lunes, 17 de diciembre de 2018

LA PRÁCTICA DE LA SANTIFICACIÓN; LA CUESTIÓN DE LA LEY: ROMANOS 7:


LA PRÁCTICA DE LA SANTIFICACIÓN; LA CUESTIÓN DE LA LEY:
ROMANOS 7:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:

Este capítulo es muy mal entendido, pero no obstante es muy importante. ¡Muchos que lo estudian no pueden entender por qué Pablo se refiere a la victoria en el capítulo 6 y luego en el 7 habla de la derrota!
Opinan que debería inmediatamente avanzar de la victoria del capítulo 6 a las grandes bendiciones del capítulo 8, pero lo que sabía el escritor inspirado era mejor.
El capítulo 7 analiza una cuestión vital en la vida cristiana; la relación del creyente con la ley de Dios.
Romanos 6 explica que los creyentes están muertos al pecado porque están identificados con Cristo en su muerte y resurrección. Responde la pregunta: «¿Perseveraremos en pecado (6:1).
Pero nótese que Pablo hace una segunda pregunta en 6:15: «¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia?»
En el capítulo 7 responde a esta pregunta y explica que los creyentes están muertos a la ley así como lo están al pecado (7:4).
¿Qué quiere decir Pablo en 6:14 cuando afirma que «no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia»?
Ø Estar «bajo la ley[1]» quiere decir que debemos hacer algo por Dios;
Ø estar «bajo la gracia[2]» quiere decir que Dios hace algo por nosotros.
Demasiados cristianos están agobiados por reglas y regulaciones religiosas y buenas resoluciones, sin darse cuenta de que es imposible hallar santidad mediante sus propios esfuerzos.
¡Qué trágico es ver cristianos viviendo «bajo la ley», luchando por agradar a Dios, cuando la nueva posición que tienen en Cristo y el nuevo poder en el Espíritu! (8:3–4) hacen posible disfrutar la victoria y la bendición por gracia. Pablo lo explica en el capítulo 7 al darnos una serie de «dúos».

I.       Dos Esposos. (Romanos 7:1–6):
La relación matrimonial ilustra nuestra relación con la ley. (Tenga presente que cuando Pablo habla de «la ley» no se refiere sólo a la Ley de Moisés, sino también a cualquier clase de legislación que el creyente usa para reducir el pecado[3] y conseguir santidad): Los dos esposos son:
·      la ley, y
·      el Señor Jesucristo.

Cuando una mujer se casa con un hombre, está ligada a ese hombre hasta que él muere. Entonces ella es libre para casarse de nuevo.
Antes de conocer a Cristo estábamos atados a la ley y condenados por ella. La ley, sin embargo:
Ø No «murió» cuando fuimos salvados;
Ø en lugar de eso, nosotros morimos en Cristo.
Ya no estamos «casados» a un sistema de regulaciones; estamos «casados» a Cristo Jesús y ya la ley no tiene control sobre nosotros.

Lea el versículo 4 varias veces y absorba su maravilloso mensaje. Nuestro antiguo «marido» no tiene control sobre nosotros:
·      Estamos en una nueva relación maravillosa por medio de Cristo y en Cristo.
Cuando estábamos perdidos la ley acicateada «las pasiones pecaminosas» de nuestra vieja naturaleza y esto producía muerte (v. 5). Pero ahora estamos libres de la ley y podemos servir a Cristo en el nuevo régimen del Espíritu, no en el antiguo de la letra (v. 6).

El versículo 6 no sugiere que el cristiano no tiene la obligación de servir a Dios. En realidad, nuestras obligaciones ahora son mayores puesto que conocemos a Cristo y pertenecemos a la familia de Dios. Las exigencias son mucho más severas que bajo la Ley Mosaica.
Por ejemplo: el Sermón del Monte va más allá de las acciones externas para analizar las actitudes internas. La Ley de Moisés decretaba que los homicidas eran culpables, pero Jesús dijo que el odio equivalía al homicidio.

Pero Romanos 7:6 enseña que nuestra motivación para obedecer es diferente: no obedecemos mecánicamente a un conjunto de reglas, sino que con todo amor, del corazón, obedecemos al Espíritu de Dios que cumple y completa la justicia de la ley en nosotros (8:4).
Un pianista principiante puede tocar una pieza «al pie de la letra» y sin embargo no captar aún su espíritu interno de la manera que un músico experimentado lo haría. Nuestra obediencia a Dios no es la del esclavo que teme al amo, sino la de la novia que con amor complace al novio.

II.      Dos Descubrimientos. (Romanos 7:7–14):
Entonces, ¿por qué Dios estableció la ley si no santifica? ¿Qué propósitos tenía en mente? Pues bien, Pablo hizo dos descubrimientos que contestan esta pregunta:
(1) La ley en sí misma es espiritual, pero,
(2) el creyente es carnal, vendido al pecado.

¡Qué humillante descubrimiento fue para el orgulloso fariseo que su naturaleza no era espiritual e incapaz de obedecer la ley de Dios!
·      La ley revela el pecado (v. 7), porque al leerla, las mismas cosas que condena aparecen en nuestras vidas.
·      La ley despierta el pecado (v. 8) y el pecado se agitan en nuestra naturaleza.
·      La ley mata al pecador y lo engaña (vv. 9–11), haciendo que se dé cuenta de que es demasiado débil para satisfacer las normas de Dios.
·      Por último, la ley revela la pecaminosidad del pecado (v. 13), no sólo nuestras acciones externas, sino especialmente nuestras actitudes internas. El creyente no puede santificarse mediante la ley no porque esta no sea santa y buena, sino porque nuestra naturaleza es tan pecaminosa que la ley no la puede cambiar o controlar. Es un día maravilloso en la vida del cristiano cuando descubre que «la vieja naturaleza no conoce la ley, y la nueva naturaleza no necesita de la ley».

III.    Dos Principios. (Romanos 7:15–25):
Después de su experiencia de derrota con la ley, Pablo concluyó que hay dos principios (o «leyes») que operan en la vida del creyente:
(1) la ley del pecado y de la muerte, y
(2) la ley del Espíritu de vida en Cristo (véase 8:2).

Pablo se refiere, entonces, a la presencia de dos naturalezas en el hijo de Dios. La salvación no significa que Dios cambia la vieja naturaleza, la limpia o la transforma. ¡La vieja naturaleza del creyente es simplemente tan perversa y opuesta al Espíritu hoy como en el día en que fue salvado!
La salvación quiere decir que Dios le da al creyente una nueva naturaleza y crucifica la antigua. El cristiano todavía tiene la capacidad de pecar, pero ahora tiene un apetito por la santidad. La dinámica para el pecado aún está allí, pero no tiene el deseo.

La ley del pecado y de la muerte es simplemente la operación de la vieja naturaleza, de modo que cuando el creyente quiere hacer lo bueno, el mal está presente. Incluso, las «buenas cosas» que hacemos están manchadas por el mal (véase v. 21).
Es aquí donde usted ve la diferencia entre la victoria del capítulo 6 y la del capítulo 7; en el capítulo 6 el creyente gana la victoria sobre las cosas malas de la carne, o sea, deja de hacer deliberadamente el mal; pero en el capítulo 7 triunfa sobre las «cosas buenas» que la carne haría en obediencia a la ley.

Más Dios no acepta la carne, porque en nuestra carne no hay nada bueno. «La carne para nada aprovecha» (Jn. 6:63). Sin embargo, cuántos cristianos establecen leyes para sus vidas y tratan de disciplinar la carne para que obedezca, cuando Dios llanamente dice: «Los designios de la carne [la vieja naturaleza]... no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden» (8:7).
La ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús contrarresta la ley del pecado y de la muerte. No es al someternos a las leyes externas que crecemos en santidad y servimos a Dios aceptablemente, sino al someternos al Espíritu de Dios que mora en nosotros. Esta ley (o principio) se elabora en el capítulo 8, en los primeros diecisiete versículos en especial.
No podemos cumplir con la justicia de la ley con nuestra fuerza; el Espíritu la cumple en nosotros con su poder (8:3–4).

¿Cuál es la aplicación práctica de todo esto? Simplemente esto: En nuestra nueva posición delante de Dios, como muertos a la ley, no se espera que obedezcamos a Dios mediante nuestras fuerzas. Dios no nos ha esclavizado bajo una «ley cristiana» que debamos obedecer para ser santos.
Más bien, nos ha dado su Espíritu Santo que nos capacita para cumplir las exigencias de la santidad de Dios. Los cristianos pueden tener la victoria del capítulo 6 y dejar de estar bajo la esclavitud del cuerpo de carne, pero hay más que eso en la vida cristiana.

¿No deberíamos producir fruto para Dios? ¡Ciertamente!
Ø Pero desde el momento en que empezamos a obrar con nuestra fuerza descubrimos que somos un fracaso; y
Ø triste es decirlo, pero muchos cristianos bien intencionados se detienen allí mismos y se convierten en víctimas espirituales.

Más Bien Debemos Aceptar Las Verdades De Romanos 7:
·      que en realidad somos un fracaso, que la ley es buena pero que somos carnales, y
·      luego permitir que el Espíritu obre la voluntad de Dios en nuestra vida.

Que Dios nos capacite para considerarnos muertos al pecado (cap.6) y a la ley (cap. 7), para que podamos, por medio del Espíritu, disfrutar de la bendita libertad de los hijos de Dios y glorificar a Dios viviendo en santidad.

 
Clase Para El Miércoles:

Lea Su Biblia, Lea Su Biblia, Lea Su Biblia.
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Notas:
[1] G3551 νόμος = nómos: de un primario νέμω = némo, (repartir, específicamente comida o forraje a los animales); ley (mediante la idea de uso prescriptivo), generalmente (regulación), específicamente (de Moisés [incierto el volumen]; también el evangelio), o figurativamente (un principio):- pleito, ley.
[2] G5485 χάρις = járis: de G5463; gracia (como gratificante), de manera o acción (abstractamente o concretamente; literalmente, figurativamente o espiritual; específicamente la influencia divina sobre el corazón, y su reflejo en la vida; incluido gratitud):- merecer aprobación, aprobar, congraciarse, donativo, favor, gozo, gracia, gratitud, mérito. (Strong).
[3] G266 ἁμαρτία = jamartía: de G264; pecar (propiamente abstractamente):- pecado, pecaminoso, pecar.

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