2 Reyes:
REINADO DE: OCOZÍAS Y JORAM:
MINISTERIO DE: Elías & Eliseo:
2 REYES 1–4:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
Los ministerios de Elías y Eliseo a menudo se han puesto en
contraste.
Elías
fue un profeta fogoso que aparecía de súbito y con dramatismo, mientras que
Eliseo fue un profeta pastor que ministró a la gente de una manera personal.
Elías
pertenecía a las escabrosas montañas, Eliseo a los pacíficos valles.
Elías
fue un siervo solitario, mientras que Eliseo disfrutaba del compañerismo con la
gente.
En general, Elías fue un profeta de juicio que procuró hacer volver a la nación a Dios, mientras que Eliseo fue un ministro de gracia que llamó a «un remanente» antes de que la nación fuera destruida.
I. Eliseo Sucede a Elías (1–2):
A.
El Juicio De Fuego (Capítulo 1).
Los
últimos tres versículos de 1 Reyes 22 nos informan que el rey Ocozías era un
hombre malo cuyo corazón no se conmovió ante los recientes juicios de Dios.
Ahora vemos que ni la rebelión de Moab ni las heridas por su caída hicieron que
Ocozías se arrepintiera. Es más, incluso envió a preguntar a los dioses paganos
si sobreviviría o no.
El
Señor instruyó a Elías que enviara a los mensajeros de regreso con el mensaje
verdadero del Señor: el rey moriría. Entonces Elías
partió; véase en Juan 12:35–36 un paralelo del NT. Antes que someterse al Dios de
Elías, el rey trató de matar al profeta, pero fuego del cielo consumió a sus
hombres.
Este
juicio vino del Señor. Elías no lo hizo. El motivo del profeta era
glorificar a Dios; véase en Lucas 9:51–56 un mal uso de este suceso por parte
de los discípulos.
La
tercera compañía de soldados se humilló (por miedo, no por fe) y Dios los aceptó. Sin
temor, Elías le dio al rey su mensaje de ruina, y el rey murió.
B.
El Carro De Fuego (Capítulo 2).
En
1 Reyes 19:20 Eliseo prometió seguir a Elías fielmente; y esto lo hizo a pesar
de las oportunidad para dejarlo. Había servido a su amo alrededor de diez años
cuando le se le dijo a Elías que iba a dejarlo. Si Eliseo hubiera tomado el
camino fácil y se hubiera quedado atrás, se hubiera perdido toda la bendición
de los versículos 9–15. Vale la pena ser fiel a su llamamiento.
En
cuanto a la «doble
porción» del versículo 9, véase Deuteronomio 21:17. Años antes Elías
quiso morir en el desierto. Qué maravilloso que Dios no honró su petición. En lugar
de eso, el profeta fue llevado al cielo en un torbellino. Dios siempre da lo
mejor a los que le dejan a Él la elección.
Debido
a que Eliseo vio su amor partiendo y glorificado, recibió una doble porción del
Espíritu. En el versículo 12 Eliseo compara a Elías con los ejércitos de
Israel: él
era más importante para la seguridad de la nación que los caballos y carros. Véase
también 13:14. Eliseo tomó el manto de Elías (véase 1 R. 19:19) y se atrevió a
confiar en Dios para hacer lo imposible. Es una cosa cruzar el Jordán con
Elías, pero otra muy diferente marchar por fe por uno mismo. Cuando usted
confía en «el
Señor Dios de Elías», no necesita a Elías también. Este primer
milagro les demostró a los jóvenes en la escuela de profetas que Eliseo era en
verdad el profeta de Dios y le honraron.
Sin
embargo, no estaban seguros de a dónde se había ido Elías realmente. Los versículos
16–18 nos narran su incredulidad y necedad. Es una ilustración de la gente de
hoy que duda de la resurrección y ascensión corporal de Cristo y de quienes
cuestionan el futuro Arrebatamiento de los santos. La sanidad de las aguas por
la sal es un contraste marcado al milagro de Elías de detener la lluvia tres
años y medio.
Los
versículos 23–25 han sido enigma para la gente. Tenga presente
que estos eran jóvenes, no niños, y por consiguiente eran responsables de sus
acciones. Bet-el era un foco de idolatría (1 R. 12:28–33); este lugar sagrado
fue profanado y los jóvenes en realidad ridiculizaban la Palabra de Dios y a
los siervos de Dios. El hecho de que cuarenta y dos de ellos anduvieran juntos
sugiere un plan organizado.
Llamar
al profeta «calvo»
era una de las formas más bajas de insultar y la palabra «sube» señala la manera en que
ridiculizaban el arrebatamiento de Elías al cielo.
Los osos los destrozaron, pero no sabemos si alguno de los jóvenes murió. Fue una reprensión divina sobre la actitud ligera de hombres malos que debían saber más.
II. Eliseo Salva a La Nación (Capítulo 3)
Fue
un pecado que Josafat de Judá se aliara con el perverso hijo de Acab, pero lo
hizo. Los dos se aliaron a Edom (otro enemigo) para luchar contra los moabitas.
Joram de Israel tuvo que unirse con Judá y Edom debido a que sus ejércitos
tenían que cruzar sus tierras para atacar a Moab.
Es
triste, pero su jornada fue un fracaso y se les acabó el agua. Josafat
acudió a Eliseo y al Señor, y el profeta reconoció al descendiente de David,
pero rehusó reconocer al impío heredero de Acab (vv. 13–14). Dios proveyó
milagrosamente agua de las zanjas que cavaron y también hizo huir al enemigo
delante de ellos.
El relato termina con una nota extraña; el impotente rey de Moab ofreció a su hijo en holocausto, y Judá y Edom se indignaron tanto contra Israel (Joram) que se retiraron de la batalla y se fueron. Para empezar, no debían haberse aliado a Joram. Fue el fiel profeta de Dios, no el rey malvado, quien salvó a la nación.
III. Eliseo Sirve Al Pueblo (Capítulo 4):
Durante
sus «años
ocultos» Elías ayudó al pueblo, pero esto no fue su principal
ministerio. Elías fue fundamentalmente un profeta de fuego; Eliseo fue un «pastor»
y ministró a la gente. Vemos varios milagros que realizó para ayudar a los
necesitados.
A.
La Viuda De
Un Profeta (vv. 1–7).
Véase
Levítico 25:39–46. Los judíos no estaban mostrando misericordia recíproca ni
obedeciendo las leyes del AT., con respecto a la deuda. Dios toma lo que
tenemos y lo usa para suplir la necesidad si confiamos en Él (Éx. 4:2). «Cerrar la puerta»
nos recuerda a Mateo 6:6; nótese: que Eliseo a menudo «cerraba la puerta»
cuando pedía la ayuda de Dios (vv. 21, 33).
Dios
llenó tantas vasijas como la viuda tuvo fe para traer y los que le prestaron
las vasijas también deben haberse beneficiado. «Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta»
(Filp. 4:19).
B.
La Sunamita
(vv. 8–37).
Aquí
aparecen dos milagros:
· Dios le dio a la mujer un hijo
cuando su esposo ya era viejo, y
· Dios le devolvió la vida al
muchacho cuando murió.
Sunem estaba más o menos a doce kilómetros del Carmelo.
Eliseo
pasaba a menudo por esta casa; finalmente lo invitaron a partir el pan con los
esposos. Vemos aquí que el profeta, a diferencia de Elías, se inclinaba a
socializar. Podemos
ver aquí un paralelo entre Juan el Bautista y Cristo:
Ø Juan era como Elías, vivía solo;
Ø Pero Cristo era como Eliseo,
visitaba los hogares y disfrutaba al comer con la gente.
La mujer
tenía verdaderos valores espirituales, porque hizo una habitación especial en
el terrado para el profeta visitante:
la «cámara del profeta». Para
recompensarla, Dios le dio un hijo. Pero el hijo se enfermó en el campo (¿insolación?)
y lo llevaron muerto a la casa. Sin embargo, la madre no se desesperó; de
inmediato partió hacia el Carmelo a buscar al profeta.
No
quiso tratar con Giezi, el criado del profeta, y cuando el criado trató de
resucitar al muchacho, fracasó. Quizás se debió a la codicia que ya anidaba en
su corazón y que se manifestó más tarde (5:20ss).
Nótese: que Giezi incluso trató de librarse de ella (v. 27; véanse Mt. 14:15 y 15:23).
Eliseo
mismo tuvo que hacer el viaje para levantar al muchacho. El versículo 34 es una
hermosa ilustración del esfuerzo y amor que se requiere para ganar un alma,
porque Eliseo «murió» con el muchacho
mientras oraba por él. Véase 1 R. 17:21ss.
C.
La Escuela
De Profetas (vv. 38–44).
Esta
tal vez la inició Samuel (1 Sam. 10:10) y la continuó Elías (1 R. 20:35). No
todos los jóvenes eran hombres de fe y es posible que había «escuelas apóstatas»
rivales en la tierra; véase 2:23–25. El hambre en la tierra significa falta de
alimento, de modo que los jóvenes predicadores estaban haciendo un guisado. Uno
de los estudiantes estaba insatisfecho con el menú, de modo que fue a buscar
algunas verduras para mejorarlo. Ninguno de los otros sabía lo suficiente en
cuanto a comida como para rechazar las hierbas venenosas que trajo. El sabor les
advirtió del peligro y su oración hizo que Eliseo interviniera: añadió la harina y sanó el potaje. Triste como
suena, en muchas universidades, «escuelas de profetas» e incluso en algunas
iglesias, hay «muerte
en la olla». Lo único que curará la dieta venenosa es el alimento puro
de la Palabra de Dios.
En los versículos 42–44 hallamos otro problema: había buen alimento a mano, pero no el suficiente. Eliseo multiplicó la comida para saciar las necesidades de todos los hombres. Véase Juan 6. Sin duda, Eliseo el profeta fue un hombre de milagros. Sin importar la necesidad, Dios pudo obrar por medio de él y satisfacerla. Dios «es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos» (Heb. 13:8). ¡Confiemos en Él!
Estudios para el Domingo.
Lea Su Biblia, Lea Su Biblia, Lea Su
Biblia.
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