lunes, 27 de agosto de 2018

LEYES TOCANTES AL AÑO SABÁTICO: LEVÍTICO 25:


LEYES TOCANTES AL AÑO SABÁTICO:
LEVÍTICO 25:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
 
El sistema económico en Israel se basaba en tres principios fundamentales:
(1)     Dios poseía la tierra y tenía el derecho de controlarla, v. 23;
(2)   Dios poseía al pueblo, porque lo había redimido de la esclavitud en Egipto, vv. 38, 42, 55; y
(3)   los judíos eran una familia tu hermano») y debían preocuparse los unos por los otros, vv. 25, 35–36, 39, 47. Josué y el ejército judío conquistaron la tierra de Canaán, pero fue Dios el que designó la heredad (Jos. 13–21).
El pueblo «poseía» la tierra y disfrutaba de sus productos, pero Dios la poseía en propiedad y determinaba cómo se usaría. Este capítulo enfoca tres temas relacionados a la economía de la nación.

I.       El Año Sabático (Lv.25:1–7, 18–22):
El calendario judío del AT., funcionaba en una serie de «sietes»:
Ø El séptimo día de la semana era el sabat.
Ø Siete semanas después de la Pascua venía el Pentecostés, y
Ø el séptimo mes del año introducía la Fiesta de las Trompetas,
Ø el Día de la Expiación y la Fiesta de los Tabernáculos.
Cada séptimo año era el «año sabático» y después de siete años sabáticos venía el año del jubileo. El año sabático era la manera de Dios de permitir que la tierra descansara y restaurara su productividad. Al pueblo no se le permitía tener una cosecha formal aquel año, pero cualquiera podía comer del producto de los campos y huertos.
Dios prometió proveer abundantes cosechas durante el sexto año, de modo que observar el año sabático en realidad era una prueba de fe para el pueblo. Era también una expresión del amor de Dios por los pobres de la tierra (Éx. 23:10–12).
De acuerdo a Deuteronomio 15:1–11 todas las deudas debían remitirse al final del séptimo año. Los siervos judíos se suponían que debían servir sólo seis años (Éx. 21:2), y al pueblo judío se le animó a ser especialmente generoso con los pobres.
El año sabático era un tiempo de descanso y renovación para la tierra, el pueblo y los animales que la trabajaban. Era una oportunidad para un nuevo comienzo para los que habían experimentado dificultades financieras. Desafortunadamente, no hay evidencia de que la nación alguna vez obedeciera con fidelidad esta ley (2 Cron. 36:21).
Los profetas a menudo condenaron a los líderes judíos y ricos por tratar despiadadamente a los pobres. Si se hubiera observado la ley del año sabático, se hubiera impedido que los pobres perdieran sus tierras y que los ricos amasaran gigantescas propiedades. La economía no hubiera sido perfecta, pero hubiera estado mucho mejor equilibrada.
Durante la Fiesta de los Tabernáculos en cada año sabático los sacerdotes debían leer y explicar al pueblo el libro de Deuteronomio (Dt. 31:9–13). Era algo así como una conferencia bíblica de toda una semana, durante la cual se le recordaba al pueblo lo que Dios había hecho por ellos y de lo que Él esperaba de ellos a su vez.
El pueblo de Dios necesitaba que se le enseñara su Palabra, porque cada nueva generación no la había aprendido; y las generaciones más viejas necesitaban recordarla.

II.     El Año Del Jubileo (Lv.25:8–17, 23–24):
La palabra «jubileo» procede de la palabra hebrea ‘yobel’ que significa «cuerno de carnero». Este año especial se anunciaba con el toque de las trompetas en el Día de la Expiación. Así, el año empezaba con ayuno y arrepentimiento conforme la nación confesaba sus pecados al Señor (Lv. 16).
Durante ese año el pueblo reclamaba la tierra que se había vendido de modo que no saliera del control de la familia o tribu.
Y los judíos que compraban propiedad calcularían el precio hasta el próximo año del jubileo cuando la tierra volvería al dueño original. Cuánto alimento produciría en ese tiempo era una consideración principal. Como en el año sabático, la tierra debía descansar durante el año del jubileo.
El pueblo tendría que confiar en que Dios les proveería lo que necesitaban para el año sabático (el cuarenta y nueve), el año del jubileo (el cincuenta) y el cincuenta y uno cuando sembrarían de nuevo. No habría nueva cosecha sino hasta el año siguiente.
El pueblo no poseía la tierra, por consiguiente, no podía venderla para siempre. Dios les dio la tierra (Gn. 12:1–3; 15:7; 17:8; Dt. 5:16) y les permitió usarla, y siempre la controlaría. El pueblo debía andar en el temor del Señor y no usar su riqueza para oprimirse mutuamente.
Los esclavos se liberaban durante este año especial y así las familias se reunían de nuevo. La declaración: «Pregonaréis libertad en la tierra a todos sus moradores» (v. 10), está grabada en la Campana de la Libertad en Filadelfia. El año del jubileo señala la edad del reino cuando Cristo Jesús reinará en gloria y cumplirá las promesas hechas al pueblo judío.
Léase Isaías 61 y vea lo que Dios ha planeado para la nación de Israel. En un sentido espiritual el año del jubileo también es un cuadro de nuestra vida cristiana (Lc. 4:16–21, la cual es una cita de Isaías 61:1–2).
Al leer del AT., en la sinagoga aquel sabat en Nazaret, Jesús se detuvo en «el año agradable del Señor» (Lc. 4:19), que se refiere al año del jubileo. No leyó «el día de la venganza de nuestro Dios» (Is. 61:2), porque ese día de juicio no vendrá sino hasta que Dios haya concluido su programa presente de «tomar de ellos pueblo para su nombre» (Hch. 15:14).

III.    El Cuidado De Los Pobres (Lv.25:25–55):
Estas leyes se aplicaban independientemente de que fuera el año sabático o el año del jubileo. El principio general se indica en los versículos 25–28 y entonces se aplica a situaciones específicas.
Una persona que tenía que vender su propiedad debido a necesidad financiera podía redimirla en cualquier tiempo, o un hermano podía hacerlo por él. Pero el precio se determinaría por el número de años que restaban hasta el año del jubileo.

A.     Una Casa En La Ciudad (vv. 29–34).
Esta sería una propiedad valiosa debido a la seguridad que ofrecía la ciudad amurallada. Por eso el vendedor tenía sólo un año de plazo para comprarla de nuevo.
Después el propietario tenía la propiedad por todo el tiempo como quisiera; y no se devolvería al dueño original durante el año del jubileo. Sin embargo, esta regla no se aplica a las casas de propiedad de los levitas. En cuanto a un levita que le dio su casa al Señor, véase Hechos 4:34–37.

B.      Un Hermano Pobre (vv. 35–46).
Los judíos no debían oprimirse entre sí ni aprovecharse del otro en asuntos financieros. Si se prestaba dinero, no debía exigir interés; si vendía alimentos, no debía obtener ganancia exagerada.
Véase Nehemías 5. Si un judío tenía a otro judío como siervo, pagando una deuda, no debía tratarlo como esclavo; y el siervo debía salir libre en el año del jubileo.

       C. El Pariente Redentor (vv. 47–55).
       La mejor ilustración de esta ley aparece en el libro de Rut, donde Booz redimió a Rut, a Noemí y su propiedad. Un pariente podía rescatar a su pariente pagando sus deudas y recuperando su tierra. El «redentor» tenía que ser pariente cercano que podía y estaba dispuesto a redimir:
·      El pariente pobre podía ser puesto en libertad tanto de esclavitud como de deuda.
·      El pariente redentor es un cuadro de nuestro Señor Jesucristo quien se hizo «pariente cercano» al hacerse hombre (Filp. 2:1–11; Heb. 2:9–18) y pagando el precio de nuestra redención al morir en la cruz. Él podía salvar y estuvo dispuesto a salvar.

Debe notarse que el sistema económico en Israel no era una forma de comunismo. La gente poseía propiedad privada que podía comprarse y venderse, pero Dios poseía la tierra y no permitía que se la vendiera para siempre.
El año sabático y el año del jubileo, si se obedecían, hubieran impedido que el rico se enriqueciera más y así empobreciera más el pobre. Pero los judíos no obedecieron estas leyes y los resultados fueron trágicos.
También dictaron leyes que favorecían a los ricos y aplastaban a los pobres, y Dios los juzgó por eso. Véanse Isaías 3:12–15 y 10:1–3; Amós 2:6–7 y 5:11.
Por último, estas leyes especiales también muestran la preocupación de Dios por la tierra. Al permitir que la tierra descanse cada séptimo año y luego los dos años seguidos en el jubileo, se restauraba su productividad y aumentaba su valor.
Por supuesto, exigía fe hacer esto, pero Dios prometió suplir sus necesidades. Después de todo, el alimento que comemos viene de su mano, no del supermercado; y todos necesitamos orar: «Danos hoy nuestro pan cotidiano» (Mt. 6:11).


Clase Para Domingo.


Lea Su Biblia, Lea Su Biblia, Lea Su Biblia.





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