EL COMIENZO DE LA PERSECUCIÓN:
HECHOS 4:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
I.
El Arresto
(Hechos 4:1–4):
Este es el principio de la persecución
de la Iglesia. Los saduceos no creían en la resurrección de los
muertos y se opusieron a la predicación de Pedro. Los sacerdotes, por supuesto,
no querían que los acusaran de la crucifixión de Cristo.
Los
líderes de Israel ni siquiera se dieron cuenta de que el mensaje de Pedro ¡era lo único
que podía salvar a la nación! Si hubieran admitido su pecado y recibido
a Cristo, Él hubiera derramado las promesas que los profetas habían proclamado
siglos antes.
II.
El Juicio
(Hechos 4:5–22):
La corte
que se reunió aquí, compuesta ante todo por familiares del sumo sacerdote, se
había corrompido con el correr de los años. Esta fue una reunión oficial del
sanedrín, el supremo concilio judío. Algunos de estos mismos hombres habían
ayudado en el «juicio»
de Cristo no muchas semanas antes.
Es más,
su pregunta en el versículo 7 nos
recuerda del juicio de Jesús (léase de nuevo Mt. 26:57ss). Jesús había prometido
a los discípulos que el mundo los trataría de la misma manera que le había
tratado a Él (Jn. 15:17ss).
Nótese: también que en
Mateo 21:23–44 estos mismos líderes habían cuestionado a Cristo respecto a su
autoridad.
El
Espíritu Santo dirigió la respuesta de Pedro, en cumplimiento a la promesa que
se halla en Lucas 21:12–15 y Mateo 10:20. Los creyentes de hoy nunca deben
reclamar esta promesa como una excusa para descuidar el estudio y la preparación
para la enseñanza o predicación.
Si hemos
sido fieles en otras ocasiones, el Espíritu Santo nos ayuda en esas horas de
emergencia cuando la preparación es imposible. Pedro intrépidamente afirmó que
Jesucristo, el crucificado y ahora vivo Señor, realizó el milagro por medio de
sus apóstoles. ¡Cómo
deben haber temblado esos judíos al verse cara a cara con su crimen! Sin
embargo, de nada sirvió, porque sus corazones estaban encallecidos.
El versículo 11 identifica a Cristo como
la Piedra y a los líderes judíos como los edificadores. Esto es una cita del
Salmo 118:22, 23. Cristo mismo usó este pasaje al debatir con esos líderes (Mt.
21:43). Los judíos rechazaron a Cristo como la Piedra escogida sobre la cual se
establecería el reino; esa Piedra desechada llegó a ser la Piedra angular de la
Iglesia (Ef. 2:20).
Nótese: que
Pedro afirmó sin rodeos que Israel había rechazado a Cristo. Sin embargo, en
el
versículo 12 les
invitó a creer en Él y ser salvos. En tanto que es cierto que este versículo se
aplica a todos los pecadores en cualquier época, tenía un significado especial
para la nación en los días de Pedro.
Si los
líderes se hubieran arrepentido y recibido a Cristo, Él hubiera salvado a la
nación de la terrible tragedia que vino pocos años después, cuando Roma
destruyó el templo y la ciudad.
En los versículos 13–17 el «jurado» se retiró a deliberar el caso.
Quedaron impresionados por la intrepidez de los apóstoles. Esto era significativo,
puesto que Pedro había negado al Señor con miedo apenas unas semanas antes.
La frase
«sin letras y
del vulgo» significa que los apóstoles no habían recibido
instrucción en las escuelas oficiales de los rabíes.
Sin
embargo, sabían mucho más acerca de las Escrituras que los mismos líderes
religiosos.
Los
líderes también se dieron cuenta de que estos hombres «habían estado con Jesús» (v. 13) en
el jardín y durante su última semana en Jerusalén antes de su muerte.
Pero enfrentaban un problema aún más
grande: ¿cómo podían explicar la curación del mendigo?
No
podían negar el milagro, de modo que decidieron silenciar a los mensajeros.
Los
apóstoles no aceptaron este veredicto, porque su lealtad a Cristo significaba
más que cualquier protección del gobierno. Los jueces finalmente tuvieron que
dejarlos ir. La audacia de los discípulos, el poder de la Palabra y el
testimonio del mendigo sanado fueron un «caso» demasiado bueno y los jueces no encontraron
ninguna respuesta.
III.
La Victoria
(Hechos 4:23–37):
Los verdaderos cristianos siempre
regresan «a los suyos». (Léase 1
Jn. 2:19.) La Iglesia no se lamentó debido a que la persecución había empezado;
antes bien, ¡los creyentes se
regocijaron y oraron!
Nótese: que en los versículos 25 y 26 hacen referencia al Salmo 2, que es un salmo mesiánico, hablando
acerca del día cuando Cristo volverá para regir con poder. Los cristianos de hoy deben imitar a los
primeros cristianos en cuanto a la oración, porque ligaron su oración a la Palabra de Dios (Jn.
15:7).
Oraron por intrepidez y Dios les
contestó llenándoles con el Espíritu. Este no fue un «segundo
Pentecostés», porque el Espíritu vino para llenar con poder y no
para bautizar a los creyentes. El Espíritu Santo también les dio una
maravillosa unidad, al punto de que vendían sus bienes y los compartían con los
que tenían necesidad.
Este «comunismo
cristiano» fue otra prueba de la presencia del Espíritu, un ejemplo de
lo que ocurrirá en la edad del reino cuando todas las naciones tengan el
Espíritu y un amor desinteresado de las unas por las otras. Este «comunismo» no
tiene ninguna relación con el comunismo marxista.
Por
favor, nótese que este compartir de bienes fue algo temporal y no se le exige a
la Iglesia de Cristo hoy. Aun cuando los cristianos de hoy deben tener el mismo
espíritu de amor, no se espera que vendan sus bienes y formen una comunidad
separada.
En 11:27–30 los cristianos en Antioquía
tuvieron que auxiliar a los creyentes de Jerusalén. (Véanse también Rom. 15:26;
1 Cor. 16:1–3; 2 Cor. 8:1–4; 9:2). Cuando Israel rechazó el mensaje esta obra
de gracia del Espíritu gradualmente desapareció.
El
modelo de ofrendar de la iglesia del NT., se halla en 2 Corintios 8–9, 1
Timoteo 5:8 y 2 Tesalonicenses 3:7–13. «Denuedo» parece ser clave en todo este capítulo.
Véase Cómo Los Primeros Creyentes Recibieron Este Valor:
Ø fueron llenos con el Espíritu (vv. 8, 31),
Ø oraron (v. 29), y
Ø confiaron en la Palabra de
Dios (vv. 25–28).
Usted y Yo Podemos Tener Ese Denuedo Para:
· Andar y testificar
si nos,
· alimentamos
de la Palabra,
· oramos, y
· nos
rendimos al Espíritu.
Podemos tener denuedo en la tierra debido a que Cristo nos lo da en el cielo (Heb. 4:16; 10:19).
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Lea Su Biblia, Lea Su Biblia, Lea Su Biblia:
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