lunes, 22 de enero de 2018

EL SEÑOR RESUCITADO: HECHOS 1:

EL SEÑOR RESUCITADO:
HECHOS 1:

Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:

I.       Un Nuevo Libro (Hechos 1:1–2):
El «primer tratado» a que se refiere es el Evangelio de Lucas (véase Lc. 1:1–4), donde Lucas relató la historia de lo que Jesús empezó a hacer y a enseñar mientras estaba en la tierra. Hechos retoma la narración, relatando lo que Él continuó haciendo y enseñando a través de la Iglesia en la tierra.
El Evangelio de Lucas relata el ministerio de Cristo en la tierra en un cuerpo físico, en tanto que Hechos relata su ministerio desde el cielo a través de su cuerpo espiritual, la Iglesia.
Por ejemplo: en 1:24 los creyentes le piden al Cristo ascendido que les muestre a qué hombre deben elegir como apóstol. En 2:47 es el Señor el que añade creyentes a la asamblea. En 13:1–3 es Cristo, mediante su Espíritu, quien envía a los primeros misioneros; y en 14:27 Pablo y Bernabé relatan lo que Dios hizo a través de ellos.
Todo cristiano necesita salir del Evangelio de Lucas y entrar en Hechos. Saber acerca del nacimiento, vida, muerte y resurrección de Cristo es suficiente para la salvación, pero no para el servicio lleno del poder del Espíritu. Debemos identificarnos con Él como nuestro Señor ascendido y permitirle que obre a través de nosotros en el mundo.
La Iglesia no es simplemente una organización involucrada en el trabajo religioso; es un organismo divino, el cuerpo de Cristo sobre la tierra, a través del cual su vida y poder deben operar. Él murió por el mundo perdido; nosotros debemos dar nuestra vida para traer a ese mundo a Cristo.

II.     Una Nueva Experiencia (Hechos 1:3–8):
Cristo ministró a los apóstoles durante los cuarenta días que estuvo en esta tierra después de su resurrección. Se debe leer Lucas 24:36ss en conexión con estos versículos. En ambos lugares Cristo instruyó a los apóstoles a que se quedaran en Jerusalén y esperaran la venida del Espíritu. Debían empezar su ministerio en Jerusalén.
Juan el Bautista anunció este bautismo del Espíritu (Mt. 3:11; Mr. 1:8; Lc. 3:16; Jn. 1:33).

Nótese:
·  Que Cristo no dijo nada respecto a un bautismo con fuego, porque ese bautismo se refiere al juicio.
·     La venida del Espíritu uniría a todos los creyentes en un cuerpo, que se conocería como la Iglesia (véase 1 Cor. 12:13).
·      El Espíritu también les daría a los creyentes poder para ser testigos a los perdidos.
·      Finalmente, el Espíritu capacitaría a los creyentes para hablar en lenguas y hacer otras obras milagrosas para despertar a los judíos. (Véase 1 Cor. 1:22: los judíos exigen señal).
Hay en realidad dos referencias de este bautismo del Espíritu en Hechos: en el capítulo 2, cuando Él bautizó a judíos; y en el capítulo 10 (véase Hch. 11:16) cuando vino sobre creyentes gentiles. De acuerdo a Efesios 2:11ss, el cuerpo de Cristo está compuesto por judíos y gentiles, todos bautizados en este cuerpo espiritual.
Es incorrecto orar por un bautismo del Espíritu; podemos pedirle a Dios que nos llene (Ef. 5:18), o que nos dé poder para un servicio especial (Hch. 10:38), pero no debemos orar por su bautismo.
¿Era correcto que los apóstoles le preguntaran a Cristo acerca del reino? (vv. 6–8). Sí. En Mateo 22:1–10 Cristo prometió darle a la nación de Israel otra oportunidad para recibirle a Él y su reino. En Mateo 19:28 Cristo prometió que los apóstoles se sentarían en doce tronos (véase Lc. 22:28–30).
En Mateo 12:31–45 Cristo afirmó que Israel tendría otra oportunidad para ser salva, incluso después de haber pecado contra el Hijo, y prometió darles una señal para alentarles. Fue la señal de Jonás:
·      la muerte,
·      sepultura, y
·      resurrección.
Los apóstoles sabían que su ministerio empezaría con Israel (véanse las notas introductorias); ahora querían saber lo que Israel haría. ¿Aceptaría el mensaje o lo rechazaría? Cristo no les dijo si lo haría o no.
Si les hubiera dicho a los apóstoles que Israel despreciaría las buenas nuevas, no hubiera podido dar al pueblo una oferta sincera; su ministerio hubiera sido falso.
Lo que les dijo fue que debían ser testigos, empezando en Jerusalén y con el andar del tiempo llegar a todo el mundo.

Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu[1] Santo[2], y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”. (Hechos 1:8).

III.    Una Nueva Seguridad (Hechos 1:9–11):
No confunda las promesas del v. 11 con las del Rapto de la Iglesia dadas mediante Pablo en 1 Tesalonicenses 4. Los ángeles aquí están prometiendo que Cristo volverá al Monte de los Olivos, visiblemente y en gloria. Lucas 21:27 y Zacarías 14:4 dan la misma promesa.
Si Israel hubiera aceptado el mensaje de los apóstoles, Cristo hubiera regresado al Monte de los Olivos (véase Hch. 3:19–21) y establecido su reino. Los misioneros judíos hubieran esparcido su evangelio hasta los fines de la tierra, e Israel hubiera sido el centro de la bendición para toda la humanidad, según se promete en Isaías 35:1–6 y 65:19–23.

IV.    Un Nuevo Apóstol (Hechos 1:12–25):
¿Estuvo bien que los apóstoles seleccionarán este nuevo hombre? ¡Por supuesto! Debían tener doce hombres para sentarse en los doce tronos prometidos (Mt. 19:28; Lc. 22:28–30) si Israel se arrepentía y recibía el reino.
Su decisión se basó en la Palabra de Dios (Salmo 109:8; 69:25) y en la continua oración (Hch. 1:14, 24). El seleccionado, Matías, fue ratificado por Dios puesto que junto a los otros recibió la plenitud del Espíritu el día de Pentecostés.

Nótese: que Pedro se hizo cargo de la reunión. Este es quizás otro uso de sus poderes de «atar y desatar» que Cristo le dio en Mateo 16:19. El cielo les dirigió y ratificó su decisión después que la tomaron.

Pablo no podía ser el doceavo apóstol. Por un lado, no llenaba los requisitos que aparecen en los versículos 21–22; y además, su ministerio especial tenía que ver con la Iglesia, no con el reino.
Ahora todo estaba listo para la venida del Espíritu. Sólo era cuestión de tiempo y mientras los creyentes esperaban el día de Pentecostés, pasaban sus horas en oración y comunión en el aposento alto.
___________
Nota:
[1] G4151 πνεῦμα = pneúma: de G4154; corriente de aire, i.e. respiración (soplo) o brisa; por analogía o figurativamente un espíritu, i.e. (humano) el alma racional, (por implicación) principio vital, mentalmente disposición, etc., o (sobrehumano) ángel, demonio, o Dios (divino), espíritu de Cristo, el Espíritu Santo:- aliento, espíritu, espiritual, viento. Compare G5590. (Strong).
[2] G40 ἅγιος = jágios: de ἅγος jágos  (cosa terrible) [Compare G53, H2282]; sagrado (físicamente puro, moralmente sin culpa o religioso, ceremonialmente consagrado):- santísimo, santo, santa. (Strong).

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