DEBATE No 4: LA SEÑAL MILAGROSA:
JUAN 9:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
Este
capítulo presenta el sexto de los siete milagros especiales registrados en el
Evangelio de Juan, que testifican la deidad de Cristo (20:30–31). Las primeras
tres señales muestran cómo se salva una persona:
· por medio de la Palabra (el agua convertida en vino),
· por la fe (la sanidad del hijo del noble), y
· por gracia (la curación del paralítico).
Las cuatro señales restantes muestran
los resultados de la salvación:
Ø Satisfacción (la alimentación de los cinco mil),
Ø paz (aquieta la tempestad),
Ø luz (la
curación del ciego), y
Ø vida (la resurrección de Lázaro).
I.
La Curación (Juan 9:1–7):
A. El hombre tiene las características del
pecador perdido.
(1) Estaba ciego
(Ef. 4:18; Jn. 3:3; 2 Cor. 4:3–6). El inconverso, aunque sea intelectual como
Nicodemo, nunca puede ver o comprender las cosas espirituales. Véase 1
Corintios 2:14–16.
(2) Estaba mendigando. El inconverso es pobre a la
vista de Dios, aunque tal vez sea rico a los ojos del mundo. Mendiga por algo
que satisfaga sus más profundas necesidades.
(3) Estaba impotente. No podía
curarse a sí mismo; otros no podían curarlo.
B. La curación muestra cómo Jesús salva al
pecador.
(1) Se acerca por gracia al hombre. Cristo podía
haber pasado de largo, porque era el sabbat y se suponía que debía descansar
(v. 14). Mientras que los discípulos discutían acerca de la causa de la
ceguera, Jesús hizo algo por el hombre.
(2) Irritó al hombre. Una pizca de tierra irrita
el ojo; imagínese cómo deben haberse sentido las cataplasmas de lodo. Pero el
lodo en los ojos le estimuló a ir a lavarse. Es lo mismo con la predicación de
la Palabra: irrita a los pecadores
haciéndolos que se sientan culpables, de modo que quieran hacer algo con
respecto a sus pecados (véase Hch. 2:37).
(3) Curó al hombre por su poder. El
hombre probó su fe en Cristo al obedecer a su Palabra. La «religión» hoy en día
quiere darles a los hombres sustitutos para la salvación, pero sólo Cristo
puede librar de las tinieblas del pecado y del infierno.
(4) La curación glorificó
a Dios. Todas las verdaderas conversiones son para la
gloria de Dios únicamente. Véanse Efesios 1:6, 12, 14; 2:8–10.
(5) La sanidad fue notoria a otros. Sus
padres y vecinos vieron un cambio en su vida. Así es cuando una persona nace de
nuevo, otros ven la diferencia que se manifiesta en ella (2 Cor. 5:17).
II.
La Controversia (Juan 9:8–34):
Los
líderes religiosos habían hecho saber que si alguno confesaba a Cristo
abiertamente sería expulsado de la sinagoga (v. 22). Esto significaba, por
supuesto, perder amigos, familia y todos los beneficios de la religión judía.
Fue esta declaración la que forzó a los padres y a los vecinos del ciego a «andar con rodeos»
cuando se les preguntó sobre la asombrosa curación. La simple confesión del
hijo, en el versículo 11, glorificó a Cristo, aunque en ese tiempo todavía no
comprendía a plenitud quién era realmente «aquel hombre que se llama Jesús».
Los fariseos
atacaron a Cristo diciendo que no procedía de Dios (v. 16) y le llamaron
pecador (v. 24). El ciego curado dijo lo que sabía (v. 25) y les mostró a los
fariseos qué necio era su razonamiento (vv. 30–33). El creyente de corazón
sencillo sabe más verdad espiritual que los eruditos teólogos inconversos.
(Véase Salm. 119: 97–104.) El resultado final: expulsaron de la sinagoga al
hombre.
Hubiera
sido fácil para el hijo esconder su confesión y evitar de este modo la
controversia, pero sin temor alguno se quedó firme en su posición. Conocía la
diferencia que Cristo había hecho en su vida y no podía negarla. Cualquiera que
ha conocido a Cristo y ha confiado en Él lo dirá abiertamente.
III.
Su Confesión (Juan 9:35–41):
El
hombre no se dio cuenta entonces, pero su lugar más seguro estaba fuera del
redil de la religión judía. Los judíos lo expulsaron, pero ¡Cristo le recibió!
Como Pablo (véase Filp. 3:1–10), este hombre «perdió su religión», pero halló
salvación y fue al cielo.
Nótese: con cuidado
cómo este hombre creció en el conocimiento de Cristo:
(1) «Un hombre que se llama Jesús» (v. 11) era todo lo
que sabía cuándo Cristo le sanó.
(2) «Un profeta» (v. 17), así llamó a Jesús cuando
los fariseos le interrogaron.
(3) «Un varón de Dios» (vv. 31–33), fue su conclusión
acerca de quién era Jesús.
(4) «El Hijo de Dios» (vv. 35–38), fue su confesión
final y completa de fe. (Véase 20:30–31.)
«La senda de
los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es
perfecto», afirma Proverbios 4:18, y el crecimiento en la «luz» de
este hombre lo demuestra.
Un
cristiano es alguien que tiene la luz en su corazón (2 Cor. 4:6) y que es la
luz del mundo (Mt. 5:14). Anda en la luz (1 Jn. 1) y da el fruto de la luz (Ef.
5:8–9). El «creo,
Señor», del hombre fue el punto en que su vida cambió.
La misma
luz que guía a una persona puede cegar a otra (vv. 39–41). Los fariseos
admitieron que podía ver y por consiguiente eran culpables debido a que
rechazaron la evidencia y no querían recibir a Cristo.
El evangelio trae
diferentes reacciones de diferentes clases de corazones:
· El pecador ciego recibe la
verdad y ve;
· la persona religiosa, justa en su propia opinión, rechaza
la verdad y se enceguece más espiritualmente.
· Es peligroso rechazar la
luz.
Clase Para Miércoles:
Lea Su Biblia, Lea Su Biblia, Lea Su Biblia:
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