LAS OBSERVANCIAS, Y DIRECCIÓN DE
DIOS:
NÚMEROS 9–12:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
Estos
capítulos describen algunas de las experiencias de la nación de Israel en el desierto
y en ellas vemos las experiencias del cristiano de hoy.
I.
Dios Dirige a Su Pueblo (Números 9–10):
A. Da Sabiduría
En Los Problemas (9:1–14).
Era
ya el segundo año desde la maravillosa liberación de Israel de Egipto y la
nación debía observar la Pascua. Esta fiesta era el constante recordatorio de
que su redención dependía de la sangre del cordero y del poder de Dios. Cada
bendición que experimentaron vino mediante la sangre, asimismo con la iglesia
de hoy (Ef. 1:3ss).
Sin
embargo, ciertos hombres se contaminaron ceremonialmente con un cadáver y
necesitaban saber el pensamiento de Dios acerca de si podían participar en la
fiesta. Moisés con gracia admitió que no sabía la respuesta, pero que le
preguntaría al Señor. Véase Santiago 1:5.
El
Señor les permitió a estos hombres observar la fiesta más tarde, en el segundo
mes, que muestra que incluso bajo la rígida Ley de Moisés había libertad cuando
las circunstancias lo exigían (véase 2 Cron. 30:13–15). Es interesante, pero
cuando Nicodemo y José bajaron de la cruz el cuerpo de Jesús en la Pascua, se
contaminaron y no pudieron participar en la fiesta (Jn. 19:38–42). Sin embargo,
hallaron salvación en Cristo, el verdadero Cordero de Dios.
B. Guía En Nuestro
Caminar Diario (9:15–23).
Antes,
en Éxodo 13:21–22, vimos la nube que les guiaba. Es alentador saber que el
mismo Dios que nos salva y nos cuida también nos guía en nuestra jornada. Por
supuesto, Dios quería guiar a la nación al lugar de su bendición, pero su
incredulidad le estorbó.
Es
probable que la columna de nube y fuego sea un cuadro de la Palabra de Dios que
es nuestra asesora y guía en la vida presente. Usando la Palabra el Espíritu
nos guía «siempre
[…] de día, y de noche» (v. 16).
A
decir verdad, sería necio, peligroso, que el campamento o alguna parte del
mismo se moviera sin la dirección de Dios. Los judíos eran un pueblo peregrino,
viviendo en tiendas y debían estar listos para emprender la marcha en el
momento de la noticia.
El versículo 22
aclara que la dirección de Dios va más allá de los cálculos humanos: algunas veces la nube permanecía en su sitio por unos pocos
días, otras un mes y en ocasiones hasta un año. A veces
Dios los guiaba durante el día y en otras en la oscuridad (v. 21). Pero daba lo
mismo, pues Dios era el único que dirigía.
C. Nos Advierte
Cuando Lo Necesitamos (10:1–10).
Estas
dos trompetas estaban hechas de plata (metal que habla de redención) y se usaban para
convocar a las asambleas para las marchas del campamento. Los sacerdotes y
levitas vivían al lado del tabernáculo y serían los primeros en ver a la nube
moverse. Sería su responsabilidad advertir al campamento.
Al leer estos
versículos vemos que las trompetas se usaban para otros propósitos:
· Convocar al campamento a la
puerta del tabernáculo (vv. 3,
7);
· reunir a los jefes de las
tribus (v. 4);
· tocar alarma, bien sea para la guerra o para que el
campamento marchara (vv. 6,
9); y
· anunciar los días
especiales, las lunas nuevas, etc.
(v. 10).
Es
interesante que las trompetas se asocian tanto con Israel como con la Iglesia.
El
Rapto de la Iglesia, cuando Dios reúna a su pueblo celestial, será con el toque
de la trompeta (1 Cor. 15:51–53; 1 Ts. 4:16– 17; véase también Ap. 4:1). Él la
usará también para reunir al Israel esparcido (Mt. 24:31), y véase la Fiesta de
las Trompetas en Levítico 23:23–25.
D.
Guía a Su
Pueblo De Una Manera Ordenada (10:11–28).
Cada
tribu acampaba en un lugar específico alrededor del tabernáculo y cada sección
se ponía en marcha según lo ordenaban las trompetas.
E. No Necesita La
Sabiduría Del Mundo (10:29–36).
Hobab
era el cuñado de Moisés; Ragüel (o Reuel) su suegro, también llamado Jetro
(véanse Éx. 2:18–21 y 3:1). Dios prometió guiar a su pueblo y sin embargo
Moisés quería apoyarse en el brazo de carne.
II.
Dios Castiga a Su Pueblo (Números 11–12):
Después
de las asombrosas evidencias del amor de Dios en los capítulos 9–10, es
sorprendente que leamos que el pueblo se quejó. Sin embargo, tal es la
naturaleza humana: no apreciamos
lo que Dios ha hecho por nosotros.
A. El Pueblo Se Quejó y En Castigo Dios Envió Fuego (11:1–3).
El mismo pueblo que se quejó, suplicó a Moisés ayuda y él tuvo la suficiente
gracia como para orar por ellos. Tabera significa «ardiendo». Es serio quejarse contra
Dios.
B. El Pueblo Codició Carne y Dios Se La Dio
(11:4–35).
La
«multitud
extranjera» viajaba con Israel, pero, como los miembros mundanos de
la iglesia de hoy, sus corazones aún estaban en Egipto. En lugar de recordar la
bondad de Dios, ¡recordaban las cosas carnales de Egipto! Y se quejaron del
maná celestial que Dios les daba diariamente.
El
versículo 8 indica que el pueblo
hacía lo mejor que podía para mejorar el maná, porque lo molía, amasaba y
horneaba. Harían cualquier cosa para lograr que el pan de Dios tuviera el sabor
de la comida de Egipto, pero el problema era su apetito y no el pan de Dios.
Éxodo 16:31 dice que el maná sabía a miel, pero el versículo 8 indica que
cuando los judíos trataron de «mejorar» el maná, ¡consiguieron que tuviera sabor a aceite!
Uno
de los tristes resultados de la carnalidad entre el pueblo de Dios es el
desaliento de los líderes (v. 10ss).
¡Ahora el
mismo Moisés se quejó a Dios!
Nótese: cuán a menudo
dijo «yo» y
«a mí» o «mío» en esta oración,
porque su preocupación era él mismo y no la gloria de Dios. Moisés debería
haber sabido que el mismo Dios que les libró, les guió y proveyó para ellos,
les daría carne en el desierto; pero, como ocurre con frecuencia, la oración
egoísta mató su fe.
Al
final, Moisés estaba listo para rendirse:
«No puedo» (v. 14). Vea lo que dijo su suegro en Éxodo 18:18. Por supuesto,
Moisés solo no podía dirigir a Israel, pero con Dios podía hacer lo imposible.
Sin embargo, ¡Moisés
estaba tan desalentado que incluso pidió que lo matara! Dios suplió
para ambas necesidades: le dio a Moisés
setenta ancianos para que le ayudaran en su trabajo y dio a los judíos
codiciosos la carne que deseaban.
Nótese: sin
embargo, que en ambos casos las respuestas de Dios fueron costosas.
Dios
tomó del mismo Espíritu que había dado a Moisés y les dio a los setenta
ancianos para que le ayudaran, pero, ¿no tenía el
Espíritu que se le dio a Moisés todo el poder que necesitaba para su trabajo?
Y
la gente que comió de la carne murió de gran plaga incluso mientras comía (Salm.
78:25–32; 106:13–15). Dios algunas veces responde a nuestras oraciones, ¡y hallamos que
la respuesta no es ninguna bendición!
Nótese: en los versículos 26–30 que Moisés no
mostró ninguna envidia hacia los hombres que recibieron el Espíritu para
profetizar. Esto es una señal de un gran hombre. Sin duda Moisés tuvo sus días
de desaliento, como todos nosotros, pero era un hombre de Dios a pesar de sus
fracasos.
En
el versículo 31 vemos que un viento trajo codornices del mar y volaban más o
menos a una altura de un metro, lo suficiente para que los judíos las
atraparan.
El
pueblo pasó dos días y una noche recogiendo su carne, sin embargo, ¿cuántos fueron
fieles para recoger el maná celestial? El nombre «Kibrot-hataava» significa «tumbas de los
codiciosos». «Ocuparse de la carne es muerte»
(Rom. 8:6).
C. Los Líderes
Criticaron y Dios Los Castigó (cap. 12).
Aarón,
el sumo sacerdote, y María, una profetisa (Éx. 15:20–21), eran líderes de
Israel junto con su hermano Moisés. El motivo aparente de su discusión fue la
esposa de Moisés, que era cusita (etíope, y por consiguiente, gentil). Pero la causa
real fue el celo por el liderazgo de Moisés (v. 2). Moisés demostró su mansedumbre (humildad) al rehusar luchar con
ellos; dejó su causa en las manos de Dios. Él ha prometido defender a sus
siervos (Is. 54:17).
Es
evidente que María era la cabecilla, porque le cayó lepra y su pecado detuvo
siete días la marcha del campamento. Aarón confesó su culpa y Moisés oró por su
hermana María, evidencia de verdadero amor y humildad. Es serio cuando los
líderes espirituales se envidian entre sí, porque su pecado afecta a toda la
congregación.
Si
esta era una nueva esposa, o Séfora, la mujer de Moisés años antes, no lo
sabemos. Quizás fue un segundo matrimonio, pero no hay indicios en ninguna
parte de que Séfora haya muerto.
Nótese: la
frase «cara a
cara» en el versículo 8;
Dios le hablaba a Moisés cara a cara.
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