¿Derrota Y
Victoria?
(1 Jn. 5:4)
“Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y
esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe”.
(1 Jn.
5:4).
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
Todos los años,
el 18 de Junio, se recuerda la gran Batalla de
Waterloo en lo que ahora es
Bélgica. Ese día, en 1815, el ejército francés de Napoleón fue vencido por la
fuerza multinacional comandada por el duque de Wellington.
Desde entonces, Waterloo se asocia
muchas veces con la idea de sufrir una derrota a manos de alguien más fuerte o
de un problema demasiado difícil.
En la vida
espiritual, algunos sienten que el fracaso es inevitable, y que es
solo cuestión de tiempo hasta que cada uno “enfrenta su Waterloo”. Sin embargo, Juan refutó esta visión pesimista al escribir a los
seguidores de Jesús:
· “Porque todo lo que es
nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria[1] que ha
vencido al mundo, nuestra fe”. (1 Jn. 5:4).
El pensamiento
del amor lleva al de la relación con Dios y eso, a su vez, a la victoria. El
amor y la fe están envueltos, por así decirlo, en un mismo manto (comp. 4:16),
y el creyente vence al mundo.
I. Amor Hacia Los Hermanos. 1 Juan 5:1-3:
V.1.
La Razón Por La Que Nuestro “Hermano” (4:21).
Es merecedor de tal amor, a saber,
porque es “nacido
(engendrado) de Dios”; de modo que si
deseamos demostrar nuestro amor a Dios, debemos demostrarlo al representante
visible de Dios.
Todo aquel que—
Ø Él no podría ser nuestro “Jesús”
(Dios-Salvador), a menos que fuera “el Cristo”;
Ø porque no podría revelar el camino de la salvación, a menos que fuera
profeta;
Ø no podría obrar aquella salvación, a
menos que fuera sacerdote;
Ø no podría conferir aquella salvación, a
menos que fuera rey:
· No podría ser profeta,
· sacerdote, y
· rey,
· a menos que fuera el Cristo. [Pearson, sobre el
credo].
Nacido—“engendrado”,
en ambos casos aquí. Cristo es “el unigénito Hijo” por la generación; nosotros
llegamos a ser hijos de Dios por la regeneración y la adopción. Que ama… engendrado—con
sinceridad, no con mera profesión (4:20).
Que es nacido—es decir, “a sus hermanos” (4:21).
V.2. En esto.
—Como nuestro amor o los hermanos es la
señal y prueba de nuestro amor a Dios, así (Juan
dice aquí) que nuestro amor a Dios (probado
por “guardar nosotros sus mandamientos”) es
el fundamento, la única base verdadera, del amor a los hermanos, conocemos—Juan
significa aquí, no las normas externas del genuino amor fraternal, sino las
normas internas de él, la conciencia del amor a Dios manifestada en guardar de
corazón sus mandamientos.
Cuando tenemos este amor a Dios interna
y externamente confirmado, podemos saber de seguro que amamos en verdad a los
hijos de Dios. “El
amor al hermano es precedente, según el orden natural (Nota, 4:20); el amor a Dios lo es según el orden de la gracia (5:2).
En un tiempo el primero es conocido más inmediatamente;
en otro tiempo este segundo, según que esté la mente ocupada con las relaciones
humanas o con lo que concierne el honor divino”.
Juan
demuestra lo que es el verdadero amor, a saber: el amor
que se refiere a Dios como su primer objeto. Como antes Juan
subrayaba el efecto, así ahora puntualiza la causa. Porque desea que el amor
mutuo sea cultivado entre nosotros de tal modo que Dios ocupe siempre el primer
lugar.
V.3. éste es.
—El amor de Dios consiste en esto.
No son penosos—como muchos piensan. Es “el camino del transgresor” el
que es “duro”.
Lo que los hace “no penosos” a los regenerados es la fe que “vence al mundo”
(5:4); en la proporción en que la fe es fuerte, así queda vencido lo penoso
de los mandamientos de Dios a la rebelde carne.
La razón por qué los creyentes sienten
cualquier grado de cansancio en los mandamientos de Dios, es que no se dan
cuenta cabal por medio de la fe, de los privilegios de su vida espiritual.
II. Victoria
Sobre El Mundo. 1 Juan 5:4-5:
V.4. Porque—(Nota.
5:3.).
La razón por qué “sus mandamientos no son penosos”.
Aunque cay conflicto en guardarlos, el resultado para todo el cuerpo de los
regenerados es la victoria sobre toda influencia opositora:
· entre tanto hay un gozo actual para
cada creyente en guardarlos, que los hace “no penosos”.
Todo aquello—El neutro expresa el todo universal, el agregado de
los regenerados, mirados como un cuerpo colectivo, Juan 3:6; 6:37; 6:39, donde
observa Bengel, en los discursos de Jesús, lo que el Padre le ha dado, se llama
“todo lo que”,
en el singular del neutro; todos los que vienen al Hijo se denominan en el
plural del masculino.
El
Padre ha dado, como si fuera, todo el conjunto al Hijo, para que todos los que
él ha dado sean un todo: aquel todo universal que
el Hijo desenvuelve individualmente en la ejecución del plan divino.
Vence—habitualmente.
Al mundo—todo lo que se opone al cumplimiento de los mandamientos
de Dios, o que nos aparta de Dios, en este mundo, inclusive nuestra corrupta
carne, donde actúan los requiebros y amenazas del mundo, inclusive Satanás, “el príncipe de
este mundo”.
Victoria que vence—El aoristo griego, participio, que hace
contemplar el hecho consumado de una vez, la victoria ya ganada (Juan 2:13; 4:4).
V.5.
¿Quién—Confirmando, con una pregunta
triunfante que desafía toda contradicción, como hecho innegable (Jn.5:4), que
la victoria que vence al mundo es la fe.
Porque es por la fe (creyendo) que somos hechos uno con
Jesús el Hijo de Dios, de modo que participamos de su victoria sobre el mundo y
tenemos a uno que mora en nosotros más poderoso que el que está en el mundo
(Jn.4:4).
“Buscad por todo el mundo, y mostradme a uno siquiera que
pueda afirmar con verdad que vence al mundo, que no sea un cristiano y uno
dotado de la fe”.
III. Verificación De Las Credenciales De Cristo. 1
Juan 5:6-12:
V.6. Este—el antes nombrado (Jn.5:5).
Que vino por agua y sangre.
· “por agua”, cuando fue inaugurado su ministerio
por el bautismo en el Jordán, y recibió el testimonio del Padre tocante a su Mesianidad
y a su filiación divina.
Comp. 2 Sam.5:5: “Cree que Jesús es el Hijo de Dios”,
con Jn.1:33-34, “el Espíritu que reposa sobre él… le vi, y he dado testimonio que éste
es el Hijo de Dios: y
5:8, abajo, “Son tres los
que dan testimonio en la tierra, el Espíritu, y el agua, y la sangre”.
Correspondiente a esto es el bautismo de agua y del Espíritu que él ha instituido
como sello permanente y medio de incorporación iniciadora con él.
· Y sangre—El vino por “la sangre de
su cruz” (“por”, como en Heb.9:12, “por
su propia sangre, entró una sola vez en el santuario”): hecho visto y tan solemnemente atestiguado por Juan aquí.
“Estos dos hechos
pasados en la vida del Señor son este testimonio permanente para nosotros, por
virtud de la permanente aplicación a nosotros de su poder purificador y vicario”.
NOTA: 1
Juan 5:6: mediante
agua y sangre. El agua se refiere a la inauguración del ministerio terrenal de Cristo
al ser bautizado por Juan (Mr.1:9-11); la sangre se refiere a la clausura de su vida
terrenal al ser crucificado. Jesús
demostró que era el Cristo (el
Mesías)
en su bautismo y al
derramar su alma hasta la muerte. No mediante
agua solamente. Esto
contradice la enseñanza de Cerinto, quién decía que el Cristo Divino se fue de
Jesús antes de su crucificación. [Biblia de Estudio RYRIE].
Jesucristo—no la mera mención, sino una solemne aseveración de
la persona y Mesianidad del Señor. No por—Griego: “no EN el
agua solamente, sino EN el agua y EN (así dicen los manuscritos más antiguos) la sangre”.
Como
“por” significa “por
medio de”, el medio por el cual vino:
Ø Así “en”, el
elemento en que vino.
El artículo denota que el agua
y la sangre
eran los símbolos sagrados y bien conocidos.
Juan
el Bautista vino bautizando sólo con agua, y por tanto no fue el Mesías:
· Jesús vino primero para llevar a cabo
él mismo el doble bautismo de agua y sangre,
y
· luego bautizarnos en la purificación
del Espíritu, de la que el agua es el sello sacramental, y en su sangre
propiciatoria, la eficacia de la cual, una vez por todas derramada, es perpetua
en la Iglesia; y
· por lo tanto es el Mesías.
Fue su sangre derramada la que primero dio
al bautismo
de agua su significado espiritual. Somos bautizados en (dentro de) su muerte; el gran punto de
unión entre nosotros y él, y por medio de él, entre nosotros y Dios.
Y el Espíritu—el Espíritu Santo es un testigo
adicional (comp. 5:7), además del agua y la sangre, de la filiación y Mesianidad
de Jesús.
El Espíritu atestiguó estas verdades en
el bautismo de Jesús descendiendo sobre él, y dándole el poder al través de su
ministerio de hablar y hacer lo que ningún hombre antes ni después habló ni
hizo; y “es
el Espíritu que da testimonio” de Cristo, ahora permanentemente en
la Iglesia:
Ø tanto en las Escrituras inspiradas del
Nuevo Testamento, como en el corazón de los creyentes, y en la recepción
espiritual del bautismo y de la cena del Señor.
V.7. tres—se requerían dos o tres testigos por la ley,
para constituir testimonio adecuado.
Los únicos manuscritos griegos que
sostienen en alguna forma las palabras, “son los que dan testimonio en el cielo, el Padre, el
Verbo, y el Espíritu Santo:
Ø Y estos tres son uno, y
Ø tres son los que dan testimonio en la
tierra”,
son el Montfortianus de Dublín, copiado
evidentemente de la moderna Vulgata Latina; el Ravianus, copiado del Poligloto
Complutense; un manuscrito de Nápoles que lleva dichas palabras en el margen
añadidas por mano reciente: el
Ottobonianus, 298, del siglo 15, el griego del cual es una mera traducción del
latín acompañante.
Todas
las antiguas versiones las omiten. Los manuscritos más antiguos de la Vulgata
las omiten:
· el más antiguo
de la Vulgata que las tiene es el Wizanburgense, 99, del siglo ocho.
Un escolio citado por Matthaei enseña
que las palabras no se originaron por fraude; porque en todos los manuscritos
griegos, “tres
son los que dan testimonio”, como notó el escoliasta, la palabra “tres” es
masculina, porque las tres cosas (Espíritu, agua y sangre) son SIMBOLOS DE LA
TRINIDAD.
A esto se refirió también Cipriano, 196,
“Del Padre, Hijo
y Espíritu Santo, está escrito: Y estos tres
son uno (una unidad)”.
Debe haber alguna verdad mística que se
expresa en el uso de “tres” en masculino, aunque los antecedentes, “Espíritu, agua y
sangre”, son neutros. Que la TRINIDAD fue la verdad implícita es inferencia
natural: la
tríade especificada, señala a otra Trinidad Superior; como es claro por el 5:9,
“el testimonio de Dios es mayor”, que se refiere a la Trinidad aludida en el Espíritu, agua
y sangre.
Fue escrito primero, pues como
comentario marginal para completar el sentido del texto, y allá a fines del
siglo octavo fue introducido en el texto de la Vulgata Latina. El testimonio,
sin embargo, pudo ser dado a los hombres sólo en la tierra, no en el cielo. El
comentario, pues, que insertó “en el cielo”.
Fue
impropio. Es en la tierra donde el contexto evidentemente requiere que el
testimonio de los tres, el Espíritu, el agua, y la sangre, sea dada:
Ø Exponiendo místicamente a los divinos
testigos trinos,
Ø el Padre,
Ø el Espíritu, y
Ø el Hijo.
Luecke nota como evidencia interna en
contra de estas palabras, el que Juan nunca usa “el Padre” y “el Verbo” como correlativos,
sino que, como otros escritores del Nuevo Testamento, asocia “el Hijo”
con “el
Padre”, y siempre refiere “el Verbo” a “Dios” como su correlativo, no “al Padre”.
Vigilius, al fin del siglo cinco, es el
primero en citar las palabras disputadas como del texto; pero ningún manuscrito
griego anterior al siglo quince aún existente las tiene. El término “Trinidad”
ocurre por primera vez en el siglo tres en Tertuliano, adversus Praxean, 3.
V.8.
concuerdan en uno.
—“propenden a un solo resultado”; su concordante
testimonio de la filiación y Mesianidad de Jesús que dan por la gracia
sacramental en el agua del bautismo, recibido por el penitente creyente, por la
eficacia expiatoria de su sangre, y por el testimonio interno de su Espíritu
(5:10): lo que corresponde al testimonio que fue
dado de la filiación y Mesianidad de Jesús por su bautismo, su crucifixión, y
las manifestaciones en él del Espíritu Santo (Nota, 5:6).
Fue por su venida “por agua” (eso
es, su bautismo en el Jordán) que Jesús tomó solemne posesión de su
oficio, y fue revelado como el Mesías; esto debe haber sido especialmente
importante en la estimación de Juan, quien fue llevado a Cristo por el
testimonio del Bautista.
Por el bautismo recibido entonces por
Cristo, por el derramamiento redentor de su sangre y por lo que el Espíritu de
Dios, cuyo testimonio es infalible, ha efectuado y sigue efectuando, por él, el
Espíritu, el
agua y la sangre, se unen, como el testimonio triple, para verificar
su divina Mesianidad.
V.9.
Si recibimos.
—Aceptamos en verdad (y justamente)
el testimonio de hombres veraces, falibles como son; con mucha mejor razón
debemos aceptar el testimonio infalible de Dios (el Padre). “El testimonio del Padre es,
como si fuera, la base del testimonio de la Palabra y del Espíritu Santo; así
como el testimonio del Espíritu, es, como si fuera, la base del testimonio del
agua y de la sangre”. [Bengel].
Porque—este principio
se aplica en el presente caso.
Éste es, etc.—Los manuscritos más antiguos dicen: “Este es el
testimonio de Dios: que él ha dado testimonio de su Hijo”. Lo que es
el testimonio lo hallamos en el 5:1, “Jesús es el Cristo, es nacido de Dios”; y en
el 5:10, 11.
V.10.
tiene el testimonio en sí mismo—de Dios,
mediante su Espíritu (5:8).
El Espíritu de Dios mora en él, y testifica
que “Jesús
es el Señor”, “el Cristo”, y “el Hijo de Dios”. (5:1, 5). El
testimonio del Espíritu en el creyente mismo de su propia adopción no está
expresado aquí, pero se sigue como consecuencia de creer el testimonio que Dios
da de la divina filiación de Jesús. Que no cree—no da crédito a su testimonio.
Le ha hecho mentiroso—una consecuencia que muchos virtual, o
hasta confesadamente, no creen, que bien podrá alarmarlos por tan terrible
blasfemia y presunción (1:10).
No ha creído—negarse a dar crédito, a poner confianza en
(griego, eis), el testimonio de Dios envuelve la negación de creer en (depositar la
confianza en) Jesucristo, el objeto del testimonio de Dios.
“Esta es la clase superior de fe; porque el objeto tiene
la mayor credibilidad por estar basada en el testimonio de Dios”.
[Pearson sobre Credo]. “La autoridad en que
confiamos es divina; la doctrina que seguimos es divina”. [Leo].
V.11.
nos ha dado—Aoristo griego, “dio”
una vez por todas. No sólo la “prometió”. Esta vida está en su Hijo—esencialmente
(Jn.1:4; 11:25; 14:6); corporalmente (Col.2:9); operativamente (2 Tim.1:10). Es
en el segundo Adán, el Hijo de Dios, donde esta vida nos está asegurada, la
que, si dependiera de nosotros, la perderíamos, como el primer Adán.
V.12. al Hijo tiene la vida.
—Bengel
observa: El versículo tiene dos proposiciones:
· en la primera se menciona al
Hijo sin añadir “de Dios”, porque los creyentes conocen al Hijo;
· en la segunda, se agrega el distintivo “de Dios”, para que los incrédulos sepan así cuán grave cosa
es no tenerle:
Ø En la primera, “tiene”
lleva el énfasis;
Ø en la segunda, vida.
Tener al Hijo es poder decir como la
esposa, “Soy
de mi Amado, y mi Amado es mío”. La fe es el medio por el cual los
regenerados TIENEN
a Cristo como posesión presente, y teniéndole a él, tienen la vida en su germen
y realidad ahora, y tendrán la vida en su manifestación de pleno desarrollo en
el futuro. La Vida Eterna Es Aquí:
(1) inicial, y una garantía de lo que ha de seguir; en el estado
intermedio,
(2) parcial, que pertenece sólo a una parte, si bien la parte
más noble, del hombre, el alma separada del cuerpo; en la resurrección y
después,
(3)
perfeccional.
Esta vida no es sólo natural, consistente en la
unión del alma y el cuerpo (como la de los réprobos en la pena eterna, que debiera
llamarse más bien muerte eterna, no vida), sino también espiritual,
la unión del alma con Dios, y bendecida en grado supremo para siempre (pues la vida es
otro término por felicidad).
IV. Seguridad De La Vida Eterna. 1 Juan 5:13:
V.13.
Estas cosas—Esta Epístola.
Hacia el fin de su Evangelio (Jn.20:30-31),
Juan escribió de manera similar, declarando el propósito que tenía de escribir.
En
1:4
indica el objeto de escribir esta Epístola, “para que vuestro gozo sea cumplido”.
“Saber que tenemos vida eterna” es manera
segura de “gozarnos
en Dios”.
Los
manuscritos más antiguos dicen: “Estas cosas os he
escrito (omitiendo: “los que creéis en el
nombre del Hijo de Dios”) para que sepáis que tenéis vida eterna
(5:11), “a
vosotros (digo) que creéis (no para que
creáis) en el nombre del Hijo de Dios”. El
sentido de nuestra versión sería “para que sigáis creyendo en el nombre…”.
Concluye:
En su primera carta, Juan entreteje el
tema de la victoria espiritual, y nos anima a no amar lo que este mundo ofrece,
que pronto se desvanecerá (2:15-17).
En cambio, tenemos que amar y agradecer
a Dios, “Y esta
es la promesa que él nos hizo, la vida eterna”. (1 Jn. 2:25).
Sin duda, la vida tiene sus altibajos, y
algunas batallas parecen terminar en derrota, pero la victoria es nuestra en
Cristo, si confiamos en su Poder.
_________
Nota
y Bibliografía:
[1] G3529 νίκη = níke: aparentemente palabra
primaria; conquista (abstractamente), i.e. (figurativamente) el medio del
triunfo:- victoria.
(Strong).
-e-Sword-the. LEDD.
-La Biblia de
Estudió RYRIE.
-El Pan Diario
2018.
-Pastor: Carlos
Ramírez Jiménez. 18//06//2018.
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