CON RELACIÓN A LA LEPRA:
LEVÍTICO 13–14:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
Cuando
nuestro Señor ministraba en la tierra, curó leprosos (Mt. 10:8; 11:5; Mr.
1:40–45; Lc. 17:11–19). A esto se le decía limpiamiento, puesto que se miraba a
la lepra como una contaminación además de una enfermedad.
Al
leproso se le excluía de la sociedad normal y se le prohibía que entrara al
templo. Estos dos capítulos de Levítico se refieren a la lepra como un cuadro
del pecado, e ilustran lo que Cristo ha hecho para limpiar a los pecadores.
(Nótese:
que la palabra hebrea que se traduce «lepra[1]» se podría aplicar a
varias enfermedades de la piel[2]).
I.
Las Características Del Pecado (Levíticos
13):
Nótense: las características de la lepra y cómo es un cuadro del pecado:
A.
Es Más Profundo
Que La Piel (v. 3).
La
lepra no era sólo una erupción superficial; era mucho más profunda que la piel.
¡Cuán parecido
al pecado! El problema no está en la superficie. Mucho más profundo
que la piel, el problema yace en la naturaleza pecadora humana.
La
Biblia no tiene nada bueno que decir respecto a la carne (la vieja naturaleza), porque
nuestra naturaleza pecadora es la fuente de muchos de nuestros problemas:
· Los pecadores no pueden
cambiar con remedios superficiales;
· necesitan el cambio de sus
corazones.
· Véanse Jeremías 17:9;
Romanos 7:18; Salmo 51:5 y Job 14:4.
B. Se Esparce
(v. 7).
La
lepra no era una llaga aislada en alguna parte del cuerpo; tenía una manera de
esparcirse y contagiar a todo el cuerpo. El pecado también se esparce: empieza con un pensamiento, luego sigue un
deseo, después un acto, luego los terribles resultados (Stg. 1:13–15).
Lea
2 Samuel 11 y vea cómo el pecado se diseminó en la vida de David:
Ø dejó su ejército cuando
debería haber estado luchando;
Ø permitió que sus ojos se
fijaran en la mujer de su prójimo;
Ø codició;
Ø cometió adulterio;
Ø mintió;
Ø emborrachó a Urías, su prójimo; y
Ø por último asesinó al hombre.
C. Contamina
(vv. 44–46).
Esto
significa, por supuesto, impureza ceremonial; a los leprosos no se les permitía
participar en los servicios religiosos. Se les obligaba a marcarse como
leprosos y a gritar:
· «¡Inmundo!
¡Inmundo!», para advertir a
los que le rodeaban.
Cualquiera
que tocaba a un leproso también quedaba contaminado. Esta es la tragedia del
pecado: ensucia la mente, el corazón, el cuerpo y todo lo que toca.
Un
pecador puede contaminar a toda la casa; piense en Acán (Jos. 7). Jamás ninguno
fue más limpio por el pecado, porque el pecado es el gran contaminador de la
humanidad.
D.
Aísla
(v. 46).
«Habitará solo». Qué palabras tan
tristes. «Fuera
del campamento», en el lugar de rechazo era el único sitio para el
leproso. El pecado siempre aísla a las personas.
Les
separa de su familia, amigos, y finalmente, de Dios. Cuando Cristo fue hecho
pecado por nosotros clamó: «¿Por qué me
has abandonado?»:
Ø El pecado separa a las
personas de Dios; y
Ø en esto consiste el infierno.
E. Destina a Las Cosas Para El Fuego (v.
52).
Cualquier
prenda de vestir que se hallaba contaminada con lepra debía quemarse. Hay un
solo lugar para el pecado y ese es en el fuego del juicio. Jesús describe el
infierno como un lugar donde el fuego nunca se extingue (Mt. 9:43–48).
Es
triste pensar en millones de «leprosos espirituales» que se consignan al fuego
eterno del juicio debido a que nunca han confiado en Cristo como su Salvador. ¡Cuán importante es que le digamos al mundo las buenas
nuevas del evangelio! La gente puede reírse del pecado, excusarlo, o
tratar de disculparlo, más para Dios el pecado es serio.
II.
La Limpieza Del Pecador (Levíticos 14):
Este
capítulo explica el rito del limpiamiento ceremonial de los leprosos para que
pudieran incorporarse de nuevo a la sociedad.
A.
El Leproso
Acude Al Sacerdote (v. 3).
Por
supuesto, al leproso se le impedía entrar en el campamento, de modo que el
sacerdote tenía que «salir del campamento».
¡Qué cuadro de Cristo que vino a nosotros y murió!
«Fuera del campamento» para que
podamos ser salvos (Heb. 13:10–13).
Nosotros
no lo buscamos, sino que Él vino a buscar y a salvar lo que se había perdido
(Lc. 19:10).
B. El Sacerdote Ofrece
Los Sacrificios (vv. 4–7).
Esta
ceremonia es un hermoso cuadro de la obra de Cristo. El sacerdote
tomaba una de las aves, la colocaba en una vasija de barro y entonces la
mataba. Por supuesto, las aves no se crearon para vivir en vasijas, sino para
volar en los cielos. Cristo voluntariamente dejó el cielo y se hizo de un
cuerpo, poniéndose a sí mismo, por así decirlo, en una vasija de barro para
morir por nosotros.
Nótese: que se mataba al ave sobre agua corriente, un cuadro del
Espíritu Santo. El sacerdote entonces tomaba el ave viva, la sumergía en la
sangre del ave muerta y la dejaba en libertad. Aquí tenemos una vívida
ilustración de la resurrección de Cristo. Jesús murió por nuestros pecados y
resucitó, y tomó la sangre (hablando espiritualmente) al regresar al
cielo para que nosotros pudiéramos ser limpios del pecado. Por último, el
sacerdote rociaba un poco de sangre sobre el leproso, porque «sin derramamiento
de sangre no hay remisión» (Heb. 9:22).
C. El Leproso Se Lava y Espera (vv. 8–9).
El
sacerdote ya le había pronunciado limpio, de modo que era aceptado en lo que a
Dios concernía, pero ahora tenía que hacerse ritualmente aceptable. Este lavamiento
es un cuadro del creyente limpiándose de las inmundicias de la carne y del
espíritu (2 Cor. 7:1).
Después
que somos salvos, es nuestra responsabilidad mantener nuestras vidas sin mancha
y santas por amor a Él.
Nótese: que la espera
del leproso era hasta el octavo día, porque ocho es el número de la
resurrección, el nuevo comienzo.
D. El Leproso Ofrece
Sacrificios (vv. 10–13).
Ahora
está de nuevo en el campamento a la puerta del tabernáculo. Ofrece una ofrenda
por la transgresión, una por el pecado y un holocausto. La ofrenda por el
pecado resolvía su contaminación; el holocausto representaba su renovada
dedicación a Dios.
¿Por qué se ofrecía la ofrenda por la transgresión? Debido a
que mientras estuvo inmundo, el hombre no pudo servir a Dios como debía y tenía
con Dios una gran deuda. La ofrenda por la transgresión era su única manera de
resarcir el daño hecho por esa etapa de su vida desperdiciada. Todo pecador
perdido le roba a Dios el honor debido a su nombre y cada día la deuda aumenta.
E. El Sacerdote Aplica
La Sangre y El Aceite (vv. 14–20).
Esta
es una parte conmovedora del ritual. El sacerdote tomaba de la sangre y la
aplicaba a la oreja y los pulgares de la mano y el pie derechos del hombre,
simbolizando que su cuerpo entero había sido ahora comprado y que le pertenecía
a Dios. Tenía que escuchar la Palabra de Dios, trabajar para la gloria de Él y
andar en sus caminos.
Entonces
el sacerdote ponía aceite en la sangre, simbolizando el poder del Espíritu de
Dios para hacer la voluntad de Dios. La sangre no podía ponerse en el aceite;
el aceite debía ponerse en la sangre. Porque donde se ha aplicado la sangre el
Espíritu puede obrar. El resto del aceite se derramaba sobre la cabeza del
hombre y así era ungido para su nueva vida.
Si
lee Levítico 8:22–24 verá que una ceremonia similar se realizaba para la
consagración de los sacerdotes. En otras palabras, Dios trataba al leproso como
lo haría con un sacerdote.
Por
supuesto, todo esto se logra hoy mediante la fe en Jesucristo. Él
salió «fuera del
campamento» para hallarnos. ¡Murió y resucitó para salvarnos! Cuando confiamos
en Jesucristo,
Él
aplica la sangre y aceite a nuestras vidas, y nos restaura a la comunión con
Dios. Un día un leproso le dijo a Cristo:
«Si quieres, puedes limpiarme».
Él
contestó: «Quiero.
Sé limpio». Véase Marcos 1:40–45. Cristo quiere y puede salvar.
___________
Notas:
[1] H6883
צָרַעַת = tsaraát: de H6879; lepra:- lepra. (Strong).
Clase Para
Domingo.
Lea Su
Biblia, Lea Su
Biblia, Lea Su Biblia.
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