SU AUTORIDAD FUE APROBADA POR LA IGLESIA EN JERUSALÉN:
GALATAS 2:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
En
el primer capítulo Pablo demostró que su evangelio y apostolado vinieron de
forma directa de Cristo, independientemente de los doce. Es natural que los
lectores pregunten: «Entonces, ¿cuál fue la
relación de Pablo con los doce y la iglesia de Jerusalén?». En este
capítulo Pablo responde ese interrogante.
I. Su Evangelio Fue Aprobado Por Los Apóstoles
(Gál. 2:1–10):
Pablo,
catorce años después de su visita a Jerusalén (Hch. 9:26–29), regresa a la «ciudad santa»
para asistir al concilio sobre el problema de la ley y la gracia (Hch. 15). Fue
a esa conferencia «por revelación»; es decir, Cristo personalmente le
dijo que fuera, así como también le había dado el evangelio años antes (1:11,
12):
§ Pablo había estado ministrando
entre los gentiles; y
§ Bernabé y él habían visto
a muchos gentiles salvados y establecido muchas iglesias locales;
§ Ahora <%-2>
los
líderes de la iglesia <%-3> estaban debatiendo la suerte del ministerio gentil.
Lea de nuevo en Hechos 15 el
relato de esta importante conferencia.
Algunos
han sugerido que hubo en realidad cuatro reuniones diferentes:
(1) Una reunión pública en la cual Pablo contó lo que Dios había
hecho entre los gentiles, Hechos 15:4;
(2) Una reunión privada entre Pablo y los líderes,
Gálatas 2:2;
(3)
El debate
público de Hechos 15:5 y de
Gálatas 2:3–5; y
(4) La sesión del concilio en la cual finalmente se resolvió
la cuestión, Hechos 15:6ss.
Pablo
se reunió en privado con los líderes, pero no porque sintiera temor de que su
mensaje estuviera equivocado. Sabía que su mensaje era el correcto porque había
venido de Jesús. Más bien se reunió de esa manera para dejar fuera a los «espías»
(Gál. 2:4) y evitar cualquier desacuerdo abierto que sólo hubiera añadido
leña al fuego.
Tito
iba con Pablo y, siendo gentil, no estaba circuncidado. De acuerdo a los
judaizantes ¡Tito
ni siquiera era salvo! (Hch. 15:1). Pero los líderes de la iglesia
no exigieron que Tito se circuncidara; de modo que, concluye Pablo, esto prueba
que la circuncisión no tiene nada que ver con la salvación. Había falsos
hermanos allí, personas que querían privarles a los creyentes de la gloriosa
libertad que tenían en Cristo.
Este
partido debe haber exigido la circuncisión de Tito, pero Pablo «los derrotó».
El grupo se
dividió:
· Algunos estaban por el legalismo;
· Otros por la libertad;
· Algunos más por un compromiso
entre las dos cosas.
La
iglesia de hoy todavía está dividida, con algunos que enseñan la salvación
mediante los ritos; y otros que insisten en una mezcla de la ley y la gracia.
La minoría se aferra al evangelio de la gracia de Dios que predicaba Pablo.
La
conclusión del asunto fue que los líderes de la iglesia acordaron que el
mensaje y ministerio de Pablo venían de Dios, y que él debía ministrar a los
gentiles mientras que Pedro y los doce ministraban a los judíos.
En
el versículo 8 Pablo cuidadosamente destaca que el mismo Espíritu que obraba en
Pablo obraba también en Pedro. Ambos tenían el mismo mensaje y el mismo
Espíritu, pero eran responsables de diferentes esferas de ministerio. El
concilio no añadió nada al mensaje de Pablo (v. 6) y lo endosó como bueno.
Pablo había preservado «la verdad del evangelio» (2:5) de las mentiras del
enemigo.
II. Defendió Su Evangelio Ante Pedro (Gál. 2:11–21):
Pablo
hizo lo correcto al ignorar las «posiciones espirituales» de la gente que se
menciona en el versículo 6. Incluso los mejores líderes pueden equivocarse, y
Pablo cita a Bernabé y a Pedro como ejemplos. Después de la reunión en
Jerusalén, Pedro visitó la iglesia gentil de Antioquía, donde Pablo y Bernabé
todavía ministraban (Hch. 15:35). En Hechos 10 Dios le había revelado
claramente a Pedro que ningún alimento y ninguna persona eran inmundos; pero el
apóstol cayó de nuevo en el legalismo de todas maneras.
Cuando
vino por primera vez a Antioquía, Pedro se reunía con los gentiles y comía con
ellos; pero después que algunos visitantes vinieron de Jerusalén, se apartó y
levantó de nuevo sus antiguas barreras judías. Incluso Bernabé cayó en la
trampa (v. 13), asombrando a su compañero misionero, Pablo. La razón fue el
temor (v. 12); porque «el temor del hombre pondrá lazo» (Prov. 29:25).
Pedro
y Bernabé no estaban andando rectamente. Lo que creemos determina cómo nos
comportamos. Debido a que Pedro y Bernabé estaban confusos en cuanto a la
verdad espiritual, no podían andar en línea recta. La «verdad del evangelio» no es algo
para que la defendamos (v. 5), sino algo para que lo practiquemos (v. 14).
En
los versículos 14–21 encontramos un resumen de la reprensión que Pablo le hizo a
Pedro. Sin duda Pablo dijo más que esto, pero el siguiente sumario define bien
la cuestión: «Tú eres judío», le dijo Pablo a
Pedro, «pero
solías vivir como los gentiles, sin barreras entre ti y otros cristianos.
¡Ahora quieres que los gentiles vivan como judíos,
haciendo lo que ni siquiera tú mismo haces!».
El
«nosotros»
en los versículos 15–17 se refiere, por supuesto, a los judíos. «Nosotros los
judíos tenemos privilegios especiales y tal vez no seamos culpables de los
pecados de los gentiles; pero ¡somos salvos
de la misma manera que ellos lo son!» Esperaríamos
que Pablo dijera:
§ «Ellos deben
ser salvos de la manera que lo somos nosotros», pero invierte
el orden.
La
salvación no quiere decir que los gentiles se han convertido en judíos, sino ¡que los judíos tienen que descender al nivel de los
gentiles condenados! «Somos justificados (recibir
una posición correcta ante Dios) por fe en
Jesucristo», arguye Pablo. «Las obras de la ley nunca justificarán a ningún hombre. ¿Fue
salvo algún judío alguna vez por guardar la ley? ¡Por supuesto que no!».
En
los versículos 17–18 Pablo mostró la necedad de regresar a la ley. «Dices que has
sido salvado por la fe en Cristo. Pues bien, si regresas a la ley, estás
confesando que todavía eres un pecador que necesita la salvación y que Cristo
no te ha salvado. Es más, estás diciendo que tu fe en Cristo te ha hecho de
nuevo un pecador y ¡eso hace a Cristo el
ministro de pecado!». Regresar a la ley es negar la obra de Cristo en
la cruz.
«Predicaste la Palabra a los gentiles», Pablo
prosiguió, refiriéndose a Hechos 10, «pero no has cambiado de parecer. Predicaste salvación por
fe; ahora predicas salvación por la ley. Edificas lo mismo que una vez
derribaste, lo cual te hace pecador, debido a que derribaste algo que Dios
quería que siguiera en pie». En otras palabras, Pablo le mostró a
Pedro la inconsistencia de sus acciones y creencias.
«La ley no es un camino de vida, Pedro; es un camino de
muerte. La ley nos mata (v. 19) para que el
evangelio pueda resucitarnos. Un cristiano no es alguien que intenta obedecer
una ley externa. Un cristiano es alguien que tiene dentro de sí al Cristo vivo.
Por fe, estoy unido a Cristo para siempre. Cuando Él murió, yo morí; cuando Él
resucitó, yo resucité con Él. Cristo vive su vida por medio de mí conforme ando
por fe... ¡esta es la vida cristiana!
No es un
conjunto de reglas y regulaciones. ¡Regresar a
la ley es frustrar (vaciar) la gracia de Dios!
¡Si la ley es el camino de Dios para la salvación,
Cristo murió en vano!».
Ni
Gálatas ni Hechos anotan la respuesta de Pedro, pero sabemos que la reprensión
de Pablo logró su propósito. A decir verdad, una de las últimas admoniciones
que Pedro escribió fue que los creyentes deben leer las cartas de Pablo para
hallar la verdad de Dios respecto a esta edad presente (2 P. 3:16–18).
Clase Para El Miércoles:
Lea Su Biblia, Lea Su Biblia, Lea Su Biblia.
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