Parte II
LA REALIDAD E IDENTIDAD DE LOS DEMONIOS: [IV]
(Marcos 5:7)
“Y clamando a gran voz, dijo: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes”.
(Mr. 5:7)
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
2.2.
TEORIAS BASADAS EN ALUSIONES BIBLICAS:
Existen ciertos pasajes en las
Escrituras que parecen sugerir un origen diferente de los demonios del
comúnmente aceptado, que dice que se originaron en las filas de los ángeles
caídos. Sin embargo, muchos consideraron estas alusiones escriturales como
demasiado vagas e indefinidas como para sustentar una teoría. Otros las toman
muy en cuenta y construyen y defienden sus teorías con gran confianza y
seguridad.
LOS DEMONIOS SON
ESPIRITUS SIN CUERPO DE HABITANTES DE UNA RAZA PRE-ADAMICA:
Se cree que existía una raza
pre-adámica en la Tierra original (Gn. 1:1) bajo el gobierno de Satán antes de
su caída, como el “querubín grande” (Ez.28:14).
Ezequiel 28:14 “Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios, allí
estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas”.
Ayuda Hermenéutica:
Querubín: H3742 כְּרוּב = kerúb: de derivación incierta; querub o
figura imaginaria:- querubín, [plural] querubines.
Grande: H4473 מִמְשַׁח = mimshákj: de H4886, en sentido
de expansión; esparcido (i. e. con alas extendidas): - grande. (Strong).
Satanás había ocupado un lugar de prominencia especial al guardar el trono de Dios (Comp. Éx. 24:10; 25:20).
Esta prístina esfera es considerada
como el escenario de la revolución satánica (Is. 14:12-14) y a entrada del
pecado en el universo produjo un horrible cataclismo que redujo todo a un caos
(Gn. 1:2).
Los miembros de la raza pre-adámica, a quienes Pember describe
como “hombres en
la carne”8) quedaron de alguna manera envueltos en la
rebelión, y en la catástrofe sobreviniente; sufrieron la pérdida de sus cuerpos
nateriales9),
quedando como espíritus desnudos o “demonios”10).
El hecho registrado tan a menudo,
de que los demonios tratan continuamente de entrar en los cuerpos de los
hombres y tratan de utilizarlos como los suyos propios, se toma como evidencia
confirmatoria de que los demonios son espíritus descarnados, y su intenso deseo
de reencarnación indica que la intolerancia condición de estar “incorpóreos”.
Para la cual no habían sido creados, es tan poderosa que hasta se ofrecen a entrar en los cuerpos de cerdos (Lc.8:32)11). La teoría rígidamente divide a os demonios, como espíritus desnudos, de los ángeles, tanto buenos como malos.
Se afirma que los ángeles no son
meros espíritus incorpóreos, sino que están vestidos con cuerpos espirituales,
puesto que los participantes en la primera resurrección recibirán cuerpos
espirituales (2 Cor. 5:2,3), y se dice que son “iguales a los ángeles”) Lc.20:36;
Comp. Lc. 24:39; Filp. 3:21). Se dice que los judíos comprendieron claramente
esta distinción, pues los saduceos no confesaban “ni ángel, ni espíritu”, y los
fariseos, que confesaban a ambos, dijeron, refiriéndose a Pablo que quizás “un espíritu le ha
hablado, o un ángel” (Hech. 23:89).
Se da mayor evidencia de a
diferenciación entre ángeles y los espíritus desnudos (demonios) en la falta de propensión
por tanto de Satán y sus ángeles de reencarnarse ellos mismos en seres humanos.
Sin embargo, se acepta libremente que lo pueden hacer para la perpetración de
la maldad, aunque no por una inherente inclinación, sino solamente porque tal
procedimiento es imperativo para la prosecución de alguna grande y especial
conspiración del mal (Lc. 22:3).
Las dos clases de súbditos de Satanás:
Ø Ángeles, y
Ø Demonios.
Que se consideran diferenciados así en el Nuevo Testamento, lo están de la misma manera en el Antiguo Testamento.
Los ángeles, tales como Gabriel y el príncipe de Persia y el de Grecia, están
colocados en el primer orden, mientras los espíritus de pytón,
adivinos o encantadores,
el shedhim, seirim y Lilith
se consideran a los demonios.
El significado clásico del término “demonio”
especialmente como lo usa Hesíodo12) está tomado en su connotación esencial
neotestamentaria, a pesar del hecho de que los demonios de Hesíodo, como los
espíritus de hombres muertos de la mitológica “edad dorada”, son deidades
tutelares o héroes canonizados y son invariablemente, mientras que los demonios
del Nuevo Testamento son invariablemente malos.
La obvia discrepancia tiene su
explicación en los engaños de Satán, de los cuales se nos instruye
que no debemos maravillarnos si en un “poema pagano”
(él), ensalza a “sus propios agentes”13).
Sin embargo, en otros aspectos del
relato de Hesíodo sobre el origen de los
demonios, los que abogan por esta teoría ven
una asombrosa corroboración de sus puntos de vista en que representan una
perversión de una tradición primitiva y pura concerniente a la Tierra pre-adámica sin
pecado y a la caída que la abrumo.
La raza dorada de hombres, creada
por los dioses cuando Cronos gobernaba los cielos corresponde a la creación por
Dios de la raza pre-adámica, cuando Satán
gobernaba como criatura perfecta. La paz, prosperidad y gozo puro de la raza
dorada es reminiscente del estado privilegiado de la raza pre-adámica.
El decreto del poderoso Zeus transformando a los hombres de la raza dorada en demonios, junto con el cambio simultáneo en la dinastía celestial, con la expulsión de Cronos, llevando a su fin esta era de gozo imperturbable, os recuerda la revolución satánica, el juicio sobre la Tierra pre-adámica y la demonización de sus habitantes.
Larkin14) ve en la conducta
del endemoniado, cuando el mal espíritu toma posesión de su víctima con el
propósito de gratificación sensual física, un indicio de que el pecado de
sensualidad fue la “causa del desastre de a tierra pre-adámica”15).
Esta es, brevemente, la teoría que
identifica a los demonios con los espíritus desnudos de una Tierra pre-adámica. El
problema es:
· ¿Cómo se le puede
avaluar?
· ¿Hasta dónde
podemos fiarnos de ello?
Aunque es muy ingeniosa, necesariamente debe descansar tan ampliamente sobre presunciones motivadas por el silencio de la revelación (por lo menos con las fuentes de información de las que disponemos actualmente), que debemos tener cuidado y no darle mayor importancia de la que se le daría a una mera teoría, que, aunque es sugestiva en algunos aspectos, está sujeta a debilidades fatales.
Desafortunadamente, todo el
concepto de una raza “humana”
pre-adámica, u “hombre en la carne”, que figura
como premisa vital en el argumento, es pura conjetura, sin el más mínimo sostén
escritural. La Biblia no dice nada sobre una raza humana anterior a Adán (Gn.
1:26-27). Los ángeles son las únicas inteligencias creadas que se revela que
existieron antes de la creación del hombre.
Parecería que a menos que
recurramos al argumento por el silencio, lo cual es precario, los demonios, si
se postula un origen pre-adámico,
deben ser considerados como derivados de los ángeles caídos. Es en este punto,
sin embargo, en donde queda invalidada toda la teoría.
Si no se puede probar que existían
otros seres aparte de los ángeles antes del hombre edénico y puesto que los
ángeles, como seres puramente espirituales, son incapaces de permanecer sin
cuerpo, entonces toda la teoría de demonios como espíritus incorpóreos,
en clara diferenciación de los ángeles, queda sin valor como sostén de la
hipótesis.
Realmente, es altamente dudoso el
hecho de una rígida distinción presentado por esta teoría entre ángel y
espíritu, aunque su premisa básica fuera sustentable, a la luz de la
identificación escritural de ángeles como espíritus (Salm. 104:4; Heb. 1:14) y
el uso del término “ángel” para el espíritu del hombre (Mt. 18:10;
Hech. 12:15).
Se puede agregar que todo el debate que presenta a los demonios como espíritus descarnados es innecesario, ya que la hipótesis misma acepta que Satán y sus ángeles malignos no solamente pueden, sino realmente entran en seres humanos, si no se puede probar que los demonios son espíritus desnudos, el argumento de la propensión que tienen para entrar en cuerpos humanos, pierde toda su fuerza.
Por último, debemos señalar el
hecho de que trazar paralelos de la mitología griega en aquellos puntos donde
la revelación bíblica es silenciosa, o extremadamente reticente, es
excesivamente peligroso. Y un trozo de exégesis aún más audaz es la
incorporación del clásico significado griego del término “demonios”, como los “buenos
espíritus de hombres muertos en la edad dorada” en el Nuevo
Testamento, donde los demonios son, sin excepción, espíritus inmundos y
malvados.
La palabra “demonio”, como otras palabras
distintas bíblicas griegas, fue moldeada divinamente a través de las centurias
pre-cristianas para su significado singular neotestamentaria, y no incorporada
promiscuamente con su estricto concepto original pagano.
Esta antigua teoría, que se remonta
por lo menos al siglo II antes de Cristo, si no antes, mantiene que los “hijos de Dios”
(bene-ha’elohim) de Génesis 6:2 son
ángeles, que cohabitaron con mujeres mortales y produjeron una monstruosa
progenie, los demonios, nacidos al mismo tiempo de espíritus y carne. El “locus classicus” en el libro apócrifo de Enoc,
dice así:
“¡Salieron malos espíritus del cuerpo de ellos (esto es de las mujeres), pues ellos fueron generados de seres humanos, y de los santos centinelas (ángeles) fluye el principio de su creación y su fundación primera. Los espíritus del cielo- en los cielos es su morada –y los espíritu engendrados sobre la Tierra- en la Tierra está su morada. Y los espíritus de los gigantes devorarán, oprimirán, destruirán, asaltarán, presentarán batalla, se echarán sobre la Tierra y producirán convulsiones!” 16).
Desafortunadamente, a premisa
básica de esta hipótesis, la que dice que los “hijos de Dios” de Génesis 6:2 son ángeles, tiene sus dificultades y ha
sido activamente rechazado por gran número de consagrados eruditos desde los tiempos
de los padres de la Iglesia.
El punto de vista apuesto que dice que “los hijos de Dios” era simplemente setitas consagrados y las hijas de los hombres, “cainitas impías” que se unieron en matrimonio, ha sido expuesto por, Cirilo de Alejandría, Teodoreto, casi todos los teólogos posteriores, y ya en tiempos modernos, por Hengstenberg, Keil, Lange, Jamieson, Fausset, Brown, Matthew Henry, C.I. Scofield y muchos otros17).
Pero la “teoría angelical” es también
sustentada por una igual lista de expositores, si no mayor, demostrando las
grandes dificultades que se encuentran en ambas teorías, y ambas tienen por lo
menos algún fundamento escritural para tener tantos defensores competentes.
La “hipótesis
angelical” parece haber sido originada en la Septuaginta. Por lo
menos, los manuscritos varían entre “los hijos de Dios” (Huioi
tou Theou) y “los ángeles de Dios” (aggeloi
tou Theou) en el Código Alejandrino.
Claramente está presentada en el libro de Enoc, como se ha señalado, y
el llamado “Génesis Menor”, también
por Josefo, Filón y la mayoría de los escritores rabínicos, como también por
los primeros padres de la Iglesia:
Ø Justo, Tertuliano, Cipriano, Ambrosio y Lactancio.
Ø Y aunque Crisóstomo, Agustín y
Teodoreto lucharon celosamente contra ella y en la edad oscura fue
desechada, fue expuesta por Lutero y una galaxia de exégetas modernos como:
Koppen, Twesten, Dreschler, Hofmann Baumgarten, Delitzsch, W. Kelly, A. C. Gaebelein y otros 18).
Pero no todos los escritores que
defienden la “teoría
angelical” la relacionan con el origen de los demonios. Por ejemplo:
· Pember19),
y Larkin20), y otros simplemente conectan la supuesta cohabitación
angelical con mujeres mortales con “los ángeles
caídos” que están prisioneros en Tártaro (2
P. 2:4-5; Jud.6-7) por su crimen anormales al
seducir mujeres mortales, mientras los ángeles de Satán que no son culpables de
esta anormalidad especial permanecen con él en los lugares celestiales y no
están encarcelados.
De otra manera a los demonios se
les considera como la simiente de esta unión antinatural.
La labor para evaluar y presentar
completamente los argumentos que sustentan estos puntos de vista es inmensa y
más allá del alcance del presente tratado. Todo lo que podremos hacer aquí es
indicar unas pocas de las dificultades que revisten estos puntos de vista, con
una sugestión sobre la posible aceptación de cada uno.
La interpretación general que se
refiere a “los
hijos de Dios” como a píos setitas y a “las hijas de los hombres” como
impías cainitas, aunque ingenuas y perfectamente ortodoxa en el sentido de que
enuncia un simple principio espiritual eludiendo ciertas dificultades obvias a
las cuales se exponen una exposición más viril, es manifiestamente débil y no
es convincente para satisfacer la amplitud y alcance de este pasaje.
Para comenzar, no hay pruebas de
que se circunscribiera “las hijas de los hombres” a las descendientes de
los cainitas. Por el contrario, el texto evidentemente indica que la expresión
se refiere al crecimiento natural de toda la familia humana, y no a una clase
espacial.
Más aún, la creencia de que “los hijos de Dios” debe significar la piadosa descendencia de Set, parece en contraposición con el uso uniforme de este término en el Antiguo Testamento donde aparece restringido a los ángeles (Job 1:6; 2:1; 38:7).
Gaebelein dice:
“En el AT. Nunca se aplica
esta designación a los creyentes”, cuya condición de hijos, observa
acertadamente es, sin lugar a dudas, “una revelación del Nuevo Testamento”21).
NOTA: los hijos de Dios. I, es, ángeles: Esta frase se usa respecto a ángeles en otros pasajes (38:7; véase Gn.6:2). Esta interpretación armoniza con el hecho de que Satanás, también un ser angelical, se unió a ellos para esa ocasión. (Biblia de Estudio RYRIE. Pág. 504).
A menudo se cita Isaías 43:6 como
prueba contraria al punto de vista de que “hijos de Dios” en el Antiguo Testamento, describen
solamente a los ángeles, ya sean buenos o malos. Pero no parece convincente, ya
que la expresión allí implica “hijos de Jehová”, que es un término completamente
diferente y que se refiere a la futura reunión del remanente pío de Israel.
Parece ser que el término “hijos de Elohim”,
el poderoso Creador caracteriza a aquellos que fueron creados directamente por
la mano divina, y no nacido de otros seres de una misma especie. De allí viene
la designación de Adán, como “hijo… de Dios” (Lc.3:23, 38) y también la
designación de aquellos que son nacidos de nuevo por el Espíritu de Dios (Jn.
1:12).
Si los “hijos de Dios” son simplemente
setitas piadosos que se mezclaron con las cainitas, el problema principal que
queda sin explicación es por qué su progenie resultó en “gigantes”, héroes poderosos que “desde la
antigüedad fueron varones de renombre”. No es satisfactoria la
traducción de la palabra “nephilim”
como “gigantes”
y deja esta dificultad sin respuesta, en las versiones de Cipriani de Valera y
otra.
Los traductores de la Septuaginta
tomaron la expresión “gigantes” y esto parece ser una indicación de que
tomaron a los “nephilim” en este pasaje y
su única otra repetición en Números 13:33 como la simiente de “los hijos de Dios”
(ángeles) y las “hijas de los hombres” (mujeres mortales); pues la idea básica
del término griego no es un tamaño monstruoso, que es una aceptación secundaria
y posterior de su significado, sino “gegenes”,
“nacidos de la tierra” y empleada
refiriéndose a los titanes que eran parte de origen terrenal y parte de origen
celestial. Estos seres monstruosos, de nacimiento híbrido, se rebelaron contra
su padre Urano
(Cielos),
y después de una larga batalla fueron vencidos por Zeus y arrojados al Tártaro*.
Ayuda Hermenéutica:
(*G5020 tartaroo = (ταρταρόω G5020) véase ARROJAR, Nº 5. tartaroo = (ταρταρόω G5020) traducido «arrojándolos al infierno» en 2 P.2:4, significa consignar al Tártaro, que no es ni el Seol ni el Hades, ni el infierno, sino el lugar en el que aquellos ángeles cuyo pecado especial es mencionado en aquel pasaje se hallan en cadenas, «para ser reservados al juicio»; la región es descrita como «prisiones de oscuridad» o, como bien lo vierte la VM, «abismos de tinieblas» VINE).
No hay dudas de que las versiones
de Cipriano de Valera malentendieron
la Septuaginta al traducir ‘nephilim’ por “gigantes”, pues la forma de la
palabra hebrea denota un adjetivo verbal plural o sustantivo de significación
pasiva, seguramente de ‘naphal’, “caer”, siendo la connotación ‘nephilim’, “los caídos” significando la simiente antinatural que estaba en
la Tierra antes del diluvio, “y también después que se llegaron los hijos de Dios a las
hijas de los hombres” (Gn.6:4).
Tampoco hay dudas de que la mención
de a gran estatura de los ‘nephilim’,
los hijos de Anac, en el maligno informe que los diez espías llevaron de la
tierra de Canaán (Núm. 13:33), junto con la palabra de la Septuaginta ‘gigantes’, sufrió la traducción como “gigantes”.
Sin embargo, la idea real y
original en la mente de los antiguos, bien puede haber sido “los caídos”,
o monstruos de nacimientos humano y angélico, que, como los rebeldes titanes,
eran excesivamente malvados y violentos, de tal modo que “todo designio de los pensamientos de ellos era
de continuo solamente el mal” (Gn.6:5).
Delitzsch, que expone la “teoría angelical”
se refiere a este pasaje, como la “fuente de la
mitología pagana con sus leyendas”22).
Sea que estemos de acuerdo con él o con Lange, que considera toda la “Hipótesis
angelical” como “un mito
evidente, implantado en el jardín de la historia religiosa primitiva”
23),
una cosa es cierta; los antiguos escritores clásicos obtuvieron sus conceptos
de los dioses
y semidioses,
cuyas tendencias amorosas por los miembros de la raza humana llevaron a
nacimientos mitad humanos y mitad divinos, de alguna fuente originalmente puro
e incorrupta. No es imposible que esto pueda explicar su origen.
Volviendo al punto, si la
cohabitación entre los “hijos de Dios” y las “hijas de los hombres”, fueron meros
matrimonios entre setitas y cainitas, parece imposible hallas una explicación
adecuada a ciertos pasajes del Nuevo Testamento, y a la razón por la cual
algunos ángeles caídos quedaron en prisión y otros están libres para andar por
los lugares celestiales. Pedro describe vívidamente el crimen de cierto de
estos seres espirituales, que parece ser una segunda y más profunda
apostasía que su complicidad en la
insurrección primeva satánica.
El pecado de estos rebeldes más
audaces, los privó de su libertad y posiciones bajo Satanás como principados,
potestades, gobernadores de la tinieblas y espíritus de maldad en las regiones
celestes (Ef.6:12), y dio por resultado que Dios los arrojara a Tártaro, encerrándolos en “prisiones de
oscuridad, para ser reservados al juicio” (2 P. 2:4).
Y es digno de notar que todo el
castigo divino aparece en estrecha y significativa conexión con los tiempos de
Noé y el cataclismo del diluvio (2 P. 2:4,5). Más vívidamente aún, Judas
describe la enorme malignidad de estos ángeles caídos cuando dice que “no guardaron su
dignidad, sino que abandonaron su propia morada”, y como divino
castigo, los ha “guardado bajo oscuridad”.
Y algo que también llama la
atención es que ese horrible crimen parece estar relacionado con el vicio
antinatural de Sodoma y Gomorra (Gn.19:5), fornicación de carácter anormal,
buscar “carne
extraña”, lo que sugiere el ayuntamiento entre seres de naturaleza
diferente (Jud. 6-7).
Puesto que ellos eligieron su
propio reino y romper los límites y las leyes puestas por Dios para los dos mundos,
para traer caos y viciosa confusión, Dios limpió los resultados de este
desorden con el diluvio, echándolos a las más profundas prisiones (Tártaro), para privarlos para siempre de
la oportunidad de causar mayores males.
El lugar donde están prisioneros,
parece ser mucho más terrible y lúgubre que el Hades, y se distingue claramente
del Gehenna (Ap. 19:20;
20:10).
En la mitología griega, el Tártaro era un lugar espantoso tan abajo del Hades como la Tierra está debajo de los cielos24), y era considerado significativamente la prisión de los titanes.
Al tener en cuenta las debilidades de la teoría que sostiene que los “hijos de Dios” son píos setitas, no debemos suponer que la “teoría angelical” no adolece también de serias fallas. Si son o no lo suficientemente graves como para hacer fatal su sustentación, debe ser determinado muy cuidadosamente. Nunca debemos olvidar, al meditar sobe Génesis 6:1-4, que, como James Orr dice:
“No es fácil tener certeza en la interpretación de este pasaje”.25)
La objeción más formidable a la
interpretación angelical es quizás la de que los ángeles, como seres
espirituales, no pueden tomar esposas de las hijas de los hombres. Gran parte
del argumento gira alrededor de este problema.
El negar tal posibilidad, por lo
menos entre los ángeles caídos e impuros, con una constitución pecadora y no
impecable, y especialmente entre aquellos que abandonaron su propia eterna
morada, parece suponer, un grado de conocimiento que el hombre no posee, de la
naturaleza angélica
caída.
Ciertamente, como Jesús dijo, los ángeles de Dios en el cielo no
se casan ni se dan en casamiento (Mt. 22:30; Mr. 12:25; Lc.20; 35,
36) “Porque en la resurrección ni se casarán
ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo”. (Mt. 22:30).
Pues son inmortales y no tienen
necesidad de perpetua sus especies; tampoco hay posibilidad de relación matrimonial entre los de su propia
clase., pues se habla de todos los ángeles en género masculino. Pero los espíritus
mencionados por nuestro Señor claramente son pues, criaturas sin pecado, en su
inocencia primitiva, los cuales se perecerán los redimidos en gloria, y no os
caídos e impuros de Satán.
Ellos indudablemente sirven solamente en el “tercer cielo” (2
Cor.12:2) o
el cielo de de los cielos, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios,
“sobre (muy
por encima de) todo principado y autoridad y poder y señorío”
(Ef.1:20-21).
“Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años
(si en el
cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo”. (2 Cor. 12:2).
NOTA:
VV.2-4: Pablo habla aquí de una experiencia personal y real,
cuando fue arrebatado al cielo y recibió
Revelación de las que no podía hablar. Esto ocurrió ca. 43 d. C., antes del primer Viaje Misionero de Pablo. Arrebatado:
Tomado, como en el arrebatamiento futuro de los
creyentes (1 Ts. 4:17). El tercer cielo o el paraíso. La morada de
Dios. (Biblia de Estudio RYRIE. Pág. 1183).
Ayuda
Hermenéutica:
G726 ἁρπάζω = jarpázo: de un derivado de G138;
apoderarse de (en varias aplicaciones):
- apoderarse, arrebatar.
G5154 τρίτος = trítos: ordinal de G5140;
tercero; neutro (como sustantivo) una tercera parte, o (como adverbio) a la (o
la) tercera vez, en tercer lugar: - tercer, tercero.
G3772 οὐρανός = ouranós: tal vez de lo mismo
que G3735 (mediante la idea de elevación); cielo; por extensión
cielo (como la morada de Dios); por implicación felicidad, poder, eternidad;
específicamente el evangelio (cristianismo): - celestial, cielo. (Strong).
Véase Parte III.
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