lunes, 22 de octubre de 2018

EL RECONOCIMIENTO Y EL INFORME DE LOS ESPÍAS: NÚMEROS 13–14:


EL  RECONOCIMIENTO Y EL INFORME DE LOS ESPÍAS:
NÚMEROS 13–14:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
  
Hebreos 3–4 es el comentario del NT., sobre estos capítulos. El pensamiento clave es que la incredulidad nos priva de la bendición.

Nótense: las evidencias de la  incredulidad en la nación y sus líderes.

I.       Se Envían Los Espías (NÚMEROS 13:1–27):

Lea aquí Deuteronomio 1:20–23, donde Moisés aclara que el envío de los espías fue el deseo del pueblo, no el mandamiento del Señor. Él permitió que se usará este plan para revelar al pueblo cómo eran en realidad sus corazones.
Dios ya les había dicho muchas veces cómo era Canaán, las naciones que allí había, cómo derrotarían a sus enemigos y que les daría la herencia prometida; por tanto, ¿qué necesidad había para que los hombres fueran a espiar la tierra? Triste es decirlo, pero la naturaleza humana prefiere andar por vista, no por fe.
Los espías observaron la tierra e incluso volvieron con un poco de su maravilloso fruto, pero también trajeron un informe malo y desalentaron el corazón del pueblo. A excepción de Moisés, Caleb y Josué, ¡nadie en la nación creyó que Dios podía cumplir sus promesas!
Los diez espías incrédulos ilustran a muchos cristianos de hoy; han «espiado» su herencia en Cristo y hasta han probado algo del fruto de su bendición; pero su incredulidad les impide entrar en ella por fe.
Es interesante notar la «promoción» de Josué. En Números 11:28 se le llama «el siervo de Moisés»; a la larga llega a ser su sucesor (Jos. 1):
Ø Le vemos como soldado en Éxodo 17:8–16; Éxodo 24:13 lo muestra con Moisés en el Sinaí;
Ø en Éxodo 33:11 está a cargo del tabernáculo de reunión; y
Ø Números 13 le muestra como uno de los espías. Debido a que fue fiel en cada tarea que Dios le dio, Josué fue promovido de una responsabilidad a otra.

II.     Rehúsan Entrar En La Tierra (NÚMEROS 13:28–33):
Los diez espías describieron las glorias de la tierra, y luego añadieron: «Mas… » Por lo general, esta palabra es una señal de incredulidad. El pueblo era fuerte; las ciudades amuralladas; y había gigantes en la tierra. Vieron los gigantes y se vieron a sí mismos como langostas; pero no vieron a Dios.
Sus ojos estaban en los obstáculos, no en el Dios que les condujo allá. Caleb mostró verdadera fe cuando dijo: «Más podremos nosotros». El pueblo mostró incredulidad cuando dijo: «No podremos». En lugar de informar las bendiciones de la tierra, los diez espías enfatizaron las dificultades, dando un «informe malo» de la tierra santa de Dios.  
La incredulidad siempre ve los obstáculos; la fe siempre ve las oportunidades. Este rechazo a entrar en la tierra es un tipo del creyente que se niega a recibir su herencia en Cristo (Heb. 3–4). En vez de entrar en el pleno reposo en Cristo y de confiar en Él para cada necesidad, los cristianos que dudan ven los problemas y los obstáculos, deambulan sin rumbo y sin descanso, ciegos a sus bendiciones.

III.    Se Rebelan Contra Sus Líderes (NÚMEROS 14:1–39):

En Éxodo 15 vemos a Israel cantando en gran victoria, ¡pero aquí lloran en derrota! ¿Olvidaron su canción? Véase Éxodo 15:14–18. ¿Olvidaron todo lo que Dios hizo por ellos en los pasados dos años? Vieron su poder y gloria y sin embargo ahora Él los prueba debido a su actitud rebelde e incrédula (vv. 22–23).
Dios esperó hasta que el pueblo expresara el deseo de reemplazar a Moisés y regresar a Egipto; entonces empezó a actuar. Caleb y Josué se dieron cuenta de que la respuesta de la nación no era sino rebelión (v. 9). La gloria de Dios apareció de repente y Dios le habló a Moisés.

A.      La Oferta De Dios (vv. 11–12).
Dios estaba dispuesto a destruir la nación entera y hacer una nueva nación por medio de la familia de Moisés, pero este rechazó la oferta. ¡Qué humildad y amor!
Usted puede estar seguro de que Moisés se daba cuenta de que sus descendientes no serían nada diferente a la nación que ahora dirigía, porque «toda carne es como hierba». Véase en Éxodo 32:10 una oferta similar de Dios.

B.      La Intercesión De Moisés (vv. 13–19).
Poco tiempo antes Moisés se quejaba de la carga que representaba la gente y ahora suplica a su favor. Tenía el corazón de un verdadero pastor; amaba a su pueblo y oraba por él.

Nótese: que Moisés le recordó a Dios sus promesas y obras: ¡era la gloria de Dios lo que estaba en juego! Moisés también le recordó al Señor su misericordia y perdón (véanse Éx. 33:18–23; 34:5–9). En esta escena Moisés es un cuadro de Cristo, quien estuvo dispuesto a dar su vida para salvarnos.

C.      El Juicio De Dios (vv. 20–39).
En su gracia Dios perdonó su pecado; pero en su gobierno tenía que permitir que el pecado produjera su amargo fruto (véase 2 Sam. 12:13–15):
Primero, le dio al pueblo lo que pidió, anunciando que morirían en el desierto (vv. 2, 28–30). Sólo se excluirían a Caleb y Josué de este juicio debido a su fe y fidelidad. El pueblo se inquietó por sus niños, sin embargo, ellos serían precisamente los que vivirían y entrarían en la tierra.
Puesto que los hombres espiaron la tierra cuarenta días, Dios les dio a los judíos cuarenta años para vagar por el desierto mientras morían uno a uno. Qué contraste con la iglesia de hoy: cuando muriera el último judío incrédulo, la nación podría entrar en Canaán; pero cuando el último de los pecadores incrédulos entre en el Cuerpo de Cristo, la Iglesia dejará este mundo y entrará en su herencia.

Al final, a los diez espías que trajeron el informe los mató de inmediato una plaga (v. 37). No se puede enfatizar demasiado que Dios honra la fe y juzga la incredulidad. La fe conduce a la obediencia y glorifica a Dios; la incredulidad conduce a rebelión y muerte.
Tenemos la Palabra de Dios llena de sus promesas y seguridad. No hay razón para que alguno de nosotros vague en la incredulidad cuando podemos estar andando en victoria y disfrutando de las riquezas espirituales que tenemos en Cristo.

IV.    Intentan La Batalla Sin Dios (NÚMEROS 14:40–45):
¡Qué voluble es la naturaleza humana! Un día la nación lamenta su situación y al siguiente trataba neciamente de lograr la obra de Dios sin su voluntad y sin su bendición.
Pensaban que como confesaron su pecado, Dios cambiaría su opinión y les daría la victoria. Moisés les advirtió, pero lo ignoraron, demostrando que no andaban por fe en el poder del Espíritu. La carne siempre se confía en sí misma y es autosuficiente, como lo ilustra Pedro (Lc. 22:31–54).

Los hombres avanzaron hasta la cumbre de la colina y el enemigo los derrotó. Toda la aventura fue «presunción» de parte de ellos; vivían al azar, no por fe. El Señor no estaba con ellos a pesar de lo que parecía arrepentimiento y celo. Nunca podemos hacer nada por fe que contradiga la Palabra de Dios.
Cuántos cristianos hoy se percatan de sus fracasos y luego tratan de repararlos mediante actividades carnales que sólo llevan al desaliento y a la derrota. Todo lo que los israelitas podían hacer era aceptar el juicio de Dios y someterse a su voluntad. Es mucho mejor deambular en el desierto en la voluntad de Dios que librar una batalla perdida fuera de ella.
Estos dos capítulos enfatizan de nuevo la importancia de la fe. La fe no es ciega; tiene como cimiento todas las promesas y seguridades de la Palabra de Dios. «Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones» (véase Heb. 3:7–8).

Clase Para Domingo.

Lea Su Biblia, Lea Su Biblia, Lea Su Biblia.

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