LAS CREDENCIALES DE SU APOSTOLADO:
2 CORINTIOS 11:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
Este capítulo
presenta lo que Pablo llama «su jactancia». Observe que aquí hay una «ironía santa» a medida que Pablo les
devuelve a sus enemigos las acusaciones vertidas. «Puesto que a sus nuevos maestros les
encanta jactarse», dice Pablo, «entonces ¡usaré ese método
aprobado y me jactaré un poco también!».
Admite
que no sigue el ejemplo de Cristo en esta acción (11:17), pero sabe que «su jactancia»
lo glorificará a Él porque todo lo que había soportado fue para la gloria
de Cristo. Pablo se jacta sobre tres asuntos:
I. Su Celo Por La Iglesia (2 Corintios 11:1–6):
Hay
diferencia entre celo y envidia. La envidia es carnal y egoísta; el celo se
basa en el amor y procura el bienestar de otros. Es correcto que el esposo cele
a su esposa o que un pastor cele a su iglesia. Pablo compara a la iglesia local
con una desposada o novia.
Una
comparación similar la hace en Efesios 5:22, 23 con relación a la Iglesia
universal. Ambos ejemplos son válidos. Así como en el AT., Israel se compara
con la esposa de Jehová («esposa» porque se había
casado con Él en Sinaí), a la iglesia se le llama la desposada de
Cristo («desposada»
porque todavía no está casada con Él).
El
deseo de Pablo era conservar a la iglesia pura, libre de falsa doctrina y de
vida mundanal. En el AT., irse tras los dioses falsos se compara con el
adulterio; en el NT., a la mundanalidad se le llama adulterio (Stg. 4:1–4). ¿Cómo puede una
iglesia local dejarse seducir para alejarse de Cristo? Al seguir a
los falsos maestros de Satanás (vv. 3, 13–15).
Así
como Satanás con su astucia engañó a Eva en Génesis 3, los falsos maestros
engañan a los creyentes y los alejan de la verdad. «Sincera» (v. 3) significa devoción
sin dobleces. No podemos servir a Dios y a Mamón. ¡Cuán importante es que la iglesia
permanezca fiel a la Palabra de Dios!
Actualmente,
hay líderes religiosos que intentan darnos otro Jesús y no el Cristo que Pablo
predicaba; y otro Espíritu, no el Espíritu Santo de Dios; y otro evangelio, no
el evangelio de la gracia de Dios (véase Gál. 1). La única defensa en contra
del adulterio espiritual es la fidelidad a la Palabra de Dios. ¡Cuán celosos
debemos ser por la Iglesia por la cual Cristo murió!
II. Su Generosidad Hacia La Iglesia (2
Corintios 11:7–21):
«Pablo no puede ser un verdadero apóstol», decían
sus enemigos, «de
otra manera aceptaría dinero por sus servicios. El hecho de que rehúse aceptar
sostén de la iglesia de Corinto es prueba de que sabe que no es honrado».
¡Qué trágico cuando se juzga la generosidad de un hombre
y se cuestiona sus motivos! Pablo usa un poco de ironía aquí cuando
sugiere que ha pecado ¡al negarse al sostén material de los corintios! (v. 7).
Se había mantenido para que no se acusara su ministerio (1 Cor. 9 analiza
esto), ¡y sin embargo sus enemigos hallaban falta!
Les
asegura que por amarlos se negó a su sostén. Permitió que la iglesia de Filipos
se lo enviara, pero no lo recibió de los corintios, aunque su llamamiento
apostólico se lo hubiera permitido. Quería «quitar» cualquier oportunidad que sus enemigos
pudieran tener para acusarlo (v. 12).
Por
primera vez Pablo acusa abiertamente a estos falsos maestros de ser siervos del
diablo. El arma más eficaz de Satanás es la imitación (véase Mt. 13:24–30,
36–43). Sin embargo, los cristianos deberían haber sabido que estos maestros
venían de Satanás, puesto que sus vidas y ministerios no manifiestan nada del
espíritu de Cristo.
El
versículo 20 es una descripción de un ministerio carnal: aquel que lleva a la gente a la esclavitud, no a la libertad; los
devora egoístamente; sus líderes se auto-exaltan en lugar de exaltar a Cristo;
hiere a los santos en lugar de ayudarles a sanar de sus heridas. ¡Qué diferencia
con el ministerio de Pablo! ¡Qué hay en la
carne que le encanta la esclavitud, las artimañas y honores humanos, en lugar
del sencillo amor y la gracia de Cristo!
III. Sus Sufrimientos Por La Iglesia (2 Corintios
11:22–33):
Las
credenciales principales del ministerio apostólico de Pablo eran las marcas que
llevaba en su cuerpo y que las recibió al servir a Cristo (véase Gál. 6:17).
Tenga presente que Pablo escribió esto antes de los acontecimientos de Hechos
20ss, ¡y la
mayoría de las cosas en esta lista ni siquiera se mencionan en Hechos! Y
el gran apóstol nunca los había mencionado si no fuera porque estaba
defendiendo el evangelio. Es un hecho contundente que Pablo dijera que sus
sufrimientos, no los elogios de los hombres, eran la mejor prueba que tenía para
afirmar su apostolado. Cuando seleccione a un líder espiritual, busque las
marcas.
Estos
sufrimientos no necesitan mayor comentario; hablan por sí mismos. Sea
suficiente decir que Pablo fue a todas partes y lo soportó todo con tal de
llevar el evangelio a las almas perdidas. ¿Por qué nosotros hacemos muchísimo menos hoy cuando tenemos a
nuestra disposición herramientas que hacen la tarea más fácil y rápida?
Al
parecer la carga más pesada de Pablo era «la preocupación por todas las iglesias». Las
batallas espirituales siempre son más costosas que las físicas. Orar por los
nuevos cristianos, alimentar a los corderos y a las ovejas, y rechazar los
ataques de Satanás son tareas absorbentes.
Nótese: que
Pablo no se jacta de las cosas que atestiguan su fuerza, ¡sino de sus debilidades! Mientras
que los judaizantes se jactaban de sus convertidos, Pablo contaba el número de
veces que lo encarcelaron, azotaron o dejaron en el mar. «¡Me gloriaré en mis debilidades mientras ellos
se jactan de sus poderes!», dice preparándose, desde luego, para el
relato de su aguijón en la carne en el capítulo 12.
Cierra
con un asunto especialmente interesante:
Su huida de Damasco (Hch. 9:23–25).
¡Qué humillante debe haber sido para este gran rabí
que lo descolgaron por el muro en una canasta! ¿Se
hubieran atrevido a descender así los judaizantes? ¡No! Hubieran hecho alguna componenda con su
mensaje ¡y
salido por la puerta principal de la ciudad! Pablo enfrentó
sufrimientos desde los primeros hasta los mismos últimos días de su ministerio.
«Y también
todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución»
(2 Tim. 3:12).
Estas
actitudes de Pablo hacia la iglesia deberían estar en el corazón de cada pastor
y miembro de la iglesia hoy. Debemos ser celosos y precavidos por nuestras
iglesias, no sea que alguna mentira satánica empiece a seducirla y la aleje de
la verdadera consagración a Cristo.
Qué
fácil es para las iglesias (y los cristianos) robarle a Cristo el amor que
se merece. «Has
dejado tu primer amor» le advirtió Cristo a la iglesia de Éfeso (Ap.
2:4). Si los cristianos no ejercen un santo celo por la iglesia, esta se
alejará tras el pecado.
Igualmente
debemos tener una actitud desprendida y generosa hacia la iglesia. No debemos
tener la actitud de «¿cuánto puedo obtener?», sino de «¿cuánto puedo
dar?». Debemos estar dispuestos a sacrificarnos para que la iglesia
crezca para la gloria de Dios.
Clase Para El Miércoles:
Lea Su Biblia, Lea Su Biblia, Lea Su Biblia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario