LA CONVERSIÓN DE PABLO:
HECHOS 9:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
La
conversión de Pablo es el punto decisivo en los tratos de Dios con Israel. Su
programa total para la evangelización del mundo dependía de este hombre nada
común. Si hemos de trazar bien la Palabra de verdad, debemos tener presente que
Pedro y Pablo en el libro de los Hechos representan dos ministerios diferentes.
Nótese: los siguientes contrastes:
Pedro:
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Pablo:
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1. Uno de
los doce apóstoles.
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1. Llamado aparte de los doce.
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2. Centrado en Jerusalén.
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2.
Centrado en Antioquía.
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3.
Ministró principalmente a Israel.
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3. Ministró a los gentiles.
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4. Llamado por Cristo en la tierra.
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4.
Llamado por Cristo desde el cielo.
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5. Vio la
gloria de Cristo en la tierra.
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5. Vio la gloria
de Cristo en el cielo.
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Demasiados
cristianos confunden estos dos ministerios y así convierten a la iglesia local
en una mezcolanza de «verdad del reino» y «verdad de la iglesia». Pablo es el
portavoz de Dios a la iglesia local; incluso Pedro lo admite (2 P. 3:15, 16).
Seguir
las prácticas de Hechos 1–7 e ignorar así las instrucciones de Dios a la
Iglesia por medio de Pablo es desobedecer la Palabra. Incluso Pedro no
comprendía plenamente el nuevo programa de Dios que se reveló mediante Pablo y
tuvo que recibir instrucción adicional (véase Gál. 2).
I.
Pablo y El Señor (Hechos 9:1–9):
La
conversión de Pablo fue toda por pura gracia; Dios repentinamente le
interrumpió en su misión asesina y por gracia le transformó en una nueva
persona. Así como la Iglesia es un cuerpo compuesto de judíos y gentiles, Pablo
fue un hombre tanto con relaciones judías como gentiles. Era judío de
nacimiento, pero gentil por su ciudadanía.
Fue el
siervo escogido de Dios (v. 15) para
anunciar el mensaje de la Iglesia, este «misterio» que Dios había guardado en secreto por
las edades pasadas. Estando asociado tanto con judíos como con gentiles, preparado
tanto en las Escrituras del AT., como en las filosofías griegas y las leyes
romanas, Pablo era el hombre ideal para dar este nuevo mensaje de que en Cristo
no hay diferencia entre judío y gentil.
Su experiencia de conversión puede
resumirse en estas afirmaciones:
(1) Vio una luz;
(2) Oyó una
voz;
(3) Obedeció un llamado.
Todo pecador
está en las tinieblas hasta que la luz del evangelio brilla en él. Pablo oyó la
voz del Señor mediante la Palabra de Dios, a pesar de que oyó a Cristo hablar
audiblemente. (Los hombres que estaban
con él oyeron ruidos, no así las palabras.) ¡Cómo
humilló Cristo a Pablo! «Cayó», no
sólo su cuerpo, sino también su corazón; porque a menos que caigamos en
humildad no podemos ser salvos.
El
versículo 4 es otra prueba de que el cuerpo de Cristo ya existía; de otra
manera, ¿cómo podía Pablo perseguir a
Cristo? Cuando puso sus manos sobre los creyentes, las puso sobre los
miembros de su cuerpo y esto afectó a la Cabeza del cuerpo, Cristo.
II.
Pablo y Ananías (Hechos 9:10–19):
Pablo
había visto en visión que Ananías le visitaría, porque cuando Dios obra, lo
hace en ambos extremos de la línea. Dios calmó los temores de Ananías mediante
su promesa de que Pablo tendría un ministerio especial entre los gentiles, y ¡cómo deben haber
chocado esas palabras a este fiel creyente judío! (Véase Hch. 22:12–13).
El
ministerio de Pablo fue en primer lugar a los gentiles; véase Hechos 13:46, 47;
18:6; 22:21. El hecho de que Pablo ya había sido salvado cuando Ananías llegó
se ve en el saludo de Ananías: «Hermano Saulo». Algunos malentienden la
experiencia bautismal de Pablo que se registra en Hechos 22:16: «Levántate y
bautízate, y lava tus pecados».
Los tiempos de los verbos en el griego
son importantes aquí: «Habiéndote levantado, sé bautizado y lava tus pecados,
habiendo previamente invocado su nombre» (traducción de Wuest, en
inglés). Cuando los pecadores invocan el nombre de Dios, son salvados (Hch.
2:21; 9:14). Hechos 10 lo ilustra: los
pecadores oyen la Palabra, creen en Jesucristo, reciben el Espíritu y entonces
son bautizados.
III.
Pablo y Los Judíos (Hechos 9:20–31):
Se dan dos evidencias de la conversión
de Pablo:
· Oró (v. 11), y
· predicó (v. 20).
Hablar a
Dios a favor de los hombres y a los hombres por Dios son buenas pruebas de la
conversión. Pablo empezó donde estaba y predicó lo que sabía; otra buena
costumbre para que la sigan los nuevos cristianos.
Su
conversión sucedió probablemente en el año 37 d.C. Pasó tiempo en Damasco
predicando y luego fue a Arabia (Gál. 1:15–18), regresando a Damasco «pasados muchos
días» (Hch. 9:23).
Al
parecer esto abarcó un período de tres años, durante los cuales Pablo estaba
siendo enseñado respecto a las verdades de Dios respecto al «misterio de la
iglesia». Cuando regresó a Damasco, los judíos lo atacaron y tuvo
que salir por una ventana y de noche (2 Cor. 11:32–33; Hch. 9:23–26).
Esto nos
lleva del año 37 d.C. al año 39 d.C., en el cual Pablo fue a Jerusalén y donde
encontró a los apóstoles (Hch. 9:26–29; 22:15– 21; Gál. 1:17–20). Los apóstoles
temían a Pablo y fue Bernabé («hijo de consolación», Hch. 4:36) el que lo
introdujo al grupo. Es importante el hecho de que Pablo fue un extraño (y hasta un enemigo) para los apóstoles: esto prueba que recibió el mensaje de la gracia del mismo Cristo
y no de los hombres. (Véase Gál. 1:15–18). Dios tomó toda precaución
para mantener separados los ministerios de Pablo y los doce apóstoles. Qué tragedia qué la
gente lo confunda hoy.
Pablo se
quedó con Pedro quince días (Gál. 1:18), pero no vio a ninguno de los demás apóstoles
(Gál. 1:19). Visitó, eso sí, a Jacobo, el hermano del Señor (Gál. 1:19), quien
más tarde ocupó el lugar de Pedro como líder espiritual en Jerusalén (Hch. 15).
Pablo quería ministrar a los judíos en Jerusalén, pero Dios le ordenó que
saliera de la ciudad (Hch. 22:17–21). El programa del reino de Dios en
Jerusalén estaba ahora cerrado y Pablo tenía un ministerio que cumplir entre
los gentiles.
La
persecución adicional hizo necesario que Pablo saliera, de modo que regresó a
su hogar en Tarso. Gálatas 1:21 sugiere que Pablo predicó en esa región y
Hechos 15:23 indica que había iglesias en esa área. Es posible que durante su
estadía de cuatro o cinco años Pablo predicara el evangelio de la gracia de
Dios y estableció iglesias gentiles.
Cuando
el centro del ministerio pasó de Jerusalén a Antioquía (una ciudad gentil),
Bernabé fue y buscó a Pablo y le trajo de regreso para que ministrara con él
(véase Hch. 11:19–30).
IV.
Pedro y Los Santos (Hechos 9:32–43):
¿Por qué Lucas habla de Pedro en este
punto?
La respuesta tal vez tenga que ver con
la ciudad que menciona: Jope (vv. 36, 43). Esta
ciudad nos recuerda inmediatamente al profeta Jonás, quien descendió a Jope
para huir a Tarsis (Jon 1:1–3).
Dios
llamó a Jonás para que llevara su mensaje a los gentiles; y Dios estaba a punto
de llamar a Pedro para hacer lo mismo (Hch. 10). Pedro vivía en Jope con Simón,
un curtidor, lo que sugiere que Pedro estaba abandonando algunos de sus
prejuicios judíos, por cuanto curtir era
«inmundo» en tanto y en cuanto a los judíos
atañía.
Pedro
estaba a punto de descubrir que nada de lo que Dios ha santificado es inmundo.
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