lunes, 16 de octubre de 2017

Parte II LEYENDO LAS EPÍSTOLAS: (2 P. 3:16).

Parte II
LEYENDO LAS EPÍSTOLAS:
(2 P. 3:16).

casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición”.
(2 P. 3:16).

Pastor; Carlos Ramírez Jiménez:

·   Las cartas a iglesias (Rom. a 2 Ts.) se agrupan delante de las cartas a personas (1 Tim. a Film.), y dentro de cada grupo las cartas más extensas se ubican delante de las más breves.
La única excepción es Ef., la que, según estos criterios, debería estar ubicada antes de Gál. Como una suposición, es posible pensar que quienes ordenaron de esta manera las cartas de Pablo, contaban con una copia de Ef., transcripta en letra más pequeña o más comprimida, lo que les indujo a un error, pensando que era más corta que Gál., pero más larga que Filp.

5.1. Lo Más Común Es Encontrar Las Cartas De Pablo Clasificadas En Cuatro Grupos:
·   Las del primer grupo, Rom., 1 y 2 Cor. y Gálatas, algunas veces se des criben como las grandes cartas evangélicas. Las primeras tres fueron escritas durante su tercer viaje misionero. A pesar de que muchos asignan la misma época a Gál., puede señalarse de manera bastante convincente que, de las cartas de Pablo que aún perduran, ésta fue la primera que se escribió.
En su contenido Gál. y Rom. se acercan bastante, aunque es claro que Gál. fue escrita para advertir a las iglesias de Galacia acerca de aquellos que estaban promoviendo el judaísmo en la comunidad cristiana (gentil), en tanto que Rom. no pareciera tener un propósito tan específico.
·   Al segundo grupo, a menudo se lo denomina el de las cartas carcelarias, debido a que en cada una de ellas Pablo hace referencia a sí mismo como un prisionero. Estas son Ef., Filp., Col. y Film. Es posible que las cuatro fueran escritas mientras Pablo estaba en la prisión en Roma, aunque muchos estudiosos han afirmado que Fil. y quizá otras de entre es tas cuatro, fueron enviadas desde Efeso o Cesarea.
·   El tercer grupo, incluye a 1 y 2 Ts. Muchos sostienen que de las cartas paulinas existentes estas son las dos primeras que él escribió. Aun cuando Pablo pudiese haber escrito Gál. en época más temprana, estas dos, escritas desde Corinto durante su segundo viaje misionero, manifiestan una sensibilidad pastoral y una perspectiva de los últimos tiempos que vuelven a aparecer en muchas de sus otras cartas. Aunque por lo general Pablo asocia a uno o más de sus colaboradores en los primeros renglones de sus cartas, estas dos establecen una relación cercana y explícita entre Pablo, Silas y Timoteo; y además, de manera poco habitual, se escriben totalmente en la primera persona del plural.
·   El cuarto grupo, las cartas pastorales, comprende 1 y 2 Tim. y Tito. Estas son las cartas paulinas que más frecuentemente se consideran seudónimas. No obstante, si se las atribuimos a Pablo, debemos concluir que fue liberado de la prisión romana, porque en 1 Tim. y en Tito Pablo ya no está en cadenas. Sin embargo, para cuando se escribe 2 Tim., Pablo está nuevamente en prisión, y esta vez manifiesta muy claramente que no tiene esperanzas de sobrevivir.
Aun cuando algunas veces se hayan exagerado, las particularidades lingüísticas y temáticas de este grupo son reales, y probablemente surjan de una combinación de factores. Estas cartas se dirigen a personas físicas, en una época tardía en la vida del Apóstol, tratando en parte con los principios del liderazgo cristiano, y posiblemente fueron dictadas a un fiel colega (¿Lucas?) que servía de amanuense con un cierto grado de libertad, mayor que el que era habitual.

5.2. Las Cartas No Paulinas:
Estas son sumamente diversas en su autoría y en su carácter. La carta a los Heb. es formalmente anónima, y no hay consenso respecto de quién pudiera ser su autor. Dos cartas se presentan como habiendo sido escritas por Pedro, y otras dos como escritas respectivamente por Santiago y Judas (a los cuales muchos consideran hermanastros de nuestro Señor).
Las tres restantes son formalmente anónimas, aun cuando dos de ellas se presentan como obra deel anciano. Existen buenas razones para pensar en el apóstol Juan como el autor de las tres. Dos de estas siete cartas se cuentan entre las más cortas en el Nuevo Testamento (2 y 3 Jn.); una está entre las más largas (Heb.).
Heb. y 1 Jn. se asemejan en un aspecto interesante. Ambas comienzan sin salutación de ningún tipo (a diferencia del resto de las cartas del Nuevo Testamento). Esto ha llevado a la sugerencia por parte de algunos estudiosos de que estos escritos no se tratan en absoluto de cartas, sino de lo que hoy llamaríamos un folleto descriptivo o un pequeño libro, una homilía, o un ensayo.
Pero Heb., al menos, concluye como una carta, y ambas contienen los suficientes comentarios personales, para no mencionar las referencias a detalles específicos relacionados con la experiencia de los lectores, que llevan a la conclusión de que sus respectivos autores tenían en mente a lectores claramente determinados (Por ejemplo Heb. 5:12; 6:10; 10:32; 1 Jn. 2:19).
Aun así, la riqueza en Heb. de frases normalmente utilizadas en un discurso sugiere que la carta comenzó como una serie de homilías que, abreviadas, nos dejaron su actual formato. Es posible que 1 Jn. sirviera como una carta pastoral general destinada a circular entre una cantidad de iglesias, y que algunas congregaciones recibieran además misivas exclusivas, más breves y específicas (¿2 y 3 Jn.?).
Varias de estas cartas presentan rasgos que merecerían ser comentados más extensamente, aunque aquí solamente podamos hacer mención de los mismos. Jud. y 2 P. comparten cierta relación de dependencia literaria (como ser. Por ejemplo el caso de los Evangelios de Mar. y Mat.). Es posible que la carta de Stg. fuera el primer libro del Nuevo Testamento en escribirse. 2 Jn. es singular en lo que se refiere a sus destinatarios: “A la señora elegida y a sus hijos”, muy probablemente una iglesia hermana y sus miembros (aunque lejos estemos de encontrar acuerdo, respecto de las razones por las cuales Juan eligió estos términos). 3 Jn. es notable debido a su honesta re flexión sobre lospoderes políticosdentro de la iglesia de los primeros tiempos, lo que de alguna manera nos recuerda a 2 Cor. 10–13.

5.3. La Interpretación De Las Cartas:
Es importante tener en cuenta los principios generales de interpretación, brevemente resumidos anteriormente (ver Cómo interpretar la Biblia en el artículo Aproximándonos a la Biblia), pero hay, además, algunas pautas que resultan particularmente valiosas al momento de leer las cartas:
1) Debido a que la mayoría de las cartas mantienen una cierta medida de flujo de pensamiento lineal, debemos poner el mayor empeño en seguir ese flujo. Al mismo tiempo, debe hacerse lugar para algunas variaciones importantes:
Ø Primera, un escritor a veces está respondiendo a lo que están viviendo aquellos a quienes escribe. Esto se aplica especialmente al caso de 1 Cor. Aun cuando los caps. 1–4 abordan el tema de las facciones dentro de la iglesia en Corinto, los capítulos restantes presentan a Pablo tratando, punto por punto, temas que surgían de informes verbales que le habían llegado (caps. 5–6), y luego temas originados en una carta enviada por los de Corinto (cap. 7 en adelante).
Ø Segunda, en varias de las cartas el movimiento de pensamiento es todo menos directo. Stg. resulta particularmente difícil de bosquejar, 1 Jn. más aún. Algunos han sostenido el punto de vista que en el último de los casos hay un estilo circular”, donde varios puntos fundamentales se vuelven a tratar una y otra vez. Si esto es así, no se trata de una mera repetición: cada ciclo introduce nuevos elementos y consideraciones. En todo caso, el desarrollo del tema no es lineal (como lo sería, relativamente hablando, gran parte de Rom. y 2 Cor.); tampoco una serie de temas sueltos, como en algunas listas de proverbios. El flujo de pensamiento debe ser descubierto y rescatado, pero a menudo se vuelve atrás para considerar terreno ya explorado, pero desde una perspectiva ligeramente diferente.

2) Las cartas más tempranas fueron los primeros documentos canónicos producidos después de la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo; las más tardías se encontraban entre los últimos documentos canónicos que se escribieron.
Pero aunque ellas cubren un período aprox. contemporáneo a la escritura de los Evangelios, éstos, a diferencia de las cartas, se proponen presentar a Jesús en los días de su existencia humana. No importa cuánto podamos razonablemente conocer a través de los Evangelios acerca de las condiciones de la iglesia en el tiempo en que fueron escritos, lo que lograremos entresacar nunca será más que inferencias. Por contraste, las cartas nos ofrecen una percepción bastante directa de la naturaleza de la iglesia de los primeros tiempos.
Así, las cartas nos proporcionan la culminación doctrinal, ética y espiritual (a este lado de la segunda venida) del movimiento histórico de la salvación en la Biblia. Que el panorama sea rico y multifacético no se debe negar. Que no tengamos todas las piezas del rompecabezas es cierto. Pero estos son los aspectos que reúnen a muchos de los temas de las Escrituras, y plantean la manera en que hilos conductores aparentemente divergentes, se unen en la revelación de Dios, en estos últimos tiempos, en la persona de su Hijo.
Resulta difícil de imaginar cuán limitados estaríamos si el Nuevo Testamento no incluyera, Por ejemplo la epístola a los Heb., con toda su visión abarcadora de la manera en que el sistema levítico y el pacto con ella relacionado apuntaban al futuro sacrificio y al sacerdote que tratarían de manera eficaz y definitiva con el pecado; Ef., con su sorprendente visión del accionar del plan de Dios, de unir a los judíos perdidos y a los gentiles perdidos en una nueva humanidad, la iglesia; 1 Jn., con su conmovedora insistencia respecto de que la fe cristiana verdadera puede encontrar consuelo y fortaleza en la fidelidad doctrinal, en la obediencia moral, y en el amor genuino; Col., con sus claras advertencias tan relevantes para nuestra era pluralista, de que Jesús no es una deidad entre muchas, sino la revelación exclusiva y redentora de Dios, aquel en quien habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad (Col. 2:9).
Y así podríamos hablar del aporte propio de cada una de las cartas que integran el canon del Nuevo Testamento.

3) En una medida importante, las cartas son documentos puente.
Las Escrituras del Antiguo Testamento fueron escritas por judíos, mayormente en el contexto del pacto que Yahweh = Jehová estableció con su pueblo. Es cierto que estos libros reflejan algo del antiguo contexto del Cercano Oriente en que vivían los israelitas. Estamos familiarizados, Por ejemplo con algo parecido a la literatura judía de sabiduría dentro de la literatura de Egipto, algo semejante a la estructura del pacto en los tratados de los antiguos hititas y otros pueblos, y la existencia de la circuncisión en otros grupos tribales (aunque con un simbolismo bastante diferente del que tenía para Abraham y sus hijos).
Pero las cartas del Nuevo Testamento surgen conscientemente de este trasfondo judío, y en muchos casos, están dirigidas a iglesias precoces, floreciendo en el mundo grecorromano. El cambio no era incidental, reflejaba la transformación del pueblo de Dios desde una sociedad tribal a una comunidad internacional de los redimidos.
A medida que los escritores del Nuevo Testamento hacían frente a esta transición extraordinaria, a medida que comenzaban a descifrar esta visión universal a la cual el Espíritu Santo los estaba llevando, no sólo debían resolver la relación de los cristianos para con la ley de Moisés, sino el desafío de mantener juntos a los cristianos judíos y gentiles. Surgían nuevas implicancias sociales y políticas en una comunidad de pactoque no era una nación, sino una expresión internacional de comunión y compañerismo.
Aun a nivel literario, este valor puente que tienen las cartas adquiere gran importancia. Por una parte, es posible examinar las cartas de Pablo y descubrir en ellas su manejo de las Escrituras con un criterio predominantemente judío, y su profundo conocimiento de los métodos judíos de interpretación.
Al mismo tiempo, Pablo disfrutaba no sólo de las ventajas de una excelente educación a los pies de Gamaliel en Jerusalén, sino el haber estado lo suficientemente expuesto al pensamiento griego como para poder citar aun a poetas griegos poco importantes, y hacer uso de los recursos retóricos y literarios propios del mundo grecorromano. La sensibilidad para con esta doble herencia habrá de enriquecer nuestra exégesis. A la vez, nos convoca al asombro ante la providencial sabiduría del Dios que tan cuidadosamente preparó el camino para este supremo acto de revelación de sí mismo.

4) En virtud de que las cartas no solamente reflejan circunstancias históricas concretas, sino también una teología bíblica culminante, existen dos herramientas adicionales muy útiles para pastores y laicos (además de los comentarios).
Los buenos diccionarios bíblicos proporcionan una enorme riqueza de información relacionada con ciudades, movimientos, expresiones técnicas, evidencia arqueológica relacionada, y algunos temas críticos.
Al leer 1 Cor. resulta útil conocer algo acerca de Corinto; al leer la última de las cartas a las siete iglesias (Ap. 3:14–22), es de suma utilidad el conocer algo acerca de Laodicea. Al mismo tiempo, un buen diccionario teológico puede resumir en un par de párrafos o páginas, una cantidad de temas de discusión cristiana, tanto bíblica como pos-bíblica, y permitir así encuadrar la discusión en un marco de referencia más amplio, que podría de otro modo quedar fuera el alcance de aquellos que con toda seriedad estudian por primera vez el texto de las Escrituras.

5) Debido a que la totalidad de las cartas[2] del Nuevo Testamento tuvieron su origen, en alguna medida, en situaciones muy específicas, resulta útil reconstruir la ocasión.
En algunos casos, este ejercicio es vital; en otros, peligroso; pero siempre es un tanto delicado.
El intentar reconstruir la ocasión que dio origen a una carta, a partir de la evidencia interna de la misma, es un poco como intentar reconstruir una conversación telefónica conociendo solamente lo que se habló de un lado de la línea. A veces la tarea resulta muy sencilla; otras, resulta sumamente difícil:
Ø A riesgo de exagerar con la analogía, digamos que resulta fácil reconstruir una conversación telefónica cuando aquel que habla del lado donde uno está presente, repite constantemente lo que su interlocutor está diciendo;
Ø un poco más difícil, sin llegar a ser un verdadero desafío, es cuando hay solamente una inferencia para hacer;
Ø bastante más difícil, aunque no imposible, es cuando las inferencias son varias, pero el curso de la conversación tiende a eliminar algunas de ellas;
Ø sin embargo, resulta imposible ir más allá de las probabilidades, o aun de la mera especulación, cuando es posible encontrar muchas inferencias, y de ellas muy pocas que sean seguras.
Ø No obstante, aun así, lo que concretamente sea posible oír de un lado de la línea puede resultar sumamente valioso por derecho propio.
Este esfuerzo por reconstruir la ocasión que da lugar a una carta a veces se denomina lectura espejada”. Por ejemplo, desde lo más superficial del texto de Heb., uno observa que el autor está profundamente preocupado porque los lectores perseveren en la fe, no importa cuáles sean las dificultades.
Pero, ¿se trata de lectores judeo cristianos que quieren volver a la observación detallada de la ley judía? ¿Se trata de gentiles prosélitos del judaísmo, y ahora del cristianismo, que quieren volver a una práctica más manifiesta del judaísmo? ¿Se trata de un caso en que ellos o el autor fueron fuertemente influenciados por los escritos de Filón de Alejandría, cuyas obras a nivel meramente formal a menudo guardan un cercano paralelismo con Heb.? Es posible mencionar a diferentes eruditos que defienden cada uno de estos puntos de vista, y muchos otros.
A cierto nivel tales preguntas no revisten gran importancia. Más allá de las conclusiones a que llegue un intérprete moderno, prácticamente todos coincidirán en que el texto de Heb. exhorta a los cristianos profesantes a perseverar. No obstante, las preguntas no revisten carácter meramente académico. La naturaleza de la tentación a la que están expuestos los lectores y la manera en que se los anima a perseverar, están íntimamente relacionadas con sus circunstancias concretas.
Que sea posible encontrar estudiosos que discrepan con este punto de vista o aquel, no es razón para que uno deje de analizar estos aspectos personalmente; el conocimiento no está por encima de la parcialidad, ni está libre de preconceptos y sesgos. Cada lector cuidadoso debe sopesar los argumentos. No obstante, lo que sí es claro es que cualquiera que sea nuestra conclusión de lo que constituye la ocasión para la carta a los Heb., afectará no solamente nuestra interpretación del llamado a perseverar, sino que afectará también nuestro concepto acerca de la manera en que esta carta debe aplicarse a los creyentes en la actualidad. Una aplicación relevante y eficaz depende, en primera instancia, de la posibilidad de establecer vínculos razonables entre nuestras circunstancias y las de los destinatarios originales.
A pesar de algunos puntos de vista que sostienen lo contrario, las razones mayormente presentadas como ocasión para la carta a los Heb. surgen mucho más naturalmente que la situación que sirve de trasfondo a Col. A qué se refiere exactamente la herejía colosense nunca ha encontrado acuerdo general.
La respuesta, en cualquiera y todos los casos, es la exclusiva supremacía de Cristo, el único en quien la plenitud de la deidad habita en forma corporal (Col. 2:9), el único que es la imagen del Dios invisible, el único a través de cuya sangre, derramada en la cruz, Dios ha hecho la paz (Col. 1:15, 20).
Estas grandes verdades son inamovibles no importa cuál haya sido la naturaleza de la herejía colosense. Indudablemente, entenderíamos un poco mejor la manera en que Pablo discute, si conociésemos con más certeza qué es lo que estaba confrontando, pero no obstante, las líneas principales de pensamiento en la carta son claras.
Lo más importante para tener en cuenta es que la naturaleza de las cartas exige que el intérprete se esfuerce por entender las circunstancias históricas que rodean la escritura de cada documento. Lo que no es permisible es hacer que una determinada interpretación dependa totalmente de una reconstrucción que de por sí sea el resultado de un conjunto de inferencias meramente posibles.

6) La naturaleza ocasional de las cartas hace, en algunos aspectos, difícil la tarea del intérprete.
Los temas en que Pablo, Por ejemplo puede hacer hincapié, están determinados en parte por aquellas situaciones a las cuales él está haciendo frente. En ese sentido, sus temas podrán no ser fiel reflejo de su teología tal cual él la predicaría en la plaza pública, o de la manera en que la desarrollaría en un libro destinado a sus colegas apóstoles.
Esto no significa que sus cartas expresen algo que sea contrario a su teología; más bien, significa que, con la posible excepción de Rom., en ningún lugar Pablo se dedica a dar una visión de conjunto de las estructuras de pensamiento teológico que ha adoptado como apóstol cristiano.
Quiere decir que mucho de lo que se ha escrito, respecto al centrode la teología paulina, no considera adecuadamente la naturaleza de sus escritos tal cual nos han llegado. No es posible determinar razonablemente la importancia relativa de la cruz y del Espíritu Santo en el pensamiento de Pablo, simplemente sumando la cantidad de veces que utiliza cada palabra. Pueden haber existido importantes razones pastorales para hablar más de un tema que del otro, aun cuando el otro pudiera ocupar un lugar más central en su pensamiento.
Aun así, es necesario analizar todas las ocasiones en que aparecen. Por ejemplo términos comocruz”, “crucificado”, “muerte” y “sangre”, para entender la función que esas referencias desempeñan en el pensamiento de Pablo.
Aun la noción del centro en el pensamiento de Pablo puede resultar engañosa. Exigiría de él una organización de su teología, con sucesivas subordinaciones a jerarquías, algo que a él bien podría haberle resultado extrañamente abstracto, y hasta repulsivo. De cualquier manera,centro no resulta un término preciso; necesita ser definido con más claridad.
Lo que es posible argumentar es que la justificación es el centrodel pensamiento de Pablo, en el sentido de que determina el momento de cambio en la relación de una persona para con Dios, y es, en consecuencia, el concepto fundamental del que dependen todas las otras bendiciones relacionadas con la salvación.
Pero, centro, podría definirse de manera ligeramente diferente, e insistirse en que la cruz, la cristología, o la gloria de Dios, u otra media docena de temas, son los centrales para Pablo.

7) Pero si la naturaleza ocasional de las cartas del Nuevo Testamento trae consigo problemas de interpretación, a otro nivel la tarea del creyente en Cristo es mucho más fácil de lo que de otro modo sería.
Si los autores de las cartas hubiesen elegido, en cambio, escribir volúmenes teológicos, esto indudablemente sería gratificante para los cristianos intelectuales. Pero las cartas, tal cual las tenemos, no sólo estimulan el pensamiento y aumentan la comprensión, sino que enfocan a la totalidad de la vida.
Las cartas abordan temas éticos, consideran actitudes pastorales, lo más profundo de las emociones humanas, la conciencia, la voluntad, la moral y la verdad. Encontramos tiernas expresiones de gratitud en Filp., un anhelo profundo y lleno de amor en 1 Ts., una indignada reprobación mezclada con amor sufriente en Gál., un clamor apasionado en Heb., etc.
Esto es, sin duda, como debiera ser. Porque la Biblia, y no menos las cartas, fue dada no simplemente para informar a la mente, sino para transformar la vida. Estas cartas constituyen un medio divino, dado por pura gracia, de permitir que la presencia de Dios alcance a hombres y mujeres que, de otro modo, estarían perdidos y abandonados.
Por lo tanto, el desafío de la interpretación nunca debe ser uno meramente intelectual. Debe ser una parte de nuestro llamamiento como creyentes en Cristo, como pecadores justificados, como discípulos que confiesan a Jesucristo como Señor.

Concluyó:

La forma epistolar no era un mero recurso literario elegido por lo adecuado que podía ser para una exposición doctrinal. Desde el inicio de la era cristiana, fueron elevadas a la misma posición que los otros escritos sagrados:
·    En el año 68 d.C. Pedro afirmaba que las epístolas de Pablo formaban parte de las Escrituras (2 P. 3:15-16); y
·   en el año 115, Policarpo cita al mismo tiempo los Salmos y la epístola a los Efesios como igualmente pertenecientes a las Sagradas Escrituras.

Los títulos de las epístolas no figuraban en la redacción original; se añadieron más tarde; no aparecen en los primeros mss., y no forman parte del texto inspirado. La mayor parte de estos títulos proceden del primer versículo.
El de la epístola a los Hebreos, sin embargo, procede de su tenor, por cuanto su carácter muestra que estaba especialmente dirigida a los cristianos procedentes del judaísmo.

___________
Notas y Bibliografía:
[1] epistole = (ἐπιστολή, G1992), primariamente un mensaje (de epistelo = enviar a), y por ello una carta, epístola. Se usa en forma singular (p.ej., Hechos 15:30); en forma plural (por ejem., Hechos 9:2; 2 Cor.10:10). «Epístola es un término menos común para carta. Una carta permite más libertad al que la escribe, tanto en temática como en expresión, que un tratado formal. Una carta es por lo general algo ocasional; esto es, se escribe como consecuencia de una circunstancia que demanda ser tratada con celeridad. El estilo de una carta depende mayormente de la ocasión que la demanda» (de Notes on Thessalonians, por Hogg y Vine, p. 5). Se tiene que hacer una amplia distinción entre carta y epístola:
Ø Lo primero, es esencialmente un producto espontáneo dominado totalmente por la imagen del lector, sus simpatías e intereses; instintivamente también en la propia alma del escritor. Se trata virtualmente de la mitad de un diálogo imaginario, en el que las respuestas suprimidas de la otra parte dan forma al fluir de lo que se escribe;
Ø lo segundo (la epístola), tiene un alcance general, dirigiéndose a todo aquel a quien le pueda interesar; es como un discurso público y pretende la publicación. (J. V. Bartlet, en Hastings’Bible Dictionary). (VINE).
En 2 P.3:16, Gel apóstol Pedro incluye las Epístolas de Pablo como parte de las Escrituras inspiradas por Dios.
[2] 1. gramma = (γράμμα, G1121) denota primariamente aquello que es trazado o dibujado, un dibujo; luego, aquello que está escrito:
(a) un carácter, letra del alfabeto (2 Cor.3:7: «con letras», lit., «en letras»; Gal.6:11); aquí la referencia no es a la longitud de la epístola. Pablo nunca usa gramma, ni en singular ni en plural, para denominar sus epístolas; para ello usa epistole, Nº 2. Habla aquí del tamaño de las letras escritas por su propia mano, probablemente desde este versículo hasta el final, por cuanto el uso del tiempo pasado «he escrito» es, en lengua griega, el equivalente a nuestro «estoy escribiendo». Además, la palabra para «letras» se halla aquí en dativo, grammasin, «con (qué grandes) letras»;
(b) escrito, documento escrito, una «cuenta» (Lucas 16:6-7);
(c) una carta, en correspondencia (Hech.28:21);
(d) las Escrituras del AT. (2 Tim.3:15);
(e) conocimiento (Juan 7:15: «saber letras»; Hechos 26:24: «las muchas letras»); en los papiros se habla a menudo de los analfabetos como no conociendo letras, «lo cual nunca significa nada más que la incapacidad de escribir» (Moulton y Milligan);
(f) «la letra», los mandamientos escritos de la Palabra de Dios, en contraste a la operación interna del Espíritu Santo bajo el nuevo pacto (Rom.2:27; 2:29; 7:6; 2 Cor.3:6);
(g) los libros de Moisés (Juan 5:47). Véanse CUENTA, ESCRITO, ESCRITURA, LETRA. (VINE).
-   D. A. Carson. Sword-the. LEDD.
-   Pastor: Carlos Ramírez Jiménez. 16//10//2017.



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