lunes, 8 de enero de 2018

RESURRECCIÓN DEL HIJO DE DIOS: JUAN 20:

RESURRECCIÓN DEL HIJO DE DIOS:
JUAN 20:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:

Este capítulo registra tres de las apariciones de Cristo después de la resurrección[1]. Cada aparición produjo un resultado diferente en las vidas de los que participaron.

I.       María Vio Al Señor (Juan 20:1–18):

Cristo había echado fuera de María Magdalena a siete demonios (Lc. 8:2) y ella le amaba profundamente. En su confusión y desilusión María llegó a conclusiones y pensó que alguien se había robado el cuerpo de Cristo. Corrió a decírselo a Pedro y a Juan, quienes a su vez fueron a la tumba.
¿Por qué Juan corrió más rápido que Pedro? (v. 4). Puede haber habido razones físicas:
Ø tal vez Juan era más joven que Pedro.

Pero también hay aquí una lección espiritual:
·      Pedro todavía no había afirmado su entrega a Cristo, y
·      por consiguiente, su «energía espiritual» estaba por los suelos.

Isaías 40:31 dice que los que esperan en el Señor «correrán, y no se fatigarán», pero Pedro había corrido adelantándose al Señor y le había desobedecido. Su pecado afectó a sus pies (Jn. 20:4), sus ojos (21:7), sus labios (negó al Señor) e incluso la temperatura de su cuerpo (18:18; véase Lc. 24:32).

¿Qué vieron los hombres en la tumba? Vieron los lienzos de la mortaja colocados como si cubrieran un cadáver, ¡pero el cadáver no estaba! La mortaja era como un capullo vacío. El sudario (lienzo que cubría el rostro) estaba cuidadosamente doblado, colocado aparte.
No fue la escena de un robo de una tumba, porque ningún ladrón habría podido sacar el cadáver de la mortaja sin romper los lienzos o dejar las cosas desarregladas.

Jesús regresó a la vida con poder y gloria, ¡y traspasó los lienzos y la misma tumba! El versículo 8 nos dice que los hombres creyeron en su resurrección debido a la evidencia que vieron. Más tarde se encontraron con Cristo personalmente y también llegaron a creer en el testimonio de las Escrituras. Hay, entonces, tres tipos de pruebas sobre las cuales usted puede descansar cuando se trata de asuntos espirituales:
(1) la evidencia que Dios da en su Palabra,
(2) la Palabra de Dios, y
(3) la experiencia personal.

¿Cómo puede un hombre saber que Cristo es real?
Ø Puede ver la evidencia en las vidas de otros;
Ø puede leer la Palabra; y
Ø si confía en Cristo, puede tener con Él una experiencia personal.

Nótese: en el versículo 10 que ellos regresan a su casa sin proclamar el mensaje del Cristo resucitado.

La evidencia intelectual por sí sola no cambia a la gente. Debemos encontrar a Cristo personalmente. Eso fue lo que le ocurrió a María: se quedó en el lugar y se encontró con Cristo.

¡Cuánto nos recompensa a veces esperar! (véase Prov. 8:17). María vio dos ángeles en la tumba (Lc. 24:4 les llama «dos varones»), pero estaba demasiado absorta con su dolor que no dejaba que la consolaran. La descripción de los ángeles, en el versículo 12, nos recuerda el propiciatorio en el Lugar Santísimo (Éx. 25:17–19); el Cristo resucitado es nuestro propiciatorio en el cielo.
María se alejó de los ángeles, pues estaba buscando a Cristo; ¡hubiera preferido tener su cadáver antes que ver a los ángeles! La persona que vio era realmente Cristo, pero sus ojos estaban tan nublados que no le reconoció.
La palabra «pensando» en el versículo 15 explica toda su aflicción. Hoy en día, muchos cristianos se sienten miserables «pensando» algo que de ninguna manera es verdad. Cuando Jesús la llamó por su nombre, le reconoció. Él llama a los suyos por nombre (Jn. 10:3, 4) y ellos conocen su voz. Véase Isaías 43:1.
El versículo 17 sugiere que temprano en la mañana del día de resurrección Cristo ascendió al cielo para presentar al Padre su obra terminada. Esa ascensión secreta cumplió el tipo de sacrificio del que se habla en Levítico 23:1–14: la «ofrenda mecida de las primicias», el día que seguía al sabbat (véase 1 Cor. 15:23). ¡El encuentro de María con Cristo la transformó en una misionera!

II.      Los Discípulos Ven Al Señor (Juan 20:19–25):

Dos veces se ha mencionado ya «el primer día de la semana» (20:1, 19). Este es el domingo, no el sábado (el sabbat judío, el séptimo día de la semana).
El sabbat indica descanso después del trabajo y pertenece a la dispensación de la ley. El domingo es el día del Señor, el primer día de la semana, y habla de vida y descanso antes del trabajo.
Nos recuerda de la gracia de Dios. Cristo atravesó puertas cerradas en su cuerpo glorificado y trajo paz a los hombres temerosos.
Nótese: que dos veces Él habla de la paz (vv. 19, 21).
Ø La primera «paz» es con Dios, basada en su sacrificio en la cruz. Por eso es que les mostró sus manos y su costado.
Ø La segunda paz es de Dios, que viene de su presencia con nosotros (véase Filp. 4). Él los comisionó a que tomaran su lugar como embajadores del Padre en el mundo (véase Jn. 17:15–18).

El soplo de nuestro Señor nos recuerda de Génesis 2:7, cuando el Señor sopló vida en Adán y también de 2 Timoteo 3:16, donde «inspiración» significa «exhalada por Dios».
Esta acción fue personal e individual, dándoles el poder y discernimiento espiritual que necesitarían para cumplir su comisión. La venida del Espíritu en Pentecostés fue colectiva y les dio poder para el servicio y el testimonio.
El poder de «remitir» que se les da en el versículo 23 no se aplica a los cristianos hoy, excepto en el sentido de que retenemos o remitimos pecados al darles el evangelio a los pecadores. No hay ninguna referencia en el Nuevo Testamento de ningún apóstol perdonando pecados.
Tanto Pedro (Hch. 10:43) como Pablo (Hch. 13:38), hablaron de la autoridad de Cristo. No hay duda alguna de que los discípulos tuvieron privilegios especiales, pero estos no son derechos nuestros hoy en día.

III.    Tomás Vio Al Señor (Juan 20:26–31):

Tomás no estaba en la primera reunión. Cuántas cosas nos perdemos por ausentarnos de las reuniones locales.
Nótese: la declaración de Tomás [Tomas el científico]: «Si no viere [...] no creeré» (v. 25). Se le apodaba «Dídimo», que significa «gemelo». ¡Él tiene muchos gemelos hoy en día!

El siguiente día del Señor, cuando los discípulos estaban reunidos, Jesús se les apareció de nuevo y se dirigió a Tomás. ¡Qué amor perdonador le mostró Jesús! Tomás vio al Señor y ¡se le olvidaron todas sus exigencias de pruebas! Su testimonio nos emociona: «¡Señor mío, y Dios mío!».
Las heridas de Cristo le ganaron el corazón. Cristo afirma aquí que usted y yo hoy podemos tener la misma seguridad y bendición, porque estamos entre los que creen y sin embargo no le hemos visto.

NOTA: V.28: ¡Señor[2] mío y Dios[3] mío! Tomás [el científico, ver para creer o tocar, analizar, etc…], el dubitativo, reconoce finalmente la plena deidad de Jesucristo. Esto marca el clímax del Evangelio de Juan. El Señor había  proclamado Su Deidad a lo largo de Su Ministerio. Nótese:
1) Los nombres propios de la Deidad que ÉL usa. Mateo 22:42-45; Juan 8:58);
2) Los Atributos de la Deidad que Él reclama (Santidad, Juan 8:46; Omnipotencia y Omnipresencia, Mateo 28:20; Omnisciencia, Juan 11:11-14);
3) Las cosas que ÉL aseguró poder hacer, que sólo Dios las puede hacer (perdonar pecados, Marcos 2:5-7; Resucito a los muertos, Juan 5:28-30; 11:43; juzgar a todos los hombres, Juan 5:22, 27).

Al repasar estas tres apariciones de Cristo puede ver los diferentes resultados:
·    Con María la cuestión fue su amor por Cristo. Le echaba de menos y quería cuidar su cadáver. Con los discípulos, se trataba de la esperanza. Toda su esperanza había desaparecido; estaban encerrados en un cuarto, ¡abrazándose en temor!
·   Con Tomás el asunto era la fe; no creería a menos que viera pruebas. Debido a que Jesucristo vive hoy nuestra fe es segura. «Y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana» (1 Cor. 15:17). Tenemos una esperanza viva mediante su resurrección de entre los muertos.


Primera Corintios 15:19 dice: «Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres».
En los versículos 30–31 Juan indica el propósito de su Evangelio: que los pecadores crean y tengan vida eterna por Cristo. Al leer este Evangelio hallará muchas personas que creyeron y recibieron vida eterna:
(1) Natanael (1:50);
(2) sus discípulos (2:11);
(3) los samaritanos (4:39);
(4) el noble (4:50);
(5) el ciego (9:38);
(6) Marta (11:27);
(7) los judíos que vieron a Lázaro resucitado de entre los muertos (12:11); y
(8) Tomás (20:28).
Todos dieron el mismo testimonio: «Creo».


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Notas:
[1] G450 ἀνίστημι = anístemi: de G303 y G2476; levantarse, pararse (literalmente o figurativamente, transitivo o intransitivo):- levantar, resucitar. (Strong).
[1] G2962 κύριος = kúrios: de κῦρος = kúros  (supremacía); supremo en autoridad, i.e. (como sustantivo) controlador; por implicación señor (como título de respeto):- Señor, soberano, ungido, hacer, amo, Cristo, Dios, dueño. (Strong).
[2] G2316 θεός = dseós: de afinidad incierta; deidad, específicamente (con G3588) la Divinidad suprema; figurativamente magistrado; de hebreo muy:- Señor, Dios. (Strong).



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