lunes, 1 de julio de 2019

LA CONCILIACIÓN DEL APÓSTOL CON RESPECTO AL PROBLEMA EN CORINTIO: (2) 2 CORINTIOS 2:


LA CONCILIACIÓN DEL APÓSTOL CON RESPECTO AL PROBLEMA EN CORINTIO: (2)

2 CORINTIOS 2:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:

En este capítulo Pablo sigue explicando el cambio de sus planes (1:15ss) y muestra su amor y preocupación por la iglesia y sus necesidades espirituales.

I.       Las Lágrimas De Pablo Por La Iglesia (2 Corintios 2:1–4):
En 11:23–28: Pablo hace una lista de las muchas tribulaciones que había soportado por causa de Cristo, e indica que la mayor carga que siente es «la preocupación por todas las iglesias» (v. 28). Como un verdadero pastor Pablo tenía a estas iglesias infantes en su corazón y sobre sus hombros, como el sumo sacerdote de Israel (Éx. 28:12–21).
Las lagrimas son parte importante de un ministerio espiritual. Jesús lloró; Pablo ministraba con lágrimas (Hch. 20:19, 31); y el Salmo 126:5, 6 indica que no habrá cosecha sin lágrimas.
Pablo no quería visitar a la iglesia como un padre riguroso, sino como un amigo cariñoso. La iglesia debería haber traído gozo a su corazón, no tristeza. Si los había entristecido, ¿cómo podían, a su vez, alegrarlo?
Quería darles tiempo para que corrigieron las cosas en la iglesia; entonces los visitará y su compañerismo sería de gozo. Cuando les escribió, lo hizo con una pluma mojada en lágrimas. Había llorado al escribir la carta (2:4). (Tal vez se refería a 1 Corintios o quizás a una carta austera y dura que no tenemos).
En el capítulo 1 el tema de Pablo era la consolación abundante; aquí es el amor abundante. «El amor nunca deja de ser» (1 Cor. 13:8). Donde hay amor, siempre existe la preocupación de ver a otros disfrutar de lo mejor. Cuántas veces los pastores lloran por los cristianos descarriados. Dios honró las lágrimas de Pablo y obró en la iglesia para que se corrigiera el pecado.

II.     El Testimonio De Pablo Al Ofensor (2 Corintios 2:5–11):
Esta sección nos lleva de regreso a 1 Corintios 5, donde Pablo había amonestado a la iglesia para que disciplinan al hombre que vivía en pecado abierto. Aquí Pablo afirma que el ofensor no le causó problemas y tristezas solamente a Pablo: ¡le causó problemas a toda la iglesia!
Pablo les había instruido que reunieron a la iglesia y separaran de su compañerismo a este hombre. Este acto de disciplina le conduciría al punto de lamento y arrepentimiento.
Pues bien, así lo hicieron, pero entonces ¡se fueron al otro extremo! El hombre dio muestras de arrepentimiento por el pecado, ¡pero la iglesia no estaba dispuesta a recibirle de nuevo después de su confesión!
«Perdónenme y recíbalo de nuevo», dice el apóstol. «Si no lo hacen, Satanás les sumirá en demasiada tristeza». Con cuánta frecuencia los cristianos confiesan sus pecados y sin embargo no quieren creer que Dios perdona y olvida:
§  Hay una tristeza anormal que no es en realidad verdadero arrepentimiento;
§  Sino remordimiento, la tristeza del mundo.
§  Pedro mostró arrepentimiento;
§  Su tristeza fue piadosa y le condujo de regreso a Cristo.
Judas mostró remordimiento; la suya fue una tristeza sin esperanza, del mundo, que le alejó de Cristo y le llevó al suicidio. Satanás quiere hacernos creer que no podemos ser perdonados (véase Zc. 3:1–5); sin embargo, lea Romanos 8:31–39.
Si Satanás puede acusarnos de pecado y desanimarnos con nuestros fracasos pasados, nos privará de nuestro gozo y utilidad para Cristo. Si Dios perdona a una persona de pecado, nosotros también debemos perdonarla (Ef. 4:32).

III.    El Triunfo De Pablo En Cristo (2 Corintios 2:12–17):
Pablo hace referencia a su viaje de Éfeso a Filipos. Lo que comenzó como resultado de problemas ¡terminó en triunfo! Con cuánta frecuencia ocurre esto en la vida cristiana.
Las mujeres vinieron a la tumba aquella mañana de resurrección cargadas de desaliento, tan solo para encontrar que se había ganado una gran victoria. Pablo vino a Troas y no pudo hallar a Tito, pero encontró «una tremenda oportunidad» para predicar el evangelio (Rom. 8:28).
En cada lugar de tribulación hay siempre una puerta abierta de oportunidad:
§  José hizo de sus aflicciones un triunfo en Egipto;
§  Daniel lo hizo en Babilonia;
§  Pablo lo hizo en Troas.
Pero el servicio no es un sustituto de la paz y Pablo añoraba ver a Tito y recibir noticias de la iglesia de Corinto. Salió de Troas y se dirigió a Macedonia (quizás a Filipos), pasando por alto a Corinto.
En Filipos encontró a Tito y recibió las buenas noticias de que habían disciplinado al ofensor, la mayoría de la iglesia respalda a Pablo y las cosas parecían marchar mejor. Esto regocija tanto a Pablo que prorrumpió en un canto de alabanza.

El cuadro en los versículos 14–17 era familiar a todo ciudadano romano, pero no lo es para los cristianos del siglo veinte uno. Cuando un general victorioso regresaba de la batalla, Roma le hacía un desfile público, no muy diferente a los grandes desfiles de homenaje de los tiempos modernos.
Este desfile estaba repleto de pompa y gloria, y se quemaba una gran cantidad de incienso en honor del héroe. En el desfile tanto soldados como oficiales disfrutaban de gloria y alabanza, pero los esclavos y los prisioneros presentes terminarían en la arena del circo romano para morir luchando contra bestias salvajes.
Al oler los victoriosos el incienso, inhalaba el aroma de la vida y el gozo; pero para los cautivos el incienso era un recordatorio de la muerte que se les aproximaba. En el «desfile cristiano» que Pablo describe, Jesucristo es el Victorioso. Por medio de su muerte en la cruz ha conquistado a todo enemigo.
Nosotros los cristianos marchamos con Él en el desfile, participando de su victoria (1 Cor. 15:57). El cristiano, sin embargo, es el incienso (dulce aroma de Cristo) en esta procesión conforme el Espíritu esparce el conocimiento de Cristo en nuestra vida y a través de ella. Este aroma, o perfume, quiere decir vida para otros creyentes, pero para el no creyente que se dirige a la condenación eterna, significa muerte.
José fue olor de muerte para el panadero, pero olor de vida para el copero (Gn. 40). La descripción de Pablo es un cuadro hermoso y desafiante. ¡Qué tremenda responsabilidad es introducir a las personas a la vida, o que ellas rechacen a Cristo y vayan a la muerte!
Ser cristiano es una seria responsabilidad, porque nuestras vidas conducen a las personas bien sea al cielo o al infierno. No es de sorprenderse que Pablo exclame: «Y para estas cosas, ¿quién es suficiente?» (v. 16).
¿Cómo puede un cristiano poseer todo lo que necesita para ser el mejor cristiano posible, el mejor testigo, el mejor soldado? En 3:5 Pablo responde a esta pregunta:

«Nuestra competencia proviene de Dios»:
Pablo usa la palabra «competencia» o «suficiencia» varias veces en esta carta:
§  Cristo es suficiente para nuestras necesidades espirituales (3:4–6),
§  Materiales (9:8), y
§  Físicas (12:7–10).
En el versículo 17 Pablo vuelve a la acusación de que no se podía fiar en su palabra. Desafortunadamente hay, incluso hoy, líderes religiosos que «hacen mercadería» (v. 17: medran falsificando) con la Palabra de Dios, que son insinceros y engañadores.

La palabra «falsificando» tiene la idea de «vender» el evangelio, usando el ministerio sólo como un medio de ganarse la vida antes que de construir la iglesia de Jesucristo.
Una forma de esta palabra griega se usaba para describir al mesonero o al vendedor ambulante, y lleva la idea de hacer cualquier tipo de negocio simplemente para lograr ganancia:
§  El ministerio de Pablo no era un negocio;
§  Era una preocupación:
Ø No servía a los hombres;
Ø Servía a Cristo.
Ø Era sincero en el método, en su mensaje y en su motivo.
Ø Se daba cuenta de que el ojo de Dios estaba sobre él y que la gloria de Cristo estaba en juego.
En estos dos capítulos hemos visto que el ministerio de Pablo estuvo lleno de sufrimiento y tristeza, sin embargo experimentó triunfo y gozo en Cristo. Recordemos que «nuestra competencia proviene de Dios» (3:5).




Clase Para El Miércoles:

Lea Su Biblia, Lea Su Biblia, Lea Su Biblia.

Puyango-21//11//2018. Tumbes.



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