EL MANDAMIENTO A DESTRUIR A SUS
ENEMIGOS:
DEUTERONOMIO 7–11:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
Después de recordar
al pueblo los hechos del pasado (caps. 1–6), Moisés advierte ahora de los
peligros del futuro. Por siglos Israel fue una nación esclava y por cuarenta
años fue un pueblo peregrino.
Ahora
iba a establecerse en su tierra, de modo que necesitaban percatarse de los
peligros venideros con este nuevo medio. Nótense al menos cinco peligros que el
pueblo tenía que reconocer y evitar.
I.
Compromiso Con El Enemigo (Deuteronomio
7:1–16):
El
propósito de Dios era expulsar a las naciones paganas y establecer a Israel en
Canaán. Pero tenía que advertir a Israel que destruyera por completo a estas
naciones y que de ninguna manera se comprometa con ellas. Había una razón
doble para esta destrucción completa:
(1) Las naciones eran impías y estaban listas para el juicio
(Gn. 15:16; comp. Dt. 9:4–5); y
(2) Si se las dejaba en la tierra, conduciría a
Israel al pecado.
La
gente que no comprende el juicio de Dios o lo terrible del pecado, arguyen que
Dios era «perverso»
al destruir estas naciones. Si comprendieran la perversidad de estas religiones
paganas y cómo estas naciones resistieron a Dios, tales críticos estarían más
bien agradecidos de que Israel las destruyera. Un Israel contaminado nunca
podría dar al mundo la Palabra y el Hijo de Dios.
El Argumento De
Moisés En Este Pasaje Es Simple:
· Israel es la nación especial
de Dios,
· Un pueblo escogido,
· Separado de las demás
naciones. (Esto les cuesta a muchos dictadores y naciones aceptar lo que
es Israel para Dios, el Dios de Abraham, hoy
en el mundo).
Dios los escogió porque los amó, y
demostró su amor al sacarlos de Egipto y cuidar de ellos fielmente en el
desierto:
v Este principio de separación
corre a través de toda la Biblia;
v Dios separó la luz de las
tinieblas (Gn. 1:4) y las aguas que estaban debajo de la expansión, de las
que estaban sobre esta (Gn. 1:7).
v Ordenó que Israel se separara de las otras naciones (Éx. 23:20–23; 34:11–16).
v Ordenó que la Iglesia se
separe del mundo (2 Cor.
6:14–7:1; véase Ap. 18:4). Cuando Dios llamó a
Abraham para fundar la nación judía, lo separó de sus alrededores paganos.
v Dios promete bendecir
cuando su pueblo se separa del pecado
(Dt. 7:12–16).
Vivimos
en un día cuando la Iglesia y el mundo están tan entremezclados que es difícil
saber quién pertenece realmente a Cristo. Hemos sido llamados fuera del mundo
para ser un testimonio al mundo (Jn. 15:16–27). Los cristianos mundanos
estorban la obra de Dios.
II. Temor Del Enemigo (Deuteronomio 7:17–26):
Por
lo general, el temor conduce al compromiso; nos «rendimos» para protegernos. Moisés
le advierte al pueblo que no tema al enemigo porque Dios estará con Israel para
darles la victoria. ¿No los había libertado de Egipto y de los reyes en el
desierto? Entonces, ¡les daría la victoria en Canaán! La victoria sería en etapas (v. 23; Jue. 2:20–23),
de modo que pudieran poseer la tierra con seguridad.
Dios
haría la liberación, pero ellos tenían que ejecutar la destrucción (vv. 23–26):
§ Eliminar a los reyes paganos,
§ Los ídolos y los altares.
Todo
lo que quedara sería tropiezo para ellos y los conduciría al pecado. Lea 2
Corintios 7:1 y Romanos 13:14.
III.
Prosperidad y Satisfacción Propia (Deuteronomio
8):
¡Las «artimañas» del diablo son
más peligrosas que sus ejércitos! En esta sección Moisés advierte a
su pueblo acerca de los peligros de la prosperidad. Se olvidaron de los
cuarenta años del cuidado de Dios, cuando Él les proveía de alimentos y de
abundante ropa. Incluso, se olvidaron de la mano castigadora de Dios cuando
pecaban.
Y
este olvido los llevaría a pecar: en su prosperidad y bendición en la «tierra que fluye
leche y miel», llegarían a sentirse satisfechos en sí mismos y
pensarían que su fuerza logró todas esas cosas.
¿No está ese pecado con nosotros hoy? A menudo
cuando los tiempos son duros y tenemos que depender de Dios para nuestras
necesidades diarias, nos acordarnos de Él y le obedecemos.
Pero
cuando «las
cosas marchan bien» y tenemos más de lo que necesitamos, nos
volvemos autosuficientes y nos olvidamos de Dios. «Él te da el poder para hacer las riquezas»
(v. 18) es una afirmación que todos
necesitamos recordar. Algunas veces Dios nos castiga para recordarnos quién
está en control de la riqueza de este mundo.
IV.
Orgullo (Deuteronomio 9:1–10:11):
Después
de conquistar las naciones paganas en Canaán, Israel se vería tentado a
enorgullecerse pensando que fue debido a su justicia que Dios les dio la
victoria. Moisés les recuerda que sus victorias serían todas debido a la gracia
de Dios.
Para
empezar, Dios les daría la tierra para cumplir sus promesas a sus padres (Gn.
15), promesas que hizo debido a su gracia. Los judíos no merecían la tierra. Se
les dio porque Dios los amaba. Aún más, arrojaría a las naciones paganas debido
a los pecados de esas naciones, no por la bondad de Israel.
Moisés
les recuerda a los judíos que toda su historia había sido de rebelión, ¡no de justicia!
Provocaron a Dios en el desierto; hicieron un ídolo en el monte Sinaí; se
rebelaron en incredulidad en Cades-barnea. Si no hubiera sido por la
intercesión de Moisés, la nación entera hubiera sido destruida.
La
aplicación es cierta para los cristianos hoy. ¡No nos atrevemos a olvidarnos de la gracia de
Dios! Somos salvos por gracia (Ef. 2:8– 10) y cualquier obra que
hagamos para Él es por gracia (1 Cor. 15:10; Rom. 12:6). Si tenemos bendiciones
materiales y espirituales, es debido a su gracia y no a nuestra bondad.
Tales
bendiciones deben hacernos humildes, no hacernos orgullosos, y debemos querer
usar lo que tenemos para su gloria al ganar almas. Así como Moisés intercedió
por la nación y la salvó, Cristo murió por nosotros y vive para siempre para
interceder por nosotros.
Por
Él tenemos tan grandes bendiciones hoy. Tal vez la
peor clase de orgullo es el «espiritual», tal como el que vemos en los
fariseos. Si las personas son espirituales, no pueden ser orgullosas. Jactarse
de dones espirituales o gracia es invitar a la mano castigadora de Dios.
V.
Desobediencia Deliberada (Deuteronomio
10:12–11:32):
Esta
sección es la apelación final de Moisés antes de empezar a repasar y aplicar
las leyes que gobernarían sus vidas en la tierra prometida (12:1ss). «Voy a darles
muchas leyes», dice Moisés, «pero el Señor en realidad pide de ti sólo esto: que le temas,
le ames y le sirvas, y Él te bendecirá» (v. 12). La circuncisión era
la señal del pacto (Gn. 17), pero este rito se ignoró durante los peregrinajes
de Israel (Jos. 5).
Sin
embargo, lo importante no era la circuncisión física; era la circuncisión
espiritual: el sometimiento de los corazones a Dios (v. 16).
En
el capítulo 11 Moisés aclara que la cuestión real es el corazón: si en verdad amaban a Dios, obedecieron su Palabra
(Jn. 14:21).
Sí,
debían temer a Dios, habían visto sus milagros y juicios; pero este temor debía
ser un amor reverente por el Dios que los escogió por sobre todas las otras
naciones. Dios no podía bendecirlos si rehusaban obedecer su Palabra.
Algunos de los judíos tal vez decían: «Una vez que
entremos en la tierra, podemos vivir como nos plazca y todavía disfrutar de su
abundancia». No es así, porque la tierra prometida no es como
Egipto (vv. 10–17). En Egipto la gente dependía del sucio río Nilo para irrigar sus sembrados, pero en Canaán
las lluvias vendrán del cielo dos veces al año para darle al pueblo las
cosechas que necesitaban.
La productividad de la tierra prometida
dependía de la lluvia del cielo, así como nosotros hoy dependemos de las «lluvias de
bendición» si nuestras
vidas han de ser fructíferas para Dios. Si Israel desobedeció, Dios no enviaría
la lluvia, suceso que se repitió varias veces en la historia de la nación.
El tiempo de
decisión había llegado (vv. 26–32). Tenía que escoger entre una
bendición y una maldición.
v Este principio básico nunca ha
cambiado:
§ Si obedecemos la Palabra de
Dios de todo corazón, Él nos bendecirá a nosotros y nuestro trabajo;
§ Pero si le desobedecemos,
Él enviará una maldición y nos castigará.
§ La obediencia es la clave
de la felicidad.
Clase Para
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Lea Su
Biblia, Lea Su
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