LA OPRESIÓN MADIANITA Y LA
LIBERACIÓN DE GEDEÓN:
JUECES 6–8:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
Hebreos
11:32 pone a Gedeón a la cabeza de la lista de los jueces. Aunque algunas veces
vaciló en su fe, todavía es «un hombre de fe» que se atrevió a confiar en la
Palabra de Dios. Cuando nos damos cuenta de que era un granjero, no un guerrero
adiestrado, ¡vemos
cuán maravillosa fue su fe! Trazaremos la carrera de Gedeón en este
pasaje.
I. Gedeón El Cobarde (Jueces 6:1–24):
Siete
años de servidumbre bajo los madianitas condujeron a Israel a su punto más
bajo. En lugar de «subir sobre las alturas» (Dt. 32:13) ¡se escondían
en cuevas! A los israelitas ni siquiera se les permitía cosechar su
propio grano, lo que explica por qué hallamos a Gedeón escondido en el lagar.
El profeta de Dios (vv. 7–10) le recuerda al pueblo su incredulidad y pecado;
entonces el Ángel del Señor, Cristo mismo, visitó a Gedeón para prepararle para
su victoria. Recuérdese que Dios había olvidado temporalmente a su pueblo;
ahora obraba por medio de individuos escogidos (2:18).
Cuando
el Ángel llamó a Gedeón «varón esforzado y valiente» (v. 12), parecía mofa,
sin embargo Dios sólo indicaba de antemano lo que Gedeón llegaría a ser por fe.
Nos recuerda las palabras de Cristo a Pedro:
«Tú eres […] serás»
(Jn. 1:42). Pero vea la incredulidad de Gedeón, que era la causa de su
cobardía, en su pregunta a Dios: «Si […] por qué […] en dónde […] cómo […] si […] ?» ¡Luego le pide
que le dé una señal! Esto sin duda no es el lenguaje de la fe.
Gedeón
confesó que Dios castigó con justicia a su pueblo (v. 13), pero no podía
entender cómo usaría a un pobre campesino como él para librar a la nación. Dios
enfrentó su incredulidad con una serie de promesas: «Jehová está
contigo»; «salvarás a Israel»; «¿no te envío yo?»; «Ciertamente
yo estaré contigo» (vv. 12, 14, 16). La fe viene por el oír la
Palabra de Dios (Rom. 10:17). Gedeón necesitó una señal y Dios con su gracia se
la concedió (vv. 19–24). Sin embargo, no es un buen ejemplo a seguir. «Jehová-shalom»
significa «el
Señor es nuestra paz» (vv. 23–24).
II.
Gedeón El Desafiador (Jueces 6:25–32):
Una
cosa es encontrar a Dios en el secreto del lagar, pero otra muy diferente es
erguirse por el Señor en público. Esa misma noche Dios probó la dedicación de
Gedeón al pedirle que derribara el altar idólatra de su padre a Baal y que
edificara un altar a Jehová. Más que esto, debía sacrificar el toro de su padre
(tal vez
reservado para Baal) sobre el nuevo altar.
El
testimonio cristiano empieza en casa. Gedeón obedeció al Señor, pero mostró
incredulidad al hacerlo de noche (v. 27) y al pedir a otros diez hombres que lo
ayudaran. ¡Podemos imaginar el furor del
vecindario cuando a la mañana siguiente descubrieron el altar destruido!
¿Mataron a Gedeón? ¡No!
Antes bien Gedeón se convirtió en un líder, capaz de reunir al ejército y
prepararse para luchar. Dios nunca usa a un «santo secreto» para ganar grandes
batallas. Debemos salir a la luz y asumir nuestra posición, cueste lo que
cueste.
III.
Gedeón El Conquistador (Jueces 6:33–8:3):
A. Conquistó Sus Temores (Jueces 6:33–7:14).
Un
ejército de treinta y dos mil hombres acudió a su lado, pero aún dudaba de la
victoria. ¡Cuánta
gracia muestra Dios al ministrar a sus endebles santos! Gedeón «puso fuera su
vellón» dos veces y en ambas Dios le contestó. Es muy malo, sin
embargo, cuando el pueblo de Dios confía en las circunstancias para que les
guíen en lugar de confiar en la clara Palabra de Dios.
Gedeón
no era el único con miedo; veintidós mil soldados también tenían miedo y
regresaron (7:1–3; y véase Dt. 20:8). Sin embargo, Dios no necesitaba los
restantes diez mil, de modo que los probó y envió a la mayoría de regreso. Los
trescientos que bebieron el agua de su mano (v. 6) hubieran estado en una mejor
posición para enfrentar y luchar contra el enemigo en un ataque por sorpresa.
La
noche de la batalla Dios vio que aún había temor en el corazón de Gedeón (vv.
9–14), así que en su gracia le dio otra señal especial para darle seguridad de
que ganaría la batalla. El pan de cebada representa a Gedeón, porque la cebada
era el alimento más pobre. ¡Pero Dios iba a usar a este campesino ordinario para lograr
una gran victoria!
B. Conquistó a Sus Enemigos (Jueces 7:15–25).
Nótese: cómo
Gedeón cita al pueblo las promesas de Dios de victoria (v. 15, nótese v. 9).
Confiaba por completo en la Palabra de Dios.
La
victoria se obtuvo por el poder de Dios, porque las armas que tenían eran
inútiles en la batalla. El Espíritu de Dios estaba ahora usando a Gedeón (6:34);
véanse Zacarías 4:6 y 1 Corintios 1:26–31. Los cántaros ocultarían la luz de
las teas y también harían gran ruido al romperse; y estos efectos, añadidos a
los gritos y al toque de las trompetas, derrotarían sin duda al enemigo.
Los
cántaros, las teas y las trompetas tienen también una significación espiritual.
Debemos ser cántaros limpios, rendidos a Dios para que nos use (2 Tim. 2:21);
debemos dejar que nuestra luz brille (Mt. 5:16); y debemos «proclamar» un testimonio claro por
Cristo (1 Ts. 1:8). Los pasos de la victoria de Gedeón son fáciles de trazar: tenía una promesa en la cual creer
(6:12, 14, 16; 7:7–9), un altar que edificar (6:25–26), un cántaro que quebrar,
una lámpara para encender y una trompeta para tocar. ¡Y Dios le dio la victoria!
C. Conquistó Sus Sentimientos (Jueces 8:1–3).
A
Efraín no se le incluyó en el ejército original (6:35), pero Manasés, la tribu
hermana, participó en la batalla. Más tarde Gedeón llamó a Efraín para que
capturara a dos príncipes famosos, lo cual hicieron. ¡Pero se les provocó! Qué fácil
es que la carne actúe incluso cuando Dios ha dado una gran victoria.
Gedeón
pudo haberlos «silenciado»,
pero en lugar de eso practicó Proverbios
15:1: «La blanda respuesta quita la ira». Es
mejor controlar nuestros sentimientos que conquistar una ciudad (Prov. 16:32);
y si Gedeón hubiera ofendido a sus hermanos, nunca hubiera podido ganarlos de nuevo (Prov. 18:19).
Los
líderes piadosos deben saber cómo controlar sus sentimientos.
IV.
Gedeón El Acomodadizo (Jueces 8:4–35):
Gedeón
y sus trescientos hombres perseguían a los dos reyes de Madián, pero los de
Sucot y Peniel no les ayudaron. Su actitud provocó a Gedeón y prometió
vengarse. Esto parece haber sido el principio de su reincidencia, porque no
cabe duda que Dios hubiera castigado a estos rebeldes a su manera (Rom. 12:19).
El
ejército tomó al de Madián por sorpresa cuando los reyes se sentían confiados
(8:11), y cuando Gedeón venía de regreso, castigó a los hombres de Sucot y Peniel
con espinos y abrojos (8:16–17). Luego mató a los dos reyes que mataron a los
hermanos de Gedeón.
Después
de obtener una gran victoria, siempre debemos precavernos de la tentación a
pecar, porque Satanás nos ataca solapadamente cuando menos lo esperamos. La
nación le pidió a Gedeón que fuera su rey y estableciera una dinastía; pero él
lo rehusó. «¡Jehová señoreara sobre vosotros!» Sin embargo, Gedeón aprovechó la
oportunidad para pedir «una cosa menor»: todos sus zarcillos y adornos.
Esto parecía un obsequio apropiado para un gran libertador, pero téngase
presente que estos objetos de oro estaban asociados a la adoración idolátrica.
Los
ornamentos mencionados en el versículo 21 en realidad son «lunetas»; estos artículos se
relacionaban a la adoración de la luna. Léase en Génesis 35:1–4 la asociación
entre los zarcillos y la idolatría. Gedeón hizo un «efod» (o imagen) idólatra con las setenta
libras de oro que recogió.
Lo que los madianitas no pudieron hacer
mediante la espada, Satanás lo consiguió con zarcillos. Es triste ver que el hombre
que derribó el altar de Baal, ahora crea un ídolo por su cuenta. Es triste,
pero la nación entera se olvidó de Dios y adoró al nuevo dios (v. 27). Cuando
Gedeón murió, la nación volvió de inmediato a adorar a Baal (v. 33).
La
historia subsiguiente de la familia de Gedeón no es nada estimulante. Tuvo
muchos hijos e hijas con sus «muchas esposas» (v. 30), pero un hombre llamado
Abimelec (v. 31; Jueces 9:1–6), hijo de la concubina de Gedeón, los mató a
todos (a
excepción de Jotam).
Todavía
más, antes de que mataran a la familia de Gedeón, la nación no los trató con
amabilidad (v. 35). Cuán pronto los corazones pecadores de los seres humanos se
olvidan tanto del Señor (v. 34) como de las personas que les han servido
fielmente.
Estudios para el
Domingo.
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