EL VIAJE DE EGIPTO A MOAB RECAPITULANDO:
NÚMEROS 33–36:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
Estos
capítulos tratan de la designación de la herencia de las tribus, mirando hacia
adelante al tiempo cuando la nación poseería Canaán. A las tribus se les asigna
porciones, a los levitas sus ciudades especiales y, lo más importante de todo,
se definen las ciudades de refugio. Consideraremos estas seis ciudades desde
tres puntos de vista. (Léanse otros hechos en Dt. 19 y Jos. 20.)
I.
El Significado Práctico:
La
nación no tenía fuerza policial y los ancianos de cada ciudad constituían una «corte»
para considerar crímenes capitales. Si una persona accidentalmente mataba a
otra, necesitaba algún tipo de protección; porque era legal que un pariente de
la persona muerta tratara de vengar la sangre del fallecido. Génesis 9:6
establece el principio de la pena capital, lo cual reafirmó Moisés en 21:12–14.
No obstante:
Nótese: en el
versículo Éxodo 13 la sugerencia de las ciudades de refugio. En otras palabras,
la vida de la persona que mataba a otra corría peligro, porque el «vengador de la
sangre» (el redentor) podía matarla antes de que el
homicida tuviera la oportunidad de demostrar su inocencia.
Números 35:16–23 aclara
que Dios considera el asesinato (con intención deliberada) y el homicidio (por accidente) dos cosas diferentes. En
la ley moderna seguimos esta distinción:
Ø El asesino tiene una intención deliberada de matar;
Ø Tiene un historial de
aborrecer a la víctima.
Pero quién mata a otro por accidente no tiene intención de asesinar. Merece el
derecho de explicar el caso y salvar su vida. Este fue el propósito de las
ciudades de refugio. El homicida tenía que huir a la más cercana de tales
ciudades, en donde los ancianos lo recibirán, oirían su caso y realizan un
juicio.
Si
decidían que era culpable de asesinato, lo entregarán a las autoridades competentes
para su ejecución (Dt. 19:11–13). Si era claro que la muerte fue accidental, a
la persona se le permitiría vivir en la ciudad bajo su protección y el vengador
de la sangre no podía tocarle. Más, sin embargo, si la persona salía de la
ciudad, podía matarle. Cuando el sumo sacerdote moría, la persona era libre
de regresar a su ciudad con seguridad.
Nótese: que el objetivo de
esta ley era evitar la contaminación de la tierra (Núm. 35:29–34). El asesinato contaminaría la tierra y los asesinos sin
condenar llevarían a la tierra a un pecado mayor. Esta ley proveía protección
al inocente y condenación al culpable. Era una ley justa. Es desafortunado que
nuestras leyes de hoy a menudo se apliquen erróneamente de modo que es fácil
para el culpable salir libre. No sorprende que nuestra nación está contaminada
con sangre y hay muy poco respeto para la ley y el orden.
II.
El Significado Típico:
Estas
seis ciudades de refugio son hermosos tipos de Cristo, a quien «hemos acudido para
asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros» (Heb. 6:18).
A. Designadas Por Dios.
Este
fue un acto de gracia, porque todos los hombres son pecadores y merecen morir.
Moisés no escogió las ciudades, porque la ley no puede salvar a nadie.
Aunque
eran ciudades sacerdotales, no era un sacerdote terrenal el que las seleccionó.
La designación y envío del Mesías vinieron del corazón amante de Dios. «De tal manera amó
Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito» (Jn. 3:16).
B. Anunciadas En La
Palabra.
Las
seis ciudades se nombran en Josué 20:7–8 y nunca se podían cambiar. Por la
autoridad de la Palabra de Dios, ¡el homicida podía entrar en una ciudad y nadie podía prohibirselo! Así con nuestra salvación: la Palabra nos la
promete y esto jamás puede cambiar.
Había
ciudades en Israel que eran más grandes y más prominentes, pero ninguna podía
dar refugio al pecador. Hay muchas «religiones» hoy, pero sólo un camino de salvación
según se anuncia en la Palabra de Dios:
la fe en
Jesucristo (Hch. 4:12).
C. Eran Accesibles Para Todos.
Si
usted consulta un mapa de la Tierra Santa, verá que las seis ciudades estaban
ubicadas de tal manera que ninguna tribu estaba demasiado lejos del lugar de
seguridad. En el lado oeste del Jordán estaban Cades en el norte, Siquem en el
área central y Hebrón en el sur. Al lado oriental del río (donde Rubén, Gad y Manasés decidieron
establecerse) estaban Golán al norte, Ramot en la sección central y
Beser en el sur. Estas ciudades eran accesibles.
Algunas
se ubicaban en montes para ser incluso más visibles. La tradición
nos dice que los sacerdotes se aseguraban de que los caminos que conducían a
estas seis ciudades estuvieran en buenas condiciones y que se erigieron señales
regulares para guiar al fugitivo.
Los
rabíes nos dicen que las puertas de estas ciudades nunca se cerraban. ¡Qué cuadro de
Cristo! ¡Sin duda el «camino a la ciudad» está
libre! Nadie nunca tiene que
preguntarse quién es el Salvador o cómo venir a Él, porque venimos a Él por fe.
Él nunca desprecia ni deja fuera al pecador (Jn. 6:37).
Hay
un punto de contraste entre las ciudades y Cristo: cuando el
homicida llegaba a la ciudad, se le admitía pero también se le juzgaba.
Con nosotros no hay juicio, ¡porque ya estamos condenados!
Véase
también Juan 3:18. Los ancianos de la ciudad admitían a alguien que era
inocente de asesinato, pero Cristo recibe a pecadores culpables. ¡Cuánta gracia!
D. Adecuadas Para Satisfacer
La Necesidad.
Siempre
que el homicida permaneciera en la ciudad, estaba seguro y sería libre cuando
el sumo sacerdote muriera. Esto no sugiere que podemos «dejar a Cristo» y perder nuestra
salvación, porque no construimos las doctrinas sobre tipos; más bien
interpretamos los tipos en base a las doctrinas.
El
verdadero cristiano nunca puede perecer, pero al no «permanecer en Cristo» abre la puerta
a los peligros espirituales y físicos. Nuestro Sumo Sacerdote jamás morirá y porque
Él vive nosotros también vivimos.
Para
ver cuán adecuado es Jesucristo para satisfacer todas nuestras necesidades,
considérese el nombre de las ciudades. Cades significa «justicia» y esta es nuestra primera
necesidad. Cuando venimos a Cristo Él nos da su justicia y perdona nuestros
pecados (2 Cor. 5:21; Col. 2:13). Siquem significa «hombro» y sugiere que hallamos en
Cristo un lugar de reposo, un amigo en quien podemos echar nuestras cargas.
«¿Podré sostenerme?», es la pregunta
que siempre hace el nuevo creyente. La respuesta
es: «¡Él te sostendrá!» Hebrón significa «comunión»,
sugiriendo nuestra comunión con Dios en Cristo y también nuestra comunión con
otros creyentes.
Beser
significa «fortaleza»,
sugiriendo la protección y victoria que tenemos en Cristo. El lugar más seguro
en el mundo está en la voluntad de Dios. Ramot significa «alturas» y nos recuerda que los
creyentes están sentados «en los lugares celestiales con Cristo Jesús» (Ef.
2:4–10).
El
pecado siempre aplasta a la persona, pero Cristo nos levanta; ¡y un día seremos
arrebatados en las nubes para recibir al Señor en el aire! Por
último, Golán significa «círculo» o «completo» y sugiere que en Cristo estamos
completos (Col. 2:9–10). Algunos dicen que significa «felicidad» y sin duda el cristiano
es una persona feliz, a pesar de las pruebas y problemas de la vida.
Nótese: que al homicida
se le dice que huya a la ciudad. ¡Tal persona no
puede darse el lujo de esperar! Tampoco los
pecadores perdidos pueden darse el lujo de dilatar su huida al único refugio:
Jesucristo.
III.
El Significado Dispensacional:
Hay
algunos eruditos que ven en estas ciudades un cuadro de Israel y su rechazo de
Cristo. Israel mató a Jesucristo en ignorancia y ceguera (Hch. 3:14–17; 1 Cor.
2:8). Jesús oró: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen»
(Lc. 23:34).
Esto
significa que a Israel se le trata como a un homicida y no como a un asesino
alevoso, y que hay perdón y seguridad para Israel. Sin embargo, Israel está
ahora «en el
exilio» como lo estaba el homicida en la ciudad de refugio. En otras
palabras, Dios protege a Israel y un día la hará salir adelante en perdón y
bendición cuando vea a su Mesías (Zc. 12:10–13:1).
Estas
mismas ideas se aplicarían a Pablo, quien fue culpable de matar a otros (véase
1 Tim. 1:12–16). Él es un «modelo» para los judíos que serán salvos en el
futuro, porque verán a Cristo en gloria así como Pablo lo vio (Hch. 9).
Clase Para
Domingo.
Lea Su
Biblia, Lea Su
Biblia, Lea Su Biblia.
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