LEYES TOCANTES AL AÑO SABÁTICO:
LEVÍTICO 25:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
El sistema económico en Israel se basaba
en tres principios fundamentales:
(1) Dios poseía la tierra y tenía el derecho de controlarla,
v. 23;
(2) Dios poseía al pueblo, porque lo había redimido de la
esclavitud en Egipto, vv. 38,
42, 55; y
(3) los judíos eran
una familia («tu hermano») y debían
preocuparse los unos por los otros, vv. 25, 35–36, 39, 47. Josué y el
ejército judío conquistaron la tierra de Canaán, pero fue Dios el que designó
la heredad (Jos. 13–21).
El
pueblo «poseía»
la tierra y disfrutaba de sus productos, pero Dios la poseía en propiedad y
determinaba cómo se usaría. Este capítulo enfoca tres temas relacionados a la
economía de la nación.
I. El Año Sabático (Lv.25:1–7, 18–22):
El
calendario judío del AT., funcionaba en una serie de «sietes»:
Ø El séptimo día de la semana
era el sabat.
Ø Siete semanas después de
la Pascua venía el Pentecostés, y
Ø el séptimo mes del año introducía la Fiesta de las
Trompetas,
Ø el Día de la Expiación y
la Fiesta de los Tabernáculos.
Cada
séptimo año era el «año sabático» y después de siete años sabáticos
venía el año del jubileo. El año sabático era la manera de Dios de permitir que
la tierra descansara y restaurara su productividad. Al pueblo no se le permitía
tener una cosecha formal aquel año, pero cualquiera podía comer del producto de
los campos y huertos.
Dios
prometió proveer abundantes cosechas durante el sexto año, de modo que observar
el año sabático en realidad era una prueba de fe para el pueblo. Era también
una expresión del amor de Dios por los pobres de la tierra (Éx. 23:10–12).
De
acuerdo a Deuteronomio 15:1–11 todas las deudas debían remitirse al final del
séptimo año. Los siervos judíos se suponían que debían servir sólo seis años
(Éx. 21:2), y al pueblo judío se le animó a ser especialmente generoso con los
pobres.
El
año sabático era un tiempo de descanso y renovación para la tierra, el pueblo y
los animales que la trabajaban. Era una oportunidad para un nuevo comienzo para
los que habían experimentado dificultades financieras. Desafortunadamente, no
hay evidencia de que la nación alguna vez obedeciera con fidelidad esta ley (2
Cron. 36:21).
Los
profetas a menudo condenaron a los líderes judíos y ricos por tratar
despiadadamente a los pobres. Si se hubiera observado la ley del año sabático,
se hubiera impedido que los pobres perdieran sus tierras y que los ricos
amasaran gigantescas propiedades. La economía no hubiera sido perfecta, pero
hubiera estado mucho mejor equilibrada.
Durante
la Fiesta de los Tabernáculos en cada año sabático los sacerdotes debían leer y
explicar al pueblo el libro de Deuteronomio (Dt. 31:9–13). Era algo así como
una conferencia bíblica de toda una semana, durante la cual se le recordaba al
pueblo lo que Dios había hecho por ellos y de lo que Él esperaba de ellos a su
vez.
El
pueblo de Dios necesitaba que se le enseñara su Palabra, porque cada nueva
generación no la había aprendido; y las generaciones más viejas necesitaban
recordarla.
II.
El Año Del Jubileo (Lv.25:8–17, 23–24):
La
palabra «jubileo»
procede de la palabra hebrea ‘yobel’
que significa «cuerno
de carnero». Este año especial se anunciaba con el toque de las
trompetas en el Día de la Expiación. Así, el año empezaba con ayuno y
arrepentimiento conforme la nación confesaba sus pecados al Señor (Lv. 16).
Durante
ese año el pueblo reclamaba la tierra que se había vendido de modo que no
saliera del control de la familia o tribu.
Y
los judíos que compraban propiedad calcularían el precio hasta el próximo año
del jubileo cuando la tierra volvería al dueño original. Cuánto alimento
produciría en ese tiempo era una consideración principal. Como en el año
sabático, la tierra debía descansar durante el año del jubileo.
El
pueblo tendría que confiar en que Dios les proveería lo que necesitaban para el
año sabático (el cuarenta y nueve),
el año del jubileo (el cincuenta) y
el cincuenta y uno cuando sembrarían de nuevo. No habría nueva cosecha sino
hasta el año siguiente.
El
pueblo no poseía la tierra, por consiguiente, no podía venderla para siempre.
Dios les dio la tierra (Gn. 12:1–3; 15:7; 17:8; Dt. 5:16) y les permitió
usarla, y siempre la controlaría. El pueblo debía andar en el temor del Señor y
no usar su riqueza para oprimirse mutuamente.
Los
esclavos se liberaban durante este año especial y así las familias se reunían
de nuevo. La declaración: «Pregonaréis libertad en la tierra a todos sus moradores»
(v. 10), está grabada en la Campana de la Libertad en Filadelfia. El año del
jubileo señala la edad del reino cuando Cristo Jesús reinará en gloria y
cumplirá las promesas hechas al pueblo judío.
Léase
Isaías 61 y vea lo que Dios ha planeado para la nación de Israel. En un sentido
espiritual el año del jubileo también es un cuadro de nuestra vida cristiana
(Lc. 4:16–21, la cual es una cita de Isaías 61:1–2).
Al
leer del AT., en la sinagoga aquel sabat en Nazaret, Jesús se detuvo en «el año agradable
del Señor» (Lc. 4:19), que se refiere al año del jubileo. No leyó «el día de la
venganza de nuestro Dios» (Is. 61:2), porque ese día de juicio no
vendrá sino hasta que Dios haya concluido su programa presente de «tomar de ellos
pueblo para su nombre» (Hch. 15:14).
III. El Cuidado De Los Pobres (Lv.25:25–55):
Estas
leyes se aplicaban independientemente de que fuera el año sabático o el año del
jubileo. El principio general se indica en los versículos 25–28 y entonces se
aplica a situaciones específicas.
Una
persona que tenía que vender su propiedad debido a necesidad financiera podía
redimirla en cualquier tiempo, o un hermano podía hacerlo por él. Pero el
precio se determinaría por el número de años que restaban hasta el año del
jubileo.
A. Una Casa En La Ciudad
(vv. 29–34).
Esta
sería una propiedad valiosa debido a la seguridad que ofrecía la ciudad
amurallada. Por eso el vendedor tenía sólo un año de plazo para comprarla de
nuevo.
Después
el propietario tenía la propiedad por todo el tiempo como quisiera; y no se
devolvería al dueño original durante el año del jubileo. Sin embargo, esta
regla no se aplica a las casas de propiedad de los levitas. En cuanto a un
levita que le dio su casa al Señor, véase Hechos 4:34–37.
B. Un Hermano Pobre
(vv. 35–46).
Los
judíos no debían oprimirse entre sí ni aprovecharse del otro en asuntos
financieros. Si se prestaba dinero, no debía exigir interés; si vendía
alimentos, no debía obtener ganancia exagerada.
Véase
Nehemías 5. Si un judío tenía a otro judío como siervo, pagando una deuda, no
debía tratarlo como esclavo; y el siervo debía salir libre en el año del
jubileo.
C. El Pariente Redentor
(vv. 47–55).
La mejor ilustración de esta ley aparece
en el libro de Rut, donde Booz redimió a Rut, a Noemí y su propiedad. Un
pariente podía rescatar a su pariente pagando sus deudas y recuperando su
tierra. El «redentor»
tenía que ser pariente cercano que podía y estaba dispuesto a redimir:
· El pariente pobre podía ser
puesto en libertad tanto de esclavitud como de deuda.
· El pariente redentor es un
cuadro de nuestro Señor Jesucristo quien se hizo «pariente
cercano» al hacerse hombre (Filp. 2:1–11; Heb. 2:9–18) y pagando el precio de nuestra redención al morir en la
cruz. Él podía salvar y estuvo dispuesto a salvar.
Debe
notarse que el sistema económico en Israel no era una forma de comunismo. La
gente poseía propiedad privada que podía comprarse y venderse, pero Dios poseía
la tierra y no permitía que se la vendiera para siempre.
El
año sabático y el año del jubileo, si se obedecían, hubieran impedido que el
rico se enriqueciera más y así empobreciera más el pobre. Pero los judíos no
obedecieron estas leyes y los resultados fueron trágicos.
También
dictaron leyes que favorecían a los ricos y aplastaban a los pobres, y Dios los
juzgó por eso. Véanse Isaías 3:12–15 y 10:1–3; Amós 2:6–7 y 5:11.
Por
último, estas leyes especiales también muestran la preocupación de Dios por la
tierra. Al permitir que la tierra descanse cada séptimo año y luego los dos
años seguidos en el jubileo, se restauraba su productividad y aumentaba su
valor.
Por
supuesto, exigía fe hacer esto, pero Dios prometió suplir sus necesidades.
Después de todo, el alimento que comemos viene de su mano, no del supermercado;
y todos necesitamos orar: «Danos hoy nuestro pan cotidiano» (Mt. 6:11).
Clase Para
Domingo.
Lea Su
Biblia, Lea Su
Biblia, Lea Su Biblia.
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