lunes, 4 de junio de 2018

LA CONVERSIÓN DE PABLO: HECHOS 9:


LA CONVERSIÓN DE PABLO:
HECHOS 9:


Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:

La conversión de Pablo es el punto decisivo en los tratos de Dios con Israel. Su programa total para la evangelización del mundo dependía de este hombre nada común. Si hemos de trazar bien la Palabra de verdad, debemos tener presente que Pedro y Pablo en el libro de los Hechos representan dos ministerios diferentes.

Nótese: los siguientes contrastes:
Pedro:
Pablo:
1. Uno de los doce apóstoles.
1. Llamado aparte de los doce.
2. Centrado en Jerusalén.
2. Centrado en Antioquía.
3. Ministró principalmente a Israel.
3. Ministró a los gentiles.
4. Llamado por Cristo en la tierra.
4. Llamado por Cristo desde el cielo.
5. Vio la gloria de Cristo en la tierra.
5. Vio la gloria de Cristo en el cielo.

Demasiados cristianos confunden estos dos ministerios y así convierten a la iglesia local en una mezcolanza de «verdad del reino» y «verdad de la iglesia». Pablo es el portavoz de Dios a la iglesia local; incluso Pedro lo admite (2 P. 3:15, 16).
Seguir las prácticas de Hechos 1–7 e ignorar así las instrucciones de Dios a la Iglesia por medio de Pablo es desobedecer la Palabra. Incluso Pedro no comprendía plenamente el nuevo programa de Dios que se reveló mediante Pablo y tuvo que recibir instrucción adicional (véase Gál. 2).

I.       Pablo y El Señor (Hechos 9:1–9):
La conversión de Pablo fue toda por pura gracia; Dios repentinamente le interrumpió en su misión asesina y por gracia le transformó en una nueva persona. Así como la Iglesia es un cuerpo compuesto de judíos y gentiles, Pablo fue un hombre tanto con relaciones judías como gentiles. Era judío de nacimiento, pero gentil por su ciudadanía.
Fue el siervo escogido de Dios (v. 15) para anunciar el mensaje de la Iglesia, este «misterio» que Dios había guardado en secreto por las edades pasadas. Estando asociado tanto con judíos como con gentiles, preparado tanto en las Escrituras del AT., como en las filosofías griegas y las leyes romanas, Pablo era el hombre ideal para dar este nuevo mensaje de que en Cristo no hay diferencia entre judío y gentil.
Su experiencia de conversión puede resumirse en estas afirmaciones:
(1) Vio una luz;
(2) Oyó una voz;
(3) Obedeció un llamado.

Todo pecador está en las tinieblas hasta que la luz del evangelio brilla en él. Pablo oyó la voz del Señor mediante la Palabra de Dios, a pesar de que oyó a Cristo hablar audiblemente. (Los hombres que estaban con él oyeron ruidos, no así las palabras.) ¡Cómo humilló Cristo a Pablo! «Cayó», no sólo su cuerpo, sino también su corazón; porque a menos que caigamos en humildad no podemos ser salvos.
El versículo 4 es otra prueba de que el cuerpo de Cristo ya existía; de otra manera, ¿cómo podía Pablo perseguir a Cristo? Cuando puso sus manos sobre los creyentes, las puso sobre los miembros de su cuerpo y esto afectó a la Cabeza del cuerpo, Cristo.

II.     Pablo y Ananías (Hechos 9:10–19):
Pablo había visto en visión que Ananías le visitaría, porque cuando Dios obra, lo hace en ambos extremos de la línea. Dios calmó los temores de Ananías mediante su promesa de que Pablo tendría un ministerio especial entre los gentiles, y ¡cómo deben haber chocado esas palabras a este fiel creyente judío! (Véase Hch. 22:12–13).
El ministerio de Pablo fue en primer lugar a los gentiles; véase Hechos 13:46, 47; 18:6; 22:21. El hecho de que Pablo ya había sido salvado cuando Ananías llegó se ve en el saludo de Ananías: «Hermano Saulo». Algunos malentienden la experiencia bautismal de Pablo que se registra en Hechos 22:16: «Levántate y bautízate, y lava tus pecados».
Los tiempos de los verbos en el griego son importantes aquí: «Habiéndote levantado, sé bautizado y lava tus pecados, habiendo previamente invocado su nombre» (traducción de Wuest, en inglés). Cuando los pecadores invocan el nombre de Dios, son salvados (Hch. 2:21; 9:14). Hechos 10 lo ilustra: los pecadores oyen la Palabra, creen en Jesucristo, reciben el Espíritu y entonces son bautizados.

III.    Pablo y Los Judíos (Hechos 9:20–31):
Se dan dos evidencias de la conversión de Pablo:
·      Oró (v. 11), y
·      predicó (v. 20).
Hablar a Dios a favor de los hombres y a los hombres por Dios son buenas pruebas de la conversión. Pablo empezó donde estaba y predicó lo que sabía; otra buena costumbre para que la sigan los nuevos cristianos.
Su conversión sucedió probablemente en el año 37 d.C. Pasó tiempo en Damasco predicando y luego fue a Arabia (Gál. 1:15–18), regresando a Damasco «pasados muchos días» (Hch. 9:23).
Al parecer esto abarcó un período de tres años, durante los cuales Pablo estaba siendo enseñado respecto a las verdades de Dios respecto al «misterio de la iglesia». Cuando regresó a Damasco, los judíos lo atacaron y tuvo que salir por una ventana y de noche (2 Cor. 11:32–33; Hch. 9:23–26).

Esto nos lleva del año 37 d.C. al año 39 d.C., en el cual Pablo fue a Jerusalén y donde encontró a los apóstoles (Hch. 9:26–29; 22:15– 21; Gál. 1:17–20). Los apóstoles temían a Pablo y fue Bernabé hijo de consolación», Hch. 4:36) el que lo introdujo al grupo. Es importante el hecho de que Pablo fue un extraño (y hasta un enemigo) para los apóstoles: esto prueba que recibió el mensaje de la gracia del mismo Cristo y no de los hombres. (Véase Gál. 1:15–18). Dios tomó toda precaución para mantener separados los ministerios de Pablo y los doce apóstoles. Qué tragedia qué la gente lo confunda hoy.
Pablo se quedó con Pedro quince días (Gál. 1:18), pero no vio a ninguno de los demás apóstoles (Gál. 1:19). Visitó, eso sí, a Jacobo, el hermano del Señor (Gál. 1:19), quien más tarde ocupó el lugar de Pedro como líder espiritual en Jerusalén (Hch. 15). Pablo quería ministrar a los judíos en Jerusalén, pero Dios le ordenó que saliera de la ciudad (Hch. 22:17–21). El programa del reino de Dios en Jerusalén estaba ahora cerrado y Pablo tenía un ministerio que cumplir entre los gentiles.
La persecución adicional hizo necesario que Pablo saliera, de modo que regresó a su hogar en Tarso. Gálatas 1:21 sugiere que Pablo predicó en esa región y Hechos 15:23 indica que había iglesias en esa área. Es posible que durante su estadía de cuatro o cinco años Pablo predicara el evangelio de la gracia de Dios y estableció iglesias gentiles.
Cuando el centro del ministerio pasó de Jerusalén a Antioquía (una ciudad gentil), Bernabé fue y buscó a Pablo y le trajo de regreso para que ministrara con él (véase Hch. 11:19–30).

IV.    Pedro y Los Santos (Hechos 9:32–43):
¿Por qué Lucas habla de Pedro en este punto? La respuesta tal vez tenga que ver con la ciudad que menciona: Jope (vv. 36, 43). Esta ciudad nos recuerda inmediatamente al profeta Jonás, quien descendió a Jope para huir a Tarsis (Jon 1:1–3).
Dios llamó a Jonás para que llevara su mensaje a los gentiles; y Dios estaba a punto de llamar a Pedro para hacer lo mismo (Hch. 10). Pedro vivía en Jope con Simón, un curtidor, lo que sugiere que Pedro estaba abandonando algunos de sus prejuicios judíos, por cuanto curtir era «inmundo» en tanto y en cuanto a los judíos atañía.
Pedro estaba a punto de descubrir que nada de lo que Dios ha santificado es inmundo.


Clases Para Los Días Miércoles:

Lea Su Biblia, Lea Su Biblia, Lea Su Biblia:






No hay comentarios.:

Publicar un comentario