Parte II:
Jesús Promete Enviar: Al Espíritu:
(Juan 14:15–31)
“Si me amáis, guardad mis mandamientos… Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre:… el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros… No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros…”
(Juan 14:15–31)
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
Son participios griegos en el tiempo
presente y describen acción continua. Hay poco o ningún valor en tener los
mandamientos si uno no los obedece; las dos acciones son necesarias para
validar el amor.
Jesús anuncia tres bendiciones para el
que expresa su amor en la obediencia:
Ø Tendrá la seguridad del amor del Padre,
Ø El amor del Hijo, y
Ø La manifestación personal de Jesús en su
vida.
Morris comenta que este pasaje indica
que el Padre no es indiferente a la actitud de los hombres hacia su Hijo. No
explica en qué manera o en qué tiempo se manifestará a los que le aman.
El verbo griego que se traduce
manifestaré se usa sólo aquí y el versículo siguiente en Juan (ver Mt. 27:53;
Heb. 9:24); el significado del verbo, según Westcott, es de “una presentación
en forma clara y conspicua” (ver Éx. 33:13). Lindars opina que amaré
y manifestaré, en este contexto, pueden referirse a la misma experiencia. A la
luz del v. 23, su manifestación aquí
no se referiría a las apariciones visibles después de la resurrección, sino a
su presencia en los creyentes por el Espíritu Santo.
Además de las genealogías de Jesús,
aparecen seis personas con el nombre de Judas en el NT:
· Judas mencionado
en el v. 22, hijo de Jacobo (Lc. 6:16; Hech. 1:13), también identificado con
Tadeo (Mt. 10:3);
· Judas Iscariote;
· Judas, el
hermano de Jacobo, José y Simón, y también hermanastro de Jesucristo (Mt.
13:55; Mr. 6:3);
· Judas, cuyo
sobrenombre era Barsabás (Hech. 15:22, 27, 32);
· Judas de Galilea
(Hech. 5:37); y
· Judas de Damasco
(Hech. 9:11).
Es
la única ocasión cuando este Judas se haya destacado. Él no expresa
duda de la promesa de Jesús de manifestarse, pero no entiende cómo o por qué se
hará con ellos y no con el mundo. La traducción literal de la pregunta sería: “¿Qué ha llegado
a suceder que…?”.
Parece que Judas había entendido que
Jesús se manifestaría públicamente (ver
v. 19) y ahora, al enterarse que no, considera la declaración de Jesús como
un cambio de planes. Probablemente Judas, como los demás discípulos, todavía
estaba esperando el restablecimiento del trono de David en Jerusalén.
Lindars observa que si Jesús hubiera
tenido en mente la Segunda Venida, al hablar de su manifestación, hubiese sido
para todo el mundo (ver Mt. 24:27). Por lo tanto, al limitar la manifestación a
los discípulos, se referiría a otra cosa. Jesús contesta esta inquietud en el
versículo siguiente.
La frase condicional Si alguno me ama (v. 23) emplea la partícula griega que
anticipa un futuro más probable. Es decir, Jesús confiaba que algunos lo
amarían. En vez de referirse a “mis mandamientos” como antes (ver 15, 21), aquí es
mi palabra.
Vincent opina que mi palabra se refiere
al mensaje total del evangelio, como distinto a los mandamientos que son parte
del evangelio.
Respondiendo a la pregunta de Judas,
Jesús establece otra vez la condición del discipulado verdadero (ver 8:51;
17:6): “el amor
que se valida en la obediencia” (ver vv. 15, 21).
Luego explica cómo él se manifestará a
los discípulos, pero no al mundo. Jesús promete tres bendiciones concretas para
el discípulo verdadero:
Ø Amor personal del Padre (v. 21);
Ø La llegada a él por el Padre y el Hijo; y
Ø El establecimiento de su vivienda en la vida del discípulo.
El concepto de Dios morando entre su
pueblo escogido era muy común en el AT., (ver Éx. 25:8; 29:45; Zc. 2:10), pero
en el NT., por primera vez vemos el concepto del Padre y el Hijo morando en el
corazón de sus fieles. El término morada (ver
v. 2) se deriva del verbo griego que se traduce “permanecer”.
La presencia, o morada, permanente con
los discípulos es el énfasis del versículo (ver
vv. 18 ss.). Esta descripción de una manifestación interna y espiritual de
Jesús y el Padre indica que no tiene en mente ni las apariencias visibles
después de la resurrección ni tampoco la Segunda Venida.
Habiendo dicho tres veces en forma positiva
que el que le ama guardará sus mandamientos, ahora (v. 24) recalca este principio al expresarlo en forma negativa. En
vez de referirse a “mis mandamientos” (ver 15, 21), aquí se refiere a
mis palabras y a la palabra.
Brown, Morris y otros opinan que no hay
una diferencia sustancial entre los tres términos. Jesús vuelve a enfatizar la
armonía y unidad entre él y el Padre a tal punto que lo que uno hace el otro lo
hace igualmente (ver v. 10; 7:16).
III. Resumen De Los Temas Anteriores Del I y II:
Los versículos finales del capítulo (vv. 25–31) sirven como un resumen de
los temas presentados hasta ahora, con un énfasis especial en la venida del
Espíritu Santo. La introducción Estas cosas os he hablado… es como una fórmula
que marca el comienzo de un nuevo énfasis (ver 15:11; 16:1, 25, 33), empleada
sólo en el discurso de despedida y llevando a algunos comentaristas a hacer una
división aquí en su bosquejo.
Plummer observa un contraste entre Estas
cosas, las cuales Jesús les compartía ahora, con “todas las cosas” (v. 26) que el
Espíritu Santo les enseñaría luego de Pentecostés. El verbo en el tiempo
perfecto he hablado apunta al valor permanente de las cosas que había dicho.
La frase mientras todavía estoy con
vosotros es literalmente “con vosotros permaneciendo”, implicando un tiempo
limitado y, por lo tanto, comunica cierto sentido de urgencia. La RVA clasifica
“permaneciendo”
como un participio temporal con el sentido de “mientras aún permanezco…”. Jesús
estaba plenamente consciente de que el fin de su vida terrenal se acercaba
rápidamente.
Nótese: en el v. 26, la conjunción
adversativa Pero que establece un marcado contraste entre
la situación antes de Pentecostés y después. Jesús había prometido a sus
discípulos que enviaría al Paracleto (v. 16), pero ahora presenta lo que
se considera la descripción más comprensiva en este Evangelio de la persona del
Espíritu Santo (ver el comentario sobre el
v. 16 para el significado de Consolador).
Antes fue llamado “el Espíritu de verdad”, pero aquí
se llama el Espíritu Santo. Es la única ocasión en Juan donde el nombre se
emplea en esta forma (ver 1:33 y 20:22). El adjetivo Santo está en la posición
atributiva, dando énfasis al carácter del Espíritu. Este aspecto de su
carácter, indicando su naturaleza divina e igualdad con el Padre y el Hijo, se
destaca más que el de su poder dinámico.
La frase que el Padre enviará en mi
nombre indica la procedencia del Espíritu. Pero en 15:26 Jesús aclara respecto
al Espíritu “que
yo os enviaré de parte del Padre”. La expresión en mi nombre quizás
se refiere al hecho de que Jesús se lo pedirá del Padre (v. 16), o que es enviado como su representante personal.
Los historiadores nos recuerdan que una
de las diferencias entre la Iglesia Oriental y la Occidental, cuando hubo una
división en el cristianismo a partir del siglo IV, tenía que ver con la
procedencia del Espíritu Santo. Juan dice que tanto Jesús (15:26; 16:7) como el
Padre (14:16, 26) enviaría el Espíritu Santo.
La Iglesia Occidental afirmaba que el
Espíritu fue dado por Jesús y por el Padre simultáneamente, doctrina que se
llama “Doble
Procedimiento”, o “Filioque”, término que significa “y el Hijo”,
o sea “del Padre
y del Hijo”. En contra, la Iglesia Oriental sostenía que fue dado
únicamente por el Padre dado que no podía haber habido más que una fuente.
A continuación Jesús explica cuál sería
el ministerio básico del Espíritu: él os enseñará todas las cosas y os hará recordar todo lo que yo os
he dicho. Jesús había sido “el Maestro” para los discípulos durante tres años
y estaba a punto de dejarlos, pero proveería “otro Maestro” quien supliría
cabalmente su ausencia. Su currículo abarcaría todas las cosas, eso es, todo lo
que ellos necesitan saber para realizar su ministerio de extender el reino
de Dios.
Incluiría también la función de recordar
y aclarar lo que Jesús les había enseñado durante su estadía con ellos. Ellos
seguían con muchas dudas, incertidumbres y perplejidades referentes a lo que
habían escuchado, pero el Espíritu les guiaría a toda la verdad. Esta función
sería vital, no sólo en la enseñanza y predicación del evangelio a sus
contemporáneos, sino en la producción del NT. Esa función sigue siendo vital
para todo creyente y toda iglesia que representa fielmente a Cristo.
Los israelitas usaban la expresión paz = (eirene G1515) como un saludo de bienvenida y de
despedida, indicando el deseo por la buena salud y prosperidad material.
Ayuda
Hermenéutica:
G1515 εἰρήνη = eirene:
probablemente de un verbo primario εἴρω =
eiro
(unir); paz (literalmente o figurativamente); por implicación
prosperidad:- paz.
(Strong).
Lindars comenta que este término en
efecto imparte una bendición que incluye cierto poder (ver Mt. 10:13). Lo que
Jesús dejaba, como donación o legado, no era riqueza material, ni posesiones de
valor, sino una quietud espiritual del alma por medio del Espíritu Santo (ver
Col. 3:15).
No se refiere a una ausencia de
conflicto, o de amenaza física, sino a una condición espiritual del corazón.
Nótese el énfasis de una traducción literal en la segunda cláusula del v. 27: “paz la mía doy a vosotros”.
Nótese: también el
contraste entre el mundo… da y yo… doy, ambos dan paz, pero la diferencia es
abismal. Cuando el mundo emplea el saludo “paz”, no es más que un deseo expresado, muchas
veces como si fuera nada más que un rutinario “adiós”. Pero Cristo no sólo
desea, sino efectúa, la paz para los que creen en él.
Plummer
acota que “Jesús
da lo que es suyo propio, lo que podría haber retenido, lo que le costó una
vida de sufrimiento y una muerte cruel, lo que está abierto a amigos y a
enemigos igualmente”. Basado en esta afirmación, Jesús manda dos
cosas, ambas prohibiciones. Ambos verbos son imperativos en el tiempo presente
dirigidos al corazón. Lit. Él dice: “no siga turnándose el corazón, ni siga teniendo miedo”
(ver 14:1).
El
verbo traducido ni tenga miedo se encuentra solo aquí en el NT., y tiene la
idea del temor
de un cobarde. Un derivado de este verbo describe el temor de los
discípulos en la tormenta (Mt. 8:26). A pesar de todo lo que Jesús les había
dicho para calmar sus temores, leía en sus rostros la gran preocupación por su
inminente partida.
En el v. 28, Jesús repite el anuncio de su partida y la promesa de un
regreso (ver 13:1; 14:3, 12; 16:10, 16, 17, 28), y en efecto les reprende por
su egoísmo, por pensar sólo en lo que a ellos les parecía una pérdida total.
La expresión Si me amarais… es una frase condicional de la
segunda clase, la irreal. Si en general le amaban, no le amaban en este
sentido, en que no estaban gozándose por su regreso al Padre el cual sería para
la glorificación de él, pero también para la rica bendición de los discípulos.
La frase porque el Padre es mayor que yo
tenía el propósito de dar mayor seguridad a los discípulos. El adjetivo mayor,
o “más grande
que”, es comparativo y se deriva de megas G3173, traducido “grande”.
Grandes controversias del siglo IV y en adelante se basaban en este texto.
Por ejemplo, los arrianos del siglo IV
se apoyaban en este texto para afirmar la inferioridad del Hijo ante el Padre,
llegando a sostener que el Hijo fue creado por el Padre y por lo tanto no era
divino. Una expresión favorita de los arrianos, al referirse al Hijo de Dios,
era que “hubo
tiempo cuando no era” y hablaban de un “tercer algo” (lat. Tertium quid),
es decir, no era totalmente humano ni totalmente divino.
Beasley-Murray hace un resumen de los
dos enfoques para interpretar esta expresión, tomando en cuenta las
afirmaciones de Jesús de su unidad e igualdad con el Padre (ver 1:1–18; 10:30;
20:28). Una línea de interpretación lo explica en términos de la humillación
del Hijo en su estado encarnado, con las limitaciones que él voluntariamente
asumió, su obediencia al Padre (ver 4:34; 8:29) y su dependencia del Padre en
todo aspecto de su ministerio (ver 5:19; 12:48, 49).
La otra línea apunta a las relaciones dentro de la Trinidad: el Padre es Dios enviando y mandando,
el Hijo es Dios enviado y obediente. Se argumenta que el que envía es mayor que
el enviado.
Jesús tomó sumo cuidado de preparar a
sus discípulos para los trágicos eventos que tendrían lugar al día siguiente.
No quería que llegaran a esos momentos desprevenidos. Al comprobar la
realización de los eventos en exactamente la manera en que Jesús les había
advertido, inclusive la entrega por Judas y la negación por Pedro, los
discípulos reconocerían que él era quien pretendía ser, el Hijo de Dios. El
verbo creáis (v. 29) no significa que no habían creído hasta ese momento, sino
que su confianza en él sería fortalecida y ahondada (ver 13:19).
Tampoco el verbo tiene un objeto directo
expresado, es decir, no se expresa a quién han de creer. Sin embargo, es obvio
y el contexto determina que Jesús se refiere a sí mismo.
En el v. 30 se ve que Jesús es consciente de que el fin se acerca
rápidamente (ver 13:19). Al recordar a sus discípulos de este hecho, lograría
la concentración de su atención en sus palabras finales.
Ayuda
Homilética:
NOTA: V.30: y él nada tiene
en mí. Satanás (el príncipe de este mundo)
no posee nada en la persona de Cristo y no tiene ningún poder sobre ÉL. Esta es
otra evidencia de la Impecabilidad de Cristo.
Dado que este no es realmente el fin de
su discurso, algunos críticos opinan que el orden de los capítulos no es el
original. Inclusive, algunos procuran reordenarlos para que se ajusten a su
criterio literario. Pero resulta que sus arreglos crean más problemas que los
que resuelven.
Morris, Wright y otros piensan que es
completamente ridículo que, a 2,000 años de distancia, algunos piensen que los
escritos del primer siglo tienen que ajustarse a los criterios literarios
actuales.
Jesús entiende bien que, detrás de la
traición de Judas y la maquinación de los líderes religiosos para matarlo
estaba Satanás, descrito aquí como el príncipe de este mundo. Veía en todos los
arreglos para su muerte el acercamiento de él. Lo había enfrentado en muchas
ocasiones y siempre salía victorioso. Él afirma su perfección moral y espiritual,
al decir viene el príncipe de este mundo y él no tiene nada en mí (ver 8:23).
Él lo había resistido firmemente en el
comienzo de su ministerio terrenal (ver Mat. 4:1–11; 16:23) y desafió a sus
enemigos a señalar siquiera una sola falta en su vida (ver 8:46).
Ahora, Jesús está dispuesto a ceder
voluntariamente a los planes de Satanás, sabiendo que el Padre sacaría victoria
de una aparente derrota, proveyendo por este medio la salvación para la
humanidad. Jesús llama a Satanás el príncipe de este mundo (ver 12:31; 14:30;
16:11) pero Pablo se refiere a él como “el príncipe de la
potestad del aire” (Ef. 2:2), precisamente porque es él quien está
controlando la vida de la mayoría de la humanidad hasta ahora. Aun el poder
para reinar como príncipe es concedido, controlado y limitado por Dios. Su
reinado tendrá un fin absoluto en la Segunda Venida de Cristo.
Jesús había enseñado a sus discípulos
que la prueba final del amor verdadero es la obediencia del que manda (ver vv.
15, 21 y 23). Ahora, en el v. 31, demuestra ese principio en su relación con el
Padre al obedecer hasta la muerte y en la muerte. Afirmó su rostro (ver Lc.
9:51) hacia la cruz en la prueba de su amor al Padre y al mundo.
Mateos-Barreto comentan: “La muerte de
Jesús debe convencer a todos de la autenticidad de su mensaje, de su fidelidad
al que lo envió. Va a cumplir exactamente su encargo, liberando al hombre y
comunicándole vida. Su fidelidad al Padre, no cediendo ni transigiendo en nada
con el mundo, será la prueba de su amor”.
El último mandato del capítulo,
Levantaos. ¡Vamos
de aquí!, parece indicar que en ese momento todos salieron del
aposento alto y se fueron hacia el huerto de Getsemaní. Sin embargo, hay tres
posibles opciones en cuanto al lugar donde fueron pronunciados los discursos
registrados en los tres capítulos siguientes (15, 16 y 17).
Según Plummer y otros, el escenario fue
el aposento alto, demorando sus salidas hasta fines del cap. 17.
Westcott y otros sugieren que Jesús
habría pronunciado estos discursos en la cercanía del templo.
Campbell Morgan y otros ubican el
escenario cerca del arroyo Cedrón, poco antes de llegar a Getsemaní (ver
18:1). Reconocemos que no hay suficientes elementos de juicio en el texto que
nos permitan determinar el asunto con seguridad. Cada una de las tres opiniones
tiene algún mérito y es apoyada por diferentes eruditos bíblicos.
Concluye:
Antes de regresar al cielo, Jesús
promete enviarles un compañero constante a sus discípulos. Les dijo que no los
dejaría solos, sino que les enviaría al Espíritu Santo para que estuviera en
ellos (Jn.14:17).
Esa promesa sigue teniendo vigencia para
los que CREE en Jesús
hoy. Él dijo que Dios TRINO hará su “morada” en nosotros (v.23).
El Señor es nuestro compañero íntimo y
fiel durante la vida. Nos guiará en nuestras peores luchas, perdonará nuestros
pecados, escuchará cada ORACIÓN silenciosa y cargará con lo que nosotros
no podemos llevar.
EL CORAZÓN DEL CREYENTE ES
EL HOGAR DEL ESPÍRITU SANTO:
___________
Nota y
Bibliografía:
[1] parakletos = (παράκλητος, G3875), lit., llamado al lado de uno, en
ayuda de uno, es principalmente un adjetivo verbal, y sugiere la capacidad o
adaptabilidad para prestar ayuda. Se usaba en las cortes de justicia para
denotar a un asistente legal, un defensor, un abogado; de ahí, generalmente, el
que aboga por la causa de otro, un intercesor, abogado, como en 1 Jn.2:1, del
Señor Jesús. En su sentido más amplio, significa uno que socorre, que consuela.
Cristo fue esto para sus discípulos, por la implicación de sus palabras «otro (allos = otro de la misma clase, no jeteros = diferente) Consolador», al hablar el
Espíritu Santo (Juan 14:16). En 14:26; 15:26; 16:7 le llama «el Consolador». «Consolador» se corresponde con el nombre əMenahemª, que dan los
hebreos al Mesías.
Nota: El verbo
parakaleo (véase A, Nº l) se traduce como consolación
en Mateo 5:4: «recibirán consolación». (VINE).
- e-Sword-the. LEDD.
-
Biblia de Estudio RYRIE.
- Pastor:
Carlos Ramírez Jiménez. 29-07-2019. Tumbes.