RECONOCIMIENTO
DEL RESTO DE LA TIERRA:
JOSUÉ 18:1-28
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
I. Exploración De La Tierra. Josué 18:1-10:
En medio del proceso de repartición de la tierra se
hace una pausa para informar acerca del traslado, desde Gilgal hasta Silo, del
centro de actividades directivas de Josué y los sacerdotes. Este conlleva un cambio que ya está
ocurriendo en todo Israel: el paso de una sociedad semi nómada a una sociedad sedentaria. Por eso el santuario también
debe pasar de un lugar como el desierto donde había estado la mayor parte del
tiempo desde su formación a una ciudad propiamente dicha en Canaán.
El lugar de Silo pertenecía al territorio asignado a
Efraín pero no estaba lejos de la frontera con la tribu de Benjamín. Además,
este lugar fue elegido porque estaba en el corazón de Canaán. La manera solemne
de llevar a cabo este cambio por parte de la congregación de Israel era una
señal de la presencia divina entre ellos. Esto mostraba que en el proceso de
formación de este nuevo pueblo Jehová estaba en el centro de su vida.
El establecimiento de su santuario tenía prioridad por
encima del arreglo definitivo de todas las tribus en la tierra prometida. El
arca estuvo aquí por unos 200 años, hasta que los pecados de los hijos de Elí
dieron motivo para que se perdiese el arca y por esto sobrevino la destrucción a
Silo, presumiblemente por los filisteos (comp. 1 Sam. cap. 4). Sus ruinas
sirvieron posteriormente como amonestación severa a Jerusalén acerca de las
consecuencias de la desobediencia (Jeremía 7:12).
Hay tres sentidos que puede tener la presencia estable
del arca en un lugar determinado. Por una parte, es un símbolo de la presencia
de Dios entre su pueblo. La idea del tabernáculo es que este era el lugar donde
los hombres se reunían con Dios y donde pueden encontrar una respuesta a sus
peticiones o interrogantes. Por otra parte, el tabernáculo era un memorial de
las tradiciones del pasado. Allí se contenían objetos materiales que traían a
la memoria inmediatamente aquellos momentos cumbres de la historia del pueblo
durante su peregrinaje en el desierto.
No se trataba simplemente de reliquias que siendo
simulaciones o reproducciones de sus originales pretenden tener un poder mágico
para bendecir a quienes los tocan o los miran. En este caso la vara de Moisés o
las tablas de la ley no tenían ningún poder mágico sino que eran un punto de
referencia para la memoria colectiva del pueblo. Finalmente, esta tienda de
reunión era una indicación de que en aquel otro Silo, del que les había hablado
a sus hijos Jacob tendrían cumplimiento en otro tabernáculo mayor y más perfecto,
tal como es interpretado en Hebreos 9:1; 9:11.
En los vv. 2 al 10 se desarrolla un diálogo de Josué
con los representantes de otras tribus en el que les reprocha por el hecho de
no haber tomado posesión de la tierra aún y, al parecer, por su desinterés en explorar para dar lugar a la distribución. La tierra que quedaba por ocupar
debía ser recorrida y descrita después de tomar nota de sus ciudades y de los
territorios respectivos (v. 4). Las
heredades habían de dividirse en siete partes iguales, teniendo en cuenta que
quedaban “siete
tribus de los hijos de Israel, a las cuales todavía no se les había repartido
heredad” (v. 2b) y que los levitas no habían de poseer territorio
tribal como tal (v. 7).
Los supervisores de la tierra debían ser tres varones
por cada tribu (v. 4). Aunque la
suerte, o el sorteo, determinaron la parte del territorio que le pertenecía a
cada tribu, ella no podía determinar la magnitud de cada heredad. Debido al
descontento de los descendientes de José por lo pequeño del territorio que les
tocó, el nombramiento de una comisión de veintiún representantes (“tres hombres de
cada tribu”, v. 4a) parece una medida preventiva tendiente a evitar
futuros reclamos de parte de otras tribus.
Los veintiún representantes dividirían la tierra (v. 5a), según el valor y el número de
ciudades existentes delineando en siete partes. Esta tarea no era fácil,
exigía estudio e inteligencia, que al parecer ellos o sus instructores habían
adquirido en Egipto. Josefo dice que este reconocimiento fue hecho por expertos
en geometría, lo cual parece estar comprobado por el relato minucioso de los
límites de estas tribus. La tarea se llevó a cabo y el informe fue presentado a
Josué (vv. 8, 9).
Algunos hacen notar, a manera de aplicación, que la
actitud de los líderes de estas siete tribus parece ser semejante a la actitud
de aquellos cristianos que piden y ruegan a Dios por soluciones a sus
problemas.
Piden recursos económicos y oportunidades de trabajo,
pero cuando tienen los recursos, cuando las oportunidades se presentan y cuando
las soluciones están delante de ellos, no asumen sus tareas y responsabilidades
prácticas. Por esta negligencia “la tierra que... ha dado Jehová” (v. 3b) queda sin
poseer.
A veces no se valoran las bendiciones que Dios ha
colocado a nuestro lado o no se aprecian los recursos humanos y materiales de
que se disponen para llevar a cabo la misión de la iglesia o para alcanzar una
plena realización en nuestras vidas.
Un joven rector al asumir su cargo en un Seminario de
América Latina propuso como lema a los estudiantes, empleados y demás
colaboradores la siguiente expresión:
"No pidamos un Seminario mejor, hagámoslo".
Al parecer muchos se quejaban y se preocupaban porque el Seminario estaba en
crisis económica, pero se olvidaban que a su lado había suficientes recursos
como para sacar de la crisis a la institución.
Al parecer, a los líderes de estas tribus también los habían
entretenido los logros provisionales y los botines de guerra alcanzados cuando
lucharon por otras tribus. No pensaron más allá de donde estaban parados.
Olvidaban a las generaciones posteriores y vivían de lo fácil, evitando el
cultivo de la tierra y la domesticación de animales. No aprovecharon los
recursos que Dios estaba colocando frente a ellos por su falta de visión del
futuro. Cuando no hay una visión clara del futuro que Dios está forjando
delante de nosotros, las oportunidades se desperdician y los obstáculos se
sobreestiman.
II. La Herencia De Benjamín. Josué 18:11-28:
En esta sección se describe la heredad de Benjamín que
fue ubicada cerca de la de José por uno de sus lados, y por el otro lado estaba
cerca de la tribu de Judá. Más tarde Benjamín se uniría con Judá en su adhesión
al trono de David y al templo de Jerusalén.
El límite occidental, por la descripción que se hace
en el v. 14, corría a cierta
distancia del Mediterráneo. Las ciudades incluidas en el territorio benjaminita
(vv. 21-28) no son en verdad todas,
pero sí un buen número que alcanza a las 26 más importantes.
Aparece a la cabeza Jericó, aun cuando ya estaba
destruida y era prohibida su reconstrucción con portones y murallas. También
estaba dentro de esta tribu Gilgal, donde acampó primero el pueblo después de
atravesar el río Jordán, y donde más tarde se declaró rey a Saúl que era descendiente
de esta tribu (1 Sam.11:15). Este lugar fue después considerado profano (Oseas 9:15).
También Betel, un lugar famoso, estaba dentro de esta tribu.
Entre las ciudades se menciona a Jebús que es
Jerusalén (v. 28). Esta ciudad queda
expresamente excluida de las fronteras de Judá y es incluida con la heredad de
Benjamín, aunque fue el judaísmo David quien finalmente conquistó la ciudad
jebusea (2 Sam.5:6 10).
Se puede advertir ciertas rivalidades entre las tribus
de Judá y Benjamín por la posesión de esta ciudad (Jueces 1:8-21). Quizá la
reivindicación de Benjamín obedece a un intento posterior para restaurar el
prestigio de la tribu.
Estudios para el
Domingo.
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