugar de la bendición.
III. La Corrección De Este Desorden (1 Corintios 11:31–34):
A.
Juicio Propio
(vv. 31–32).
Si
enfrentamos nuestros pecados con sinceridad, los juzgamos y los confesamos,
Dios no nos castigará. «Pruébese cada uno a sí mismo» es el
mandamiento de Pablo en el versículo 28.
En la Cena
del Señor damos tres «miradas»:
Ø Miramos hacia adentro y
confesamos nuestros pecados;
Ø Miramos hacia atrás y
recordamos el Calvario; y
Ø Miramos hacia adelante y
anhelamos fervientemente su regreso.
El
principio es claro: si no juzgamos nuestros pecados,
Dios tendrá que juzgarnos a nosotros.
B.
Amor Mutuo
(v. 33).
«¡No pienses sólo en ti!», escribió Pablo;
«piensa en otros».
Esto es amor cristiano:
· Poner a los demás antes que a nosotros
mismos.
Cuán
pocos son los cristianos que obedecen este principio cuando se trata de la
adoración.
Llegamos a la
iglesia preguntando:
Ø -«¿Obtendré algo
del culto de hoy?», cuando deberíamos preguntarnos:
Ø «¿Qué puedo
decir o hacer que será de bendición a alguna otra persona?».
C.
Discernimiento Espiritual (v. 34).
Mientras
que no hay nada de malo con las comidas de compañerismo en la iglesia, el lugar
para comer es la casa propia. Se necesita discernimiento espiritual para
mantener a la iglesia haciendo lo que se supone que debe hacer y no apartarla
con desvíos.
El
ministerio de la iglesia local no es entretener o alimentar a los santos; es el
de la edificación espiritual de los unos a los otros para que sean capaces de
salir a ganar a otros.
Tal
vez se pudiera asentar como principio básico que la iglesia local no debe hacer
lo que Dios ordenó que hiciera el hogar o el estado.
La
iglesia no está a cargo de criar niños, sin embargo, ¡la gente le echa la culpa a la iglesia y a
la Escuela Dominical cuando los hijos se descarrian!
Si
seguimos estos principios, nuestras asambleas serán reuniones para bendición y
no para juicio («condenación» en el
v. 32). Tumbes:
11//07//2018:
Clase Para El Miércoles:
Lea Su Biblia, Lea Su Biblia, Lea Su Biblia.
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