martes, 1 de mayo de 2018

EL COMIENZO DE LA PERSECUCIÓN: HECHOS 4:


EL COMIENZO DE LA PERSECUCIÓN:
HECHOS 4:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:

I.       El Arresto (Hechos 4:1–4):
Este es el principio de la persecución de la Iglesia. Los saduceos no creían en la resurrección de los muertos y se opusieron a la predicación de Pedro. Los sacerdotes, por supuesto, no querían que los acusaran de la crucifixión de Cristo.
Los líderes de Israel ni siquiera se dieron cuenta de que el mensaje de Pedro ¡era lo único que podía salvar a la nación! Si hubieran admitido su pecado y recibido a Cristo, Él hubiera derramado las promesas que los profetas habían proclamado siglos antes.

II.     El Juicio (Hechos 4:5–22):
La corte que se reunió aquí, compuesta ante todo por familiares del sumo sacerdote, se había corrompido con el correr de los años. Esta fue una reunión oficial del sanedrín, el supremo concilio judío. Algunos de estos mismos hombres habían ayudado en el «juicio» de Cristo no muchas semanas antes.
Es más, su pregunta en el versículo 7 nos recuerda del juicio de Jesús (léase de nuevo Mt. 26:57ss). Jesús había prometido a los discípulos que el mundo los trataría de la misma manera que le había tratado a Él (Jn. 15:17ss).

Nótese: también que en Mateo 21:23–44 estos mismos líderes habían cuestionado a Cristo respecto a su autoridad.

El Espíritu Santo dirigió la respuesta de Pedro, en cumplimiento a la promesa que se halla en Lucas 21:12–15 y Mateo 10:20. Los creyentes de hoy nunca deben reclamar esta promesa como una excusa para descuidar el estudio y la preparación para la enseñanza o predicación.
Si hemos sido fieles en otras ocasiones, el Espíritu Santo nos ayuda en esas horas de emergencia cuando la preparación es imposible. Pedro intrépidamente afirmó que Jesucristo, el crucificado y ahora vivo Señor, realizó el milagro por medio de sus apóstoles. ¡Cómo deben haber temblado esos judíos al verse cara a cara con su crimen! Sin embargo, de nada sirvió, porque sus corazones estaban encallecidos.

El versículo 11 identifica a Cristo como la Piedra y a los líderes judíos como los edificadores. Esto es una cita del Salmo 118:22, 23. Cristo mismo usó este pasaje al debatir con esos líderes (Mt. 21:43). Los judíos rechazaron a Cristo como la Piedra escogida sobre la cual se establecería el reino; esa Piedra desechada llegó a ser la Piedra angular de la Iglesia (Ef. 2:20).

Nótese: que Pedro afirmó sin rodeos que Israel había rechazado a Cristo. Sin embargo, en el versículo 12 les invitó a creer en Él y ser salvos. En tanto que es cierto que este versículo se aplica a todos los pecadores en cualquier época, tenía un significado especial para la nación en los días de Pedro.

Si los líderes se hubieran arrepentido y recibido a Cristo, Él hubiera salvado a la nación de la terrible tragedia que vino pocos años después, cuando Roma destruyó el templo y la ciudad.

En los versículos 13–17 el «jurado» se retiró a deliberar el caso. Quedaron impresionados por la intrepidez de los apóstoles. Esto era significativo, puesto que Pedro había negado al Señor con miedo apenas unas semanas antes.
La frase «sin letras y del vulgo» significa que los apóstoles no habían recibido instrucción en las escuelas oficiales de los rabíes.
Sin embargo, sabían mucho más acerca de las Escrituras que los mismos líderes religiosos.
Los líderes también se dieron cuenta de que estos hombres «habían estado con Jesús» (v. 13) en el jardín y durante su última semana en Jerusalén antes de su muerte.

Pero enfrentaban un problema aún más grande: ¿cómo podían explicar la curación del mendigo? No podían negar el milagro, de modo que decidieron silenciar a los mensajeros.
Los apóstoles no aceptaron este veredicto, porque su lealtad a Cristo significaba más que cualquier protección del gobierno. Los jueces finalmente tuvieron que dejarlos ir. La audacia de los discípulos, el poder de la Palabra y el testimonio del mendigo sanado fueron un «caso» demasiado bueno y los jueces no encontraron ninguna respuesta.

III.    La Victoria (Hechos 4:23–37):
Los verdaderos cristianos siempre regresan «a los suyos». (Léase 1 Jn. 2:19.) La Iglesia no se lamentó debido a que la persecución había empezado; antes bien, ¡los creyentes se regocijaron y oraron!

Nótese: que en los versículos 25 y 26 hacen referencia al Salmo 2, que es un salmo mesiánico, hablando acerca del día cuando Cristo volverá para regir con poder. Los cristianos de hoy deben imitar a los primeros cristianos en cuanto a la oración, porque ligaron su oración a la Palabra de Dios (Jn. 15:7).

Oraron por intrepidez y Dios les contestó llenándoles con el Espíritu. Este no fue un «segundo Pentecostés», porque el Espíritu vino para llenar con poder y no para bautizar a los creyentes. El Espíritu Santo también les dio una maravillosa unidad, al punto de que vendían sus bienes y los compartían con los que tenían necesidad.
Este «comunismo cristiano» fue otra prueba de la presencia del Espíritu, un ejemplo de lo que ocurrirá en la edad del reino cuando todas las naciones tengan el Espíritu y un amor desinteresado de las unas por las otras. Este «comunismo» no tiene ninguna relación con el comunismo marxista.
Por favor, nótese que este compartir de bienes fue algo temporal y no se le exige a la Iglesia de Cristo hoy. Aun cuando los cristianos de hoy deben tener el mismo espíritu de amor, no se espera que vendan sus bienes y formen una comunidad separada.

En 11:27–30 los cristianos en Antioquía tuvieron que auxiliar a los creyentes de Jerusalén. (Véanse también Rom. 15:26; 1 Cor. 16:1–3; 2 Cor. 8:1–4; 9:2). Cuando Israel rechazó el mensaje esta obra de gracia del Espíritu gradualmente desapareció.
El modelo de ofrendar de la iglesia del NT., se halla en 2 Corintios 8–9, 1 Timoteo 5:8 y 2 Tesalonicenses 3:7–13. «Denuedo» parece ser clave en todo este capítulo.

Véase Cómo Los Primeros Creyentes Recibieron Este Valor:
Ø fueron llenos con el Espíritu (vv. 8, 31),
Ø oraron (v. 29), y
Ø confiaron en la Palabra de Dios (vv. 25–28).

Usted y Yo Podemos Tener Ese Denuedo Para:
·      Andar y testificar si nos,
·      alimentamos de la Palabra,
·      oramos, y
·      nos rendimos al Espíritu.

Podemos tener denuedo en la tierra debido a que Cristo nos lo da en el cielo (Heb. 4:16; 10:19).

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