domingo, 24 de abril de 2022

Parte I LA REALIDAD E IDENTIDAD DE LOS DEMONIOS: [IV] (Marcos 5:7)

 Parte I

LA REALIDAD E IDENTIDAD DE LOS DEMONIOS: [IV]

(Marcos 5:7)

 

Y clamando a gran voz, dijo: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes”.

(Mr. 5:7)

Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:

El carácter de la demonología bíblica demuestra su incomparable superioridad sobre los sistemas étnicos y rabínicos y enfatiza su posición única de una confiabilidad completa como norma de evaluación. Indica también la importancia singular y significación central que se le debe dar al testimonio de las Sagradas Escrituras para un entendimiento y evaluación exactas del tema como un todo.

Más todavía, a la luz de la unicidad e importancia de la demonología escrituraría, no es difícil comprender que el problema de la interpretación del texto sagrado será de especialísimo interés. “¿Qué dice la Escritura?”. No sólo será la pregunta principal, sino también la señal que indicará la dirección que debe tomar la investigación.

I.       LA EXISTENCIA DE LOS DEMONIOS:

Poco necesitamos decir referente a la realidad de los demonios, pues en este punto el testimonio de las Escrituras es claro e inequívoco.

Sin embargo la incredulidad es tan grande y el problema del escepticismo tan enojoso en todo este campo de investigación, que se hace necesario tratar el tema.

Es casi innecesario señalar que la doctrina bíblica de un diablo y demonios con personalidad se ha encontrado con una barrera de escepticismo en los últimos años. Muchos en la era tan mentada de la ciencia y la iluminación, menosprecian la declaración bíblica como un mero remanente de superstición medieval o tratan todo el asunto como un chiste divertido.

Dentro y fuera de la Iglesia hay personas que afirman abiertamente que no existe el diablo como personalidad, y que es solamente el mal personificado, y que lo que existe del diablo está en el hombre mismo y que hay suficiente de esta variedad para contestar a todos los requerimientos teológicos.

También se declara confiadamente que ya no puede encontrarse en ninguna parte un erudito respetable que crea en el diablo o los demonios como eres con personalidad. Es así como este escepticismo agresivo y sus ataques demandan un trato apologético del problema.

Es obvio que, si los demonios son imaginarios e inexistentes todo este tema pertenece al campo de la fantasía y folklore y no a la esfera de la teología cristiana.

1.1.    LAS PRUEBAS QUE PROPORCIONAN LAS SAGRADAS ESCRITURAS:

La evidencia de la revelación debe ser puesta en primer lugar, no porque creamos que ha de ser más efectiva para impresionar al escéptico (parece que ninguna declaración de las Escrituras le impresiona), sino porque intrínsecamente es el testimonio más importante. Los demonios existen, primero y principalmente, porque Dios en su Palabra declara que existen.

Que los shedhim (Dt. 32:17; Salm. 106:36, 37) del Antiguo Testamento, eran demonios reales y no meros ídolos, lo prueba la traducción de la Septuaginta del término daimonis (demonios); los judíos consideraban a los ídolos como demonios que permitían ser adorados por los hombres (LXX Sam. 95:5 Cipriano de Valera 96:5; 1 Cor. 10:20). Más aún, parece cierto que el seirim también era una concepción demoniaca (Lv. 17:7; 2 Cron. 11:15; Is. 13:21; 34:14).

Se puede probar ampliamente el hecho de que los escritores del Nuevo Testamento creían firmemente en la existencia de los demonios:

·         Ellos declaran su existencia (Stg. 2:19; Ap. 9:20);

·         Describen su naturaleza (Lc. 4:33; 6:18), y su actividad (1 Tim. 4:1; Ap. 16:14);

·         Mencionan su expulsión de cuerpos humanos (Lc. 9:42);

·         Sugieren su organización bajo el mando de Satán (Mt. 12:26; Ef. 6:12);

·   Indican el lugar de su morada (Lc. 8:31; Ap. 9:11) y señalan su condenación final (Mt. 25:41).

Cristo mismo compartía las creencias de los escritores bíblicos; aunque este hecho se niega extensamente, también puede ser ampliamente probado:

§  El mando a sus  discípulos a echar fuera demonios (Mt. 10:1);

§  Los sacó El mismo (Mt. 15:22, 28);

§  Los reprendió (Mr. 5:8);

§  Ejerció completo poder sobre ellos (Mt. 12:29) y consideró su triunfo sobre ellos como si fuera sobre Satanás (Lc. 10:17, 18).

En las referencias citadas no hay indicios de que Jesús o cualquiera de los escritores del Nuevo Testamento tuvieran la más mínima duda de la existencia verdadera de Satanás o de los demonios. Ellos creían en su realidad, tanto como en la existencia de Dios o de los ángeles buenos. Basta una somera investigación para descubrir lo burdo, lo sumamente destructivo, y lo insostenible del punto de vista racionalista y mítico[1] de Satanás y los demonios.

Este no sólo pone en tela de duda el carácter y veracidad del mismo Hijo de Dios, sino que desafía la autenticidad y confiabilidad de toda la Biblia. Porque, si las enseñanzas de las Escrituras respecto de Satanás y de los demonios se consideran como míticas, cualquier otra doctrina bíblica, de la misma manera, puede ser declarada como mítica a capricho del criterio que desee contraponer sus opiniones a las de los profetas, apóstoles y al Señor mismo.

1.2.   LAS PRUEBAS QUE BRINDA LA NATURALEZA:

Para cualquier estudiante reverente, el testimonio de las Escrituras sobre la existencia de los demonios es ampliamente suficiente y no son necesarias más

Pruebas. Pero no falta evidencias científicas y filosóficas para aquellos que no están dispuestos a aceptar el testimonio de la Biblia. La naturaleza, que a menudo ha sido llamada el Testamento más antiguo de Dios1), levanta su elocuente voz, en muchas ocasiones, para autenticar e ilustrar la verdad escritural. En el mundo natural encontramos por todas partes ilustraciones que  sugieren a seres tales como Satanás y los demonios en el mundo espiritual.

En el reino vegetal hay pestes e insectos y plagas que continuamente hostigan al agricultor. En el reino animal no existe criatura que no tenga su enemigo mortal, debiendo matar para alimentarse de su víctima. Hasta la familia humana está perpetuamente amenazada por una vasta multitud de gérmenes hostiles que esperan su oportunidad para atacar al ciudades del cuerpo humano, causándole enfermedades y muerte.

Sin embargo, con esto no se sugiere una conexión entre las pestes, insectos, parásitos y gérmenes de enfermedades en el reino natural y los demonios en el reino espiritual. Como el Creador tiene un propósito ético en todas sus obras, y eventualmente vencerá el mal con el bien, y como en innumerables casos os fenómenos naturales reflejan verdades espirituales, “las cosas invisibles de él… se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas(Rom.1:20); parece obviamente deducible, por los hechos que tenemos a nuestra mano, que los agitadores y atormentadores que afligen cada esfera del reino natural, son ilustraciones del ejército de maldad, agentes que existen en el reino espiritual.

El testimonio de la naturaleza es tan efectivo como para desembarazar la doctrina de los demonios de las objeciones comunes que se levantan contra ella, de que no es científica ni filosófica. Es científica y filosófica.

Más aún; no hay argumento válido que pueda ser sostenido en contra de la administración y constitución del mundo espiritual con sus ejércitos de malvados demonios, que no pueda al mismo tiempo ser sostenido con igual validez en contra de la constitución y administración del mundo natural, con sus miríadas de bacterias y parásitos destructivos.

1.3.   LAS PRUEBAS QUE OBTENEMOS DE LA NATURALEZA HUMANA:

Para aquellos que se resisten a aceptar la prueba de las Sagradas Escrituras y la de la naturaleza, se puede agregar mayor evidencia en los hechos psicológicos de la naturaleza humana. Davies afirma que la creencia en espíritus malignos es universal2), y Townsend correctamente declara que tal convicción ha sido tan persistente y extendida… como la creencia en Dios, los ángeles o la inmortalidad del alma3).

Quizá la pregunta que pide explicación ahora es ésta: ¿Cuál es la razón de la universalidad de tal opinión?

Que la creencia haya sido viciada por supersticiones extravagantes, aunque quizá no más que a creencia en Dios o en Satanás, está fuera de discusión. El problema de una predisposición amplia y prevaleciente y una inveterada tendencia por parte de la raza humana, sigue siendo tema de una investigación científica.

¿Qué verdad vital no ha sufrido distorsión y violencia a manos de una humanidad caída? Para la gente sensata es una necesidad no tener en cuenta la doctrina de Satán y los demonios sólo porque haya sido objeto de abuso; pues siguiendo este procedimiento irracional, negaríamos a hacer a un lado cada doctrina vital de la Palabra de Dios, puesto que cada aspecto de la revelación ha sufrido interminable distorsión y desfiguración. Este método es tanto más insensato, ya que bajo las extravagancias de casi cada creencia se esconde laguna verdad importante.

Pero:

·  ¿Cómo podemos explicar la preponderancia de la creencia en los demonios desde los tiempos más remotos de la antigüedad hasta el presente?

·      ¿Es una mera  casualidad, un accidente colosal?

·  ¿Es el demonismo apoyado sobre los hechos de una revelación original de la verdad, preservado por el instinto humano y nutrido por los hechos de la experiencia y la observación?

La idea de casualidadla rechazamos como indigna de consideración. Un efecto sin causa es una mala lógica y una peor teología. La noción de una invención perpetuada por la supersticiónes más siniestra y amenazadora, puesto que los escépticos han sostenido frecuentemente que las creencias en Satán y los demonios, no es más que una superstición, nacida en la mente de algún hombre insano, que se extendió a otros hombres y así pasó a las generaciones siguientes.

Pero esta hipótesis es falsa, hasta en el campo filosófico. Sin embargo, suponiendo que fuera verdad, deja totalmente sin explicación el hecho de que una raza de hombres cuerdos o sanos se haya apoderado casi universalmente de una idea insana”. Pero si la idea de Satán y de los demonios fuera una invención, las dificultades no quedan de ninguna manera allanadas. La invención es un fenómeno de tal significación en el campo de la psicología y a religión, como para exigir un serio estudio científico, y no bostezos escépticos y desprecio.

La única conclusión válida, entonces, que podemos sacra sobre la creencia en Satán y de los demonios, al igual que otras convicciones religiosas que se han expresado a sí mismas en multitud de formas en las diferentes edades, es que no es una invención ni la fantasía de un hombre insano, sino que puede llegarse a su fuente original en una primitiva revelación divina. Los hechos básicos de esta revelación han sido perpetuados por el instinto humano, implantado irradicablemente por Dios, y apoyados por la experiencia y a observación.

Las creencias instintivas nos dan de esta manera una respuesta a la creencia prácticamente universal en los demonios y proporcionan una prueba de su existencia.

Siendo éste el caso, y siendo Dios el Creador de la mente humana con sus inclinaciones instintivas, es claro, ya que Dios no puede mentir en su Palabra o en sus obras, que la creencia en los demonios descansa sanamente sobre bases tan científicas y filosóficas como cualquier enseñanza del cristianismo o como cualquier principio general propuesto en las filosofías de los hombres.

1.4.   LAS PRUEBAS POR MEDIO DE LA EXPERIENCIA HUMANA:

La constitución de la mente humana, como se manifiesta en las creencias instintivas comunes entre la humanidad, no hace que el argumento psicológico que sostiene la existencia de los demonios queda exhausto. Tenemos otro aspecto importante en el testimonio y los hechos de la experiencia humana: Las Vidas:

·      Del alcohólico,

·      El criminal,

·      El libertino,

·      La prostituta,

·      El drogadicto,

·      El demente,

·      El jugador, y

·      El suicida.

En muchos casos muestran evidencia de una más profunda que simples lesiones o enfermedades físicas o mentales. La vida licenciosa y pecadora que llevan algunos hombres, y las ansias con que corren al vicio y la libertinaje conociendo bien las tremendas consecuencias para el cuerpo, la mente y el alma, constituyen la evidencia más fuerte, fuera de la Biblia, de que hay espíritus malignos e inmundos que tientan, toman control, y sin compasión llevan a sus víctimas a la destrucción.

En los casos en que la voluntad humana está dominada por un poder irresistible, cómo se observa en:

Ø El alcohólico,

Ø El libertino, o

Ø El suicida.

¿Quién puede negar que quizá se deba a agentes demoniacos? En cualquier caso en el que el mal no esté en el cuerpo, sino en la mente, decir que es enfermedad o insania es señalar únicamente el hecho del disturbio sin hacer ningún intento por señalar las causas.

Por supuesto, la locura puede haber sido producida por lesiones físicas o trastorno de aquellos órganos físicos a través de los cuales la mente[2] expresa sus poderes, pero mucho más frecuentemente parece claramente atribuible a agentes sobrenaturales que actúan directamente sobre la menta y la desordenan.

El suicidio se explica mejor, por lo menos en la gran mayoría de los casos, atribuyéndolo a posesión demoniaca y no a la demencia, que a veces se sugiere como pretexto para el acto. Lleva todas las marcas de Satán el homicida y mentiroso (Jn.8:44).

¿Quién, si no él o sus demonios, podría pintar tan terrible el futuro como parte que el suicidio aparezca como único camino a tomar? Cuando Lucas escribe en su Evangelio que entró Satanás en Judas (Lc.22:3), claramente da a entender que la dinámica de su crimen y suicidio se debía a Satán y sus demonios.

Y entró Satanás en Judas, por sobrenombre Iscariote, el cual era uno del número de los doce”. (Lc. 22:3)

 

Ayuda Hermenéutica:

 

Entró: G1525 εσέρχομαι = eiserjomai: de G1519 y G2064; entrar (literalmente o figurativamente): - entrar, ir, llegar, pasar. (Strong).

 

eisercomai = (εἰσέρχομαι, G1525), venir adentro, entrar (eis = adentro; ercomai = venir). Se traduce «penetra» (Heb. 6:19), de la firme ancla del alma, una metáfora de la esperanza que nos ha sido dada, y que «penetra hasta dentro del velo». Véase ENTRAR, A, Nº 10. (VINE).

La carga de la prueba, entonces, queda sobre los escépticos que sostienen que las personalidades invisibles no tienen parte en ningún crimen que los hombres cometen.

II.     LA IDENTIDAD DE LOS DEMONIOS:

A pesar del silencio de la Escritura concerniente al origen de los demonios, su testimonio referente a otras fases de su identidad es sumamente claro:

·      Si los demonios son ángeles caídos, o

·      Espíritus despojados de cuerpo de una raza pre adámica”, o

·      La monstruosa simiente de ángeles con mujeres antediluvianas, no es, después de todo,

·      El punto importante o práctico desde el punto de vista humano.

Si lo hubiera sido podemos estar seguros que estarían claramente revelados en las Sagradas Escrituras. La consideración práctica, como lo revela el silencio de la Biblia, no es el origen de los demonios, sino el hecho de su existencia que son personalidades espirituales malignas y peligrosas, que en su comunión no hay seguridad y que debemos estar en continua lucha en contra de ellos.

2.1.   LA IDENTIFICACIÓN NO ESCRITURAL:

Las explicaciones puramente racionalistas no merecen seria atención, pero, como han sido promulgadas tan ampliamente y aceptadas tan extensamente, oscureciendo y confundiendo el correcto entendimiento de este tema, debemos repasarla someramente.

 

LOS DEMONIOS SON SIMPLES NOMBRES SUPERSTICIOSOS DE CIERTAS ENFERMEDADES NATURALES:

La superstición popular atribuye ciertos desórdenes naturales de tipo muy maligno a la actividad de los malos espíritus, pero tales espíritus no tienen existencia real. Son meras personificaciones de enfermedades violentas e incurables.

Es así que Davies considera los casos de posesión demoniaca en el tiempo de nuestro Señor y el demonismo de la China moderna como nada más que ciertas enfermedades consideradas supersticiosamente como causadas por influencia demoniaca4).

Pero la opinión de que estos casos involucran enfermedades solamente, cuya curación está representada por la idea de expulsión de demonios, es casi demasiado ridícula como para requerir su refutación. ¿Qué clase de enfermedad era aquella que gritó?: Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo (Mr.5:7)

 

Y clamando a gran voz, dijo: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes”.

(Mr.5:7)

 

¿Desde cuándo un monstruoso desorden físico aparece rogando  permiso para entra en un hato de cerdos y los destruye en unos momentos? La substitución de la palabra espíritus (Lc.10:20) por demonios (ver v. 17) demuestra sin lugar a dudas que se trata de entidades espirituales y no meras enfermedades.

 Y comenzaron a rogarle que se fuera de sus contornos”. (Marcos 5:17)

Es oportuna la observación de Owens en este punto:

 

La noción de que los demonios del Nuevo Testamento eran solamente personificaciones de violentas e incurables enfermedades es demasiado absurdo como para tenerla en cuenta5)

 

LOS DEMONIOS SON ESPIRITUS DE HOMBRES MALVADOS QUE HAN MUERTO:

Esta noción, aparentemente falta de apoyo escritural, parece haberse desarrollado de un antiguo concepto racionalista griego que explica el origen de los dioses como resultado del temor a los fantasmas. Los dioses homéricos, siendo únicamente hombres sobrenaturales, no eran sino demonios o  espíritus de buenas y grandes hombres que habían muerto.

El paso de los siglos rebajó el concepto de los demonios hasta que fueron considerados como malos y tomó cuerpo la idea de que se limitaban a los espíritus de hombres malvados. Josefo parece estar persuadido de esta teoría cuando habla de los demonios como espíritus de hombres malvados que entran en hombres vivos6).

Este pensamiento está de acuerdo con su demonología supersticiosa, que es esencialmente la de judaísmo contemporáneo y no de la Biblia. El origen de los demonios muy pocas veces es tenido en cuenta en las creencias populares, aunque a menudo se piensa que descienden de espíritus elementales. Por otro lado, se supone que su número aumenta continuamente en la medida que se consideren como malignas las almas de los que partieron7).

Véase Parte II:



 

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