MUERTE:
(Hebreos 9:27-28)
“Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y
después de esto el juicio,… así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los
pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado,
para salvar a los que le esperan”.
(Heb 9:27-28)
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
Estudio Pastoral:
Desde cierto punto de vista la muerte resulta algo
muy natural: “Está establecido para los hombres que
mueran una sola vez” (Heb. 9:27). Puede
ser aceptada sin rebeldía:
· “Vamos también nosotros,
para que muramos con él” (Jn. 11:16).
· Desde otro punto de vista resulta algo
sumamente antinatural. Es la paga del pecado
(Romanos 6:23), y en ese sentido debe ser temido.
Ambas perspectivas aparecen en la
Biblia, y ninguna de las dos debe ser pasada por alto. La muerte es una
necesidad biológica, pero los hombres no mueren en la forma sencilla en que lo
hacen los animales.
NOTA: Hebreos 9:27.
Está establecido—Griego, “está
guardado” (reservado, como nuestra suerte
señalada), Col.1:5. El vocablo “establecido” (así “seth”
en el hebreo) en el caso del hombre, corresponde a “ungido” en el caso de Jesús; por tanto, “el Cristo”, es decir, el ungido, es
el título que en el v. 28 le es dado
a propósito.
Él es el hombre representativo; hay una estricta
correspondencia entre la historia del hombre y la del Hijo del hombre. Los dos
hechos más solemnes de nuestra existencia están aquí relacionados con las dos
verdades más preciosas de. Nuestra dispensación:
·
nuestra muerte, y
·
juicio.
Ayuda Hermenéutica:
H4194 מָוֶת = mávet: de H4191; muerte
(nat. o violenta); concr. muerto (s), su lugar o estado (hades); fig.
Pestilencia, ruina:- de muerte, morir, mortal, muerte, muerto. (Strong)
G599 ἀποθνήσκω = apodsnésko: de G575
y G2348; morir (literalmente o figurativamente):- matar, moribundo, morir, mortal, muerto,
perecer. (Strong)
G2920 κρίσις = krísis: decisión
(subjetivamente u objetivamente, pro o en contra); por extensión tribunal; por
implicación justicia (específicamente ley divina):- juicio, justicia, condenación. (Strong).
Que corresponden en el paralelismo a la primera venida de
Cristo para salvarnos, y su segunda venida para consumar nuestra salvación:
v Mueran
una vez—y no más.
v Después
el juicio—a saber, a la aparición de Cristo, a la que corresponde
en el 9:28 esta palabra “juicio”.
No reza: “y después la gloria celestial”. El estado intermedio es de expectativa gozosa, o si no,
una horrenda esperanza de “juicio”; después del juicio viene el pleno y
final estado de gozo, o de miseria.
I. Muerte Física:
La
muerte parece ser necesaria para cuerpos como los nuestros. El deterioro
físico y la eventual disolución final son inevitables.
No obstante, la Biblia habla de la
muerte como consecuencia del pecado. Dios le dijo a Adán: “El día que de él comieres, ciertamente
morirás” (Gn. 2:17).
Pablo nos dice que “el pecado entró en el mundo por un hombre, y
por el pecado la muerte” (Rom. 5:12), y también que “la paga del pecado
es la muerte” (Rom. 6:23). Pero cuando examinamos más detenidamente
el asunto, vemos que Adán no murió físicamente el mismo día en que desobedeció
a Dios.
En Rom. 5 y 6 Pablo contrasta la muerte
que sobrevino a consecuencia del pecado de Adán con la vida que Cristo ha traído
a los hombres:
v Ahora bien, la posesión de la vida eterna
no anula la muerte
física.
v Está en contraposición a un estado
espiritual y no a un acontecimiento físico.
v Lo que se infiere de todo esto es que la muerte que es consecuencia del pecado va
más allá de la muerte
del cuerpo.
Pero a este pensamiento debemos agregar
el otro de que los pasajes de las Escrituras que vinculan al pecado y la muerte
no modifican el concepto de la muerte. Dichos pasajes no nos revelan otra cosa
que no sea el significado usual de la palabra. Quizá debamos entender que la
mortalidad es el resultado del pecado de Adán, y que el castigo incluye tanto
el aspecto físico como el espiritual.
Pero no sabemos lo suficiente acerca de
la condición de Adán antes de la caída como para hablar de ella. Si su cuerpo
era semejante al nuestro, sería mortal; de lo contrario, no tenemos forma de
saber cómo era, ni si era o no mortal.
Parecería mejor considerar que la muerte
es algo que comprende al hombre completo. El hombre no muere como cuerpo sino
que muere como hombre, con la totalidad de su ser. Muere como ser espiritual y
físico.
Y la Biblia no hace una distinción neta
entre los dos aspectos. Por lo tanto, la muerte física constituye tanto símbolo
como expresión adecuados de aquella muerte más profunda que es consecuencia
inevitable del pecado, con la que forma una sola unidad.
II. Muerte Espiritual:
Esta muerte es un castigo divino. Ya hemos
observado que Rom. 6:23 describe a la muerte como “la paga” del pecado, es decir la
recompensa que merece el pecado.
Ayuda
Hermenéutica:
G3800 ὀψώνιον = opsónion: neutro de un
derivado presunto de lo mismo que G3795; raciones para un soldado,
i.e. (por extensión) su estipendio o paga:-
paga, salario, expensas. (Strong).
Pablo puede hablar de ciertos pecadores
que conocen “el
juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte” (Rom.
1:32). Es el pensamiento del juicio de Dios lo que está a la base de la referencia
que hace Juan al “pecado de muerte” (1 Jn. 5:16). Esta constituye
una verdad muy importante, pues nos permite apreciar cuán grande es el horror
de la muerte. A la vez, paradójicamente, nos proporciona esperanza.
El hombre no ha quedado atrapado en una
red tejida por la ciega fatalidad, de tal suerte que, habiendo una vez cometido
pecado, no hay nada que se pueda hacer para remediarlo. Dios está por encima de
todas las cosas, y si bien ha decretado que la muerte es la paga del pecado,
también ha resuelto dar vida eterna a los pecadores.
El Nuevo Testamento a veces destaca las
serias consecuencias del pecado haciendo referencia a la “segunda
muerte” (Jud. 12; Ap. 2:11, etc.). Esta es una expresión rabínica
que significa perdición eterna.
Debe entenderse en el mismo sentido que
los pasajes en los que el Señor habla del “fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles” (Mt.
25:41), “el
castigo eterno” (en contraposición a la
“vida eterna”, Mt. 25:46), y otros pasajes
similares.
El estado final del hombre impenitente
se describe de varias maneras, tales como muerte, castigo, perdición, etc.
Obviamente no sería prudente equipararla con ninguno de ellos. Pero es
igualmente obvio que, según describe la Biblia, se trata de un estado que debe
mirarse con horror.
A veces se objeta que esto no condice
con la descripción de Dios como un Dios de amor. En este sentido, hay aquí un
profundo misterio, pero al menos se puede decir que la objeción, en la forma en
que se la presenta habitualmente, pierde de vista el hecho de que la muerte es
un estado a la vez que un hecho. “El ocuparse de la carne es muerte”, escribe Pablo
(Rom. 8:6).
No dice que el ocuparse de la carne ha
de producir la muerte; dice que es muerte, y agrega que “la mente carnal es enemistad contra Dios,
porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede”. La misma
verdad se expresa de una manera distinta cuando Juan dice: “El que no ama permanece en muerte”
(1 Jn. 3:14).
Cuando entendemos la verdad de que la
muerte es un estado, nos damos cuenta de la imposibilidad de que el impenitente
se salve, pues para esa persona la salvación sería una contradicción. Para ser
salvo, el hombre debe pasar de muerte a vida (Jn. 5:24).
III. Victoria Sobre La Muerte:
Un aspecto interesante de la enseñanza
neotestamentaria sobre el tema de la muerte es que se pone el acento en la
vida. Si consultamos una concordancia notaremos que en casi todas partes se
utiliza el vocablo nekros = (‘muerto’) para describir la resurrección de los
muertos o cosas parecidas.
En las Escrituras se enfrenta a la
muerte como se enfrenta toda la realidad, pero el interés principal gira en
torno a la vida, y la muerte se trata en forma más o menos incidental, como aquello
de lo cual se salva a los hombres. Cristo adoptó nuestra naturaleza “para destruir por
medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo”
(Heb. 2:14).
NOTA: Heb.2:14-15: Jesucristo tenía
que ser humano ("carne y sangre") para que pudiera morir y
resucitar a fin de destruir el poder del diablo sobre la muerte (Rom.6:5-11).
Solo entonces Cristo podría librar a quienes tenían un constante temor por la
muerte a fin de que vivieran para El. Cuando somos de Dios, no tenemos por qué
temer a la muerte, porque sabemos que esa es la única puerta de entrada a la
vida eterna (1 Corintios 15).
La muerte y
resurrección de Cristo nos libra del temor a la muerte porque esta ha sido
derrotada. Toda persona morirá; pero la muerte no es el destino final, sino la
puerta de entrada a una nueva vida. Todos los que temen la muerte deben tener
la oportunidad de conocer la esperanza que nos brinda la victoria de Cristo.
¿Cómo puede anunciar esa verdad a los que están cerca de usted?
El poder del diablo siempre se considera
como sujeto al dominio de Dios (Job 2:6; Lc. 12:5, etc.). De ningún modo tiene
a la muerte sujeta a su arbitrio en forma absoluta, aunque esta, que es la
negación de la vida, es su esfera natural. Cristo vino para poner fin a la muerte.
“Y Jehová
dijo a Satanás: He aquí, él está en tu mano; mas
guarda su vida”. (Job 2:6)
NOTA: Una vez más Satanás tuvo que
buscar el permiso de Dios para causar sufrimiento a Job. Dios limita a Satanás,
y en este caso, no le permitió destruirlo.
(Job 2:6)
Como indica el pasaje de Hebreos, fue
por medio de la muerte que derrotó a Satanás. Fue por medio de la muerte que
quitó nuestro pecado. “Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas”
(Rom. 6:10). Aparte de Cristo, la muerte es el enemigo supremo, el símbolo
de nuestra separación de Dios, el horror definitivo.
Pero Cristo se ha valido de la muerte
para librar a los hombres de ella. Murió a fin de que los hombres pudieran
vivir. Llama la atención el hecho de que el Nuevo Testamento pueda decir que
los creyentes “duermen”
en lugar de decir que “mueren” (por ejemplo 1 Ts. 4:14). Jesús cargó con
todo el horror de la muerte, por cuyo motivo para los que están “en Cristo”
la muerte ha sido transformada de tal forma que no es más que un sueño.
Hasta dónde alcanza la victoria que
Cristo ganó sobre la muerte lo indica su resurrección. “Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya
no muere; la muerte no se enseñorea más de él” (Rom. 6:9).
NOTA: Rom.6: 9-11. Cristo, habiendo resucitado de
entre los muertos, ya no muere: la muerte no se enseñoreará más de él—Aunque la
muerte de Cristo fue en el sentido más absoluto un acto voluntario (Jn.10:17;
10:19; Hech.2:24), dicha entrega voluntaria dio a la muerte tal “dominio (legítimo) sobre él”
que disuelve su dominio sobre nosotros. Pero una vez pasado esto, “ya no tiene la
muerte—ni aquel sentido—dominio sobre él”. Porque el haber muerto, al
pecado [esto
es, en obediencia a la reclamación del pecado] murió una vez [por todas];
mas el vivir, a Dios [en obediencia a Dios] vive—Nunca hubo época alguna, en efecto, cuando
Cristo no “viviese para Dios”.
Pero en los días
de su carne vivió bajo la carga continua del pecado “puesta en él” (Is.53:6; 2 Cor.5:21);
mientras que, como ya ha “quitado el pecado por el sacrificio de sí mismo”, “vive para Dios”, el Fiador absuelto y
aceptado, que no puede ser desafiado ni puesto en duda por los reclamos del
pecado.
Así también vosotros [como lo hizo
vuestro Señor mismo] pensad que de cierto estáis muertos al pecado,
más vivos a Dios en Cristo Jesús—(Las palabras finales “Señor nuestro”, faltan en los manuscritos mejores)—Nótese:
(1) “La doctrina antinomianista no es tan sólo un error sino una falsedad y una calumnia”. Que “perseverásemos
en el pecado, para que la gracia creciese”, no sólo nunca ha sido el sentimiento
deliberado del verdadero creyente en la doctrina de la gracia, sino que es
aborrecible a toda mente cristiana, como abuso monstruoso de la más gloriosa de
todas las verdades (v. 1).
(2) Así como la muerte de Cristo no solamente expía la
culpa, sino que también ocasiona la muerte del pecado mismo en todos los que
están vitalmente unidos a él, así la resurrección de Cristo efectúa la
resurrección de los creyentes, no sólo para la aceptación de parte de Dios,
sino también a una novedad de vida (vv. 2-11).
(3) A la luz de
estas dos verdades, examínense todos los que proclaman el nombre de Cristo,
“si son de la fe”.
La Resurrección es el gran
acontecimiento triunfal, y la gran nota de victoria en todo el Nuevo Testamento
tiene su origen allí. Cristo es el:
v “Autor de la vida” (Hch. 3:15),
v “Señor así de los muertos
como de los que viven” (Rom. 14:9),
v “el Verbo de vida” (1 Jn. 1:1).
Su victoria sobre la muerte es completa,
y esa victoria está a disposición de su pueblo. La destrucción de la muerte es
cosa segura (1 Cor. 15:26, 54ss; Ap. 21:4). La segunda muerte no tiene ninguna
potestad sobre el creyente (Ap. 2:11; 20:6).
De acuerdo con este concepto, el Nuevo
Testamento entiende la vida eterna no como la inmortalidad del alma, sino en
función de la resurrección del cuerpo. No hay forma más gráfica de ilustrar el carácter
definitivo y completo de la derrota de la muerte.
No
solamente existe un futuro glorioso, sino que hay un presente glorioso. El creyente ya
ha pasado de muerte a vida (Jn. 5:24; 1 Jn. 3:14). Está “libre de la ley del pecado y de la muerte”
(Rom. 8:2). La muerte no lo puede separar de Dios (Rom. 8:38s). Jesús dijo: “El que guarda mi
palabra, nunca verá muerte” (Jn. 8:51).
Tales palabras no niegan la realidad de
la muerte biológica; más bien nos encaminan hacia la verdad de que la muerte de
Jesús significa que el creyente ha salido completamente de aquel estado que es
la muerte.
Ha sido introducido en un nuevo estado,
que ha sido muy aptamente caracterizado como la vida. En su momento atravesará
la puerta que llamamos la muerte, pero el aguijón ha sido extraído. La muerte
de Jesús representa la victoria sobre la muerte para sus seguidores.
Concluye:
La muerte significa el fin de la vida
humana en la tierra (Gn.3:19). El ponderarlo puede causar un sentimiento de
separación de Dios (por ejem., Salmo 6:5; 30:9; 88:5), pero al encarar la
muerte se reconoce que hay que tener confianza total en el Señor
La muerte también es la ausencia de una
comunión espiritual con Dios
La muerte es el resultado del pecado
(Rom.5:12*; 6:23) y del diablo; en esta época en esta tierra caída, él tiene
poder sobre la muerte hasta que Cristo se lo quite (Heb.2:15). Se enfatiza
mucho la muerte de Jesús por los pecados del mundo porque es su victoria sobre
la muerte en la resurrección corporal.
Aquellos que no están inscritos en el libro
de la vida del Cordero (Ap.20:15) experimentan la segunda muerte (Ap.20:6;
20:14; 21:8), lo que significa la separación eterna de Dios y de su pueblo
redimido.
*“Por tanto,
como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos
los hombres, por cuanto todos pecaron”.
___________
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Canónigo de la catedral de San Pablo, Melbourne, Australia.
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Nuevo Diccionario Bíblico Certeza.
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Biblia de Estudio RYRIE.
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Pastor: Carlos Ramírez Jiménez. 04//01//2019. Dirección:
Puyango-Ciudadela de Noé. Los Cardos Mz.E-Lt.18. III Etapa. Tumbes. Consultas: Cel.942-562691 de 9 am.—5 pm.
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