LEYES TOCANTES A LA PUREZA:
LEVÍTICO 11:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
Del
énfasis en la redención de los capítulos 1–10, Moisés ahora se vuelve al tema
de la contaminación. En los capítulos 11–15 y 17–22 enseña a su pueblo la
diferencia entre lo limpio y lo inmundo en cuanto a alimento, nacimiento y
muerte, enfermedades y relaciones personales. Los capítulos 21–22 instruyen a
los sacerdotes en cuanto a su responsabilidad de separarse del pecado y
dedicarse al Señor.
I.
Pautas Para El Pueblo De Dios (Levíticos
11):
A.
La Dieta Del Pueblo De Dios (vv.
1–23).
No
sabemos la primera vez que el pueblo de Dios recibió la ley acerca de alimentos
limpios e inmundos, pero se conocía en los días de Noé (Gn. 7:1–10). Tal vez
era parte de la enseñanza que Dios les dio
a Adán y Eva en el jardín del Edén. Había al menos dos razones para esta
ley dietética:
(1) la salud del pueblo de
Dios, y
(2) la distinción de Israel como pueblo separado.
En una época cuando no había refrigeración ni
medios adecuados para cocinar, muchos de estos alimentos prohibidos eran
potencialmente peligrosos para la salud del pueblo.
Véanse Éxodo
15:26 y Deuteronomio 7:15. Sin embargo, la principal razón era que
los judíos pudieran recordar todos los días, en cada comida, que eran un pueblo
separado que no debía vivir como las naciones gentiles que los rodeaban. Véase
más información en Deuteronomio 14:1–20.
Estas
leyes dietéticas se dieron sólo a los judíos y quedaron abolidas con el
cumplimiento de la Ley Mosaica en Jesucristo (Col. 2:11– 17). Jesús aclaró que
estas leyes fueron temporales y no determinaban la condición del corazón (Mr.
7:1–23). La iglesia primitiva se dividió respecto a estas leyes (Rom. 14:1–15:7).
Es
evidente que Pedro mantenía una «casa kosher» incluso después del Calvario y
Pentecostés (Hch. 10:9–16), pero pronto aprendería que Dios había hecho algunos
cambios drásticos. («Kosher» procede de una palabra hebrea que
significa «apropiado,
correcto».
La
gente en una casa judía ‘kosher’ comían sólo los alimentos que Dios
dijo que eran apropiados y aprobados). En la iglesia de hoy las dietas no son
ningún medio de salvación ni santidad (Col. 2:20–23; 1 Tim. 4:1–5); y los
cristianos no debemos juzgarnos unos a otros en estas cuestiones. Aun cuando
algunos alimentos pueden no ser físicamente buenos para algunas personas, lo
que un cristiano come o bebe no debe ser prueba de espiritualidad.
Moisés
se refiere primero a las criaturas terrestres (vv. 1–8) y afirma que se pueden comer sólo los animales que tenían
la pezuña hendida y que rumiaban el alimento. Las criaturas acuáticas (vv. 9–12) debían tener tanto escamas
como aletas. Esto eliminaría las que se
arrastran en el lodo en donde podían contaminarse con toda clase de parásitos:
Ø El pez que nadaba libremente sería
seguro para comer. (Por supuesto, esto era mucho
antes de los días de la contaminación de los sistemas acuíferos de la tierra).
Ø Luego vienen las criaturas que vuelan
(vv. 13–23), incluyendo las aves (vv. 13–19)
e insectos (vv. 20–23).
Ø Aquí el Señor nombra a algunas criaturas
específicas y no da ninguna norma general para seguir como lo hizo con las
terrestres y acuáticas. La cuarta categoría son los
animales que se arrastran (vv. 29–31a, 41–43).
De
nuevo se mencionan criaturas específicas como inmundas para los judíos. Algunos
estudiosos bien intencionados tratan de «espiritualizar» estas leyes para hallar alguna
verdad «más
profunda» en ellas, pero los resultados son contradictorios y
cuestionables.
Decir
que «rumiar
el bocado» se refiere a meditar en las Escrituras y que «la pezuña
hendida» es un cuadro de un andar separado en Cristo es torcer las
Escrituras y privarles de su verdadero significado. Los cristianos de hoy son
libres para comer como les plazca, pero deben tener presente 1 Corintios 10:31.
B. La Contaminación Del Pueblo De Dios (vv.
24–40).
Moisés
no sólo advirtió a los judíos a cuidarse de lo que comían, sino también que
debían cuidarse de lo que tocaban; porque el cadáver de un animal era inmundo
para ellos. Si un judío tocaba un cadáver, sería inmundo hasta el atardecer, el
principio de un nuevo día. Debía entonces lavar tanto su ropa como su cuerpo y
entonces se le permitía entrar al campamento.
En
los versículos 24–28 la ley es sobre
las personas que se contaminan mediante los animales muertos; y en los versículos 31b–38 se refiere a la
contaminación de las cosas, particularmente los objetos en el hogar. Vasijas,
ropas, muebles, alimento y agua, todo podía contaminarse por lo que era
inmundo. Había que tratar con seriedad esta «inmundicia ritual» si el pueblo
y la casa iban a ser agradables al Señor.
En
los versículos 39–40 Moisés se
refiere a la contaminación de los cadáveres de animales limpios que se usaban
para alimento. El judío no comía mucha carne puesto que era muy costoso perder
un animal que era útil para procrear y para dar lana y leche. Tenía que
cuidarse de no matar con descuido sus animales, porque era contrario a la ley
comer sangre (Lv. 3:17; 7:26–27; 17:14).
C. La Dedicación Del Pueblo De Dios (vv.
44–47).
Aquí
Moisés da tres motivos para la pureza de la nación judía. Serían tentados a
seguir las repugnantes costumbres de sus vecinos paganos, pero estas verdades
los motivarían a obedecer al Señor y abstenerse de contaminación:
(1) Dios
es un Dios santo (v. 44). «Sed santos
porque yo soy santo» se repite de varias
formas trece veces en el libro de Levítico (11:44, 45; 19:2; 20:7, 8,
26; 21:8, 15, 23; 22:9, 16, 32) y se cita en
1 Pedro 1:15–16 según se aplica al cristiano del NT.,
hoy. Si somos el pueblo de Dios y Él es un Dios
santo, es lógico que vivamos en santidad.
Las leyes dietéticas recordaban a los judíos que eran pueblo escogido, gente
santa (Éx. 19:5–8; véase 1 P. 2:9).
(2) Dios
nos redimió para sí (v. 45). El Señor a menudo les recordó a los judíos que eran un
pueblo redimido y que los había rescatado por su gracia y poder (19:36;
22:33, 43; 25:38, 42, 55; 26:13, 45). Si no los
hubiera redimido, aún serían esclavos en Egipto. Por supuesto, el éxodo es un
cuadro de la redención que tenemos en Jesucristo, porque Él es el Cordero
Pascual sacrificado por nosotros (Jn. 1:29; 1 Cor. 5:7; 1 P. 1:18–19). Si somos un pueblo redimido, debemos vivir en santidad
para agradar al Dios que nos libertó.
(3) Dios quiere que su pueblo sea diferente (vv. 46–47). Estas
leyes les enseñaban a los judíos que eran un pueblo especial para el Señor y se
suponía que debían ser diferentes a las naciones que los rodeaban. Véanse
Levítico 10:10 y 20:22–26, así como Ezequiel 22:26;
42:20; 44:23 y 48:14–15. Debido a que la gente se
olvidó de su deuda al Señor, empezaron a mezclarse con las naciones gentiles y
a aprender sus caminos impíos. Dejaron de diferenciar entre lo santo y lo no
santo, lo limpio y lo inmundo; y esto los llevó al castigo y al cautiverio.
Por
supuesto, hoy «no
hay diferencia» entre el judío y el gentil, ni en condenación (Rom.
3:22–23) ni salvación (Rom. 10:12–13). Los judíos y gentiles creyentes son
todos «uno
en Cristo Jesús» (Gál. 3:26–29). Es significativo que el Señor Jesús
estableció una ordenanza para su Iglesia que involucra comer y beber (1 Cor. 11:23–34).
Cada
vez que participamos del pan y de la copa, lo hacemos para recordarlo a Él y lo
que hizo por nosotros en la cruz. La observancia de la Cena del Señor (la eucaristía = La
cena del Señor) debe animarnos a ser un pueblo santo, agradecido y
diferente a los del mundo.
Clase Para
Domingo.
Lea Su
Biblia, Lea Su
Biblia, Lea Su Biblia.
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