LA ENTRADA A CANAÁN:
JOSUÉ 3–5:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
I. El Milagro Del Cruce (Josué 3):
A.
El Pueblo Santificado
(vv. 1–5).
Como
nuestro Josué del NT., (Mr. 1:35), Josué se levantó muy de mañana para meditar
en la Palabra (1:8; 3:1) y prepararse para las obligaciones diarias. No se le
dijo a Josué que inventara un método para cruzar el desbordado Jordán, porque
Dios le dio todas las instrucciones necesarias. La palabra clave en este
capítulo es arca, que se usa diez veces.
Por
supuesto, el arca simbolizaba la presencia de Dios. El arca
marchaba delante del pueblo para guiarlos y debía permanecer en la mitad del
río hasta que toda la nación hubiera pasado. Cristo siempre va delante de su
pueblo para abrir el camino, pero la gente debe santificarse (véase 2 Cor. 7:1)
y estar lista para la dirección de Dios. Dios iba a guiar a los judíos de una
nueva manera (v. 4) y estos debían estar listos.
B.
Josué Magnificado (vv. 6–8).
Por
supuesto, toda la gloria se debe a Dios, pero Él ve apropiado magnificar a sus
siervos para que su pueblo pueda honrarlos (1 Cron. 29:25; 2 Crón. 1:1; véase
Jos. 4:4).
Fue
Josué el que ordenó a los sacerdotes y les dio instrucciones a los líderes para
el pueblo. El pueblo de Dios debe magnificar a Cristo (Filp. 1:20–21), pero
Dios también se deleita en magnificar a su pueblo cuando le obedecen (Hch. 5:12–13).
C.
El Señor Glorificado (vv. 9–13).
En
el éxodo Dios demostró ser el SEÑOR y el verdadero Dios junto al cual los dioses
de Egipto no eran sino ídolos inofensivos. Ahora Dios demostraría ser el «Señor de toda la
tierra» (vv. 11, 13; véanse Salm. 97:5; Miq. 4:13).
¡Todos los dioses de las naciones paganas caerían ante Él! Dios
demostraría su poder al contener las aguas del inundado Jordán y permitir que
su pueblo cruzara en tierra seca.
D.
La Palabra Verificada
(vv. 14–17).
¡Ocurrió como Dios lo dijo! Los
sacerdotes fueron delante, llevando el arca, y cuando sus pies se mojaron en el
agua, ¡Dios
abrió el río delante de ellos! (¡Algunas
veces el pueblo de Dios tiene que «mojarse
los pies» por fe antes de que Dios empiece a
obrar! Véase Jos. 1:2–3).
Los
sacerdotes entonces avanzaron hasta la mitad del río y se detuvieron allí
mientras que todo Israel pasaba al otro lado. Luego pasaron ellos también. ¡Qué cuadro
perfecto de Cristo! Él va delante de nosotros para abrir el camino;
se queda con nosotros hasta que hayamos cruzado; ¡y luego nos sigue para protegernos!
Dios cumplió su Palabra según su pueblo confió en Él y le obedeció.
Es
instructivo contrastar el cruce del Mar Rojo (Éx. 14–15) y el cruce del Jordán:
Ø *El primero, ilustra separación del pasado (Egipto, el
mundo), en tanto que;
Ø *El segundo, es un cuadro de la entrada por fe en
nuestra herencia espiritual en Cristo.
El
enemigo fue derrotado de una vez por todas cuando el ejército egipcio se ahogó
en el Mar Rojo, pero los judíos tenían que ganar una victoria tras otra cuando
cruzaron el Jordán y entraron en Canaán.
En
la cruz Jesús derrotó a nuestros enemigos, pero tenemos que caminar y hacer la
guerra por fe si hemos de tener victoria cada día. «Cruzamos el Jordán» cuando entramos
por fe en la experiencia de victoria de Romanos 6–8.
II. Los Monumentos Del Cruce (Josué 4):
Dos
montones de piedras fueron levantados:
uno por los doce hombres seleccionados en la orilla del río (3:12; 4:1–8) y uno
por Josué en medio del río (4:9–10). Debían ser monumentos recordando el cruce
y para nosotros nos dan maravillosas verdades espirituales:
· Las doce piedras en la orilla
del Jordán procedían del medio del río
(v. 8), como evidencia de que Dios dividió las aguas e
hizo cruzar a su pueblo con seguridad.
· Las doce piedras ocultas
en medio del río sólo Dios podía verlas, pero también hablaban del cruce
maravilloso de Israel.
Estos
dos montones de piedras son un cuadro de la muerte y sepultura de Cristo (las piedras
ocultas) y la resurrección (las piedras en la orilla). Al mismo tiempo,
ilustran la unión espiritual del creyente con Cristo; cuando murió, nosotros
morimos con Él; fuimos sepultados con Él; ¡resucitamos en victoria con Él!
Véanse
Efesios 2:1–10; Gálatas 2:20; Colosenses 2:13; Romanos 6:4–5. Hoy la Iglesia
tiene dos monumentos de esta gran verdad:
(1) El bautismo nos
recuerda que el Espíritu de Dios nos ha bautizado en Cristo, 1 Corintios
12:13;
(2) La Cena del Señor señala hacia atrás, a su muerte, y
hacia adelante, a su Segunda Venida.
Los
judíos no podían lograr la victoria en Canaán y vencer al enemigo sin antes
atravesar el Jordán. Tampoco los cristianos de hoy pueden vencer a sus enemigos
espirituales a menos que mueran a sí mismos, se consideren crucificados con
Cristo y le permitan al Espíritu darles el poder de la resurrección. Repase la
explicación de esta verdad en los Bosquejos expositivos del Nuevo Testamento
sobre Romanos 5–8.
III. La Señal Del Pacto (Josué 5):
Tan
pronto como los judíos estuvieron seguros en el otro lado, Dios les ordenó que
recibieron la señal del pacto, la circuncisión (Gn. 17). Colectivamente como
nación habían atravesado la experiencia de «muerte» al cruzar el río. Ahora debían aplicar esa
«muerte a sí
mismos» individualmente.
Por
toda la Biblia la circuncisión física es siempre un cuadro de una verdad
espiritual. Por desgracia los judíos dieron más importancia al rito físico que
a la verdad espiritual que enseñaba (véase Rom. 2:25–29). La circuncisión es un
cuadro de quitarse lo que es pecaminoso, y en el NT., se ilustra con despojarse
del «viejo
hombre» de la carne (Col. 3:1ss; Rom. 8:13). No es suficiente que diga: «Morí con
Cristo»; debo hacer esta verdad práctica en mi vida diaria al «hacer morir» las obras de la carne.
El
judío del AT., se despojó de una pequeñísima parte de su carne. Por medio de
Cristo, no obstante, el cristiano del NT., se ha despojado «del cuerpo pecaminoso carnal» (Col.
2:9–13). Esta operación en Gilgal, entonces, es una ilustración de la verdad de
que cada creyente debe vivir «crucificado con Cristo» (Gál. 2:20).
Los
varones judíos no habían recibido esta señal del pacto durante su peregrinaje
por el desierto y por una buena razón:
Su incredulidad suspendió temporalmente su relación de pacto con Dios (Núm. 14:32–34).
Cuando rehusaron entrar en Canaán debido a su incredulidad, Dios «los entregó»
a años de peregrinaje hasta que muriera la vieja generación.
Ahora
la nueva generación iba a recibir la señal del pacto. «El oprobio de Egipto»
quizás significa el oprobio que los egipcios (y otras naciones) acumularon
sobre los judíos mientras estos deambulaban por el desierto (véanse Éx.
32:12ss; Dt. 9:24–29). Su incredulidad no glorificó a Dios y las naciones
paganas dijeron: «¡El Dios de ustedes no es lo suficiente fuerte para llevarlos
a Canaán!» Ahora Dios los hacía entrar en la tierra prometida y el
oprobio había desaparecido.
La
nueva generación cruzó el Jordán, pero no atacaron de inmediato a Jericó. ¡Muchos de los
cristianos de hoy se hubieran precipitado a la batalla! Pero Dios
sabía que su pueblo necesitaba prepararse espiritualmente para la lucha que
quedaba por delante, de modo que les hizo
esperar y descansar.
Mientras lo hacían, celebraron la
Pascua.
Cuarenta años antes la nación fue liberada de Egipto en aquella noche de Pascua.
Dios
les dio nuevo alimento: el «fruto» (espigas) de la
tierra. El maná era el alimento para la nación cuando eran
peregrinos, pero ahora se establecerán en la tierra. Véanse Deuteronomio
6:10–11 y 8:3. Las espigas hablan de Cristo en la bendición de la resurrección,
porque la semilla debe sepultarse antes de que pueda dar fruto (Jn. 12:24).
El
orden de los hechos nos recuerda de nuevo su muerte, sepultura y resurrección:
Ø Guardaron la Pascua (su muerte),
y
Ø Comieron del fruto de la tierra (resurrección).
La
principal lección de estos capítulos es clara: no
puede haber conquista sin la muerte a uno mismo (cruzar
el Jordán) e identificación con la resurrección de Cristo (los dos monumentos de piedras). Antes de
que los judíos pudieran lograr la victoria sobre el enemigo, tenían que
experimentar la victoria sobre el pecado y ellos mismos.
Estudios para el
Domingo.
Lea Su Biblia, Lea Su Biblia, Lea Su
Biblia…
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