lunes, 18 de febrero de 2019

EL MANDAMIENTO A DESTRUIR A SUS ENEMIGOS: DEUTERONOMIO 7–11:


EL MANDAMIENTO A DESTRUIR A SUS ENEMIGOS:
DEUTERONOMIO 7–11:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
Después de recordar al pueblo los hechos del pasado (caps. 1–6), Moisés advierte ahora de los peligros del futuro. Por siglos Israel fue una nación esclava y por cuarenta años fue un pueblo peregrino.
Ahora iba a establecerse en su tierra, de modo que necesitaban percatarse de los peligros venideros con este nuevo medio. Nótense al menos cinco peligros que el pueblo tenía que reconocer y evitar.

I.       Compromiso Con El Enemigo (Deuteronomio 7:1–16):
El propósito de Dios era expulsar a las naciones paganas y establecer a Israel en Canaán. Pero tenía que advertir a Israel que destruyera por completo a estas naciones y que de ninguna manera se comprometa con ellas. Había una razón doble para esta destrucción completa:
(1)   Las naciones eran impías y estaban listas para el juicio (Gn. 15:16; comp. Dt. 9:4–5); y
(2)    Si se las dejaba en la tierra, conduciría a Israel al pecado.

La gente que no comprende el juicio de Dios o lo terrible del pecado, arguyen que Dios era «perverso» al destruir estas naciones. Si comprendieran la perversidad de estas religiones paganas y cómo estas naciones resistieron a Dios, tales críticos estarían más bien agradecidos de que Israel las destruyera. Un Israel contaminado nunca podría dar al mundo la Palabra y el Hijo de Dios.

El Argumento De Moisés En Este Pasaje Es Simple:
·      Israel es la nación especial de Dios,
·      Un pueblo escogido,
·  Separado de las demás naciones. (Esto les cuesta a muchos dictadores y naciones aceptar lo que es Israel para Dios, el Dios de Abraham, hoy en el mundo).

Dios los escogió porque los amó, y demostró su amor al sacarlos de Egipto y cuidar de ellos fielmente en el desierto:
v Este principio de separación corre a través de toda la Biblia;
v Dios separó la luz de las tinieblas (Gn. 1:4) y las aguas que estaban debajo de la expansión, de las que estaban sobre esta (Gn. 1:7).
v Ordenó que Israel se separara de las otras naciones (Éx. 23:20–23; 34:11–16).
v Ordenó que la Iglesia se separe del mundo (2 Cor. 6:14–7:1; véase Ap. 18:4). Cuando Dios llamó a Abraham para fundar la nación judía, lo separó de sus alrededores paganos.
v Dios promete bendecir cuando su pueblo se separa del pecado (Dt. 7:12–16).
Vivimos en un día cuando la Iglesia y el mundo están tan entremezclados que es difícil saber quién pertenece realmente a Cristo. Hemos sido llamados fuera del mundo para ser un testimonio al mundo (Jn. 15:16–27). Los cristianos mundanos estorban la obra de Dios.

II.      Temor Del Enemigo (Deuteronomio 7:17–26):
Por lo general, el temor conduce al compromiso; nos «rendimos» para protegernos. Moisés le advierte al pueblo que no tema al enemigo porque Dios estará con Israel para darles la victoria. ¿No los había libertado de Egipto y de los reyes en el desierto? Entonces, ¡les daría la victoria en Canaán!  La victoria sería en etapas (v. 23; Jue. 2:20–23), de modo que pudieran poseer la tierra con seguridad.
Dios haría la liberación, pero ellos tenían que ejecutar la destrucción (vv. 23–26):
§  Eliminar a los reyes paganos,
§  Los ídolos y los altares.
Todo lo que quedara sería tropiezo para ellos y los conduciría al pecado. Lea 2 Corintios 7:1 y Romanos 13:14.

III.    Prosperidad y Satisfacción Propia (Deuteronomio 8):
¡Las «artimañas» del diablo son más peligrosas que sus ejércitos! En esta sección Moisés advierte a su pueblo acerca de los peligros de la prosperidad. Se olvidaron de los cuarenta años del cuidado de Dios, cuando Él les proveía de alimentos y de abundante ropa. Incluso, se olvidaron de la mano castigadora de Dios cuando pecaban.
Y este olvido los llevaría a pecar: en su prosperidad y bendición en la «tierra que fluye leche y miel», llegarían a sentirse satisfechos en sí mismos y pensarían que su fuerza logró todas esas cosas.
¿No está ese pecado con nosotros hoy? A menudo cuando los tiempos son duros y tenemos que depender de Dios para nuestras necesidades diarias, nos acordarnos de Él y le obedecemos.
Pero cuando «las cosas marchan bien» y tenemos más de lo que necesitamos, nos volvemos autosuficientes y nos olvidamos de Dios. «Él te da el poder para hacer las riquezas» (v. 18) es una afirmación que todos necesitamos recordar. Algunas veces Dios nos castiga para recordarnos quién está en control de la riqueza de este mundo.

IV.    Orgullo (Deuteronomio 9:1–10:11):
Después de conquistar las naciones paganas en Canaán, Israel se vería tentado a enorgullecerse pensando que fue debido a su justicia que Dios les dio la victoria. Moisés les recuerda que sus victorias serían todas debido a la gracia de Dios.
Para empezar, Dios les daría la tierra para cumplir sus promesas a sus padres (Gn. 15), promesas que hizo debido a su gracia. Los judíos no merecían la tierra. Se les dio porque Dios los amaba. Aún más, arrojaría a las naciones paganas debido a los pecados de esas naciones, no por la bondad de Israel.
Moisés les recuerda a los judíos que toda su historia había sido de rebelión, ¡no de justicia! Provocaron a Dios en el desierto; hicieron un ídolo en el monte Sinaí; se rebelaron en incredulidad en Cades-barnea. Si no hubiera sido por la intercesión de Moisés, la nación entera hubiera sido destruida.
La aplicación es cierta para los cristianos hoy. ¡No nos atrevemos a olvidarnos de la gracia de Dios! Somos salvos por gracia (Ef. 2:8– 10) y cualquier obra que hagamos para Él es por gracia (1 Cor. 15:10; Rom. 12:6). Si tenemos bendiciones materiales y espirituales, es debido a su gracia y no a nuestra bondad.
Tales bendiciones deben hacernos humildes, no hacernos orgullosos, y debemos querer usar lo que tenemos para su gloria al ganar almas. Así como Moisés intercedió por la nación y la salvó, Cristo murió por nosotros y vive para siempre para interceder por nosotros.
Por Él tenemos tan grandes bendiciones hoy. Tal vez la peor clase de orgullo es el «espiritual», tal como el que vemos en los fariseos. Si las personas son espirituales, no pueden ser orgullosas. Jactarse de dones espirituales o gracia es invitar a la mano castigadora de Dios.

V.      Desobediencia Deliberada (Deuteronomio 10:12–11:32):
Esta sección es la apelación final de Moisés antes de empezar a repasar y aplicar las leyes que gobernarían sus vidas en la tierra prometida (12:1ss). «Voy a darles muchas leyes», dice Moisés, «pero el Señor en realidad pide de ti sólo esto: que le temas, le ames y le sirvas, y Él te bendecirá» (v. 12). La circuncisión era la señal del pacto (Gn. 17), pero este rito se ignoró durante los peregrinajes de Israel (Jos. 5).
Sin embargo, lo importante no era la circuncisión física; era la circuncisión espiritual: el sometimiento de los corazones a Dios (v. 16).
En el capítulo 11 Moisés aclara que la cuestión real es el corazón: si en verdad amaban a Dios, obedecieron su Palabra (Jn. 14:21).
Sí, debían temer a Dios, habían visto sus milagros y juicios; pero este temor debía ser un amor reverente por el Dios que los escogió por sobre todas las otras naciones. Dios no podía bendecirlos si rehusaban obedecer su Palabra.

Algunos de los judíos tal vez decían: «Una vez que entremos en la tierra, podemos vivir como nos plazca y todavía disfrutar de su abundancia». No es así, porque la tierra prometida no es como Egipto (vv. 10–17). En Egipto la gente dependía del sucio río Nilo para irrigar sus sembrados, pero en Canaán las lluvias vendrán del cielo dos veces al año para darle al pueblo las cosechas que necesitaban.
La productividad de la tierra prometida dependía de la lluvia del cielo, así como nosotros hoy dependemos de las «lluvias de bendición» si nuestras vidas han de ser fructíferas para Dios. Si Israel desobedeció, Dios no enviaría la lluvia, suceso que se repitió varias veces en la historia de la nación.

El tiempo de decisión había llegado (vv. 26–32). Tenía que escoger entre una bendición y una maldición.
v Este principio básico nunca ha cambiado:
§  Si obedecemos la Palabra de Dios de todo corazón, Él nos bendecirá a nosotros y nuestro trabajo;
§  Pero si le desobedecemos, Él enviará una maldición y nos castigará.
§  La obediencia es la clave de la felicidad.


Clase Para Domingo.

Lea Su Biblia, Lea Su Biblia, Lea Su Biblia.


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