domingo, 25 de agosto de 2019

LAS CREDENCIALES DE SU APOSTOLADO: 2 CORINTIOS 11:


LAS CREDENCIALES DE SU APOSTOLADO:
2 CORINTIOS 11:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
Este capítulo presenta lo que Pablo llama «su jactancia». Observe que aquí hay una «ironía santa» a medida que Pablo les devuelve a sus enemigos las acusaciones vertidas. «Puesto que a sus nuevos maestros les encanta jactarse», dice Pablo, «entonces ¡usaré ese método aprobado y me jactaré un poco también!».
Admite que no sigue el ejemplo de Cristo en esta acción (11:17), pero sabe que «su jactancia» lo glorificará a Él porque todo lo que había soportado fue para la gloria de Cristo. Pablo se jacta sobre tres asuntos:

I.       Su Celo Por La Iglesia (2 Corintios 11:1–6):
Hay diferencia entre celo y envidia. La envidia es carnal y egoísta; el celo se basa en el amor y procura el bienestar de otros. Es correcto que el esposo cele a su esposa o que un pastor cele a su iglesia. Pablo compara a la iglesia local con una desposada o novia.
Una comparación similar la hace en Efesios 5:22, 23 con relación a la Iglesia universal. Ambos ejemplos son válidos. Así como en el AT., Israel se compara con la esposa de Jehová esposa» porque se había casado con Él en Sinaí), a la iglesia se le llama la desposada de Cristodesposada» porque todavía no está casada con Él).
El deseo de Pablo era conservar a la iglesia pura, libre de falsa doctrina y de vida mundanal. En el AT., irse tras los dioses falsos se compara con el adulterio; en el NT., a la mundanalidad se le llama adulterio (Stg. 4:1–4). ¿Cómo puede una iglesia local dejarse seducir para alejarse de Cristo? Al seguir a los falsos maestros de Satanás (vv. 3, 13–15).
Así como Satanás con su astucia engañó a Eva en Génesis 3, los falsos maestros engañan a los creyentes y los alejan de la verdad. «Sincera» (v. 3) significa devoción sin dobleces. No podemos servir a Dios y a Mamón. ¡Cuán importante es que la iglesia permanezca fiel a la Palabra de Dios!
Actualmente, hay líderes religiosos que intentan darnos otro Jesús y no el Cristo que Pablo predicaba; y otro Espíritu, no el Espíritu Santo de Dios; y otro evangelio, no el evangelio de la gracia de Dios (véase Gál. 1). La única defensa en contra del adulterio espiritual es la fidelidad a la Palabra de Dios. ¡Cuán celosos debemos ser por la Iglesia por la cual Cristo murió!

II.      Su Generosidad Hacia La Iglesia (2 Corintios 11:7–21):
«Pablo no puede ser un verdadero apóstol», decían sus enemigos, «de otra manera aceptaría dinero por sus servicios. El hecho de que rehúse aceptar sostén de la iglesia de Corinto es prueba de que sabe que no es honrado». ¡Qué trágico cuando se juzga la generosidad de un hombre y se cuestiona sus motivos! Pablo usa un poco de ironía aquí cuando sugiere que ha pecado ¡al negarse al sostén material de los corintios! (v. 7). Se había mantenido para que no se acusara su ministerio (1 Cor. 9 analiza esto), ¡y sin embargo sus enemigos hallaban falta!
Les asegura que por amarlos se negó a su sostén. Permitió que la iglesia de Filipos se lo enviara, pero no lo recibió de los corintios, aunque su llamamiento apostólico se lo hubiera permitido. Quería «quitar» cualquier oportunidad que sus enemigos pudieran tener para acusarlo (v. 12).
Por primera vez Pablo acusa abiertamente a estos falsos maestros de ser siervos del diablo. El arma más eficaz de Satanás es la imitación (véase Mt. 13:24–30, 36–43). Sin embargo, los cristianos deberían haber sabido que estos maestros venían de Satanás, puesto que sus vidas y ministerios no manifiestan nada del espíritu de Cristo.
El versículo 20 es una descripción de un ministerio carnal: aquel que lleva a la gente a la esclavitud, no a la libertad; los devora egoístamente; sus líderes se auto-exaltan en lugar de exaltar a Cristo; hiere a los santos en lugar de ayudarles a sanar de sus heridas. ¡Qué diferencia con el ministerio de Pablo! ¡Qué hay en la carne que le encanta la esclavitud, las artimañas y honores humanos, en lugar del sencillo amor y la gracia de Cristo!

III.    Sus Sufrimientos Por La Iglesia (2 Corintios 11:22–33):
Las credenciales principales del ministerio apostólico de Pablo eran las marcas que llevaba en su cuerpo y que las recibió al servir a Cristo (véase Gál. 6:17). Tenga presente que Pablo escribió esto antes de los acontecimientos de Hechos 20ss, ¡y la mayoría de las cosas en esta lista ni siquiera se mencionan en Hechos! Y el gran apóstol nunca los había mencionado si no fuera porque estaba defendiendo el evangelio. Es un hecho contundente que Pablo dijera que sus sufrimientos, no los elogios de los hombres, eran la mejor prueba que tenía para afirmar su apostolado. Cuando seleccione a un líder espiritual, busque las marcas.
Estos sufrimientos no necesitan mayor comentario; hablan por sí mismos. Sea suficiente decir que Pablo fue a todas partes y lo soportó todo con tal de llevar el evangelio a las almas perdidas. ¿Por qué nosotros hacemos muchísimo menos hoy cuando tenemos a nuestra disposición herramientas que hacen la tarea más fácil y rápida?
Al parecer la carga más pesada de Pablo era «la preocupación por todas las iglesias». Las batallas espirituales siempre son más costosas que las físicas. Orar por los nuevos cristianos, alimentar a los corderos y a las ovejas, y rechazar los ataques de Satanás son tareas absorbentes.

Nótese: que Pablo no se jacta de las cosas que atestiguan su fuerza, ¡sino de sus debilidades! Mientras que los judaizantes se jactaban de sus convertidos, Pablo contaba el número de veces que lo encarcelaron, azotaron o dejaron en el mar. «¡Me gloriaré en mis debilidades mientras ellos se jactan de sus poderes!», dice preparándose, desde luego, para el relato de su aguijón en la carne en el capítulo 12.

Cierra con un asunto especialmente interesante: Su huida de Damasco (Hch. 9:23–25). ¡Qué humillante debe haber sido para este gran rabí que lo descolgaron por el muro en una canasta! ¿Se hubieran atrevido a descender así los judaizantes? ¡No! Hubieran hecho alguna componenda con su mensaje ¡y salido por la puerta principal de la ciudad! Pablo enfrentó sufrimientos desde los primeros hasta los mismos últimos días de su ministerio. «Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución» (2 Tim. 3:12).
Estas actitudes de Pablo hacia la iglesia deberían estar en el corazón de cada pastor y miembro de la iglesia hoy. Debemos ser celosos y precavidos por nuestras iglesias, no sea que alguna mentira satánica empiece a seducirla y la aleje de la verdadera consagración a Cristo.
Qué fácil es para las iglesias (y los cristianos) robarle a Cristo el amor que se merece. «Has dejado tu primer amor» le advirtió Cristo a la iglesia de Éfeso (Ap. 2:4). Si los cristianos no ejercen un santo celo por la iglesia, esta se alejará tras el pecado.
Igualmente debemos tener una actitud desprendida y generosa hacia la iglesia. No debemos tener la actitud de «¿cuánto puedo obtener, sino de «¿cuánto puedo dar?». Debemos estar dispuestos a sacrificarnos para que la iglesia crezca para la gloria de Dios.

Clase Para El Miércoles:

Lea Su Biblia, Lea Su Biblia, Lea Su Biblia.










LA AUTORIDAD DE SU APOSTOLADO: 2 CORINTIOS 10:


LA AUTORIDAD DE SU APOSTOLADO:
2 CORINTIOS 10:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
Esta última sección de 2 Corintios (caps. 10–13) presenta a Pablo vindicando su apostolado. En estos capítulos responde a las acusaciones de sus enemigos en Corinto. Conforme leemos su respuesta podemos descubrir las mentiras que decían respecto a Pablo; que no era un verdadero apóstol puesto que le faltaban las credenciales de la iglesia de Jerusalén; que sus motivos no eran sinceros; que su presencia física era tan débil que no inspiraba respeto; que sus cartas eran audaces, pero que nunca las respaldara en persona; y que sus promesas no eran de confiar.
Tenga presente que Pablo no estaba defendiéndose a sí mismo en estos capítulos; lo que estaba defendiendo era su oficio apostólico y, por consiguiente, el mensaje que predicaba.
Estas mentiras las estaban promoviendo los falsos maestros que habían visitado a Corinto y ganaron a una parte de la iglesia para su falsa doctrina, que era una mezcla de judaísmo y evangelio. Pablo no estaba meramente respondiendo a sus críticos; estaba respondiendo al mismo Satanás (11:13–15). Cuando Pablo habla de «gloriarse» es con un toque de sarcasmo.
«A sus maestros favoritos les encanta jactarse», dice, «de modo que trataré de ganarme su cariño ¡jactándose yo mismo un pocoPor supuesto, la jactancia de Pablo era en el Señor y no en sí mismo. Aquí en el capítulo 10 Pablo da varias respuestas a la acusación de que su presencia era débil en tanto que sus cartas eran osadas.

I.       Sigo El Ejemplo De Cristo (2 Cor.10:1):
A los corintios les encantaba gloriarse en los hombres (1 Cor. 3:21; 4:6, 7) y se quedaban embelesados con los predicadores judaizantes que venían de Palestina. A pesar de que estos predicaban una falsa doctrina (11:4) y se aprovechaban de los cristianos (11:18–20), la iglesia les hizo un gran recibimiento y les honró más que a Pablo, quien había fundado la iglesia y arriesgado su vida por ello. «¡Pablo es tan débil!», decían estos maestros a medida que se imponían sobre la iglesia. «¡Sígannos, porque nosotros damos muestra del poder real!».
«Si yo soy débil», replicó Pablo, «no es debilidad, es la mansedumbre de Cristo» (v. 1). Cristo nunca «se impuso como dictador» sobre la gente; su poder lo ejerció en mansedumbre y humildad. Mansedumbre no es debilidad; mansedumbre es poder bajo control, la capacidad de encolerizarse contra el pecado y sin embargo estar dispuesto a sufrir maltrato por causa de Cristo. No cometamos el error de juzgar por las apariencias externas (10:7) y pensar que algún «predicador poderoso» está necesariamente mostrando el poder de Dios.

II.     Uso Armas Espirituales (2 Cor.10:2–6):
Simplemente debido a que Pablo no usaba métodos carnales ni ejercía el poder de una «personalidad fuerte», los creyentes pensaban ¡que era un enclenque! Sus armas eran espirituales, no carnales. Como todos nosotros, Pablo andaba «en la carne» (o sea, tenía todas las debilidades del cuerpo), pero no batallaba contra la carne dependiendo de la sabiduría carnal, ni en las capacidades humanas ni en la fuerza física. Moisés tuvo que aprender que las armas de Dios son espirituales (Hch. 7:20–36) y Pablo enseñó este principio en Efesios 6:10ss. La Palabra de Dios y la oración son las únicas armas eficaces en esta batalla contra Satanás (Hch. 6:4).
Había desobediencia en Corinto debido a que los cristianos estaban creyendo en mentiras en lugar de creer en la verdad de la Palabra de Dios. Pablo les advierte que harán polvo sus argumentos y falsas doctrinas, y conducirá sus corazones y mentes a la obediencia. Los problemas de la iglesia no se resuelven simplemente cambiando la constitución, revisando su programa o reorganizando una junta, sino al confrontar a la gente y los problemas con la Palabra de Dios.

III.    No Juzgo Por Las Apariencias (2 Cor.10:7–11):
La persona que juzga por las apariencias siempre vive para dar una buena apariencia. Pablo vivía para agradar a Dios y nunca trataba de agradar a los hombres. Confiaba en su llamamiento y las credenciales del Señor, y esto era lo que importaba. Por cierto, pudo haber esgrimido rangos e invocado su autoridad apostólica, pero prefería usar esa autoridad para edificar la iglesia, no para derribarla. También es cierto que a menudo es necesario derribar antes para tener el lugar del edificio real (Jr. 1:10).
¡Qué locura la de estos cristianos al desacreditar a Pablo debido a que le faltaba la vitalidad física de Pedro o el poder de la oratoria de Apolos! Los cristianos carnales son «jueces de predicadores» y les encanta comparar un siervo de Dios con otro. ¡Pablo les advierte que su presencia en su próxima visita sería tan poderosa como sus cartas!

IV.    Dejo Que Dios Haga Los Elogios (2 Cor. 10:12–18):
Estos falsos maestros eran miembros de una «sociedad de admiración mutua», ya que se comparaban unos con otros; y por consiguiente tenían un exagerado concepto de sí mismos. (Véase lo que Jesús dijo respecto a esto en Mt. 5:43–48. También véase Gál. 6:3, 4). Pero, dice Pablo, ¿dónde estaban estos «grandes maestros» cuando yo arriesgué mi vida para empezar la iglesia en Corinto? Cualquiera puede venir después que el trabajo duro se ha hecho, criticar al fundador y ¡recibir toda la gloria!
Pablo se había esforzado todo lo posible para alcanzar a la gente de Corinto con el evangelio, y esperaba obtener de ellos ayuda para llevar el evangelio a «los lugares más allá». Los judaizantes vinieron y se jactaron de una obra que nunca realizaron. La costumbre de Pablo era llevar el evangelio a donde nadie había ido antes (véase Rom. 15:20), en tanto que la costumbre de los judaizantes era invadir el territorio de otro y apoderarse del trabajo que ya estaba hecho.
Pablo fue lo suficientemente sabio como para dejar sólo al Señor la cuestión de los elogios. En el versículo 17 se refiere a Jeremías 9:24 (un pensamiento que cita también en 1 Cor. 1:31). Después de todo, es el Señor el que da la gracia para que podamos servirle y únicamente Él conoce nuestros corazones y motivos. El apóstol estaba dispuesto a esperar de Dios el «¡bien hecho y también debemos hacerlo nosotros. Al repasar este capítulo notará varias lecciones importantes que todos debemos aprender para ser obreros eficaces en el servicio de Cristo:

(1)   No se deje influenciar por asuntos físicos. Los más grandes siervos de Dios no siempre son los más agraciados o los más fuertes, desde el punto de vista humano. Con cuánta facilidad algunos cristianos se quedan boquiabiertos por algún obrero cristiano «estilo Hollywood» que les embelesa con su apariencia imponente u oratoria hipnótica. Esto no significa, desde luego, que debamos deliberadamente esforzarnos por mostrar una apariencia desaliñada o practicar una humildad fingida. Dios nos ha hecho diferentes a cada uno de nosotros y debemos usar para su gloria todo lo que Él nos da.
(2)  La obra más duradera se hace cuando usamos armas y herramientas espirituales. Es una cosa reunir una multitud y otra muy diferente edificar la iglesia. Programas teatrales, esquemas de promoción tipo de grandes almacenes, exhibiciones que honran al hombre y que dependen de los esfuerzos de la carne, todo esto puede captar la atención popular, pero nunca recibirán la aprobación de Dios. Edificamos mediante la oración y la Palabra de Dios, y esto demanda tiempo, dedicación y sacrificio.
(3)    No juzgue antes de tiempo (1 Cor. 4:5). Deje que Dios dé los elogios. Viva procurando la aprobación de Él, y su vida y ministerio serán bendecidos. Tal vez sea un fracaso a sus ojos y a los de otros, pero Dios le verá a usted y a su obra como un gran éxito para su gloria.



Clase Para El Miércoles:

Lea Su Biblia, Lea Su Biblia, Lea Su Biblia.






LA OPRESIÓN AUMENTA Y LA LIBERACIÓN DE JEFTÉ: JUECES 11:1-40


LA OPRESIÓN AUMENTA Y LA LIBERACIÓN DE JEFTÉ:
JUECES 11:1-40
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:

1.      Llamamiento Del Libertador. Jueces 11:1–11.
La presentación del trasfondo de Jefté (11:1–3) interrumpe la secuencia de eventos. El hecho que era galadita y guerrero valiente (11:1a) sugiere de una vez que él podría llenar el vacío de liderazgo militar. Sin embargo, Jefté, así como Jehová (ver 10:6), ha sido rechazado por su pueblo.

Jefté fue rechazado por ser hijo de prostituta (11:1b, 2). Su padre tiene el mismo nombre que un nieto de Manasés (Núm. 26:29; 27:1; 36:1; Jos. 17:1, 3; 1 Crón. 7:14, 17), cuyo nombre fue puesto también a la región. Sus hermanos le excluyeron de la herencia.
Según una costumbre del Antiguo Oriente, el hijo ilegítimo participaba de la herencia si su padre lo había adoptado. Probablemente los hijos aducían que Jefté no había sido adoptado, o que la adopción no fue válida. Abimelec fue un hijo de segunda categoría que subió al poder por medio de su madre, aplastando a los hijos plenos en el camino (8:31; 9:1–6). En cambio Jefté, a causa de su madre, es marginado por los hijos legítimos. La injusticia puede provenir tanto de los que detentan el poder como de los que lo buscan.

El hijo de la prostituta cometerá algunos errores serios como líder de Israel (ver 11:30–12:6). De nuevo, vemos el resultado negativo de las relaciones sexuales incorrectas (comp. 3:6; 8:31; 14:1–16:21; 19:1–20:48).

La huida de Jefté (11:3) implica que sus hermanos lo amenazaron para evitar que él pugnara por su exclusión de la herencia (11:3). Pasó a Tob, probablemente al oriente de Manasés y al norte de Amón (ver la nota sobre 2 Sam. 10:6), donde llegó a ser jefe de una banda de mercenarios. Sobre ociosos, ver la exposición de 9:4. El verbo traducido se juntaron se usa en 1:7 de la recogida de migajas. Aquí sugiere que los seguidores de Jefté eran los desechos de la sociedad (comp. 1 Sam. 22:2). Salían tiene aquí el sentido técnico de salir a combatir (ver exposición de 4:14).

Irónicamente, en la providencia de Dios, el destierro hizo a Jefté un guerrero valiente, capacitado para liberar a sus compatriotas (comp. Gén. 45:5; 50:20). Por otro lado, este bastardo, desterrado y mercenario, será un libertador aún más improbable que un hermano menor (Otoniel), un zurdo (Ehud), una mujer (Débora) y un temeroso (Gedeón).

El 11:4 recoge de nuevo el hilo de la narración interrumpida después del 10:18. Como ninguno de los jefes de Galaad se atrevió a encabezar la lucha contra Amón, los ancianos viajaron a Tob para buscar a Jefté (11:4, 5).

Le ofrecen el puesto de jefe (11:6). No es el mismo vocablo traducido jefeen 10:18. A la luz del contexto aquí, significa jefe militar, así como en Josué 10:24. No le ofrecen el puesto de gobernante (ver 10:18), sino que esperaban conseguir sus servicios como soldado y nada más.

Así como Israel rechazó a Jehová pero luego clamó a él para liberación (ver 10:6, 10, 15), así también destierran a Jefté y luego buscan su socorro contra el mismo enemigo. Y así como Jehová rechazó el clamor de Israel, recordándoles cómo le habían tratado (ver 10:11–14), Jefté responde a los ancianos de Galaad de la misma forma (11:7). No lo ampararon cuando sus hermanos lo desheredaron ni lo protegieron de sus amenazas (ver vv. 2, 3).

Sin embargo, los ancianos son tenaces, así como los israelitas ante Jehová (ver 10:15, 16). Se arrepienten delante de Jefté (volvemos a ti es lenguaje de arrepentimiento; comp. 1 Rey. 8:48; 2 Crón. 6:38; 30:6; Neh. 1:9; Isa. 44:22; Jer. 3:10; Ose. 5:4; 7:10; 14:2; Joel 2:13; Zac. 1:3; Mal. 3:7). Y así como los israelitas transaron con Jehová (10:15), también los ancianos transan con Jefté. Le han ofrecido el puesto de jefe militar (v. 6). Ahora agregan el puesto de caudillo, o sea, gobernante sobre todo Galaad (11:8; ver 10:18).

A Jefté le interesa aclarar todavía más la oferta. Pregunta específicamente si él (el yo es enfático) será caudillo sobre Galaad después de la batalla (11:9). No quiere solamente un puesto militar temporal. Por supuesto, reconoce que tendrá que ganar la batalla para poder gobernar, y reconoce que para ganarla necesita la intervención de Jehová.

Los ancianos juran cumplir con los términos de Jefté (11:10). Entonces él viaja con ellos al campamento en Mizpa (11:11; comp. 10:17). Allí la milicia entusiastamente lo instala de una vez en los dos puestos: gobernante y jefe militar. En contextos militares, pueblo se refiere específicamente al ejército (ver exposición de 9:36–38, donde el mismo vocablo se traduce "gente"). Reconocen a Jefté como su máximo dirigente, así como han llegado a reconocer a Jehová como su único Dios (10:16).

Las palabras que Jefté repitió delante de Jehová (11:11b) serían los votos del pacto entre él y los galaditas, incluyendo los términos en el v. 9 (en el heb., como tú dices en el v. 10 es lit. “conforme a tu palabra”). Delante de Jehová probablemente no implica que el arca del pacto estuviera en Mizpa, pues un juramento se podía hacer delante de Dios sin que el arca estuviera presente (comp. v. 10).

El pacto entre Jefté y los galaditas es un paralelo más entre 11:1–11 y 10:6–15. Las correspondencias entre estos dos pasajes muestran que la relación vertical entre Israel y Jehová se refleja en la relación horizontal entre los mismos israelitas (comp. 8:34, 35 y el cap. 9).

Sin embargo, hay una diferencia importante entre las respuestas de Jehová y Jefté a las plegarias del pueblo. Jehová fue conmovido por el sufrimiento de Israel (10:16); Jefté es motivado por interés propio. Jefté es un libertador llamado no por Jehová (comp. 4:6, 7; 6:11–24), sino por el pueblo.

Un Perfil De Jefté   Jueces 11:1–11.

Es interesante ver cómo Dios se especializa en usar a personas que son las más improbables. Jefté, uno de ellos, es un ejemplo de un hombre en circunstancias negativas pero que fue preparado desde su nacimiento para librar al pueblo de Dios. Veamos una lista de los rasgos que forman el perfil de su vida:

·      Hijo de una ramera. Su padre, líder influyente en el pueblo (v. 1).
·      Luchador y guerrero experto. Sabía usar las armas (v. 1).
·      Hombre de carácter. Valiente y prudente (v. 1).
·       Rechazado por sus hermanos. Por ser bastardo y no por su culpa (v. 2).
·       Sin herencia. Siendo hijo de un rico (v. 2).
·       Apto como líder. Buen reclutador y capaz de darles ocupación (v. 3).
·       Negociador. Perspicaz y listo (vv. 7, 9, 13–22).
·       Hombre de fe. Se refirió a la tierra como si ya fuera de él, aun antes de comenzar a pelear (v. 12).
·       Sensato y razonable. Usa argumentos para persuadir sin tener que pelear (vv. 13, 26).
·       Bien documentado. Conocía la historia de Israel (vv. 15–22).
·       Realista. Sabía que todo éxito tiene un precio (vv. 30, 31).
·       Temeroso de Dios (v. 35).
·       Padre amoroso. Sufrió por su hija (v. 35).
·       Hombre de palabra. Íntegro y digno de confianza (vv. 30, 34–36).
·       Enviado por Dios (1 Sam. 12:11).


2.      Diálogo Diplomático. Jueces 11:12–28.
Jefté procura resolver el problema con los amonitas primero por la vía diplomática. El diálogo se lleva a cabo mediante mensajeros (11:12, 15), según una costumbre antigua (comp. vv. 17, 19).
El primer intercambio establece el tono para el diálogo. Jefté acusa al rey amonita de haber invadido su territorio (11:12). En las frases tú y yo y mi tierra habla como si fuera rey de Galaad. El rey de los amonitas responde que la tierra es suya (11:13). Reclama todo el territorio comprendido entre el río Arnón en el sur, el Jaboc en el norte y el Jordán en el occidente. No menciona un lindero oriental, porque Amón mismo estaba al este.

Con una serie de argumentos Jefté demuestra que el territorio en disputa pertenece a Israel (11:14–27). Aun si se aceptara el reclamo amonita, no se justificaría la invasión al occidente del Jordán (comp. 10:9).

El primer argumento es un resumen histórico para mostrar que Israel no ha tomado territorio ni de Amón ni de Moab (11:15–22). La referencia a Moab (11:15) nos sorprende, ya que la disputa es con Amón. La sorpresa se vuelve perplejidad en los versículos siguientes, ya que el discurso de Jefté parece dirigirse a un reclamo moabita.
De hecho, algunos estudiosos opinan que el pasaje confunde dos disputas distintas, una con Moab y otra con Amón. Sin embargo, es inverosímil que un autor israelita confunde dos países vecinos. Posiblemente una alianza moabita amonita se oponía a Israel (comp. 3:13 y 2 Crón. 20:1). No obstante, ya que el rey de Moab no participa en el debate, debemos entender que los amonitas han dominado a los moabitas, así como han oprimido a los israelitas.
Reclaman para sí, aunque en nombre de Moab, tierra que antes era moabita (ver Núm. 21:23 26). Según la Piedra de Mesha, este territorio fue todavía objeto de riña entre Israel y Moab en el siglo IX.

1- Jefté inicia su argumento histórico relatando que en la subida de Egipto Israel rodeó Edom y Moab (11:16–18). Jefté no menciona al monte Sinaí en el viaje de Egipto a Cades, tal vez porque era irrelevante para la disputa. Israel quería pasar por Edom y Moab, porque la ruta más directa de Cades a la ribera oriental del Jordán era el camino real que atravesaba estos países, pero los permisos fueron denegados (11:17; comp. Núm. 20:14–21).

En vez de intentar una travesía forzada, Israel dio una gran vuelta:
·      Primero, viajando hacia el sur,
·      Luego, volviendo hacia el norte al oriente de Edom y Moab, y por fin llegando al norte del río Arnón (11:18; comp. Núm. 21:4, 10–13; Deut. 2:8, 9, 16–19).
En todo esto Israel no violó las fronteras de Moab. Jefté no menciona que Israel evitó territorio amonita (comp. Deut. 2:19; Núm. 21:24). Esto indica que el pleito es sobre territorio que Moab podría reclamar, pero no Amón.

Jefté continúa su apologética histórica, explicando que Israel no tomó la tierra disputada de Moab, sino de los amorreos (11:19–22). La capital de Sejón era Hesbón, casi en el centro del territorio en disputa (11:19). A Sejón Israel también le pidió permiso para pasar (comp. Núm. 21:21, 22; Deut. 2:26–29) a fin de llegar a su lugar, es decir, la tierra prometida, al lado occidental del Jordán.
Cuando Sejón salió a pelear (11:20; comp. Núm. 21:23; Deut. 2:30–32), Jehová dio la victoria a Israel y la tierra también (11:21, 22; comp. Núm. 21:24, 25; Deut. 2:33–36). Si bien en una época esa tierra había pertenecido a Moab (Núm. 21:26–30) y una pequeña parte a los amonitas también (comp. Jos. 13:25 con Núm. 21:32), había sido conquistada por los amorreos antes que Israel apareciera en la región.

Jefté, a diferencia del rey de Amón, incluye una frontera oriental en su delimitación de la tierra (v. 22; comp. v. 13). La llama el desierto, descripción poco diplomática de Amón, pero indicativa de la motivación económica de la expansión amonita.

Jefté introduce su segundo argumento con un ahora (11:23), así como hará con el tercero (ver v. 25). Esta palabra conectiva indica que los dos argumentos se derivan del resumen histórico.

2- El segundo argumento, es que Israel tiene derecho de poseer lo que Jehová le ha entregado (11:23, 24).
La mención de Quemós, dios de los moabitas, en vez de Moloc, dios de los amonitas (11:24; ver Núm. 21:29; 1 Rey. 11:5, 7, 33; 2 R. 23:13; Jr. 48:7, 13, 46), es otra evidencia que la disputa tiene que ver con los derechos de Moab. El rey de Amón tal vez considera que Quemos le dio Moab. Siglos después, Ciro, rey de Persia, dijo que Marduc, dios de Babilonia, entregó esta ciudad en sus manos.

El v. 24 no necesariamente implica que Jefté crea en la existencia de Quemós. No está involucrado en una discusión teológica, sino en un pleito diplomático. El v. 27 demuestra que para él Jehová es soberano sobre los amonitas.

Jefté introduce su tercer argumento con otro ahora (11:25; ver exposición del v. 23). Balac no reclamó la tierra cuando Israel la tomó de los amorreos (11:25). Obviamente el rey de Amón no era mejor que Balac, es decir, no tenía más derecho sobre el territorio.

3- El último argumento de Jefté es una extensión del tercero.
El hecho de que Moab y Amón no han puesto reparo durante los tres siglos de ocupación israelita es un reconocimiento tácito del derecho de Israel sobre el territorio (11:26).

Sobre Hesbón, ver la exposición del v. 19. Aroer aquí no es la que estaba en la ribera del Arnón (ver Jos. 13:16), pues en ese caso se incluiría entre todas las ciudades que están junto al Arnón. Es más bien la Aroer en el límite oriental del territorio en disputa (ver Jos. 13:25).
Las ciudades junto al Arnón representan la frontera meridional de Galaad, colindando con Moab. Las ciudades en el v. 26, entonces, representaban todo el territorio en pugna. Sobre las aldeas, ver la exposición de 1:27.

La cifra de 300 años puede ser redondeada, pero concuerda con 1 Reyes 6:1 sobre la fecha del éxodo. Estos dos pasajes son una evidencia fuerte a favor de la fecha del éxodo hacia 1445 a. de J.C., y el obstáculo mayor para una fecha en el siglo XIII.

Jefté concluye sus argumentos protestando la invasión amonita (11:27a). De nuevo habla como si fuera rey de Galaad (ver exposición del v. 12). Encomienda su causa a Jehová, para que él haga justicia (11:27b). Esta oración, casi al centro de Jueces, puede ser su centro teológico también.
En el libro el Juez verdadero es Jehová. Como tal castiga la apostasía de Israel, libera a Israel de sus opresores (ver 2:18) y hace justicia aun entre los que no le reconocen (ver 1:6, 7; 9:23, 24, 56, 57; y la exposición de 15:6). Ejecuta su juicio al apoyar al ejército israelita o al opresor.

El rey de Amón no prestó atención a los argumentos históricos (11:28). Al invasor no le interesa hacer justicia, sino posesionarse de lo ajeno. Jefté presentó sus argumentos no tanto esperando que el rey se dejara convencer, sino para animar a su propio pueblo, y para exponer su caso ante Jehová, el Juez.

 Una Petición Rechazada. Jueces  11:17:
 Cuando los israelitas estaban entrando en la tierra que Dios les había prometido, pidieron permiso para pasar por las tierras de Edom y Moab. Pero esta petición no fue concedida. Por consiguiente, en los años siguientes, siempre quedó resentimiento de parte de los israelitas. Este resentimiento brotó en esta ocasión:
            1. Vino de una necesidad verdadera.
            2. No les iba a costar nada a los de Edom y Moab.
            3. Causó mucha demora para los israelitas.
            4. Trajo actitud de venganza para el futuro.
            5. Causó malas relaciones en los años venideros.
 Vale la pena considerar paulatinamente las peticiones que las personas hacen. Pueden ser justas.

3.       La Guerra Contra Los Amonitas. Jueces 11:29–33:
Como los amonitas rehúsan retirarse de Galaad, Jefté se prepara para la guerra. Primero recibió la capacitación del Espíritu de Jehová (11:29a; comp. 3:10; 6:34; 13:25; 14:6, 19; 15:14). Aquí por primera vez se nos confirma que Dios usará al líder escogido por los ancianos.

Luego Jefté hizo un viaje, aparentemente de reclutamiento (11:29b; comp. 6:34, 35). En vez de enviar mensajeros (comp. 6:35; 7:24), empleó la fuerza de su presencia personal. De Mizpa (comp. v. 11) fue hacia el norte hasta la parte de Manasés al oriente del Jordán (región que también sentiría la amenaza amonita), y luego regresó a Mizpa, de donde partió de nuevo para pelear contra los amonitas. La distinción entre Galaad y Manasés aclara que en esta historia Galaad es la región al sur del Jaboc (ver exposición de 5:17; 10:3, 8).

Antes de entrar en el conflicto, Jefté hizo un voto (11:30, 31). Desesperadamente anhelaba triunfar, ya que su posición al frente del gobierno estaba en juego (ver vv. 9, 10). Reconociendo que la victoria dependía de Jehová (ver v. 9), hizo el voto para asegurar su apoyo. ¡Procuró sobornar al Juez (comp. v. 27)!

El voto fue demasiado atrevido (comp. 21:1, 5, 7). La expresión heb. traducida cualquiera que salga (v. 31) puede referirse a un animal o a un ser humano. Como el ganado se albergaba en las casas, no era imposible que un animal saliera de las puertas de la casa al encuentro de Jefté.
Sin embargo, éste sabía que podía salir un ser humano: un siervo, o un familiar. Fue precisamente este elemento de riesgo que, según la mentalidad de Jefté, daba peso al voto. Aun sin el voto Jefté debía ofrecer a Jehová muchos animales si ganaba la batalla, y dar los mejores que tenía. Solo su anuencia a hacer el sacrificio más grande posible sería, según él, suficiente para garantizar el apoyo de Jehová (comp. 2 Rey. 3:26, 27; Miq. 6:6, 7).

El voto nos deja atónitos. Jehová había prohibido los sacrificios humanos (Lev. 18:21; 20:2–5; Deut. 12:31; 18:10). El voto revela la ignorancia de la ley de Moisés y la influencia del paganismo en Israel (comp. 10:6; Salm. 106:34–38), específicamente la influencia moabita y amonita en Galaad.
El sacrificio humano a Moloc, dios de los amonitas, se condena en varios pasajes bíblicos (Lv. 18:21; 20:2–5; 2 R. 23:10; Jr. 32:35), y un ejemplo del sacrificio humano en Moab se halla en 2 Reyes 3:26, 27.

Después de contar el voto, el autor recoge el hilo de la narración, repitiendo al inicio de 11:32 las palabras de la parte final del v. 29. Luego resume el combate en apenas dos versículos (11:32, 33). Más que la guerra, le interesan los eventos que la preceden y la siguen.
Se limita a contar que Jehová dio a Jefté la ansiada victoria (11:32), que éste castigó severamente a 20 ciudades amonitas (11:33a), y que como resultado la amenaza amonita desapareció (11:33b). Aroer estaba en la frontera entre Galaad y Amón (ver exposición del v. 26). Minit y Abel queramim son sitios desconocidos hoy.

Jehová los entregó en su mano (11:32) hace eco del voto de Jefté (v. 30). Jehová ha dado lo solicitado. Ahora esperamos ansiosamente para ver quién o qué saldrá de la casa de Jefté.

Irónicamente, el lector sabe que el voto de Jefté era innecesario (comp. Deut. 23:22). Jehová ya apoyaba a Jefté al enviarle su Espíritu (11:29). Estaba dispuesto a liberar a los galaditas por su amor para con su pueblo (ver 10:16) y porque era Juez justo (ver v. 27).
Jefté no estaba consciente de la venida del Espíritu, y no tenía una palabra de Jehová, llamándole a liberar al pueblo y prometiéndole victoria (comp. 4:6, 7; 6:11–7:15; 1 Sam. 28:5, 6).

4.      Cumplimiento Del Voto. Jueces 11:34–40:
Quien salió de la casa al encuentro de Jefté fue su hija (11:34), quien irónicamente, salió para celebrar la victoria de su padre (comp. Éx. 15:20; 1 Sam. 18:6; Salm. 68:25). La última parte del versículo recalca que aparte de ella Jefté no tenía hijos (comp. Gn. 22:2 sobre otro hijo único destinado a ser sacrificado).
Sin descendencia el israelita no tenía quien conservara su memoria (comp. 2 Sam. 18:18). Jefté, que tanto anhelaba ser honrado por la sociedad que lo había rechazado, ahora está en peligro de quedarse en el olvido después de su muerte. Su descendencia, una sola hija, se contrasta con la de los jueces antes y después de él (ver 10:3, 4; 12:8, 9, 13, 14).

Jefté rasga sus ropas en señal de profunda tristeza (11:35). No lamenta lo que su hija tendrá que sufrir, sino su propia pérdida. De hecho, acusa a ella de haberlo abatido y afligido.

Luego le informa de su voto irrevocable. Se ha metido en un callejón sin salida:
Ø Si cumple con el voto, pierde a su única hija y toda esperanza de descendencia; si no lo cumple, cae en pecado (comp. Núm. 30:2; Deut. 23:21).
Ø Ante los ancianos de Galaad y el rey amonita Jefté había hablado bien, pero habría sido mejor noabrir su boca ante Jehová.

Jefté desconocía las leyes de rescate en Levítico 27:1–8, o creía que no se aplicaba a su voto. Diríamos que Jefté debía escoger el mal menor, preservando la vida de su hija y ateniéndose a las consecuencias. Sin embargo, él temía que Jehová le quitara el puesto de gobernante que había ganado mediante el voto (ver vv. 9, 10). Desde luego, no entendía que el sacrificio humano era una abominación para Jehová.

La hija de Jefté se porta más noble que su padre. Lejos de reprocharle o tratar de salvarse, le anima a cumplir con su voto, ya que Jehová ha cumplido con la parte suya (11:36).
A la vez, su nobleza muestra que ella tampoco entendía que Jehová aborrecía el sacrificio humano. Irónicamente, la fidelidad de Jefté y su hija al voto se contrasta con la infidelidad de Israel a su pacto con Jehová. Lamentablemente, el voto fue en sí una ruptura del pacto. Por ignorancia de la Ley, Jefté y su hija ofenden a Dios aun cuando le quieren agradar.

Ella pide tiempo para lamentar su virginidad (11:37), y Jefté se lo concede (11:38). En base a estos dos versículos y la nota al final del v. 39, algunos opinan que el voto de Jefté no prometía un sacrificio literal, sino consagración al santuario como virgen vitalicia (comp. 21:19–21, Éx. 38:8 y 1 Sam. 2:22).
Sin embargo, Jueces 21 no menciona servicio en el tabernáculo, y los otros dos pasajes no dicen que las mujeres eran vírgenes, ni por cuánto tiempo prestaban servicio.
De hecho, el AT., no menciona en ninguna parte la virginidad perpetua. De todas formas, el problema mayor para la interpretación mencionada es que en 11:31 Jefté claramente promete un holocausto (comp. Gn. 22:2).
Si bien el concepto del holocausto espiritual se encuentra en Romanos 12:1, es desconocido en el AT. Además, un voto de virginidad perpetua no tendría sentido en 11:31, porque Jefté no sabía en ese momento que saldría una virgen.

Más bien, la hija de Jefté llora su virginidad porque morirá sin dejar descendencia. Hay un caso paralelo en la tragedia griega Lamentaciones de Antígona, de Sófocles. Condenada a morir, Antígona llora su virginidad, lamentando que nunca será una esposa y nunca una madre. En contraste con Acsa, quien recibió fertilidad agrícola de su padre (ver 1:14, 15), la hija de Jefté es condenada por su padre a morir infértil.

En aquella cultura los montes se consideraban un lugar apropiado para lamentos. En los mitos de Ugarit la diosa Anat lamenta la muerte de Baal andando por los montes y collados de la tierra.

Jehová no salvó a Jefté de su error (11:39; comp. Gn. 22:10–14). Algunos, observando que este versículo no dice que Jefté ofreció a su hija en holocausto, arguyen que su voto consistió solamente en que ella no conociera varón. Sin embargo, el versículo dice que Jefté cumplió con ella el voto que había hecho, y el v. 31 no deja duda que eso significaba sacrificarla en holocausto.
Por pudor el autor utiliza la circunlocución en el v. 39; hoy también usamos circunlocuciones para hablar de temas delicados. La mención de la hechura del voto en los vv. 30 y 39 ponen un marco literario alrededor de este episodio.

Todavía se objeta que si el voto de Jefté hubiera prometido un sacrificio humano, Jehová no le habría dado la victoria. Sin embargo, Dios no está obligado a limitarse a instrumentos limpios para lograr sus propósitos. Quería liberar a su pueblo de la opresión, y utilizó la clase de líder que ese pueblo pudo proporcionar. Los errores de Jefté reflejan la condición de la nación. Sansón será aún más degenerado.

El sacrificio de la hija de Jefté dio origen a una conmemoración anual (11:40; comp. 2 Crón. 35:25, donde el vocablo aquí traducido costumbre está vertido por precepto”). La hija de Jefté murió sin hijos, pero las hijas de Israel (traducción lit.) no permitieron que su memoria cayera en el olvido.

La identificación de Jefté como el galadita en 11:1 y 40 enmarca el capítulo. A la vez anticipa 12:1–6, donde Jefté dirige a Galaad en combate contra otra tribu de Israel. Es más galadita que israelita.

Los Errores De Jefté: 
1. Tuvo un temperamento impulsivo que le llevó a hacer voto sin considerar las consecuencias.
2. Una creencia equivocada en lo que Dios pide (Miq. 6:8).
3. Condenó a su hija a una muerte prematura.
4. Cedió a las influencias de las religiones paganas que practicaban sacrificios humanos.