lunes, 25 de junio de 2018

LA PERSECUCIÓN DE LOS CRISTIANOS POR PARTE DE HERODES: HECHOS 12:


LA PERSECUCIÓN DE LOS CRISTIANOS POR PARTE DE HERODES:
HECHOS 12:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:

Aquí leemos una de las últimas referencias al ministerio de Pedro entre los primeros cristianos. En el capítulo 13 Pablo asume el escenario central y ya no encontramos de nuevo a Pedro sino cuando da su testimonio (respaldando a Pablo) en el capítulo 15. Aquí, en el capítulo 12, vemos varios poderes diferentes obrando.

I.       El Poder De Satanás (Hechos 12:1–4):
Herodes Agripa, nieto de Herodes el Grande, era, como sus antecesores, un homicida. Los Herodes eran edomitas, descendientes de Esaú. En cierto sentido vemos a Esaú persiguiendo de nuevo a Jacob, porque «Jacobo» es simplemente otra forma del mismo nombre Jacob.
Esta persecución es un cuadro del tiempo de tribulación que los judíos soportarán en los últimos días. Léase de nuevo Mateo 20:20–23, en donde a Jacobo y a Juan se les promete un bautismo de sufrimiento. Jacobo fue el primero de los apóstoles sacrificado y Juan, quien vivió una larga vida, soportó gran sufrimiento (Ap. 1:9). Cristo les había prometido a los apóstoles que sufrirían persecución. Lo mismo ocurrirá con todos los que procuren hacer la voluntad de Dios.
Es interesante notar que los apóstoles no reemplazaron a Jacobo, como hicieron con Judas en el capítulo 1. Debido a que se había rechazado el reino prometido, los apóstoles no «se sentarían en doce tronos» en ese reino (Mt. 19:28). Este es otro indicio de que se había revelado un nuevo plan. Hay una lección práctica aquí: cuando Satanás quiere estorbar la obra de la Iglesia, persigue a Pedro y a Jacobo.
Acosa a los mejores cristianos y procura obstaculizar su obra. ¿Somos la clase de cristianos que Satanás quiere atacar? Es significativo que Pedro fue librado, en tanto que se permitió que Jacobo muriera. Dios tiene un propósito único para cada uno de los suyos.

II.     El Poder De La Oración (Hechos 12:5–19):
La palabra «pascua» en el versículo 4 se refiere a esa festividad. La ceremonia duraba ocho días, después de la cual Herodes prometió matar a Pedro para complacer a los judíos. Por motivos de seguridad, asignó a cuatro grupos, de cuatro guardias cada uno, para que lo vigilaran.
Dos guardias estaban siempre a su lado y dos en la puerta de la celda. «Pero la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él» (v. 5). ¡Cómo emocionan esas palabras al creyente! Cuando Satanás hace lo peor, los cristianos pueden volverse a Dios en oración y saber que Él obrará.
¿Cómo podía Pedro tener tanta paz cuando sabía que le quedaba tan solo un corto tiempo de vida? Es cierto que la oración de la iglesia le ayudó, pero la promesa de Cristo en Juan 21:18–19 debe haberle sostenido.
Pedro sabía que no moriría sino hasta que fuera viejo y que esa muerte no sería a espada (como en el caso de Jacobo, v. 2), sino por crucifixión. La fe en la Palabra de Dios le dio paz. Si tan solo confiáramos en las promesas de Cristo, tendríamos la misma paz en medio de la tribulación.
El ángel libró a Pedro, pero nótese que no hizo por el apóstol lo que él mismo podía hacer. El ángel le libró de las cadenas y le condujo fuera de la cárcel, pero le dijo a Pedro que se calzara sus zapatos, que se vistiera y que le siguiera. Cuando Pedro estuvo seguro fuera, el ángel le dejó que tomara su propia decisión. Podemos esperar que Dios haga lo imposible si obedecemos y hacemos lo posible.

No debemos subestimar el poder de una iglesia que ora. Oraban con fervor (v. 5), con claridad y valentía. A pesar de su incredulidad, cuando Pedro apareció, Dios honró sus oraciones y fue glorificado. Cuando Rodé oyó que llamaban a la puerta, contestó por fe; porque de acuerdo a todo lo que sabía, ¡podría haber habido allá afuera una compañía de los soldados de Herodes, listos para arrestarlos!
El Jacobo mencionado en el versículo 17 es el hermano de Cristo, quien, al parecer, llegó a ser el anciano principal en la asamblea de Jerusalén (véase el cap. 15). No lo confunda con el hijo de Alfeo, o el Jacobo que mató Herodes. Véanse también Hechos 21:18 y Gálatas 1:19 y 2:9.
La partida de Pedro sigue siendo un misterio: se fue «a otro lugar» (v. 17) y no sabemos cuál era. Salió de la escena (aunque siguió predicando, por supuesto) para dar lugar a Pablo y su mensaje de la Iglesia.

III.    El Poder De La Ira De Dios (Hechos 12:20–23):
La relación entre las ciudades costeras de Tiro y Sidón y Galilea provenía desde los días de Salomón (1 R. 5:9ss).
Herodes, como el anticristo que aparecerá un día, se exaltó a sí mismo y tomó el lugar de Dios. La gente adoraba a Herodes y le honraba estrictamente por ganancia personal y un día el mundo recibirá y adorará al anticristo para que lo alimente y proteja. Dios le hirió con una muerte terrible.

Nótese: que el ángel que «golpeó» a Pedro en el versículo 7 trajo salvación; pero cuando hirió a Herodes trajo condenación. Dios aborrece el orgullo y no permitirá que nadie tome su gloria. Léase Daniel 11:36 y 2 Tesalonicenses 2:3–8 para ver cómo Herodes tipifica el hombre de pecado que vendrá, el anticristo.

IV.    El Poder De La Mano De Dios (Hechos 12:24–25):
¡Qué contraste! El gran Herodes fue comido de gusanos, «pero la palabra del Señor crecía y se multiplicaba» (v. 24). Cuando Satanás ataca como homicida (cuando mató a Jacobo, por ejemplo) o como mentiroso (vv. 20–23), la Palabra de Dios puede vencer y dar victoria. Jacobo estaba muerto, pero la obra de Dios seguía adelante, porque vemos a Pablo, Bernabé y su ayudante, Marcos, de regreso a Antioquía después de su ministerio a los santos pobres en Jerusalén (véase 11:27–30). Marcos tenía una casa piadosa, porque fue en la casa de su madre que los creyentes se habían reunido para orar (12:12).
Era primo de Bernabé (Col. 4:10) y más tarde fue la causa de contención entre Pablo y Bernabé. Escribió el Evangelio de Marcos y con el tiempo se ganó la aprobación de Pablo (2 Tim. 4:11), a pesar de que le había fallado en sus años tempranos (13:13).
No nos dejemos nunca asustar por las estridentes voces de los líderes del mundo de Satanás. Su día viene. La Palabra de Dios nunca fallará y es nuestra responsabilidad predicar y enseñar la Palabra hasta que Cristo vuelva.


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