EL MINISTERIO EN CORINTO: [2]
HECHOS 19:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
Este capítulo
relata el maravilloso ministerio de Pablo en Éfeso y narra sus contactos con
tres grupos de personas.
I.
Pablo y Doce Discípulos Ignorantes
(Hechos 19:1–12):
Es muy
probable que estos doce hombres se convirtieron con Apolos antes de que este
comprendiera a plenitud el evangelio (18:24–28).
Todo lo que este elocuente predicador conocía era la enseñanza de Juan el
Bautista; y después que Priscila y Aquila le instruyeron, evidentemente no pudo
impartir este nuevo conocimiento a sus convertidos puesto que Éfeso era una
ciudad muy grande. Cuando Pablo encontró a estos doce hombres, detectó algo que
faltaba en sus vidas espirituales.
La pregunta de Pablo (v. 2) fue: «¿Recibisteis el
Espíritu Santo cuando creísteis?» Basar en este versículo una
doctrina de una «segunda bendición» es errado. El Espíritu entra en nuestras
vidas cuando creemos en Cristo, no después (Ef. 1:13, 14).
Los hombres replicaron: «Ni siquiera hemos
oído si hay Espíritu Santo». Sabían que existía un Espíritu Santo,
por supuesto, debido a que Juan el Bautista había prometido un futuro bautismo
del Espíritu (Mt. 3:11).
Lo que
no sabían era que este bautismo ya había ocurrido en Pentecostés (Hch. 1:5; 2:4)
y en el hogar del gentil Cornelio (10:44–45;
11:15–16). A continuación Pablo les preguntó respecto a su bautismo.
Nótese: que da por
sentado que se habían bautizado, otra indicación de que el bautismo en agua es
lo que se espera y lo aceptado para los cristianos. ¿Por qué Pablo les
preguntó respecto a su bautismo cuando la cuestión real era la presencia del
Espíritu en sus vidas? En Hechos hay una relación definitiva entre el bautismo
en agua y el Espíritu Santo.
Puesto
que Apolos había sido su instructor, el único bautismo que conocían era el de
Juan. Pero el bautismo de Juan ya no era válido. En otras palabras, estos doce hombres no eran salvos: creyeron un mensaje pasado («Cristo viene»)
y recibieron un bautismo pasado (el de arrepentimiento). Eran sinceros, como lo fue
Apolos, pero estaban sinceramente equivocados.
Supóngase que le hubieran contestado a
Pablo: «Fuimos bautizados en el día de Pentecostés
después de oír a Pedro». Entonces deberían haber recibido el Espíritu,
puesto que en Hechos 2:38 el Espíritu fue prometido a todos los que se
arrepintieron y fueron bautizados. Si no hubieran recibido el Espíritu, sería
evidente que no habían creído realmente.
O supóngase que hubieran
replicado: «Fuimos bautizados en Samaria» (Hch. 8).
Entonces deberían haber recibido el Espíritu mediante la imposición de manos (8:17; 9:17).
O supóngase que hubieran dicho: «Estuvimos en la
casa de Cornelio y oímos a Pedro predicar». Entonces hubieran
recibido el Espíritu inmediatamente al creer (10:44–45) y hubieran sido bautizados en agua.
Cuando
le dijeron que los bautizaron con el bautismo de Juan, Pablo supo enseguida que
no eran salvos. Creyeron un mensaje que ya no era válido, puesto que Cristo
vino, murió y regresó al cielo.
Por supuesto, Lucas no registra todo lo
que Pablo les dijo. Pero ellos creyeron en el mensaje del
evangelio (que
Cristo ya había venido y muerto) y fueron bautizados con el bautismo
cristiano. Recibieron el Espíritu mediante la imposición de manos de Pablo y su
evidencia fue que hablaron en lenguas. Esta es la última vez en Hechos que se
menciona el hablar en lenguas como muestra de recibir el Espíritu.
Estos doce hombres llegaron a ser el
núcleo de la iglesia en Éfeso. Debido a que Dios se
apartó del orden usual y les concedió el Espíritu por la imposición de manos
fue prueba de que Pablo era igual a los demás apóstoles y, por consiguiente, el
siervo de Dios para establecer la Iglesia. Este acontecimiento entero destaca
varias verdades:
(1) los pecadores deben creer en el mensaje correcto
antes de que se salven;
(2) el
bautismo es importante, pero la clase de bautismo que se describe en Hechos
2:38 no es lo que Dios quería para la iglesia de hoy;
(3) un
cristiano puede guiar a otros sólo a donde él mismo ha ido;
(4) Pablo
fue el mensajero de Dios y tenía igual posición con los otros apóstoles.
II.
Pablo y Siete Impostores Judíos (Hechos
19:8–20):
Pablo
pasó tres años en Éfeso (20:31):
· tres meses en la sinagoga, dos
años enseñando en salones alquilados de la escuela de Tiranno y casi nueve
meses en varios lugares (19:8–19,
22). Toda Asia oyó la Palabra, porque Pablo
enseñaba a los creyentes a llevarles a otros la Palabra.
Dios
certificó el ministerio de Pablo con milagros extraordinarios, un indicio de
que tales actividades no son normales para el ministerio hoy. El uso y venta
actual de «pañuelos
y lienzos de oración» es contrario a las Escrituras. Siete judíos
trataron de imitar el poder de Pablo (Satanás es el gran imitador), pero les salió el
tiro por la culata y los demonios los hicieron huir desnudos y heridos.
Este
hecho contribuyó a que el evangelio se difundiera y muchos que habían sido
encantadores y magos (farsantes que aducían espiritualismo y otras prácticas satánicas)
trajeron sus libros y los quemaron. Éfeso era una ciudad notoria por sus artes
mágicas y Satanás estaba detrás de todo el programa. Es maravilloso ver el
evangelio penetrando en las fortalezas de Satanás.
III.
Pablo y Los Plateros (Hechos 19:21–41):
Cuando
Satanás no pudo lograr estorbar el evangelio mediante los discípulos ignorantes
o los impostores judíos, casi tiene éxito con los comerciantes y mercaderes de
la ciudad. Éfeso se enorgullecía de tener la custodia de la imagen de la diosa Diana,
que se suponía había caído del cielo. Dondequiera que se halla superstición,
con frecuencia se halla la exhibición y venta de tales artículos religiosos.
¿Recuerda la
venta de sacrificios en el templo judío? La verdadera
predicación del evangelio siempre choca de frente con las artimañas
supersticiosas destinadas a hacer dinero y Éfeso no era la excepción. El gremio
(o sindicato) de plateros pretendió
que su preocupación era la religión de la ciudad, ¡pero su inquietud real era
la pérdida de su negocio!
El
evangelio había trastornado la ciudad de tal manera que la gente estaba
alejándose de los ídolos y convirtiéndose al Dios verdadero y esto estaba
afectando las ventas «religiosas». Se informa que durante el avivamiento
de Gales docenas de cantinas quebraron por falta de clientes.
Los
plateros usaron la religión para exacerbar a la gente y el resultado fue una
turba. La ciudad entera se llenó de confusión (v. 29), lo cual prueba que la situación nació del diablo, porque
Dios no es Dios de confusión (1 Cor. 14:33). Los ciudadanos se precipitaron al
inmenso teatro al aire libre, en el que cabían al menos veinticinco mil
personas sentadas.
Sabiamente
los amigos de Pablo le impidieron que se presentara, porque es más que probable
que las autoridades le arrestaran o que la chusma le linchara. El secretario
del pueblo tranquilizó a la multitud, advirtiéndoles que estaban en peligro de
quebrantar la ley, y los envió a todos a casa.
Satanás
estaba ansioso de prevenir el establecimiento de una fuerte iglesia en Éfeso.
Esta ciudad había sido una de sus fortalezas por años, con su superstición,
idolatría y prácticas de magia. La actividad demoníaca había prevalecido en
Éfeso, pero ahora el Espíritu de Dios estaba obrando:
¿Qué tal si
Pablo no hubiera detectado la superficialidad de la profesión de fe de aquellos
doce hombres, o hubiera tratado de edificar una iglesia local basada en el
testimonio de ellos?
¡La obra
hubiera fracasado!
¿Qué tal si esos judíos hubieran sido capaces de falsificar
los milagros de Pablo?
¿Qué tal si la
chusma se hubiera apoderado de Pablo y de sus compañeros y los hubiera
arrestado o linchado?
¿Tendríamos
la maravillosa epístola a los Efesios? Satanás no
quería una iglesia en Éfeso y sin embargo Dios estableció una allí; y una lectura
de la carta a los Efesios prueba que fue tal vez la iglesia más espiritual que
Pablo jamás fundó. Esta maravillosa epístola bosqueja la verdad de la iglesia
en forma clara y el diablo no quería esto.
Satanás
todavía estorba la obra del Señor de estas tres maneras: falsos creyentes con
una experiencia espiritual inadecuada, falsificadores y oposición abierta. Pero
podemos vencer al adversario si confiamos en Dios, dependemos del poder del
Espíritu y predicamos la Palabra de Dios.
Notas: adicionales a
Hechos 19:1–7 Hay una serie de preguntas que deben
contestarse respecto a este difícil pasaje.
A. ¿Fueron Salvos
Estos Doce Hombres?
Toda
parece indicar que no lo fueron. En la Biblia la palabra «discípulo» no siempre significa «cristiano».
Pablo dio por sentado que habían creído algún mensaje (v. 2), pero la cuestión básica era que no había sido el correcto:
· La gente de todas las épocas
se han salvado por fe en la Palabra revelada de Dios;
· pero esta Palabra no
siempre fue el claro evangelio de la gracia que predicamos hoy.
· Adán se salvó al creer en la promesa de Dios de una
simiente venidera.
Noé, al creer en la Palabra de Dios
acerca del juicio venidero. Abraham recibió la salvación al creer
que Dios podría hacerle una gran nación. ¡Nadie en esta era de gracia se salvaría creyendo en estas
promesas! Nuestra salvación viene cuando confiamos en Cristo y
creemos en el evangelio. Estos doce hombres oyeron el mensaje de Juan el
Bautista a través de Apolos, unos treinta años después que concluyera el
ministerio de Juan.
El
Calvario y la resurrección habían intervenido; el mensaje y el bautismo de Juan
ya no eran válidos. El ministerio de Juan se enfocaba hacia Cristo y ahora Él
ya había muerto y resucitado. El ministerio de Juan había concluido.
«Simple fe»
es
todo lo que los pecadores necesitan para ser salvos, pero deben creer en el
mensaje correcto.
B. ¿Ignoraban El
Espíritu Santo?
Estos
hombres ciertamente sabían que había un Espíritu Santo puesto que el mismo Juan
lo prometió. Lo que no sabían era que el Espíritu ya había venido e iniciado
una nueva era de gracia. Estos hombres recibieron el mensaje de Apolos, cuyo
conocimiento espiritual era escaso.
Es
posible que Apolos se convirtió al confiar en el mensaje de Juan antes del
Calvario y Pentecostés, porque no leemos en Hechos 18:24–28 que lo hayan
bautizado de nuevo.
Ninguno
de los discípulos de nuestro Señor fue bautizado de nuevo después de
Pentecostés, puesto que su fe y bautismo se produjeron en el momento apropiado.
Apolos no sabía que el Espíritu había venido y por eso no pudo enseñárselo a
sus convertidos.
C. ¿Por Qué Pablo
Bautizó De Nuevo a Estos Hombres?
La
respuesta parece ser que el bautismo es un mandamiento para esta era y es parte
de la comisión de Cristo a la Iglesia, según Mateo 28:19, 20.
Nótese: que
Pablo, en su pregunta del versículo 3, dio
por sentado que estos hombres experimentaron alguna clase de bautismo.
Si el
bautismo no fuera para esta era, Pablo nunca hubiera hecho la pregunta y con
toda seguridad no habría bautizado a estos hombres. A dondequiera que Pablo fue
con el evangelio de la gracia de Dios, obedeció las instrucciones de Cristo
dadas en Mateo 28: evangelizó,
bautizó a los creyentes, los organizó en asambleas locales y les enseñó la
Palabra. Esto no significa que Pablo personalmente bautizara, porque su comisión
especial como apóstol fue predicar el evangelio (1 Cor. 1:17).
Hoy son
pocos, si acaso, los evangelistas que bautizan; pero esto no significa que el
bautismo no sea para este tiempo.
Es más, el NT., indica que Pablo bautizó
como mínimo a veinte personas:
Ø Crispo, Gayo, la familia de
Estéfanas (por lo menos dos personas y quizás más; 1 Cor. 1:14–16),
Ø los doce discípulos en Hechos 19:1–7,
Ø Lidia y su familia (al menos dos personas; Hch. 16:15), y
Ø el carcelero y su familia (un mínimo
de dos personas; Hch. 16:30–33).
Los
hechos claros prueban que Pablo en efecto practicó el bautismo y lo consideraba
importante, pues él mismo bautizó más de veinte personas. Pablo fue el
mensajero especial de Dios a la Iglesia y si el bautismo no fuera para esta
era, él lo hubiera sabido.
D. ¿Por qué estos hombres
no recibieron el Espíritu Santo cuando creyeron?
El modelo en Hechos es como sigue:
(1) Hechos 1–7: los judíos recibieron el Espíritu al creer y bautizarse (véase
2:38);
(2) Hechos 8–9: los samaritanos y Pablo recibieron el Espíritu por la
imposición de manos (véanse 8:17; 9:17);
(3) Hechos 10: los gentiles recibieron el Espíritu cuando creyeron en Cristo (véase 10:44–48).
Este es el modelo de Dios para hoy:
· oír la Palabra,
· creer,
· recibir el
bautismo en agua.
Cuando
consideramos la situación total en Éfeso podemos entender mejor por qué Dios se
apartó de su programa normal e impartió el Espíritu a estos doce hombres por la
imposición de manos de Pablo. Éfeso se convertiría en un gran centro de
evangelización, alcanzando con el evangelio a las provincias circunvecinas.
El hecho
de que Pablo pasó tres años allí indica la importancia de la ciudad. Era el
centro de adoración al diablo y de actividades diabólicas, y Satanás hizo todo
lo que pudo para impedir el establecimiento de una iglesia.
La iglesia de Éfeso era ante todo
gentil.
Pablo era judío y era importante que estableciera su autoridad apostólica desde
el principio. Dios le dio a Pablo el privilegio de impartir el Espíritu a estos
hombres, probando así su autoridad como mensajero de Dios y su igualdad con
Pedro, Juan y los demás apóstoles.
Tenga
presente que dondequiera que Dios desarrolla su programa y establece un nuevo
centro, pone su sello de aprobación sobre el ministerio con milagros
extraordinarios. Cuando el evangelio pasó de Jerusalén a Samaria fue acompañado
de milagros de confirmación, lenguas y la imposición de manos (Hch. 8:5–17).
Nótese: que en Samaria
Satanás trató de impedir la obra mediante un mago. En Hechos 9, cuando Pablo fue ganado para Cristo, hubo una luz del
cielo, una voz y la imposición de manos.
En
Hechos 10, cuando el evangelio llegó a los gentiles, hablaron en lenguas y glorificaron
a Dios. Ahora, el evangelio pasa a la gran ciudad de Éfeso, una ciudad
controlada por Satanás, y de nuevo Dios testifica en favor de su obra y sus
obreros al darles «milagros extraordinarios» (véase 19:11). Satanás
resistió con milagros y obreros falsificados, pero el Espíritu demostró que
eran falsos.
La
impartición del Espíritu mediante la imposición de manos probó la autoridad de
los apóstoles. No hay apóstoles hoy en día, puesto que no hay nadie vivo que
haya visto al Cristo resucitado (1:21–26; 1 Cor. 9:1). Esto significa que la
imposición de manos ya no es el programa de Dios, porque si lo fuera, Él
hubiera provisto personas que lo realizaran. Dios usó a Pablo de esta manera
para darle las credenciales necesarias para fundar y guiar a la iglesia de
Éfeso.
Es
importante tener presente el papel que Apolos desempeñó en esta controversia.
Este capaz predicador fue de Éfeso a Corinto (19:1) y llegó a ser parte de una división de la iglesia que
incluyó sus partidarios y los de Pedro y Pablo (véanse 1 Cor. 1 y 3). Pablo
fundó la iglesia en Corinto y colocó su fundamento, luego vino Apolos para
edificar sobre ese fundamento.
Pronto la iglesia se dividió en tres
grupos:
· uno, que seguía
a Pablo, el fundador;
· otro, que
seguía a Apolos, el constructor; y
· un tercer, grupo que quería seguir «al verdadero liderazgo apostólico», ¡de modo que
escogieron a Pedro!
· Estos
líderes no causaron ni estimularon estas divisiones, pero de todas maneras
resultó así, y en parte se motivó porque la iglesia rehusó aceptar la comisión
apostólica de Pablo (1 Cor. 9:1ss).
Ahora transfiera esta situación a Éfeso. Aquí tenemos
doce hombres, convertidos por Apolos y el núcleo de la iglesia allí. Imagínese
que Dios les hubiera concedido el Espíritu cuando creyeron (cómo en Hechos 10). Ellos siempre hubieran mirado a Apolos como su
líder, no a Pablo; el ministerio en Éfeso se hubiera dividido desde el mismo
comienzo.
Fue
Apolos quien les había enseñado y bautizado, y siempre hubieran cuestionado el
liderazgo de Pablo.
No, Dios
usó a Pablo para darles a estos hombres un nuevo y fresco comienzo; y de estos
doce hombres edificó una gran iglesia en Éfeso. Si no hubiera trabajado de esta
manera, tal vez no hubiéramos tenido la magnífica epístola a los Efesios, con
sus gloriosas verdades de la Cabeza y el Cuerpo. ¡Satanás se hubiera anotado otra victoria!
El
bautismo de Juan fue uno de esperanza anticipada de la venida del Espíritu; el
bautismo en agua hoy simboliza la realización de este bautismo del Espíritu en
nuestra vida, debido a la obra que Jesucristo consumó en la cruz.
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