(Éxodo 3:7-14)
“Y él
respondió: Ve, porque yo estaré contigo; y esto
te será por señal de que yo te he enviado: cuando hayas sacado de Egipto al
pueblo, serviréis a Dios sobre este monte… Dijo
Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios
de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿Qué
les responderé?... Y respondió Dios a Moisés:
YO SOY EL QUE SOY. Y
dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO
SOY me envió a vosotros…”.
(Ex.
3:7-14)
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
Mi mente se volvió un ciclón: ¿Cómo podré dejar la casa donde viví por más de treinta años, mi familia, y amigos? ¿Y si Dios me llama a otro lugar de mí país? Sentí miedo, como Moisés cuando Dios le dijo que fuera “a Faraón, para que sacara de Egipto a [su] pueblo, los hijos de Israel” (Éx. 3:10). No quería dejar mi zona de confort. Sí, Moisés obedeció y siguió a Dios, pero recién después de cuestionarlo y pedirle que lo hiciera otra persona (vv. 11-13; 4:13).
1. El Propósito Divino. Éxodo 3:7-10:
Ahora llega el momento cuando el Señor le
indicará a Moisés la naturaleza de su llamamiento o vocación. Se encuentran
tres elementos centrales en la conversación entre Dios y Moisés:
· El primero es la decisión firme de Dios de librar a su pueblo oprimido (v. 8).
· El segundo es la elección de Moisés para
ser el instrumento humano para librar al pueblo (v.
10).
· El tercero es la reticencia de Moisés a asumir una responsabilidad tan grande y difícil (v. 11).
Había llegado el tiempo en que Dios iba a librar al pueblo. Con la
aflicción, Israel pensaba que Dios lo había abandonado. No obstante, Dios había
estado todo el tiempo con su pueblo; sin embargo, haría milagros en la
presencia de los egipcios antes de que Israel tuviera algunos solamente para sí
mismo. Los
verbos empleados en el texto indican que ya era el momento decisivo:
· Ciertamente he visto...,
· He oído...,
· He conocido...,
· He descendido...;
· Ahora, ve,
· Pues yo te envío... (vv. 7-10).
Por primera vez Canaán es llamada una
tierra que fluye leche y miel (v. 8, ver Núm. 13:27, etc.). También se indica
que era una tierra buena y amplia (v. 8). En realidad, no es tan grande; sin
embargo, al compararla con Gosén es muy amplia.
Además, no es tan fértil como algunas de las tierras que la rodean; sin embargo, para una gente peregrinante que vivía en el desierto arábigo, la tierra parecería un paraíso. Siglos antes los patriarcas, como una gente extranjera, habían echado sus tiendas allí como huéspedes y transeúntes. Pronto sería tierra propia de Israel como el Señor había prometido.
La frase fluye leche y miel es proverbial
y aparece frecuentemente en la Escritura. Aún hoy en día, la leche se considera
un alimento necesario para un ciclo ganadero e indica un suelo bueno para el
pasto. La miel simboliza una agricultura productiva, no únicamente la de las
abejas, sino también la del jugo del fruto de la tierra (ver LSE, 325-326).
Además de una tierra productiva, para Israel, la mejor riqueza sería la libertad de profesar su fe salvadora y, con la ubicación céntrica en el mundo de su día, compartirla con todas las familias de la tierra (ver Gn. 12:3).
En la época de Abram, se habla de 10 pueblos moradores de Canaán (Gn. 15:19-21). El Señor indica a Moisés que una nación reemplazará a seis (v. 8; ver siete indicados en Deut. 7:1; Jos. 3:10; 24:11; también Ex. 13:5). Aparentemente, se toma el texto aquí en un sentido restringido, y se trata principalmente de los habitantes de la costa mediterránea y del valle del Jordán.
Los cananeos eran una gente emparentada con Israel (ver Gn. 9:18), y ocupaban las llanuras marítimas y el valle del Jordán (Núm. 13:29). El nombre de la tierra se derivaba de la tintura púrpura que producían y que se utilizaba en la fabricación de telas costosas.
Los heteos eran una gente indoeuropea. Establecieron un imperio grande en Asia Menor con su centro en lo que ahora es Turquía. Paulatinamente conquistaron Siria e invadieron Canaán hasta llegar al sur del país (ver Gn. 23:10; 26:34; Núm. 13:29; 2 Sam. 11:3). El imperio heteo floreció hasta 1,200 a. de J.C. aproximadamente, y después quedaron centros aislados del pueblo en Canaán. Nunca fueron plenamente conquistados por Israel.
Técnicamente los amorreos eran los habitantes de Siria y la parte norte de Palestina. El nombre vino de la cultura mesopotámica donde las llamaban los amurru u occidentales. Ocupaban la zona montañosa de Canaán (Núm. 13:29). También estaban emparentados con Israel y a veces se alternaban los términos cananeos y amorreos al hablar en general de los habitantes de Palestina. Al hacer una distinción, los cananeos eran los habitantes de las llanuras marítimas y el valle del Jordán, mientras los amorreos ocupaban las zonas más elevadas o montañosas.
No se ha podido identificar el carácter étnico de los ferezeos. Algunos estudiosos piensan que el nombre se refiere a una clase de paisanos que vivían en villas sin muro o barrios abiertos (ver Est. 9:19; Deut. 3:5). Por lo menos, algunos vivían en los bosques de Palestina central en la cordillera de Efraím (Jos. 17:15).
Los heveos se encontraban en Palestina central (Jos. 9:7; 11:19) y alrededor de Siquem (Gn. 34:2). Se los identifica generalmente con los antiguos horeos, o hurrianos (ver Gn. 36:2 y 20: el padre del heveo Zibeón era un horeo), un grupo étnico importante en el Medio Oriente durante el segundo milenio antes de Cristo.
Los jebuseos eran los habitantes del monte
Sion (lo que más tarde fue Jerusalén) antes de que David la capturase (2 Sam. 5:6-8;
ver Jos. 15:8; 15:63; 18:28; Juc. 19:10-11, etc.)
La culminación de la experiencia de Moisés ante la zarza ardiente se encuentra en los vv. 9 y 10. El clamor de los hijos de Israel había llegado hasta Jehová, y él había visto la opresión de los egipcios (v. 9). Entonces, dijo el Señor a Moisés: Ve, pues yo te envío al faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, a los hijos de Israel (v. 10). Moisés recibió su misión oficialmente, y aunque tendría sus objeciones, nunca pudo escaparse de la realidad de su experiencia con Dios aquel día especial.
2. Las Objeciones y Respuestas. Éxodo
3:11-4:17:
Moisés no estuvo de
acuerdo con el designio del Señor. En esto se ve su humanidad. Sus
objeciones, o excusas, abarcaban varias esferas de su vida personal. Las
fundamentaba sobre una modestia genuina, sobre el miedo o temor del juicio
egipcio y sobre el temor de ser rechazado otra vez por el pueblo.
Moisés era un hombre obstinado; con todo,
Dios lo trató con paciencia y con respeto a su personalidad.
v Moisés no fue tratado como un robot;
v Dios lo escuchó y contestó sus excusas
con toda seriedad.
Sin embargo, el Señor no le permitió evadir su responsabilidad ni tampoco demorar ni desbaratar el plan divino. Al fin Moisés llegó a ser el portavoz de Jehová.
En las excusas de Moisés se ven actitudes
comunes a toda la humanidad. Con frecuencia, frente al llamamiento de Dios, se
presentan objeciones parecidas a las de Moisés:
· ¿Quién soy yo?
· ¿Quién eres tú?
· ¡No me creerán!
· ¡No soy elocuente!
(No hablo bien en público).
· ¿Por qué no mandas a otro?
El sentido de inseguridad personal, vv.
11, 12. En contraste con Isaías (Is. 6:8), Moisés resistió el llamamiento del
Señor. Su reticencia era el resultado de un miedo realista y un sentido de insuficiencia:
¿Quién soy yo para ir al faraón... (v. 11)?
Era un fugitivo de la justicia egipcia. A pesar de haber sido un nieto adoptivo
del faraón, temía que la obediencia le costara su vida.
No había aprendido el secreto de salvar la
vida por medio de perderla (Mt. 16:25); todavía el Señor no tenía el control de
su vida. Sin entender el principio, quiso negociar con Dios.
Además del miedo por su vida, los años en
Madián y el trabajo pastoril habían cambiado a Moisés. No era el hombre
impaciente y violento de antes; ¡era un hombre transformado! No se sentía adecuado
para una tarea tan monumental. A él le parecía que el llamamiento
no era para servir a Dios en lo que era su fuerte, sino en lo
que era su debilidad.
“Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?” (Ex. 3:11).
En el v. 11, el texto hebraico indica
literalmente que Moisés hacía tres referencias fuertes de sí mismo:
Ø ¿Quién soy yo,
Ø Que vaya yo al faraón, y
Ø Que saque yo a los hijos de Israel de Egipto? (Trad. del autor).
Se sentía inadecuado para la misión que el Señor le había asignado.
A pesar de su sentido de insuficiencia, ¿Quién podía haber estado mejor preparado?
Conocía el idioma egipcio, la cultura, las creencias y aun a los líderes
egipcios. Era nieto adoptivo del faraón. Podía encontrar cualquier sitio en el
palacio sin tener un guía oficial.
Además, conocía íntimamente el desierto y
los pueblos de la zona, y había tomado un curso teológico especial del
sacerdote de Dios, Jetro. Dios lo había preparado bien sin que Moisés se diera
cuenta.
Pero tenía una cosa más que aprender: Dios es soberano, y sería él, no Moisés, el que libraría al pueblo del poder egipcio. Dios no necesitaba un hombre con el poder del yo, sino que buscaba un instrumento sensible y obediente.
La respuesta del Señor es uno de los
textos más grandes de toda la Biblia y una promesa que da aliento a todos los
llamados por él. Son varias las interpretaciones del v. 12; no obstante, parece que una
traducción literal del versículo ayudará a aclarar el sentido en el contexto:
· Ciertamente estaré contigo, y esto te será
la señal de que yo [enfático] te he enviado;
· Cuando hayas sacado al pueblo de Egipto,
serviréis a Dios sobre este monte (trad.
del autor).
“Y él respondió: Ve, porque yo estaré contigo; y esto te será por señal de que yo te he enviado: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios sobre este monte”. (Ex. 3:12)
La señal es la presencia de Dios con él: yo estaré contigo (v.
12).
v
La
primera mitad del versículo contiene la promesa;
v La segunda mitad es una declaración de que servirían a Dios en el monte Horeb (Sinaí) después del éxodo.
En efecto decía el Señor:
Ø “No debes preocuparte tanto
Moisés, estoy contigo. No importa quién eres tú. Lo importante es que estoy yo,
y yo
sacaré al pueblo de Egipto”.
El versículo era una afirmación grande:
Ø Dios estaría presente con él, y la señal no descansaba sobre unas demostraciones
externas de poder, sino sobre la fe misma del llamado.
NOTA: Éx. 3:11: Moisés trató de excusarse por cinco veces del llamado de Dios (comp. también v. 13; 4:1, 10, 13). Dios garantizó a Moisés que ÉL estaría presente durante la liberación y que un día la nación adoraría a Dios en ese mismo monte (v. 12).
La señal, o el milagro fundamental, no era
la zarza ardiente ni el hecho de servir a Dios en Sinaí. Los dos eran milagros,
pero ninguno era la señal. El milagro fundamental era la presencia divina que le acompañaría (ver
33:14-16; Is. 7:14; Mt. 1:23; 18:20; 28:20; etc.). El futuro confirmaría a
Moisés en su tarea; sacaría al pueblo de Egipto, y lo llevaría al monte sagrado
de Dios.
· Dios no se quedaría en Horeb; la
presencia divina acompañaría a Moisés en todo el camino y a través de todos los
acontecimientos.
· La prueba última de la señal sería en el futuro, cuando el pueblo sirviera a Dios en Sinaí.
Todo esto nos lleva al Nuevo Testamento: La misma verdad se
ve en Jesús, Dios con nosotros (Mt. 1:23), quien nos libra de la esclavitud del
pecado y nos hace instrumentos de su redención. Al salir en su nombre, tenemos la misma
promesa que tuvo Moisés:
v Estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo (Mt. 28:20b).
El ejemplo de Moisés nos enseña lo que no debemos hacer frente a
un claro llamado. En cambio, debemos esforzarnos para ser como los
discípulos, quienes, cuando Jesús los llamó,
dejaron todo para seguirlo (Mateo 4:20-22; Lucas 5:28). El miedo
es algo natural, pero podemos confiar en el Plan de Dios.
“Ellos entonces,
dejando al instante las redes, le siguieron… Pasando de allí, vio a otros dos
hermanos, Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, en la barca con Zebedeo su
padre, que remendaban sus redes; y los llamó… Y ellos, dejando al instante la
barca y a su padre, le siguieron”. (Mt. 4:20-22)
NOTA: La respuesta
de los llamados: La respuesta de los cuatro pescadores se resume, en
una palabra:
... le siguieron (v. 20). Es un verbo de
tiempo pretérito indefinido (aoristo en griego), indicando acción puntual,
instantánea y definitiva. Este mismo verbo es uno de los términos que se emplea
más frecuentemente para describir a los que confiaban en Jesús y le obedecían;
eran sus seguidores. Más que caminar literalmente tras él, en sus huellas
significa reconocerlo como su maestro y señor soberano, del cual uno aprende y
luego al cual obedece.
Este llamado se caracterizó
por tres calificaciones:
(1) Fue una respuesta
inmediata y espontánea. Mateo emplea el mismo adverbio temporal (euthéos G2112; de inmediato, en seguida) para indicar la acción
inmediata (vv. 20, 22).
(2) Fue un cambio
radical en cuanto a su profesión anterior:
Ø Dejaron sus redes (v. 20) y
Ø Dejaron la barca (v. 22; comp. Lc. 14:33).
Fue
un gran paso de fe, pues dejaron su medio de sostenimiento, indicando confianza
de que aquel que los llamó proveería para suplir sus necesidades.
(3) Fue una respuesta radical en cuanto a los vínculos familiares: dejaron... a su padre (v. 22; comp. 8:21, 22; Lc. 14:26-27).
Cristo está con nosotros y el futuro dará la confirmación de nuestro llamamiento y nuestra fidelidad. Saldremos con ánimo porque Cristo en nosotros es la esperanza de gloria (ver Col. 1:27).
La incertidumbre de la identidad de Dios (Éx.
3:13-22). La segunda objeción de Moisés trata del temor de un nuevo rechazo del
pueblo por no conocer a la deidad que le hablaba. La pregunta no era
hipotética, “¿quién eres?”,
sino más bien era una pregunta bien discreta y práctica. Si fuera al pueblo en
nombre del Dios de los antepasados y el pueblo le preguntara:
v ¿Cuál es su nombre?,
v ¿Qué les responderé? (v. 13).
Ya sabía la respuesta a “¿quién?”,
porque Dios ya le había dicho que era el Dios de sus padres. La pregunta, ¿Cuál es su
nombre? (v. 13), iba más al fondo. En Israel el nombre significaba
la persona misma, es decir, su naturaleza, su carácter, sus atributos, su ser:
· ¿Cómo era Dios?
· ¿Qué hacía él?
El conocer el nombre daba alguna influencia sobre la persona. De acuerdo con
el pensar de Moisés, al no tener nombre, no había existencia. Al existir y
conocer el nombre de la divinidad era tener poder sobre ella o, por lo menos,
apoderarse de su poder.
Dios conocía a Moisés por nombre. ¿Cuál era el nombre
de aquel que le hablaba? El hablar indicaba que era una persona:
v Decía que estaba preocupado por Israel;
v Sin embargo, evidentemente era un Dios
ausente.
Por años no había estado presente para
ayudarles. ¿Cómo iba el pueblo a
reconocerlo?
“Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros”. (Ex. 3:14)
La respuesta de Dios a Moisés no es de la toda clara, y los
intérpretes de la Biblia no están seguros de su significado:
Ø YO SOY EL QUE SOY:
(heb.
· ‘ehyeh
H1961
· asher H834,
· ehyeh H1961, v. 14).
La gramática hebrea no incluye el tiempo
en el sistema verbal, pero el tiempo se encuentra en el contexto. El verbo
indica una acción y el contexto da el tiempo.
v El verbo ‘ehyeh es un imperfecto que es una acción incompleta y tiene varias
traducciones:
Ø “era”,
Ø “soy”,
Ø “seré”, o
Ø “llegué a ser”,
Ø “llego a ser”, y
Ø “llegaré a ser”.
v La partícula ‘asher tiene una variedad de significados tales como:
Ø “quien”,
Ø “qué”,
Ø “que”,
Ø “el que”,
Ø “aquel que”,
Ø “lo que”,
Ø “aquel”, y
Ø “porque”.
Es evidente que hay una variedad de posibles interpretaciones de
la frase; sin embargo, hay cinco que parecen ser las más aceptables a la luz
del contexto:
(1)
Al revelar el nombre, el
Señor deliberadamente se lo oscureció. En efecto, es decir, “No te importa quién
soy”. Él es Dios y nadie tendrá poder sobre él para manipularlo: Dios no es esclavo
ni siervo del hombre: “Yo soy quien SOY”.
No se puede expresar la naturaleza de Dios por medio de un nombre, ni tiene el
hombre la capacidad de comprender a Dios; consecuentemente, el ser supremo
quedará en el misterio.
Al no revelarse el significado pleno de su
nombre, significa que será conocido por medio de lo que hace. Moisés no irá a
Egipto con el nombre de un Dios nuevo. Como siempre, él se revela y se esconde
a la vez. Él es libre y soberano, y de la misma manera, no será atado a Moisés
ni a Israel contra su voluntad. El nombre misterioso tiene que ser aceptado por
la fe tal como el seguirle será por la fe.
(2) Se enfatiza la
presencia activa y viva del Señor: en el hebreo no hay verbos
diferentes para “ser” y “estar”. Se incluye la presencia y la esencia en el
mismo verbo. Así que algunos sugieren que en el versículo se hace referencia a
la promesa recientemente hecha a Moisés, estaré contigo (v. 12), la cual se
puede traducir “estoy
contigo” (un presente continuo).
El Ser Supremo está siempre contigo.
(3) Otros lo traducen,
“Seré lo que seré”. Aquí el énfasis
recae en la suficiencia de Dios para afrontar cualquier necesidad que surja.
Moisés e Israel pueden confiar en la presencia y en el poder del Señor de
cumplir con sus promesas en la historia. A la vez, él revelará su persona de
acuerdo con su voluntad, no la del hombre. El será lo que quiere ser, y es
independiente del hombre.
(4) Albright ha propuesto una interpretación que merece consideración (Yahweh and
the Gods of Canaan = Y los Dios de Canaán, 1968, pp. 168-172). Con un leve
cambio del texto del hebreo de la forma usada, un presente simple (Qal),
a una forma causativa (Hiph’il), y de la primera a la tercera persona
del verbo (ser), se traduce la frase así: “El hace (ser) lo que existe”. Según su interpretación, de este
contexto se deriva el nombre divino “Yahweh” o “Jahveh”, que analizaremos luego. Esta
explicación interpreta el significado del nombre revelado, “La causa ser”, lo cual subraya el
papel de Dios como el ser creador del universo tanto como el libertador de
Israel.
(5) La última es, “Yo seré lo que era”.
Es decir:
“Seré siempre en el futuro lo que era en el pasado”.
Dios haría en la vida de Moisés lo que hizo con Abram, Isaac, Jacob y Amram
(el padre el Moisés). Dice: “Yo
soy lo mismo ayer, hoy, y mañana” (ver Heb. 13:8).
De las interpretaciones, parece que la primera y la última son las más fuertes. Con todo, Dios es una persona; tiene nombre, y al darlo en una revelación especial, da a los suyos ciertos privilegios y responsabilidades. Por lo menos hay acceso directo a él.
Moisés no pudo ir a Israel y responder a
la pregunta ¿Cuál
es su nombre? (v. 13) con las palabras yo soy (v. 14). Entonces Dios
le dijo: Así dirás a los hijos de Israel:
· “JEHOVÁ ... me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para siempre...” (v. 15).
Jehová viene del verbo ser y la forma
es una tercera persona masculina singular. Es decir:
· “EL ES me ha enviado a vosotros”.
Jehová, o Yavé, deriva de la palabra
hebrea que corresponde a YO SOY. Dios le estaba recordando a Moisés las promesas de su
pacto hechas:
Ø A Abraham (Gn. 12:1-3;
12:15; 17),
Ø A Isaac (Gn. 26:2-5)
y
Ø A Jacob (Gn. 28:13-15).
Y utilizó el nombre YO SOY para mostrar su naturaleza incambiable. Lo que Dios prometió a los grandes patriarcas, cientos de años antes, lo cumpliría a través de Moisés.
Concluyó:
Cuando se nos llama a dejar nuestra zona de confort, podemos ir contra nuestra voluntad, como Moisés, o responder con buena disposición, como los discípulos. A veces, esto significa dejar muy lejos nuestras vidas cómodas. Pero independientemente de lo difícil que sea, vale la pena seguir al Señor.
NO SE NOS LLAMA PARA ESTAR COMODOS
___________
Nota y
Bibliografía:
- e-Sword-the. LEDD.
- Biblia de Estudio RYRIE.
- Nuestro Pan Diario. 2020.
-
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez. 20//04//2021.
MISIÓN BAUTISTA “Emanuel”. Ciudadela de Noé.
Los Cardos Mz.E - Lt.18. III Etapa. Cerca del Hospital Regional II. Cel. 942-562691-Tumbes.
charlyibsh@hotmail.com
Visite: El Block ‘El Alfarero Restaurador’ “El Shaddai”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario