lunes, 15 de octubre de 2018

VIAJE DE PABLO Y NAUFRAGIO: HECHOS 27:


VIAJE DE PABLO Y NAUFRAGIO:
HECHOS 27:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:

Asegúrese de consultar con sus mapas mientras lee este relato del viaje y naufragio de Pablo. En 2 Corintios 11:25, escrito unos tres años antes, Pablo mencionó que había sufrido tres naufragios; de modo que el que se describe en este capítulo sería el cuarto. Pablo estaba dispuesto a correr cualquier riesgo con tal de llevar el evangelio al mundo perdido. ¿Lo estamos nosotros?

I.       El Viaje Hasta Buenos Puertos (Hechos 27:1–8):
A Pablo lo acompañaban Lucas (nótese las secciones «nosotros») y Aristarco (véase 19:29; 20.4; también Film. 24 y Col. 4:10). ¡Qué reconfortante debe haber sido para Pablo tener a estos hombres a su lado! El centurión, Julio, fue amable con Pablo, porque «cuando los caminos del hombres son agradables a Jehová, aun a sus enemigos hace estar en paz con él» (Prov. 16:7). Por lo general, la Biblia presenta a los centuriones como hombres amables e inteligentes.
Julio le permitió a Pablo visitar a la iglesia reunida en Sidón, lo cual refrescó al apóstol física y espiritualmente. En Mira cambiaron de embarcación. Desde el mismo comienzo, el viaje no fue nada alentador. «Los vientos eran contrarios» (v. 4) y avanzaron «navegando muchos días despacio» (v. 7). Por último, la nave arribó a Buenos Puertos.

II.     Pablo Advierte Del Peligro (Hechos 27:9–14):
Era octubre. «El ayuno» a que se refiere el versículo 9 era el Día de la Expiación. Los meses que seguían al inicio del otoño eran peligrosos para navegar, así que se discutió si la nave debía o no continuar hacia Roma.
Pablo, bajo la dirección de Dios, les advirtió que sería desastroso, pero el centurión no lo quiso escuchar. Había por lo menos cinco factores que contribuyeron a la decisión equivocada del centurión:

A.     Impaciencia.
Había pasado mucho tiempo (v. 9). Por lo general, siempre que nos impacientan nos precipitamos y desobedecemos la voluntad de Dios. No debemos ser como el caballo que se adelanta, ni como la mula que se retrasa (Salmo 32:9), sino como la oveja obediente que sigue al pastor.

B.      Consejo Experto.
El centurión oyó al piloto y al dueño de la nave y no al mensajero de Dios. El centurión tenía fe, ¡pero su fe estaba en las personas equivocadas! La sabiduría de Dios es mucho mejor que la de los hombres. La persona que conoce la Palabra de Dios sabe más que los «expertos» (Salmo 119:97–104). En tanto que el conocimiento es importante, también necesitamos sabiduría (Stg. 1:5).

C.     Incomodidad.
«Siendo incómodo el puerto para invernar» (v. 12), el centurión no podía aceptar que tuvieran que quedarse por tres meses en un lugar como ese.

D.     La Regla De La Mayoría.
Se sometió a votación (v. 12) ¡y Pablo perdió la votación! En la Biblia usualmente la mayoría está equivocada; sin embargo, hoy en día la excusa común es: «¡Todo el mundo lo hace!».

E.     Circunstancias Favorables.
«Soplando una brisa del sur» (v. 13), les pareció que era el viento que necesitaban y que demostraba cuán equivocado estaba Pablo. Debemos ser precavidos ante las «grandes oportunidades» o las «circunstancias ideales» que parecen contradecir la Palabra de Dios.
Cada uno de los factores indicados puede obrar en los cristianos de hoy. Debemos tener cuidado para obedecer la Palabra de Dios por fe, aun cuando las circunstancias parecen demostrar que estamos equivocados.

III.    La Tempestad (Hechos 27:15–26):
El tibio viento del sur se convirtió en una terrible tempestad, como es común que ocurra cuando desobedecemos la Palabra de Dios. «Euroclidón» es en parte griego y en parte latín, y es una palabra que significa «viento del este y viento del norte».

Nótese: que Lucas usa «nosotros» en esta sección, indicando que toda la tripulación y los prisioneros estaban afanados tratando de salvar la nave.
·   Primero, subieron a bordo un pequeño bote que la nave llevaba a rastras (v. 16).
· Luego, pusieron sogas o cabos alrededor de la nave para que no se desbarataba (v. 17). La siguiente acción fue arriar parte de las velas, dejando sólo la suficiente como para mantener el rumbo (v. 17b).

Al día siguiente empezaron a aligerar la nave, echando por la borda una porción del cargamento (v. 18); y al tercer día (v. 19) arrojaron incluso los «aparejos» (la palabra griega significa «mobiliario»). ¡Todo fue necesario porque la gente no creyó a la Palabra de Dios!

Al comparar el versículo 27 con el 19 vemos que los «muchos días» del versículo 20 fueron once. ¡No había luz ni esperanza! ¡Qué cuadro de las almas perdidas de hoy, echadas de aquí para allá en la tormenta de la desobediencia y el pecado, sin Dios, sin esperanza! (Véase Salm. 107:23–31).
Pablo entonces se puso de pie y se hizo cargo de la situación, recordándoles a los hombres que su aprieto era el resultado de no haber escuchado la advertencia de Dios.
Pero Pablo tenía no sólo un reproche; sino también un mensaje de esperanza de Dios (Hch. 23:11). Dios le había prometido a Pablo que ministraba en Roma y él creía en Su Palabra.
Es la fe en la Palabra de Dios lo que nos da esperanza y seguridad en las tormentas de la vida. Dios también le había dicho a Pablo que la nave naufragada en cierta isla, pero que todos los pasajeros y la tripulación llegaron a salvo a tierra.

IV.    El Naufragio (Hechos 27:27–44):
Tres días más tarde, a medianoche, las palabras de Pablo se hicieron realidad. Los marineros oyeron el rompiente y supieron que estaban acercándose a tierra. Echaron la sonda varias veces y comprobaron que en efecto las aguas eran cada vez menos profundas y que estaban cerca de tierra. Ahora surgió un nuevo temor: ¿Sería lanzado el barco contra las rocas y todos morirían? Como una medida de seguridad echaron cuatro anclas, sólo para más tarde cortarlas (v. 40).
Algunos de los marineros trataron de escapar en el bote que habían recogido anteriormente (v. 16), pero Pablo detectó el complot y los detuvo. Nótese: que Pablo dice en el versículo 31 «vosotros no podéis salvaros», mas no dijo «nosotros» como si pensara en sí mismo y sus amigos.
Por primera vez en dos semanas la luz empezó a aparecer y Pablo animó a los hombres a que comieran algo. Los efectos de la tormenta, la necesidad de vigilancia constante, la falta de alimento debido a la acción de aligerar la nave y tal vez el deseo de ayunar para complacer a sus dioses les había impedido comer. Sin vergüenza, Pablo dio gracias delante de 275 personas (v. 37) y dio ejemplo comiendo.
Al rayar el día vio una ensenada de una isla, cortaron las cuatro anclas e izando la vela enfilaron derecho hacia allí. La parte frontal de la nave encalló en el lodo, mientras que las olas batían la proa.
Satanás estaba de nuevo obrando cuando los soldados planearon matar a todos los prisioneros (incluyendo a Pablo), pero el centurión creyó a Pablo esta vez y dijo a todos a bordo que trataran de llegar a tierra como mejor pudieran. La última afirmación (v. 44) vindica la verdad de la promesa de Dios en los versículos 22 y 34: «todos se salvaron saliendo a tierra». Estaban en la isla de Malta.
Dios libró a 276 por causa de un hombre: el apóstol Pablo. ¡Qué preciosos son para Él sus santos! Dios estuvo dispuesto a librar a Sodoma y a Gomorra si hubiera hallado diez personas justas (Gn. 18) y no envió su ira hasta que Lot y su familia escaparon con seguridad.
Dios retiene su juicio sobre este mundo impío debido a que la Iglesia todavía está en el mundo; pero cuando seamos arrebatados, sus juicios caerán (2 Ts. 2). Satanás trató de impedir que Pablo llegara a Roma, pero la Palabra de Dios prevaleció: «Ninguna palabra de todas sus promesas [...] ha fallado» (1 R. 8:56).

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