EL
RECONOCIMIENTO Y EL INFORME DE LOS ESPÍAS:
NÚMEROS 13–14:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
Hebreos
3–4 es el comentario del NT., sobre estos capítulos. El pensamiento clave es
que la incredulidad nos priva de la bendición.
Nótense: las evidencias de la incredulidad en la
nación y sus líderes.
I. Se Envían Los Espías (NÚMEROS 13:1–27):
Dios
ya les había dicho muchas veces cómo era Canaán, las naciones que allí había,
cómo derrotarían a sus enemigos y que les daría la herencia prometida; por
tanto, ¿qué
necesidad había para que los hombres fueran a espiar la tierra? Triste
es decirlo, pero la naturaleza humana prefiere andar por vista, no por fe.
Los
espías observaron la tierra e incluso volvieron con un poco de su maravilloso
fruto, pero también trajeron un informe malo y desalentaron el corazón del
pueblo. A excepción de Moisés, Caleb y Josué, ¡nadie en la nación creyó que Dios podía
cumplir sus promesas!
Los
diez espías incrédulos ilustran a muchos cristianos de hoy; han «espiado»
su herencia en Cristo y hasta han probado algo del fruto de su bendición; pero
su incredulidad les impide entrar en ella por fe.
Es
interesante notar la «promoción» de Josué. En Números 11:28 se le
llama «el
siervo de Moisés»; a la larga llega a ser su sucesor (Jos. 1):
Ø Le vemos como soldado en
Éxodo 17:8–16; Éxodo 24:13 lo muestra con Moisés en el Sinaí;
Ø en Éxodo 33:11 está
a cargo del tabernáculo de reunión; y
Ø Números 13 le
muestra como uno de los espías. Debido a que fue fiel en cada tarea que Dios le
dio, Josué fue promovido de una responsabilidad a otra.
II.
Rehúsan Entrar En La Tierra (NÚMEROS 13:28–33):
Los
diez espías describieron las glorias de la tierra, y luego añadieron: «Mas… » Por lo
general, esta palabra es una señal de incredulidad. El pueblo era fuerte; las
ciudades amuralladas; y había gigantes en la tierra. Vieron los gigantes y se
vieron a sí mismos como langostas; pero no vieron a Dios.
Sus
ojos estaban en los obstáculos, no en el Dios que les condujo allá. Caleb
mostró verdadera fe cuando dijo: «Más podremos nosotros». El pueblo mostró
incredulidad cuando dijo: «No podremos». En lugar de informar las
bendiciones de la tierra, los diez espías enfatizaron las dificultades, dando
un «informe malo» de la tierra santa
de Dios.
La
incredulidad siempre ve los obstáculos; la fe siempre ve las oportunidades.
Este rechazo a entrar en la tierra es un tipo del creyente que se niega a
recibir su herencia en Cristo (Heb. 3–4). En vez de entrar en el pleno reposo
en Cristo y de confiar en Él para cada necesidad, los cristianos que dudan ven
los problemas y los obstáculos, deambulan sin rumbo y sin descanso, ciegos a
sus bendiciones.
III.
Se Rebelan Contra Sus Líderes (NÚMEROS
14:1–39):
Dios
esperó hasta que el pueblo expresara el deseo de reemplazar a Moisés y regresar
a Egipto; entonces empezó a actuar. Caleb y Josué se dieron cuenta de que la
respuesta de la nación no era sino rebelión (v. 9). La gloria de Dios apareció de repente y Dios le habló a
Moisés.
A. La Oferta De Dios (vv. 11–12).
Dios
estaba dispuesto a destruir la nación entera y hacer una nueva nación por medio
de la familia de Moisés, pero este rechazó la oferta. ¡Qué humildad y amor!
Usted
puede estar seguro de que Moisés se daba cuenta de que sus descendientes no
serían nada diferente a la nación que ahora dirigía, porque «toda carne es
como hierba». Véase en Éxodo 32:10 una oferta similar de Dios.
B. La Intercesión De Moisés (vv. 13–19).
Poco
tiempo antes Moisés se quejaba de la carga que representaba la gente y ahora
suplica a su favor. Tenía el corazón de un verdadero pastor; amaba a su pueblo
y oraba por él.
Nótese: que Moisés le
recordó a Dios sus promesas y obras: ¡era la
gloria de Dios lo que estaba en juego! Moisés
también le recordó al Señor su misericordia y perdón (véanse Éx.
33:18–23; 34:5–9). En esta escena Moisés es un cuadro de Cristo, quien
estuvo dispuesto a dar su vida para salvarnos.
C. El Juicio De Dios
(vv. 20–39).
En
su gracia Dios perdonó su pecado; pero en su gobierno tenía que permitir que el
pecado produjera su amargo fruto (véase 2 Sam. 12:13–15):
Primero,
le dio al pueblo lo que pidió, anunciando que morirían en el desierto (vv. 2, 28–30). Sólo se excluirían a
Caleb y Josué de este juicio debido a su fe y fidelidad. El pueblo se inquietó
por sus niños, sin embargo, ellos serían precisamente los que vivirían y
entrarían en la tierra.
Puesto
que los hombres espiaron la tierra cuarenta días, Dios les dio a los judíos
cuarenta años para vagar por el desierto mientras morían uno a uno. Qué contraste con
la iglesia de hoy: cuando muriera el último judío incrédulo, la nación
podría entrar en Canaán; pero cuando el último de los pecadores incrédulos
entre en el Cuerpo de Cristo, la Iglesia dejará este mundo y entrará en su
herencia.
Al
final, a los diez espías que trajeron el informe los mató de inmediato una
plaga (v. 37). No se puede enfatizar
demasiado que Dios honra la fe y juzga la incredulidad. La fe conduce a la
obediencia y glorifica a Dios; la incredulidad conduce a rebelión y muerte.
Tenemos
la Palabra de Dios llena de sus promesas y seguridad. No hay razón para que
alguno de nosotros vague en la incredulidad cuando podemos estar andando en
victoria y disfrutando de las riquezas espirituales que tenemos en Cristo.
IV.
Intentan La Batalla Sin Dios (NÚMEROS 14:40–45):
¡Qué voluble es la naturaleza humana! Un día
la nación lamenta su situación y al siguiente trataba neciamente de lograr la
obra de Dios sin su voluntad y sin su bendición.
Pensaban
que como confesaron su pecado, Dios cambiaría su opinión y les daría la
victoria. Moisés les advirtió, pero lo ignoraron, demostrando que no andaban
por fe en el poder del Espíritu. La carne siempre se confía en sí misma y es
autosuficiente, como lo ilustra Pedro (Lc. 22:31–54).
Los
hombres avanzaron hasta la cumbre de la colina y el enemigo los derrotó. Toda
la aventura fue «presunción» de parte de ellos; vivían al azar, no por fe. El
Señor no estaba con ellos a pesar de lo que parecía arrepentimiento y celo.
Nunca podemos hacer nada por fe que contradiga la Palabra de Dios.
Cuántos
cristianos hoy se percatan de sus fracasos y luego tratan de repararlos
mediante actividades carnales que sólo llevan al desaliento y a la derrota.
Todo lo que los israelitas podían hacer era aceptar el juicio de Dios y
someterse a su voluntad. Es mucho mejor deambular en el desierto en la voluntad
de Dios que librar una batalla perdida fuera de ella.
Estos
dos capítulos enfatizan de nuevo la importancia de la fe. La fe no es ciega;
tiene como cimiento todas las promesas y seguridades de la Palabra de Dios. «Si oyereis hoy su
voz, no endurezcáis vuestros corazones» (véase Heb. 3:7–8).
Clase Para
Domingo.
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