Parte I:
LA JUSTICIA
IMPARTIDA; SANTIFICACIÓN, SEPARACIÓN:
(Romanos 6:-8:39)
Muertos
Al Pecado:
“¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la
gracia abunde?... En ninguna manera. Porque los
que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?... ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en
Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?... Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el
bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del
Padre, así también nosotros andemos en vida nueva… Porque si fuimos
plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo
seremos en la de su resurrección…”.
(Romanos 6:-8:39)
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
Introducción:
La justicia como Forma de Vida Cristiana ante Dios. Los
Capítulos 6:1-8:39. Hasta ahora Pablo ha puesto de relieve que Dios es justo (3:26) y que
otorga justicia a
los que creen (3:22).
A la pregunta de
cómo llega el hombre a ser Justo delante de Dios, ha respondido: “No por obras sino por la confianza en Dios” (4:1-8).
Pero el que posee la Justicia que Dios otorga debe vivir una vida Justa. Pablo
muestra ahora qué significa esto:
· Primero, ciertas ideas erróneas respecto a su enseñanza
acerca de la Gracia.
· Luego, muestra que en la lucha contra el pecado, el
Creyente no debe condenar la Ley.
Describe el Pecado como a un Tirano Poderoso que no se puede derrotar
con sólo el Esfuerzo Humano. Pablo concluye esta sección indicando cómo
se puede alcanzar la Victoria.
I. Los
Principales De La Santificación; La Cuestión De La Licencia. Romanos 6:1-23:
1.1. ¿Continuaremos
En El Pecado? Rom.6:1-14.
6:1-23.
Libertad De La Esclavitud Al Pecado:
La insistencia de Pablo, en cuanto a que los cristianos que están
justificados serán infaliblemente salvos de la ira de Dios (Romanos 5:9, 10), a
causa de su transferencia en unión con Cristo al reino de la gracia y de la
vida (Romanos 5:12-21), genera la pregunta respecto del pecado en la vida del cristiano.
¿No tiene el pecado poder como para interrumpir este proceso, para
evitar que el creyente justificado obtenga la gloria y salvación final? En el
cap. 6 Pablo trata con esta pregunta, y la responde afirmando que los creyentes
no sólo están librados en Cristo de la pena del pecado —justificados— sino
del poder del pecado también: santificados.
Sin minimizar la continua amenaza que presenta el pecado para
vivir cristianamente, Pablo insiste en que el creyente en Cristo ha sido
colocado en una relación absolutamente nueva con el pecado, una relación en la
cual el pecado ya no tiene poder para “señorear” sobre nosotros, tenernos esclavizados a él (ver vv. 6, 14, 18,
22).
A través de este capítulo (y, como veremos, en el siguiente) Pablo
describe la experiencia cristiana en términos de la transferencia de un “régimen” o “reino” a
otro.
El
llegar a ser un cristiano, afirma Pablo, significa ser liberado del antiguo
régimen dominado:
· por Adán[1]
(Romanos 5:12-21),
· el pecado[2] (cap.
6),
· la ley[3] (cap. 7), y
· la muerte[4] (cap.
8); y
Ser introducidos al nuevo régimen dominado
por Cristo (Romanos 5:12-21; 7:1-6),
· la justicia[5] (cap.
6),
· el Espíritu[6] (Romanos
7:6; 8),
· la gracia[7] (Romanos
6:14, 15), y
· la vida[8] (Romanos
5:12-21; 6:4; 8:1-13).
1.2. ¿Continuaremos Pecando? Rom.6:15-21.
6:1-14. “Muertos
al pecado” a Través De La Unión Con Cristo.
La inmediata ocasión para la discusión de Pablo sobre el cristiano
y el pecado es su aseveración en Romanos 5:20b: “Pero
en cuanto se agrandó el pecado, sobreabundó la gracia”.
Pablo mismo plantea la pregunta que indudablemente tuvo que
responder muchas veces, como resultado de su insistencia en el poder de la
gracia de Dios:
¿Permaneceremos [los
creyentes en Cristo] en el pecado para que abunde la gracia?
(1) Pablo rechaza
enfáticamente cualquier inferencia en ese sentido —¡de ninguna manera!—
explicando la razón de su rechazo, con la idea clave del capítulo: Hemos muerto al
pecado.
(2). Lo que Pablo quiere
decir con esto se hace claro a medida que desarrolla el concepto en el resto
del capítulo: ya no somos esclavos del pecado (6,
17, 18, 22); el pecado ya no se enseñoreará de
nosotros (14a).
En consecuencia, el estar “muertos al pecado” no significa ser
insensibles a sus tentaciones, porque Pablo establece claramente que el pecado
sigue siendo para el cristiano una atracción con la cual es necesario batallar todos
los días (ver v. 13).
Más bien, significa ser librado de la absoluta tiranía del pecado,
de aquella condición en la cual el pecado gobierna sin oposición, la condición
en la cual todos vivíamos antes de nuestra conversión (ver Romanos 3:9).
NOTA: V.2: En
ninguna manera: Lit., no sea. La gracia no puede ser
explotada para fines malos. A causa de nuestra unión con Cristo, estamos
muertos al pecado y vivos para Dios (v.11), La
nueva vida moral está basada en:
1) nuestra
unión con Cristo
(6:1-14),
2) en
nuestra servidumbre a la justicia (6:15-23); y
3) en
la nueva unión matrimonial que tenemos con Cristo (7:1-6).
Hemos muerto al pecado. La
muerte es separación, no extinción:
1) La
muerte física es la separación entre el cuerpo y el espíritu (Stg. 2:26).
2) La
muerte espiritual es la separación entre una persona y Dios (Ef.2:1).
3) La muerte al pecado es la separación del poder dominante del
pecado en nuestra propia vida (Rom.6:14).
Como resultado de esta muerte al pecado, ya no podemos vivir en él (2b);
porque el pecar de manera habitual revela la tiranía del pecado, una tiranía de
la cual el creyente ha sido liberado.
Los
vv. 3-5 revelan el medio por el cual hemos “muerto al pecado”: a
través de la unión con Jesucristo en su muerte.
El rito cristiano de iniciación, el bautismo en agua, nos coloca
en una relación con Cristo Jesús y específicamente con la muerte de Cristo (3).
Esta “unión” con
Cristo no es un fundir místicamente nuestro ser con el de Cristo, sino una
relación “jurídica” en la cual Dios nos ve en asociación con su Hijo, y por lo tanto,
nos aplica a nosotros los beneficios ganados por su Hijo. Puede decirse, por
tanto, que por el bautismo fuimos sepultados juntamente con él
en la muerte [la
muerte de Cristo].
Lo que Pablo quiere decir con esto no es que, al ser sumergidos
bajo el agua, nuestro bautismo simbolice simplemente la muerte y sepultura de
Cristo, porque Pablo aclara que fuimos sepultados “con” él, y no simplemente “como” él.
Está diciendo que nuestra fe, simbolizada por el bautismo, nos lleva a una
relación con el acto mismo de la sepultura de Cristo. ¿Por qué esta referencia
al acto de la sepultura de Cristo?
En otras partes Pablo incluye este acto como un elemento clave en
el evangelio que él predica: “Porque en primer lugar os he enseñado lo
que también recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las
Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme a las
Escrituras” (1
Corintios 15:3, 4; comp. también Colosenses 2:12).
Aquí en el cap. 6 Pablo afirma que los creyentes en Cristo han sido identificados con
Cristo de una manera tal que experimentan en sí mismos cada uno de estos acontecimientos: hemos “muerto con Cristo” (8; comp. vv.
3-6); hemos sido “sepultados juntamente con él” (4); “viviremos
con él” (8; comp. vv. 4, 5).
Es esta identificación concreta con estos acontecimientos claros del proceso de la redención lo
que otorga al creyente en Cristo una nueva
relación con el poder del pecado. El énfasis central del argumento de Pablo es claro: dado que la muerte de
Cristo en sí fue una “muerte para el pecado” (10), nuestra
participación en su muerte (3-6) significa que nosotros, también, hemos “muerto al pecado” (2).
El bautismo, tal como se especifica en el v. 4, es el medio (la
palabra gr. es dia) por
el cual entramos en relación con estos acontecimientos. Algunos intérpretes consideran
que Pablo puede estar refiriéndose al bautismo “en
el Espíritu”
pero esto es improbable. Es mejor entender a Pablo como utilizando el bautismo
en agua como una expresión “taquigráfica” de la experiencia de
conversión inicial del creyente.
El NT., presenta de manera consecuente al bautismo en agua, como
un componente fundamental de la conversión (ver por ejem. Hechos 2:38; 1 Pedro
3:21). Esto no significa que el bautismo en y por sí mismo tenga el poder de
convertir o de llevarnos a una relación con Cristo.
Es únicamente en la medida en que vaya de la mano con una fe
genuina, que tiene algún significado, y lo que Pablo escribió en los caps. 1—5
establece de manera clara que es, en última instancia, esta fe la que constituye
el elemento crucial en el proceso. (Sobre el bautismo en el NT., y en este
pasaje, ver especialmente G. R. Beasley-Murray, Baptism in the New Testament
[Eerdmans, 1962]).
[Nota del Editor: El cap. 6 da
lugar a varias interpretaciones; una de las más aceptadas es que el “bautismo” aquí se refiere al bautismo en el Espíritu que se efectúa en el momento en que uno
se arrepiente y confía en Cristo como su salvador, o sea, la experiencia
inicial de salvación. De acuerdo con esto el bautismo en agua se realiza después como un símbolo
de muerte a la vida pasada (sepultado
con Cristo), y de haber resucitado con él (levantado del agua) para andar en vida nueva].
Nuestra unión con Cristo en la muerte y en la sepultura significa
que podemos andar en novedad de vida (4).
No sólo hemos sido librados de la tiranía del pecado, sino que también hemos
recibido nuevo poder para obediencia a través de nuestra participación en el
poder de la resurrección de Cristo.
Esto
es lo que Pablo quiere señalar en el v. 5:
Ø la participación en la muerte de Cristo significa;
Ø también
participación en su
resurrección.
Algunos consideran que, como en Efesios 2:6 y Colosenses 2:12;
3:1, Pablo presenta aquí nuestra resurrección con Cristo como una experiencia
pasada.
Pero los tiempos futuros, tanto en el v. 5 (lo seremos)
como en el v. 8 (viviremos), indican como más probable
que Pablo hable aquí de nuestra resurrección concreta con Cristo como futura,
en tanto que en la actualidad es el poder de la resurrección de Cristo lo que
está obrando dentro de nosotros (cf. v. 11: vivos para Dios).
Los
vv. 6, 7 y 8-10 desarrollan, respectivamente, los aspectos de nuestra unión con
Cristo relacionados con su “muerte” y “resurrección”. Nuestro
viejo hombre (6)
rescata del cap. 5 la figura de nuestra identidad corporativa. Hace referencia
a nuestra identificación con “el viejo hombre”, Adán, destacando “no aquella parte de mí, llamada mi antigua naturaleza, sino la
totalidad de mi persona, tal cual era antes de mi conversión” (John Stott, Men Made New = Los Hombres Renovados [IVP, 1966], p. 45).
Como resultado de nuestra crucifixión con Cristo, este cuerpo del
pecado, la persona total bajo el dominio del poder del pecado, ha sido “reducido a la impotencia” (es preferible esta traducción marginal de la BA que la de sea
destruido que hallamos en el texto de la RVA y en otras traducciones). Como
resultado, ya no necesitamos ser esclavos del pecado.
Confirmando esta conclusión, Pablo cita una conocida máxima
rabínica en el sentido de que la muerte cercena el control del pecado sobre una
persona.
Los vv.
8-10 refuerzan la relación entre morir con Cristo y vivir con él,
declarada en el v. 5, y proveen un vínculo vital en el argumento de Pablo, al
describir la muerte de Cristo como una muerte “para
el pecado” (o
al pecado). Aunque sin pecado él mismo, Cristo no obstante estuvo sujeto al
poder del pecado en virtud de su encarnación, y su muerte le libró para siempre
de ese poder. El párrafo concluye con un resumen y una aplicación.
Debemos apropiarnos de nuestra identificación con Cristo en su
muerte, y actuar en base a ella, si es que ha de ser eficaz en atenuar el poder
del pecado en nuestras vidas. De modo que Pablo nos exhorta a reconocer quiénes
somos en Cristo (11), y a poner en efecto esa nueva identidad al destronar el
pecado en nuestra conducta diaria (12, 13).
Esta victoria sobre el pecado es posible, nos recuerda Pablo en un
resumen de los vv. 1-10, porque el pecado no se enseñoreará de vosotros (el uso
del tiempo futuro hace hincapié en que nunca habrá momento en que el pecado
vuelva a tomar dominio sobre nosotros).
Porque ya no estamos bajo la ley —es
decir, bajo el régimen de la ley mosaica en el cual el pecado se “agrandó”
(Romanos 5:20) y produjo ira (4:15)— sino bajo la gracia: el nuevo
régimen inaugurado por Cristo, en el cual “la gracia [reina] por la justicia para vida eterna” (Romanos 5:21; para un contraste similar entre “ley” y “gracia”,
ver Juan 1:17).
6:15-23. Librados
Del Poder Del Pecado, Para Servir a La Justicia.
Al igual que en Romanos 6:1-14, este párrafo tiene como detonante
una pregunta relacionada con algo que Pablo acaba de decir. Su afirmación de
que el creyente en Cristo no está “bajo la ley, sino bajo la gracia” (14b), podría implicar
que ya no hay reglas que el cristiano necesite obedecer, ni más condena por
pecado alguno que él o ella efectivamente cometa.
La
respuesta de Pablo es similar a su enseñanza en los vv. 3-10:
· pecar de manera habitual manifestaría
un estado de esclavitud al pecado (16),
· un estado del cual todo creyente en
Cristo ha sido librado (17, 18).
Pablo está seguro de que los creyentes romanos han experimentado
en sí mismos esta nueva libertad del pecado, porque, les dice, habéis
obedecido de corazón a aquella forma de enseñanza a la cual os
habéis entregado (17b).
Al expresar el tema con estas palabras Pablo está sugiriendo, al
mismo tiempo, que los creyentes en Cristo, liberados de la ley mosaica, están,
no obstante, ligados por un código autoritativo, una “forma
de enseñanza” que
en algunos aspectos es similar a la de la ley mosaica (ver Romanos 2:20). Los
cristianos tienen una nueva obligación.
Los
vv. 17-23 lo explican como un desarrollo de lo que Pablo ha dicho antes en
el capítulo. La libertad del pecado, afirma Pablo, no quiere decir que los
creyentes sean autónomos, viviendo sin un Señor y sin obligaciones.
Indica más bien una nueva esclavitud: pero a
la justicia (18, 19) y a Dios (22).
Al igual que Jesús, Pablo insiste en que la verdadera “libertad” se
halla únicamente en una relación con el Dios que nos creó (Juan 8:31-36).
Únicamente al doblar la rodilla ante Dios puede una persona llegar
a ser lo que fue la intención original de Dios para con ella: “justa”
(ajustándose a las normas de conducta dadas por Dios) y “santa” (una vida centrada en Dios,
y que renuncia al mundo). Y la consecuencia de éstas es la vida
eterna en Cristo Jesús Señor nuestro (23;
comp. v. 22).
II. La
Práctica De La Santificación; La Cuestión De La Ley. Romanos 7:1-25:
2.1. ¿Está
El Creyente Bajo La Ley? Rom. 7:1-6.
7:1-25.
Libertad De La Esclavitud a La Ley.
La idea principal en este capítulo es muy similar a la del
capítulo anterior. Así como en el cap. 6 los cristianos, por medio de la unión
con Cristo, “mueren al pecado” y se convierten en “esclavos de Dios”
obteniendo como beneficio la santidad, en el cap. 7, por medio del cuerpo de
Cristo, han muerto a la ley y se unen con Cristo para
poder llevar fruto para Dios (4).
Pablo sugiere que la ley mosaica, como el pecado, es en cierta
forma un “poder” del viejo régimen de la historia de la salvación, del cual los
cristianos deben ser liberados para que puedan disfrutar la vida en el nuevo
régimen de justicia y vida inaugurada por Jesucristo. El Apóstol ha sugerido ya
esta idea en Romanos 6:14, 15.
Estos versículos le presentan la ocasión inmediata para tratar el
tema del cap. 7.
El primer párrafo (1-6) presenta el énfasis central del capítulo.
Pero la perspectiva negativa de Pablo sobre la ley mosaica en esos versículos
lo lleva a agregar una importante digresión, en la cual afirma el origen divino
y la bondad de la ley, y discurre sobre la forma en que la ley ha llegado a
tener un efecto tan negativo sobre la historia de la salvación (7-25).
7:1-6. Liberados
De La Ley; Unidos a Cristo.
El paso del cristiano del reino de la ley al reino de Cristo es el
punto central de esta sección (4). Pablo lleva a este punto con un recordatorio
sobre la naturaleza de la ley: que tiene poder sobre las personas
solamente mientras ellas viven. La “ley” a la que se refiere Pablo
podría ser la ley romana (Käsemann) o la ley en general (Sanday- Headlam), pero
es probable que se refiera a la ley mosaica (la mayoría de los eruditos).
Los
vv. 2 y 3 ilustran la verdad de este principio presentando la analogía de
un matrimonio. Aunque algunas veces se han hallado en esta ilustración
detalladas comparaciones con la experiencia cristiana, Pablo simplemente
pretende dejar en claro dos cosas: la muerte corta la relación de la persona
con la ley, y la liberación de la ley permite que una persona se una a otra.
Estos
son los conceptos que ahora Pablo aplica teológicamente en el v. 4.
Ø Por medio de nuestra relación con Cristo
en su muerte en la cruz (por medio del cuerpo de Cristo), hemos muerto a la
ley, es
decir, hemos sido liberados de su atadura (ver Romanos 6:2).
Ø Bajo el viejo régimen de la historia de la salvación la ley
mosaica regía sobre los judíos, y, por extensión, sobre todas las personas (comp. Romanos 2:14).
Regía la relación de pacto entre Dios y su pueblo, y dado que
demandaba obediencia sin dar el poder para obedecer, tuvo el efecto de encerrar
al pueblo bajo el poder del pecado y la muerte (ver Romanos 4:15; 5:20; 6:14,
15; Gálatas 3:21-25). Es únicamente al ser liberados del régimen de la ley que
podemos también ser liberados del pecado y unirnos a Cristo en el nuevo régimen
en el que podemos llevar fruto para Dios.
Véase Parte II.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario