domingo, 25 de agosto de 2019

LA AUTORIDAD DE SU APOSTOLADO: 2 CORINTIOS 10:


LA AUTORIDAD DE SU APOSTOLADO:
2 CORINTIOS 10:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
Esta última sección de 2 Corintios (caps. 10–13) presenta a Pablo vindicando su apostolado. En estos capítulos responde a las acusaciones de sus enemigos en Corinto. Conforme leemos su respuesta podemos descubrir las mentiras que decían respecto a Pablo; que no era un verdadero apóstol puesto que le faltaban las credenciales de la iglesia de Jerusalén; que sus motivos no eran sinceros; que su presencia física era tan débil que no inspiraba respeto; que sus cartas eran audaces, pero que nunca las respaldara en persona; y que sus promesas no eran de confiar.
Tenga presente que Pablo no estaba defendiéndose a sí mismo en estos capítulos; lo que estaba defendiendo era su oficio apostólico y, por consiguiente, el mensaje que predicaba.
Estas mentiras las estaban promoviendo los falsos maestros que habían visitado a Corinto y ganaron a una parte de la iglesia para su falsa doctrina, que era una mezcla de judaísmo y evangelio. Pablo no estaba meramente respondiendo a sus críticos; estaba respondiendo al mismo Satanás (11:13–15). Cuando Pablo habla de «gloriarse» es con un toque de sarcasmo.
«A sus maestros favoritos les encanta jactarse», dice, «de modo que trataré de ganarme su cariño ¡jactándose yo mismo un pocoPor supuesto, la jactancia de Pablo era en el Señor y no en sí mismo. Aquí en el capítulo 10 Pablo da varias respuestas a la acusación de que su presencia era débil en tanto que sus cartas eran osadas.

I.       Sigo El Ejemplo De Cristo (2 Cor.10:1):
A los corintios les encantaba gloriarse en los hombres (1 Cor. 3:21; 4:6, 7) y se quedaban embelesados con los predicadores judaizantes que venían de Palestina. A pesar de que estos predicaban una falsa doctrina (11:4) y se aprovechaban de los cristianos (11:18–20), la iglesia les hizo un gran recibimiento y les honró más que a Pablo, quien había fundado la iglesia y arriesgado su vida por ello. «¡Pablo es tan débil!», decían estos maestros a medida que se imponían sobre la iglesia. «¡Sígannos, porque nosotros damos muestra del poder real!».
«Si yo soy débil», replicó Pablo, «no es debilidad, es la mansedumbre de Cristo» (v. 1). Cristo nunca «se impuso como dictador» sobre la gente; su poder lo ejerció en mansedumbre y humildad. Mansedumbre no es debilidad; mansedumbre es poder bajo control, la capacidad de encolerizarse contra el pecado y sin embargo estar dispuesto a sufrir maltrato por causa de Cristo. No cometamos el error de juzgar por las apariencias externas (10:7) y pensar que algún «predicador poderoso» está necesariamente mostrando el poder de Dios.

II.     Uso Armas Espirituales (2 Cor.10:2–6):
Simplemente debido a que Pablo no usaba métodos carnales ni ejercía el poder de una «personalidad fuerte», los creyentes pensaban ¡que era un enclenque! Sus armas eran espirituales, no carnales. Como todos nosotros, Pablo andaba «en la carne» (o sea, tenía todas las debilidades del cuerpo), pero no batallaba contra la carne dependiendo de la sabiduría carnal, ni en las capacidades humanas ni en la fuerza física. Moisés tuvo que aprender que las armas de Dios son espirituales (Hch. 7:20–36) y Pablo enseñó este principio en Efesios 6:10ss. La Palabra de Dios y la oración son las únicas armas eficaces en esta batalla contra Satanás (Hch. 6:4).
Había desobediencia en Corinto debido a que los cristianos estaban creyendo en mentiras en lugar de creer en la verdad de la Palabra de Dios. Pablo les advierte que harán polvo sus argumentos y falsas doctrinas, y conducirá sus corazones y mentes a la obediencia. Los problemas de la iglesia no se resuelven simplemente cambiando la constitución, revisando su programa o reorganizando una junta, sino al confrontar a la gente y los problemas con la Palabra de Dios.

III.    No Juzgo Por Las Apariencias (2 Cor.10:7–11):
La persona que juzga por las apariencias siempre vive para dar una buena apariencia. Pablo vivía para agradar a Dios y nunca trataba de agradar a los hombres. Confiaba en su llamamiento y las credenciales del Señor, y esto era lo que importaba. Por cierto, pudo haber esgrimido rangos e invocado su autoridad apostólica, pero prefería usar esa autoridad para edificar la iglesia, no para derribarla. También es cierto que a menudo es necesario derribar antes para tener el lugar del edificio real (Jr. 1:10).
¡Qué locura la de estos cristianos al desacreditar a Pablo debido a que le faltaba la vitalidad física de Pedro o el poder de la oratoria de Apolos! Los cristianos carnales son «jueces de predicadores» y les encanta comparar un siervo de Dios con otro. ¡Pablo les advierte que su presencia en su próxima visita sería tan poderosa como sus cartas!

IV.    Dejo Que Dios Haga Los Elogios (2 Cor. 10:12–18):
Estos falsos maestros eran miembros de una «sociedad de admiración mutua», ya que se comparaban unos con otros; y por consiguiente tenían un exagerado concepto de sí mismos. (Véase lo que Jesús dijo respecto a esto en Mt. 5:43–48. También véase Gál. 6:3, 4). Pero, dice Pablo, ¿dónde estaban estos «grandes maestros» cuando yo arriesgué mi vida para empezar la iglesia en Corinto? Cualquiera puede venir después que el trabajo duro se ha hecho, criticar al fundador y ¡recibir toda la gloria!
Pablo se había esforzado todo lo posible para alcanzar a la gente de Corinto con el evangelio, y esperaba obtener de ellos ayuda para llevar el evangelio a «los lugares más allá». Los judaizantes vinieron y se jactaron de una obra que nunca realizaron. La costumbre de Pablo era llevar el evangelio a donde nadie había ido antes (véase Rom. 15:20), en tanto que la costumbre de los judaizantes era invadir el territorio de otro y apoderarse del trabajo que ya estaba hecho.
Pablo fue lo suficientemente sabio como para dejar sólo al Señor la cuestión de los elogios. En el versículo 17 se refiere a Jeremías 9:24 (un pensamiento que cita también en 1 Cor. 1:31). Después de todo, es el Señor el que da la gracia para que podamos servirle y únicamente Él conoce nuestros corazones y motivos. El apóstol estaba dispuesto a esperar de Dios el «¡bien hecho y también debemos hacerlo nosotros. Al repasar este capítulo notará varias lecciones importantes que todos debemos aprender para ser obreros eficaces en el servicio de Cristo:

(1)   No se deje influenciar por asuntos físicos. Los más grandes siervos de Dios no siempre son los más agraciados o los más fuertes, desde el punto de vista humano. Con cuánta facilidad algunos cristianos se quedan boquiabiertos por algún obrero cristiano «estilo Hollywood» que les embelesa con su apariencia imponente u oratoria hipnótica. Esto no significa, desde luego, que debamos deliberadamente esforzarnos por mostrar una apariencia desaliñada o practicar una humildad fingida. Dios nos ha hecho diferentes a cada uno de nosotros y debemos usar para su gloria todo lo que Él nos da.
(2)  La obra más duradera se hace cuando usamos armas y herramientas espirituales. Es una cosa reunir una multitud y otra muy diferente edificar la iglesia. Programas teatrales, esquemas de promoción tipo de grandes almacenes, exhibiciones que honran al hombre y que dependen de los esfuerzos de la carne, todo esto puede captar la atención popular, pero nunca recibirán la aprobación de Dios. Edificamos mediante la oración y la Palabra de Dios, y esto demanda tiempo, dedicación y sacrificio.
(3)    No juzgue antes de tiempo (1 Cor. 4:5). Deje que Dios dé los elogios. Viva procurando la aprobación de Él, y su vida y ministerio serán bendecidos. Tal vez sea un fracaso a sus ojos y a los de otros, pero Dios le verá a usted y a su obra como un gran éxito para su gloria.



Clase Para El Miércoles:

Lea Su Biblia, Lea Su Biblia, Lea Su Biblia.






No hay comentarios.:

Publicar un comentario