LA PRÁCTICA DE LA SANTIFICACIÓN;
LA CUESTIÓN DE LA LEY:
ROMANOS 7:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
Este
capítulo es muy mal entendido, pero no obstante es muy importante. ¡Muchos que lo
estudian no pueden entender por qué Pablo se refiere a la victoria en el capítulo
6 y luego en el 7 habla
de la derrota!
Opinan
que debería inmediatamente avanzar de la victoria del capítulo 6 a las grandes
bendiciones del capítulo 8, pero lo
que sabía el escritor inspirado era mejor.
El
capítulo 7 analiza una cuestión
vital en la vida cristiana; la relación del creyente con la ley de Dios.
Romanos
6 explica que los creyentes están
muertos al pecado porque están identificados con Cristo en su muerte y
resurrección. Responde la pregunta: «¿Perseveraremos en pecado?» (6:1).
Pero
nótese que Pablo hace una segunda pregunta en 6:15: «¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley,
sino bajo la gracia?»
En
el capítulo 7 responde a esta pregunta
y explica que los creyentes están muertos a la ley así como lo están al pecado (7:4).
¿Qué quiere
decir Pablo en 6:14 cuando afirma que «no estamos
bajo la ley, sino bajo la gracia»?
Ø Estar «bajo
la ley[1]» quiere
decir que debemos hacer algo por Dios;
Ø estar «bajo la
gracia[2]» quiere decir que Dios hace algo por
nosotros.
Demasiados
cristianos están agobiados por reglas y regulaciones religiosas y buenas
resoluciones, sin darse cuenta de que es imposible hallar santidad mediante sus
propios esfuerzos.
¡Qué trágico es ver cristianos viviendo «bajo la ley», luchando
por agradar a Dios, cuando la nueva posición que tienen en Cristo y el nuevo
poder en el Espíritu! (8:3–4)
hacen
posible disfrutar la victoria y la bendición por gracia. Pablo lo
explica en el capítulo 7 al darnos una serie de «dúos».
I.
Dos Esposos. (Romanos 7:1–6):
La relación
matrimonial ilustra nuestra relación con la ley. (Tenga presente
que cuando Pablo habla de «la ley» no se refiere sólo a la Ley de Moisés,
sino también a cualquier clase de legislación que el creyente usa para reducir
el pecado[3] y conseguir santidad): Los dos esposos son:
· la ley, y
· el Señor Jesucristo.
Cuando
una mujer se casa con un hombre, está ligada a ese hombre hasta que él muere.
Entonces ella es libre para casarse de nuevo.
Antes de conocer
a Cristo estábamos atados a la ley y condenados por ella. La ley, sin embargo:
Ø No «murió»
cuando fuimos salvados;
Ø en lugar de eso, nosotros morimos en Cristo.
Ya
no estamos «casados»
a un sistema de regulaciones; estamos «casados» a Cristo Jesús y ya la ley no tiene
control sobre nosotros.
Lea el versículo
4 varias veces y absorba su maravilloso mensaje. Nuestro antiguo «marido»
no tiene control sobre nosotros:
· Estamos en una nueva relación
maravillosa por medio de Cristo y en Cristo.
Cuando
estábamos perdidos la ley acicateada «las pasiones pecaminosas» de nuestra vieja
naturaleza y esto producía muerte (v. 5). Pero ahora estamos libres de la ley y
podemos servir a Cristo en el nuevo régimen del Espíritu, no en el antiguo de
la letra (v. 6).
El versículo 6
no sugiere que el cristiano no tiene la obligación de servir a Dios. En
realidad, nuestras obligaciones ahora son mayores puesto que conocemos a Cristo
y pertenecemos a la familia de Dios. Las exigencias son mucho más severas que
bajo la Ley Mosaica.
Por ejemplo: el Sermón
del Monte va más allá de las acciones externas para analizar las actitudes
internas. La Ley de Moisés decretaba que los homicidas eran culpables, pero
Jesús dijo que el odio equivalía al homicidio.
Pero Romanos 7:6
enseña que nuestra motivación para obedecer es diferente: no obedecemos mecánicamente a un conjunto de reglas, sino que
con todo amor, del corazón, obedecemos al Espíritu de Dios que cumple y
completa la justicia de la ley en nosotros (8:4).
Un
pianista principiante puede tocar una pieza «al pie de la letra» y sin embargo
no captar aún su espíritu interno de la manera que un músico experimentado lo
haría. Nuestra obediencia a Dios no es la del esclavo que teme al amo, sino la
de la novia que con amor complace al novio.
II.
Dos Descubrimientos. (Romanos 7:7–14):
Entonces,
¿por qué Dios estableció la ley si no santifica? ¿Qué propósitos tenía en
mente? Pues bien, Pablo hizo dos descubrimientos que contestan esta pregunta:
(1) La ley en sí
misma es espiritual, pero,
(2) el creyente es carnal, vendido al pecado.
¡Qué humillante
descubrimiento fue para el orgulloso fariseo que su naturaleza no era
espiritual e incapaz de obedecer la ley de Dios!
· La ley revela el pecado (v. 7), porque
al leerla, las mismas cosas que condena aparecen en nuestras vidas.
· La ley despierta el pecado (v. 8) y el pecado se agitan en nuestra naturaleza.
· La ley mata al pecador y lo
engaña (vv. 9–11), haciendo que se
dé cuenta de que es demasiado débil para satisfacer las normas de Dios.
· Por último, la ley revela la pecaminosidad
del pecado (v. 13), no sólo nuestras acciones externas, sino especialmente
nuestras actitudes internas. El creyente no puede santificarse mediante la ley
no porque esta no sea santa y buena, sino porque nuestra naturaleza es tan
pecaminosa que la ley no la puede cambiar o controlar. Es un día maravilloso en
la vida del cristiano cuando descubre que «la
vieja naturaleza no conoce la ley, y la nueva naturaleza no necesita de la ley».
III.
Dos Principios. (Romanos 7:15–25):
Después de su experiencia
de derrota con la ley, Pablo concluyó que hay dos principios (o «leyes») que operan en la vida del creyente:
(1) la ley del pecado y de la muerte, y
(2) la ley del Espíritu de vida en Cristo (véase 8:2).
Pablo
se refiere, entonces, a la presencia de dos naturalezas en el hijo de Dios. La
salvación no significa que Dios cambia la vieja naturaleza, la limpia o la
transforma. ¡La
vieja naturaleza del creyente es simplemente tan perversa y opuesta al Espíritu
hoy como en el día en que fue salvado!
La
salvación quiere decir que Dios le da al creyente una nueva naturaleza y
crucifica la antigua. El cristiano todavía tiene la capacidad de pecar, pero
ahora tiene un apetito por la santidad. La
dinámica para el pecado aún está allí, pero no tiene el deseo.
La
ley del pecado y de la muerte es simplemente la operación de la vieja
naturaleza, de modo que cuando el creyente quiere hacer lo bueno, el mal está
presente. Incluso, las «buenas cosas» que hacemos están manchadas por el mal
(véase v. 21).
Es
aquí donde usted ve la diferencia entre la victoria del capítulo 6 y la del
capítulo 7; en el capítulo 6 el creyente gana la victoria sobre las cosas malas
de la carne, o sea, deja de hacer deliberadamente el mal; pero en el capítulo 7
triunfa sobre las «cosas buenas» que la carne haría en
obediencia a la ley.
Más Dios no
acepta la carne, porque en nuestra carne no hay nada bueno. «La carne para nada aprovecha» (Jn. 6:63).
Sin embargo, cuántos cristianos establecen leyes para sus vidas y tratan de
disciplinar la carne para que obedezca, cuando Dios llanamente dice: «Los
designios de la carne [la vieja naturaleza]... no se sujetan a la ley de Dios,
ni tampoco pueden» (8:7).
La
ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús contrarresta la ley del pecado y de la
muerte. No es al someternos a las leyes externas que crecemos en santidad y
servimos a Dios aceptablemente, sino al someternos al Espíritu de Dios que mora
en nosotros. Esta ley (o principio) se elabora en el capítulo 8, en los
primeros diecisiete versículos en especial.
No
podemos cumplir con la justicia de la ley con nuestra fuerza; el Espíritu la
cumple en nosotros con su poder (8:3–4).
¿Cuál es la aplicación práctica de todo esto?
Simplemente esto: En nuestra nueva posición delante de Dios, como
muertos a la ley, no se espera que obedezcamos a Dios mediante nuestras
fuerzas. Dios no nos ha esclavizado bajo una «ley cristiana» que debamos obedecer
para ser santos.
Más
bien, nos ha dado su Espíritu Santo que nos capacita para cumplir las
exigencias de la santidad de Dios. Los cristianos pueden tener la victoria del
capítulo 6 y dejar de estar bajo la esclavitud del cuerpo de carne, pero hay
más que eso en la vida cristiana.
¿No deberíamos producir fruto para Dios? ¡Ciertamente!
Ø Pero desde el momento en
que empezamos a obrar con nuestra fuerza descubrimos que somos un fracaso; y
Ø triste es decirlo, pero muchos cristianos bien
intencionados se detienen allí mismos y se convierten en víctimas espirituales.
Más Bien Debemos
Aceptar Las Verdades De Romanos 7:
· que en realidad somos un fracaso, que la ley es buena pero que somos carnales, y
· luego permitir que el Espíritu
obre la voluntad de Dios en nuestra vida.
Que
Dios nos capacite para considerarnos muertos al pecado (cap.6) y a la ley (cap.
7), para que podamos, por medio del Espíritu, disfrutar de la bendita libertad
de los hijos de Dios y glorificar a Dios viviendo en santidad.
Clase Para El Miércoles:
Lea Su Biblia, Lea Su Biblia, Lea Su Biblia.
___________
Notas:
[1] G3551
νόμος = nómos: de un primario νέμω = némo,
(repartir, específicamente comida o forraje a los animales); ley (mediante la
idea de uso prescriptivo), generalmente (regulación), específicamente (de
Moisés [incierto el volumen]; también el evangelio), o figurativamente (un
principio):- pleito,
ley.
[2] G5485
χάρις = járis: de G5463; gracia (como gratificante), de manera o acción
(abstractamente o concretamente; literalmente, figurativamente o espiritual;
específicamente la influencia divina sobre el corazón, y su reflejo en la vida;
incluido gratitud):- merecer aprobación, aprobar, congraciarse, donativo,
favor, gozo, gracia, gratitud, mérito. (Strong).
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