martes, 1 de marzo de 2022

Parte I: LOS DIEZ MANDAMIENTOS: (Éxodo 20:1-26)

 Parte I:

LOS DIEZ MANDAMIENTOS:

(Éxodo 20:1-26)

 

No tendrás dioses ajenos delante de míNo te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierraNo te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, … y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientosNo tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano”.

(Ex. 20:3-17) 

Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:

Introducción:

Mientras el pueblo permanecía asombrado ante el monte, escucharon la voz misma de Dios presentándose a ellos:

·      Yo soy Jehová tu Dios que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud (2; comparé Deut. 4:12, 13; 5:4).

Luego prosigue una lista de decretos que formarían la base de la relación de pacto entre Israel y Dios (3-17).

Más tarde fueron denominadas como las diez palabras (34:28; Deut. 4:13; 10:4), de donde se deriva la designación Decálogo1) o Los Diez Mandamientos.

Además, su importancia fue enfatizada cuando fueron finalmente escritas por Dios en dos tablas de piedra (24:12; 31:18; 34:1, 28).

 

1.     EL DECÁLOGO: LA CONSTITUCIÓN MORAL DEL PUEBLO. Éx. 20:1-20:

Los diez mandamientos, o las diez palabras, son principios fundamentales para la vida y ética del AT., y forman la base para la legislación de Israel. Después de la Pascua, el decálogo constituye el segundo de los dos enfoques fundamentales del libro de Éxodo, y se repite en Deut. 5:6-21 con unas pocas variaciones.

¿Cómo debía vivir la nación santa (19:6)? El pueblo elegido necesitaba una constitución y el Señor se la dio en la forma del decálogo (vv. 2-17). El capítulo describe, además, el temor del pueblo ante la presencia y la revelación de Jehová (vv. 18-21), e introduce la división del escrito conocido como Libro del Pacto (20:21-23:33).

Los Diez Mandamientos tratan dos temas:

Ø La relación correcta entre el pueblo y

Ø Jehová y la relación buena entre los miembros de la comunidad.

A pesar de que algunos consideran que la división incluye cinco reglas para cada sección, parece mejor dividirlas en:

Ø Cuatro (vv. 2-11) y

Ø Seis (vv. 12-17; ver Mt. 19:18-19).

La constitución moral de Israel es positiva en su expresión y en su empuje. La expresa de dos maneras:

(1) Por el uso de tres verbos positivos y

(2) Por el empleo de las formas negativas.

Los verbos positivos, yo soy (v. 2), acuérdate (v. 8) y honra (v. 12), introducen tres principios positivos:

·      La relación correcta con Dios (vv. 2-7),

·      La manera correcta de adorar a Dios (vv. 8-11) y

·      La manera correcta de vivir en la comunidad del pacto (vv. 12-17).

Las expresiones negativas explican lo que significan los conceptos positivos e indican en sí elementos positivos. Una prohibición veda la acción en un área solamente, dejando otras áreas sin restricciones. Un mandamiento positivo es más inclusivo:

Ø Se puede hacer únicamente lo especificado y

Ø Se dejan áreas más grandes totalmente excluidas.

Un mandamiento positivo no permite contemplar experiencias fuera de la cultura o tecnología de aquel momento. Las prohibiciones anuncian principios y no formulan un código legal. Cada generación y cultura tendrán que aplicar los principios eternos a su época.

Lo negativo también indica que hay limitaciones puestas sobre la libertad absoluta. Las reglas son dirigidas al individuo (notar el uso de la segunda persona singular) que vive en la comunidad del pacto. Son individuales en forma; sin embargo, son colectivas en aplicación. El individuo está relacionado estrechamente con el grupo. Israel, como nación, estaba en el jardín de infantes.

Tal como un niño tiene que aprender la obediencia antes de entender por qué hacerlo, el pueblo tuvo que pasar por la etapa del temor, la falta de sazón, antes de poder comprender una lealtad que resulta en el amor (ver Jn. 14:15). Los Diez Mandamientos son leyes que contrarrestan la tendencia del ser humano hacia un comportamiento egoísta, y ponen freno sobre el comportamiento antisocial. Las reglas éticas sirven de guía para el individuo y de protección para la comunidad contra abusos particulares; favorecen el bienestar del pueblo sobre la libertad del individuo.

La palabra hebrea para ley es torah H8451, que proviene de una raíz que significa "arrojar", "tirar", o "disparar". El significado derivado es "señalar", "enseñar", o "mostrar el camino". Así pues, la ley significa instrucción, dirección, o revelación divina. Como tal, la ley es una parte fundamental de la revelación del pacto que enseña al pueblo de Dios cómo vivir diariamente.

Ayuda Hermenéutica:

 

tôrah = (תּוירָה, H8451), «ley; dirección; instrucción». Este nombre aparece 220 veces en el Antiguo Testamento hebreo. (VINE).

Para los fieles de Israel, la ley era una bendición (ver Salm. 1:2; 19:7-11; 19:119, especialmente v. 97; Gál. 3:19-25; Rom. 3:19-20; 5:13; 5:20; 7:7). Jesús dijo de ella:

·      No penséis que he venido para abrogar la Ley o los Profetas.

·      No he venido para abrogar, sino para cumplir (Mt. 5:17).

Por supuesto, se debe hacer una distinción entre la ley del AT., y las tradiciones orales de los rabinos derivadas de la ley. En la época de Jesús los fariseos habían dejado al lado los principios de la ley y habían instituido un sistema legal, detallado y complicado, de cómo cumplir con todas las categorías identificadas de ella.

Una vez le preguntaron a Jesús por qué sus discípulos no andaban de acuerdo con la tradición de los ancianos, sino que comían pan con las manos impuras. Jesús les respondió que ellos, los que hacían la pregunta, habían dejado los mandamientos de Dios y se habían aferrado a la tradición de los hombres (Mr. 7:5-8).

Jesús no asignaba igual validez a la tradición oral de los rabinos que a la Torah del AT. Estaba dispuesto a hacer a un lado una ley particular en obediencia a una ley superior (Mt. 5:17-48).

 

Manera De Dividir Los Diez Mandamientos, Según Las Tres Religiones:

 

(judía) “A”

(Evangélica) “B”

(católica) “C”

I

v. 2

vv. 2–3

vv. 2–6

II

vv. 3–6

vv. 4–6

v. 7

III

v. 7

v. 7

vv. 8–11

IV

vv. 8–11

vv. 8–11

v. 12

V

v. 12

v. 12

v. 13

VI

v. 13

v. 13

v. 14

VII

v. 14

v. 14

v. 15

VIII

v. 15

v. 15

v. 16

IX

v. 16

v. 16

v. 17a

X

v. 17

v. 17

v. 17b

Entre las diferentes tradiciones religiosas hay varias opiniones en cuanto a la manera de dividir los Diez Mandamientos. Todos están de acuerdo con el número diez; sin embargo, se presentan diferentes caminos. Usted puede identificarlas por medio del esquema anterior con los versículos que corresponden:

Ø "A" representa la posición de los judíos en general;

Ø "B" indica la interpretación de Josefo, los padres de la iglesia y los evangélicos en general;

Ø "C" corresponde a la división católico-rromana y luterana.

De estas divisiones, la mejor parece ser la de los evangélicos (B) y será la empleada en la discusión del texto.

La forma literaria de los Diez Mandamientos es la de la ley apodíctica, o incondicional. Esta forma significa una ley categórica y absoluta. Son breves mandamientos o prohibiciones sin especificar cómo deben ser cumplidos. Son leyes fundamentales entregadas por Dios y deben ser cumplidas. No admiten discusión ni aprobación popular. Son irrevocables; son mandamientos divinos que deben ser obedecidos.

Otro estilo legal, empleado en el Libro del Pacto (20:22–23:33), es el de la ley casuística, que es condicional. Es una forma que se emplea frecuentemente en pleitos legales. Las cláusulas condicionales se introducen con las palabras ’im H2005, "si", y ki H3588, "cuando", para cláusulas principales (ver 22:1, 7, 10; también 21:2–6). Son leyes seculares, similares a las encontradas en varios códigos legales del Medio Oriente, especialmente el de Hamurabi.

Desde un punto de vista, el capítulo no trata de mandamientos, sino de palabras: y Dios habló todas estas palabras... (20:1). Son más bien declaraciones que aclaran la naturaleza de Dios y su voluntad para el pueblo. Muchos las llaman el Decálogo.

Ø Primeramente, las palabras fueron habladas por Dios (20:1, 22; Deut. 4:22) y, para que no fuesen olvidadas, fueron escritas por el dedo de Dios mismo (32:16).

Ø Finalmente fueron escritas por Moisés para reemplazar las tablas rotas por él (32:33; 34:1, 27–28).

Ninguna otra revelación de Dios en el AT., ha recibido un testimonio tan amplio en cuanto a su valor e importancia.

(1) La Relación Correcta Con Dios. Éx. 20:1–7.

I. El Primer Mandamiento. Éx. 20:2, 3.

Aunque forma una parte del primer mandamiento, el v. 2 es más bien una revelación de Jehovah y sirve como un preámbulo para todo el decálogo. Se demuestra quién es Dios por lo que hace; además de ser Creador y Señor, es Redentor y Autor de la libertad. Entonces, no se presentan los Diez Mandamientos como un código legal, sino como una manera en que el pueblo puede afirmar su fe (ver también Deut. 5:1–5; 10:12, 13).

Dios quiere que Israel recuerde su liberación y que le obedezca con amor. Su propósito es establecer una alianza con el pueblo por medio de la fe e indicar las estipulaciones de ella. Jehová es el Dios del pacto, y la primera división hace énfasis en que es único, es infinito, está más allá del control humano, y es Dios personal que debe ser adorado. Como tal, el v. 2 introduce la primera división de los mandamientos que tratan de las obligaciones del pueblo para con Dios.

El Primer Mandamiento (v. 3) indica que Dios es único y que sólo él debía ser adorado en Israel. Si entraban en pacto con él, no debían entrar en pacto con dioses falsos. El mundo de Israel estaba lleno de tales dioses. Recientemente habían salido de Egipto en donde había multiplicidad de dioses, e iban a entrar en Canaán donde abundaban los cultos corrompidos. Iban a encontrar el culto de Shamash, el dios sol, así como el culto de Baal, el dios de la fertilidad, y el de su consorte, Astarte. Era importante que Israel entendiese el significado de este mandamiento.

El no tener otros dioses delante de Jehová (v. 3) significa no tener otros dioses ajenos a él, al lado de él, o además de él. No niega la existencia de otros dioses; esto vendrá más tarde (ver Is. 44:6); puede significar "arrastrar con todos los otros dioses". De todos modos, para Israel no habrá otro. Sólo Jehovah será Dios del pacto, y él es el verdadero. No presenta aquí un monoteísmo filosófico, sino un monoteísmo práctico. (Es mejor no identificarlo como una mono latría o un henoteísmo; aunque no se niega precisamente la existencia de otros dioses, tampoco se admite).

Es un monoteísmo que niega el poder de otros dioses. Jehová es el Dios único, y solamente él tiene el poder de obrar. Es un monoteísmo funcional. (Véase Bright, La Historia de Israel, pp. 158, 159.) Al aceptarlo a él, Israel tendría que aceptar su señorío total.

II. El Segundo Mandamiento. Éx. 20:4–6.

Jehová es diferente de toda su creación. Prohíbe el hacer o adorar cualquier imagen de él. Las imágenes, labradas de madera o cortadas de piedra, no pueden representarlo, ni tampoco las hechas de metales preciosos (ver v. 23; 34:17; Deut. 27:15; Juan 4:24).

En esa época no creían que una imagen era una deidad, sino que era la manera por la cual una deidad se manifestaba a los suyos. Los que hacían y adoraban imágenes pensaban que era la manera de controlar a sus dioses y usarlos para fines personales. Jehovah no se manifestaba por medio de imágenes, sino que lo hacía por medio de su palabra (ver Deut. 4:11–16; Salm. 115:3–8) y en la historia.

No hay nada arriba en los cielos, ni tampoco en las aguas debajo de la tierra, es decir en las aguas subterráneas (ver Gn. 49:25; Salm. 24:2; 136:6), que pueda representarlo. Dios es infinito, ilimitado, y es espíritu (Juan 4:24). Es celoso (v. 5) de sí mismo y por su obra (ver 34:14; Deut. 4:24; 6:15; Jos. 24:19). El texto hace énfasis en el celo de Dios por medio de sus acciones y no en el aspecto emocional de encelamiento: Dios será activo en velar por el cumplimiento del pacto (vv. 5, 6).

·      El primer mandamiento limitaba la adoración de Israel a sólo un Dios, y

·      El segundo decía que debían hacerla sin imágenes.

No era una prohibición contra una obra artística, sino contra cualquier cosa que tomara el lugar de Dios.

Hoy es fácil condenar el uso de imágenes en un culto religioso y no ver en uno mismo la facilidad de pasar la devoción suprema a otros dioses. ¿Es posible hacer un ídolo de la casa de Dios? ¿De credos humanos? ¿De posición de autoridad eclesiástica? ¿De bienes materiales? ¿De la Biblia misma? ¿Del estado? ¿Del sexo? ¿De la ciencia? ¿De la cultura de uno?

III. El Tercer Mandamiento. Éx. 20:7.

No tomarás en vano el nombre de Jehová tu Dios. Hoy en día un nombre es un medio de identificación. Para los del AT., un nombre representaba al individuo mismo con toda su naturaleza y sus atributos. Pensaban que conocer el nombre de alguien le daba a uno poder sobre la persona (ver Gn. 32:29). Muchos pueblos empleaban encantos mágicos contra los adversarios; creían en un supuesto poder sobre aquellos cuyos nombres eran maldecidos.

En primer lugar, el tercer mandamiento se debe entender en su contexto original y entonces aplicar el principio a la época nuestra. Una falta de reverencia o respeto para el nombre de Dios significa un desprecio para su persona. El mandamiento tiene un mensaje para hoy; posiblemente es la regla más descuidada y mal entendida del decálogo.

Además de blasfemar, la palabra "tomar en vano" significa algo vacío o inútil, y algo falso o una mentira. El verbo traducido "tomar" significa literalmente "levantar" o "llevar". Entonces, se puede traducir la frase, No llevarás el nombre de Jehová en una mentira (o inútilmente, o falsamente); es decir, No llevarás el nombre de Jehová para sacar una ventaja propia (tr. del autor). El mandamiento tiene por lo menos cinco implicaciones:

(1) No blasfemar; no maldecir utilizando el nombre divino,

(2) No jurar falsamente en nombre de Dios, es decir, en perjurio,

(3) No usar el nombre de Dios para fines propios; no debe usarse el nombre de una manera manipulante, ni en encantamientos, brujería y magia,

(4) El nombre de Dios no debe ser usado en vano; no debe pronunciarse el nombre de Dios livianamente en chistes ni en cantos: debe ser usado con reverencia; no debe rebajárselo al nivel humano, y

(5) Como creyente, no debe llevar el nombre de Dios con doblez; al profesar fidelidad a Dios y a su Reino y no vivir de acuerdo con su voluntad revelada es tomar en vano el nombre, la persona, de Jehová.

(2) La Adoración Correcta. Éx. 20:8–11.

IV. El Cuarto Mandamiento. Éx. 20:8, 9.

El sábado, el día séptimo de la semana, ya había recibido un significado especial para Israel en el desierto de Sin (16:22–24).

El mandamiento comienza con un verbo positivo, Acuérdate (v. 8); sin embargo, en el hebreo no es un imperativo, sino que es un infinitivo absoluto que corresponde a una acción continua, como un participio en español. Como tal, no es un mandamiento estrictamente, sino una declaración de una verdad magnífica: Es un placer adorar a Jehová quien ha hecho tanto para uno.

Para concordar con la gramática española, los traductores optan por el imperativo; no obstante, una traducción literal sería, Acordándote del día del sábado para santificarlo, es decir, Acordándote del día del sábado, lo santificarás (tr. del autor).

Hay dos verbos en la oración inicial: acordar y santificar. El día está apartado para descansar y recordar lo que Dios ha hecho a favor de la salvación. Cada séptimo día debía ser santificado o apartado para Dios. No era que aquel día era santo y los demás no lo eran. Todos los días son santos; son dones de Dios e Israel era responsable por el uso debido de ellos. La dedicación de un día especial simbolizaba la consagración de todos los días, tal como la entrega de los primeros frutos a Dios simbolizaba la bendición de toda la cosecha venidera.

El día de reposo es muy significativo. El trabajar es digno, y el descanso físico da dignidad al trabajador y renueva el vigor y ánimo del espíritu mientras que el recordar da sustento al espíritu humano. El hombre debe recordar las verdades aprendidas para no olvidarlas y, a la vez, el cuerpo físico del hombre necesita descanso para mantenerse. Sobre todo, el redimido debe dar gracias a Jehová por la redención. Con razón Jesús dijo que el sábado fue hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado (Mr. 2:27; comp. Juan 5:17, 18).

En el v. 11 se explica la razón por trabajar seis días y descansar el séptimo: ... en seis días Jehovah hizo los cielos, la tierra y el mar ... y reposó en el séptimo día (ver Gn. 2:2). También se indica en Éxodo 31:17 que Jehová hizo todo en seis días y en el séptimo día cesó y reposó.

El verbo "reposar" significa "tomar aliento" o "refrescarse", y la palabra dada por Dios incluía a todo ser viviente en el descanso, sea humano o animal (ver v. 10; 23:12). Jehová se identificó con los seres humanos creados y a la creación suya le ofreció una manera por la cual podría identificarse con él.

El día de reposo para los cristianos se ha transferido al primer día de la semana en celebración de la resurrección de Cristo. La razón teológica se basa en Deuteronomio 5:15 que explica otra razón para guardar (otro leve cambio, comp. Deut. 5:12 con Ex. 20:8) el sábado:

·      Acuérdate de que tú fuiste esclavo en la tierra de Egipto y que Jehovah tu Dios te sacó de allí con mano poderosa y brazo extendido.

Por eso Jehová tu Dios te ha mandado que guardes el día del sábado. La razón para el sábado es recordar la redención hecha por Dios. En Cristo se ve, en su muerte y resurrección, la liberación de la esclavitud del pecado, y en el NT., cada primer día de la semana los fieles recordaron lo que él hizo para salvarles.

En un sentido, el hecho de tener un día de reposo incluye los otros mandamientos*; hay que acordarse de ellos al detenerse y recordar lo que Dios ha hecho. Entonces, el cuarto mandamiento está relacionado con la vida religiosa y la vida social. Como tal se lo ubica como un puente entre la relación correcta con Dios y la vida correcta con los semejantes. Es el último de la primera división de los Diez Mandamientos y sirve de transición para la segunda sección. *Hay 613 más mandamientos...

(3) La Vida Correcta Con Los Semejantes. Éx. 20:12–17.

V. El Quinto Mandamiento. Éx. 20:12.

El mandamiento, como el cuarto, comienza con un verbo positivo, honra (kabed H3513) que también es un infinitivo absoluto (Pi’el, una forma intensiva). Denota una acción continua, honrando a tu padre y a tu madre...

La unidad básica de la sociedad era la familia. Con la introducción de este mandamiento se notan las relaciones horizontales entre los miembros de la comunidad del pacto. La familia tenía la función de proveer lo necesario para sus miembros y enseñarles cómo vivir en la sociedad.

Por lo tanto, el mandamiento trata desde los menores hasta los ancianos de la familia. Los padres eran los representantes inmediatos del Señor para los niños, y la familia era la base para el cuidado social de los mayores de edad.

El mandamiento comienza con la palabra honrando (lit.) a los padres, es decir, "dando peso" o "valor" a ellos, o "prestando atención" a ellos. Por cierto, el mandamiento proyecta el bienestar nacional por el respeto y honra que tal enseñanza engendrará para los demás. Trágicamente, cuando se ignora este mandamiento, se derrumba la estructura social.

Hay Varios Elementos Notables En El Mandamiento:

 

(1)  Da igual valor político a la madre como al padre (ver Lv. 19:3).

Esto lo distingue radicalmente de otras culturas de la época, que negaban los derechos femeninos.

(2) El mandamiento estaba dirigido originalmente a los mayores de la comunidad. En una época de descuido de los ancianos, el mandamiento les daba seguridad (ver Prov. 19:26; 20:20; 28:24; además Ex. 21:15, 17; Deut. 21:18–21).

(3) Reconoce el valor de los padres para la sociedad.

(4) Es el único mandamiento que promete una recompensa explícita por cumplirlo (ver Ef. 6:2). Debido al concepto de que el individuo era un representante de la nación, probablemente la promesa de prolongar la vida sobre la tierra fue hecha a la nación.

(5) Pablo aplica el principio al cuidado de los hijos (ver Ef. 6:1–4; Col. 3:20, 21).

(6) Jesús condenó a los fariseos por una piedad externa que invalidaba el espíritu o propósito del mandamiento de cuidar a los padres (Mr. 7:9–13).

VI. El Sexto Mandamiento. Éx. 20:13.

No cometerás homicidio. Los mandamientos sexto y séptimo tratan de la santidad de la vida. El sexto prohíbe al individuo quitar la vida, y el séptimo guarda la situación de la cual se concibe la vida. Los dos son fundamentales para el bienestar de la sociedad.

No Asesinarás. La libertad individual ofrecida en el pacto no era ilimitada. Cada participante era responsable por el bienestar de los demás en la comunidad. Los otros miembros del pacto también tenían sus derechos inalienables. Consecuentemente, cada persona tenía el derecho inherente de vivir. Israel creía que la vida era don de Dios y nadie debía quitarla premeditadamente.

La vida era sagrada y únicamente Dios tenía el derecho de determinar entre la vida y la muerte. El hombre no debía usurpar la prerrogativa de Dios. La vida era misteriosa (ver Gn. 9:4; Lev. 17:11), y era el producto de la creación: Creó, pues, Dios al hombre a su imagen... hombre y mujer los creó (Gn. 1:27).

A pesar de la naturaleza sagrada de la vida, la prohibición no excluye todos los casos de quitarla. El AT., indica la pena de muerte por agravios civiles y religiosos (ver 21:12, 15–17, 23; Gn. 9:6), y bajo ciertas circunstancias se mira favorablemente a la guerra (ver Deut. 20). Lamentablemente, en el mundo egoísta es necesario guardar el orden público y los derechos de la sociedad. Sin embargo, el sexto mandamiento quita el asunto de la vida o la muerte de una decisión individual y la deja en manos de la comunidad, o pueblo del pacto.

El verbo "asesinar" (ratsah H7523) indica generalmente un homicidio premeditado (ver Os. 4:2; Jr. 7:9; 1 Rey. 21:19) y hay una distinción entre éste y un homicidio impremeditado (ver 21:12–14; Núm. 35:9–15; Deut. 19:1–13). El mandamiento enseña la naturaleza sagrada de la vida y que nadie tiene el derecho de quitar la vida dada por Dios. Más tarde la ley indicará que no habrá rescate por la vida de un asesino condenado a muerte (Núm. 35:31–33).

Jesús lleva el mandamiento a un nivel superior (ver Mt. 5:21–25). Las emociones desordenadas son la raíz de los asesinatos:

v Jesús enseña el valor de la vida, las limitaciones de la venganza (Mt. 5:38–42),

v El peligro del odio (Mt. 5:43, 44), y

v Lo positivo del amor y el perdón (Mt. 5:45–48; 6:12, 14, 15).

A pesar de un mundo inmoral, ¿no conviene trabajar para el concepto más elevado?

Idealmente, ¿no hay algo mejor que el quitar la vida de un criminal condenado a muerte o a un enemigo en el campo de la batalla? (Ver Is. 2:2–5; Miq. 4:1–5.) ¿Es posible que el amor de Cristo podría cambiar a los criminales y hacerlos ciudadanos responsables? ¿Es posible que el amor de Cristo podría acabar con todas las hostilidades entre las naciones? ¿Sería posible eliminar la hostilidad con el amor cristiano de tal manera que se ame al enemigo a muerte?

Sin embargo, aceptando la realidad del amor de Cristo, ¿Dónde queda la responsabilidad de la sociedad de protegerse contra los abusos de los desadaptados? No son fáciles las respuestas a las preguntas y deben mantenerse las dos verdades en tensión para evitar extremos de ambos lados.

No es fácil hacer reglas que contemplen todas las situaciones y todos los casos; sin embargo, recordando las dos verdades expuestas en las Escrituras, se buscará la manera de seguir con justicia y amor, con juicio y perdón, con ley y con gracia para el bienestar de la comunidad de fe y de los individuos que la componen.

Véase Parte II:





 

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