martes, 25 de agosto de 2020

EL JUSTIFICADO ES LIBRE DE LA CONDENACIÓN DE LA LEY: (Romanos 7:1-25)

 

EL JUSTIFICADO ES LIBRE DE LA CONDENACIÓN DE LA LEY:

(Romanos 7:1-25)

“¿Acaso ignoráis, hermanos (pues hablo con los que conocen la ley), que la ley se enseñorea del hombre entre tanto que éste vive?... Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del maridoAsí que, si en vida del marido se uniere a otro varón, será llamada adúltera; pero si su marido muriere, es libre de esa ley, de tal manera que, si se uniere a otro marido, no será adúlteraAsí también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para DiosPorque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas que eran por la ley obraban en nuestros miembros llevando fruto para muertePero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra…”.

(Romanos 7:1-25)

Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:

Ayuda Ministerial:

I.     El Puesto De La Ley En La Vida Del Creyente:

El apóstol anticipa ahora una pregunta que inevitablemente ha de surgir. ¿Cuál es la relación del cristiano con la ley? Quizá Pablo tenía especialmente en mente a los judíos creyentes al responder a esta pregunta, por cuanto la ley había sido dada a Israel, pero los principios se aplican igual a los creyentes gentiles que insensatamente quieren ponerse bajo la ley como norma de vida tras haber sido justificados.

Ahora veremos que la muerte asimismo termina con el dominio de la ley sobre los que estaban bajo ella.

El término ethos, costumbre, se retuvo para la ley no escrita, en tanto que nomos vino a ser el nombre establecido para la ley* en tanto que decretada por un estado y establecida como la norma para la administración de la justicia.

Ayuda Hermenéutica:

*LEY: nomos = (νόμος G3551) relacionado con nemo, dividir, distribuir; significaba primariamente aquello que es asignado; de ahí, uso, costumbre, y luego ley, ley prescrita por costumbre, o por estatuto.

7:1   Este versículo está relacionado con 6:14: «No estáis bajo la ley, sino bajo la gracia».

La relación es: «Deberíais saber que no estáis bajo ley —¿o acaso ignoráis que la ley se enseñorea del hombre sólo entretanto que éste vive? —». Pablo se está refiriendo a los que están familiarizados con los principios fundamentales de la ley, y que por ello deberían saber que la ley no tiene nada que ver con una persona muerta.

7:2 Para ilustrar esto, Pablo muestra cómo la muerte deshace el contrato matrimonial.

Una mujer está ligada por la ley matrimonial al marido mientras éste vive. Pero si el marido muere, ella queda libre de esa ley.

7:3     Si en vida del marido se une a otro varón, esa mujer será culpable de adulterio.

Pero si su marido muere, es libre para volver a casarse, sin que incurra en culpa alguna.

7:4   Al aplicar esta ilustración, no debemos apremiar cada detalle con una literalidad exacta.

Por ejemplo, ni el marido ni la mujer representan a la ley. El punto de la ilustración es que, así como la muerte rompe la relación matrimonial, igual la muerte del creyente con Cristo rompe la jurisdicción de la ley sobre él. Observemos que Pablo no dice que la ley haya muerto. La ley sigue teniendo un ministerio válido para producir convicción de pecado.

Y recordemos que cuando dice «nosotros» en este pasaje, está pensando en los que eran judíos antes de que acudiesen a Cristo. Hemos muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, y aquí el cuerpo se refiere a que Él entregó Su cuerpo en la muerte:

v Ya no estamos unidos a la ley;

v Ahora estamos unidos a un Cristo resucitado.

Un matrimonio ha quedado disuelto por la muerte, y se ha formado otro nuevo. Y ahora que somos libres de la ley, podemos llevar fruto para Dios.

7:5 Esta mención de fruto trae a la mente la clase de fruto que dábamos cuando estábamos en la carne.

La expresión en la carne evidentemente no significa «en el cuerpo». En la carne aquí es descriptivo de nuestra posición antes que fuésemos salvos. Entonces, la carne era la base de nuestra posición delante de Dios. Dependíamos de lo que éramos o de lo que pudiésemos hacer para ganar aceptación para con Dios. En la carne es lo opuesto de «en Cristo». Antes de nuestra conversión, éramos gobernados por las pasiones pecaminosas despertadas por la ley.

No se trata de que la ley las originase, sino que al nombrarlas y prohibirlas suscitaba el intenso deseo de actuar conforme a ellas. Estas pasiones pecaminosas encontraban expresión en nuestros miembros físicos, y cuando cedíamos a la tentación, producíamos un fruto envenenado que resulta en la muerte. En otras partes el apóstol habla de este fruto como las obras de la carne: «Adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, celos, explosiones de ira, contiendas, divisiones, sectarismos, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a éstas» (Gál. 5:19–21).

7:6   Entre las muchas y maravillosas cosas que suceden cuando somos convertidos es que somos hechos libres de la ley.

Esto es un resultado de haber muerto con Cristo. Por cuanto Él murió como nuestro Representante, nosotros morimos con Él. En Su muerte Él cumplió todas las demandas de la ley al pagar su terrible pena. Por ello, quedamos libres de la ley y de su inevitable maldición. No puede haber una doble pena.

El pago Dios no exigirá dos veces:

Ø Primero de la ensangrentada mano de mi Fiador,

Ø Y de mi parte después. Augustus M. Toplady

Ahora somos libres para que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra. Nuestro servicio está motivado por el amor, no por el temor; es un servicio de libertad, no de esclavitud. Ya no se trata de adherirse de manera esclavizada a minuciosos detalles de formas y ceremonias, sino del gozoso derramamiento de nosotros mismos por la gloria de Dios y las bendiciones de otros.

7:7    Por todo esto, podría parecer que Pablo es crítico frente a la ley.

Había dicho que los creyentes están muertos al pecado y muertos a la ley, y esto podría haber creado la impresión de que la ley es mala. Pero la cosa está bien lejos de ser así. En

7:7–13 Pasa a describir el importante papel que la ley jugó en su propia vida antes de ser salvo.

Enfatiza que la ley misma no es pecaminosa, pero que revela el pecado en el hombre. Fue esta ley lo que le convenció de la terrible depravación de su corazón. En tanto que se comparaba con otras personas, se sentía bastante respetable. Pero en cuanto las demandas de la ley de Dios se le hicieron reales, con poder de convicción, se quedó sin habla, condenado. El mandamiento concreto que le reveló de manera particular su pecado fue el décimo:

v No codiciarás.

v La codicia tiene lugar en la mente.

Aunque el apóstol Pablo no hubiese cometido ninguno de los pecados más patentes y repulsivos, se daba cuenta ahora de que su vida mental estaba corrompida. Comprendía que los pensamientos malos eran pecaminosos, tanto como las malas acciones. Tenía una vida mental contaminada. Su vida externa puede haber sido relativamente irreprensible, pero su vida interna era una cámara de horrores.

 

7:8   El pecado, tomando ocasión por medio del mandamiento, produjo en mí toda clase de concupiscencia.

Concupiscencia aquí significa codicia. Cuando la ley prohíbe toda clase de codicia mala, la naturaleza corrompida del hombre es inflamada tanto más hacia ello. Por ejemplo, la ley dice:

Ø «No debes imaginar en tu mente toda clase de placenteros encuentros sexuales. No debes vivir en un mundo de fantasías concupiscentes».

La ley prohíbe una vida mental sucia, vil, de pensamientos sugerentes.

Pero, desafortunadamente, no da el poder para vencer. El resultado es que la gente bajo la ley queda más envuelta en un mundo fantasioso de impureza sexual que nunca antes. Llegan a darse cuenta de que siempre que un acto queda prohibido, la naturaleza caída quiere hacerlo más. «Las aguas hurtadas son dulces, y el pan comido en oculto es suave» (Pr. 9:17). Relativamente hablando, sin la ley el pecado está muerto. La naturaleza pecaminosa es como un perro aletargado. Cuando llega la ley y dice: «No lo hagas», el perro despierta y se lanza desenfrenado, haciendo de manera abusiva todo lo que está prohibido.

7:9   Antes de quedar convicto bajo la ley, Pablo vivía; es decir, su naturaleza pecaminosa estaba relativamente aletargada, y estaba gloriosamente ignorante del hoyo de iniquidad en su corazón.

Pero venido el mandamiento, es decir, cuando vino sobre él con una convicción aplastante, su naturaleza pecaminosa fue totalmente desatada. Murió tocante a cualquier esperanza de alcanzar la salvación por lo que respectaba a su propio carácter o esfuerzos. Murió a cualquier pensamiento de su propia e inherente bondad. Murió a todo sueño de quedar justificado por guardar la ley.

7:10   Descubrió que el mismo mandamiento que era para vida en realidad le resultó para muerte.

Pero, ¿qué significa que el mandamiento era para vida? Esto probablemente se retrotrae a Levítico 18:5, donde Dios dijo: «Por tanto guardaréis mis estatutos y mis ordenanzas, los cuales haciendo el hombre, vivirá por ellos. Yo Jehová». Idealmente, la ley prometía vida a los que la guardasen. El aviso fuera de la jaula de un león dice: «Manténgase apartado de los barrotes». Si se obedece, el mandamiento trae vida. Pero al niño que desobedece y se arrima para acariciar al león, trae muerte.

7:11 Una vez más, Pablo enfatiza que la ley no era la culpable.

Era el pecado que moraba en él lo que le incitaba a hacer lo prohibido por la ley. El pecado lo seducía a pensar que a fin de cuentas el fruto prohibido no era tan malo, que le daría felicidad, y que podría salirse con la suya. Sugería que Dios le estaba privando de placeres que eran para su bien. Así, el pecado le mató en el sentido de que dio muerte a sus mejores esperanzas de merecer o ganar la salvación.

7:12 La ley en sí misma es santa, y cada mandamiento santo, justo y bueno.

En nuestra mente hemos de tener siempre presente que no hay nada de malo con la ley. Fue dada por Dios y es por ello perfecta como expresión de Su voluntad para Su pueblo. La debilidad de la ley residía en «la materia bruta» con la que había de trabajar. Fue dada a un pueblo que eran ya pecadores. Necesitaban la ley para darles el conocimiento del pecado, pero más allá de esto necesitaban un salvador que les liberase de la pena y del poder del pecado.

7:13 Lo que es bueno hace referencia a la ley, como se expresa de manera específica en el versículo precedente.

Pablo suscita la pregunta: «¿Es que la ley vino a ser muerte para mí?», lo que significa: «¿Es acaso la ley la culpable, sentenciando a Pablo (y a todos nosotros) a muerte?». La respuesta es: «¡En ninguna manera El culpable es el pecado. La ley no originó el pecado, sino que mostró el pecado en toda su fea pecaminosidad. «Por medio de la ley es el conocimiento del pecado» (3:20b).

¡Pero esto no es todo! ¿Cómo responde la naturaleza pecaminosa del hombre cuando la santa ley de Dios le prohíbe hacer algo? La respuesta es bien conocida. ¡Lo que puede haber sido un deseo aletargado se transforma ahora en una ardiente pasión! Así, por el mandamiento el pecado llega al extremo de la pecaminosidad. Podría parecer que hay una contradicción entre lo que Pablo dice aquí y en 7:10. Allí dijo que encontró que la ley trae muerte. Aquí niega que la ley le fuese muerte.

La solución es ésta: La ley por sí misma no puede ni mejorar la vieja naturaleza, por una parte, ni por la otra hacer que peque. Puede revelar el pecado, lo mismo que el termómetro revela la temperatura. Pero no puede controlar el pecado, como un termostato sí puede controlar la temperatura. Pero lo que sucede es esto. La caída naturaleza humana del hombre quiere hacer instintivamente todo lo que está prohibido.

De modo que emplea la ley para despertar las concupiscencias por otra parte aletargadas de la vida del pecador. Cuanto más lo intenta el hombre, tanto más empeora, hasta que por fin es llevado a desesperar de toda esperanza. De esta manera el pecado usa la ley para hacer morir en él toda esperanza de mejora. Y ve la abrumadora pecaminosidad de su vieja naturaleza como nunca la había visto antes.

7:14 Hasta este punto el apóstol había estado describiendo una experiencia del pasado en su vida —es decir, la traumática crisis cuando sufrió una profunda convicción de pecado bajo al ministerio de la ley.

Ahora cambia al tiempo presente para describir una experiencia que tuvo desde su nuevo nacimiento, esto es, el conflicto entre las dos naturalezas y la imposibilidad de encontrar por sus propias fuerzas liberación del poder del pecado morador:

v Pablo reconoce que la ley es espiritual;

v Es decir, que es santa en sí misma y adaptada al beneficio espiritual del hombre.

Pero se da cuenta de que es carnal porque no está experimentando en su vida la victoria sobre el poder del pecado morador. Está vendido bajo el pecado (RVR77, margen). Tiene la sensación de que es vendido como esclavo con el pecado como su amo.

7:15 Ahora el apóstol pasa a describir la lucha que tiene lugar en un creyente que no conoce la verdad de su identificación con Cristo en muerte y resurrección.

Es el conflicto entre las dos naturalezas en la persona que asciende al Monte Sinaí en busca de santidad. Harry Foster explica:

Aquí tenemos a un hombre que intenta alcanzar la santidad mediante el esfuerzo personal, debatiéndose con todo su poder para cumplir el mandamiento «santo, justo y bueno» (v. 12), sólo para descubrir que cuanto más se debate, tanto peor se vuelve su condición. Es una batalla perdida, y no es sorprendente, porque no está en el poder de la naturaleza humana caída conquistar al pecado y vivir en santidad.

Observemos cuán insistentemente habla en primera persona: Yo, , , me, yo mismo: ¡estos términos aparecen más de veinticinco veces en los versículos 9–25, sin tener en cuenta todos los verbos en primera persona del singular en el pasaje! Las personas que pasan por esta experiencia de Romanos 7 se han sumido excesivamente en sí mismos. Son absolutamente introspectivos, buscando la victoria en el yo, donde no se puede encontrar.

Tristemente, la mayor parte del moderno aconsejamiento psicológico cristiano centra la atención del aconsejado en sí mismo y por ello complica los problemas en lugar de solucionarlos. Las personas han de saber que han muerto con Cristo y que han resucitado con Él para andar en novedad de vida. Entonces, en lugar de tratar mejorar la carne, la relegarán al sepulcro de Jesús. Al describir la lucha entre las dos naturalezas, Pablo dice: no comprendo mi proceder.

Es una personalidad dividida, un doctor Jeckyll y Mr. Hyde. Se descubre dándose a cosas que no quiere hacer, y practicando cosas que aborrece.

7:16 Al cometer así actos que su mejor criterio condena, se pone del lado de la ley contra sí mismo, porque la ley los condena también.

De modo que da su asentimiento interior a que la ley es buena.

7:17 Esto lleva a la conclusión de que el culpable no es el nuevo hombre en Cristo, sino la naturaleza pecaminosa y corrompida que mora en él.

Pero aquí hemos de ser cuidadosos. No debemos excusar nuestros pecados pasando la culpa al pecado morador. Somos responsables de lo que hacemos, y no debemos usar este versículo para «quitarnos el muerto de encima». Todo lo que está haciendo Pablo aquí es seguir la fuente de su conducta pecaminosa. No excusarla.

7:18 No puede haber progreso en santidad hasta que aprendamos lo que Pablo aprendió aquí —que, en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien—.

La carne aquí significa la naturaleza malvada y corrompida que es heredada de Adán y que sigue estando en cada creyente. Es la fuente de cada mala acción que una persona lleva a cabo. No hay nada de bueno en ella. Cuando aprendemos esto, quedamos liberados de buscar bien alguno en la vieja naturaleza. Nos libra de sentirnos frustrados cuando no encontramos bien alguno ahí.

Y nos libra de ocuparnos con nosotros mismos. No hay victoria en la introspección. Como dijo el piadoso escocés, Robert Murray McCheyne, por cada mirada que hacemos a nuestro propio interior, deberíamos mirar diez veces a Cristo. Para confirmar la inutilidad de la carne, el apóstol lamenta que, aunque tiene el deseo de hacer lo que es bueno, no tiene en sí mismo los recursos para transformar estos deseos en acción. El problema es que está echando el ancla dentro de la barca.

7:20   Este versículo lo podríamos parafrasear de la siguiente manera:

«Y si lo que no quiero (lo que no quiere la nueva naturaleza), eso es lo que hago (lo que hace la vieja naturaleza), ya no lo obro yo (la persona), sino el pecado que mora en mi interior». De nuevo se ha de clarificar que Pablo no se está excusando ni rechazando su responsabilidad. Sencillamente, está declarando que no ha encontrado liberación del poder del pecado que mora en él, y que cuando peca, no lo hace con la anuencia del nuevo hombre.

7:21 Encuentra un principio o ley obrando en su vida y que hace que todas sus buenas intenciones acaben en un fracaso.

Cuando quiere hacer lo que está bien, acaba pecando.

7:22  Por lo que toca a su nueva naturaleza, se deleita en la ley de Dios.

Sabe que la ley es santa, y que es expresión de la voluntad de Dios. Quiere hacer la voluntad de Dios.

7:23. Pero ve un principio contrario obrando en su vida, luchando contra la nueva naturaleza, y haciendo de él un cautivo del pecado que mora en sus miembros. George Cutting escribe:

·      La ley, aunque se deleita en ella según el hombre interior, no le da poder.

·      En otras palabras, está intentando cumplir lo que Dios ha declarado ser una absoluta imposibilidad:

Ø es decir, sujetar la carne a la santa ley de Dios—.

·      Encuentra que la carne se ocupa de las cosas de la carne, y que es la enemistad misma contra la ley de Dios e incluso contra el mismo Dios.

7:24 Ahora Pablo emite su famoso y elocuente gemido.

Se siente como si tuviese un cuerpo en descomposición atado a sus espaldas. Este cuerpo, naturalmente, es la vieja naturaleza con toda su corrupción. En su miseria, reconoce que es incapaz de liberarse por sí mismo de esta ofensiva y repugnante esclavitud. Necesita ayuda de alguna fuente externa.

7:25. El estallido de acción de gracias con el que se inicia este versículo puede ser comprendido al menos de dos maneras.

Puede significar: «Gracias doy a Dios, que la liberación viene por medio de Jesucristo nuestro Señor», o puede que sea un aparte en el que Pablo da las gracias a Dios por medio de Jesucristo nuestro Señor de que ya no es el miserable hombre del versículo precedente.

El resto del versículo recapitula el conflicto entre las dos naturalezas antes que se lleve a cabo la liberación. Con la mente renovada, o la nueva naturaleza, el creyente sirve a la ley de Dios, más con la carne (o vieja naturaleza) a la ley del pecado. Y no es hasta el siguiente capítulo que encontramos explicado el camino de la liberación.

II.      En El NT., Se Usa: Ley: Ayuda Hermenéutica:

1.1.   De ley en general (por ejemp., Rom.2:12, 13, expresándose allí un principio general relacionado con la ley; v. 14b; 3:27: «¿Por cuál ley?», esto es, «¿Por razón de qué tipo de principios, ha sido excluida la jactancia; 4:15b; 5:13, refiriéndose al período entre la transgresión de Adán y la promulgación de la ley; 7:1a); contra aquellas gracias que constituyen el fruto del Espíritu «no hay ley» (Gal. 5:23).

«El objetivo ostensible de la ley es el de reprimir las malas tendencias naturales del hombre en su estado caído; pero en la experiencia la ley no solo resulta ineficaz, sino que en realidad provoca una mayor actividad en estas tendencias. La intención del don del Espíritu es impulsar al creyente a una vida en la que las tendencias naturales no tengan lugar, y producir en él las tendencias contrarias. La ley, por ello, no tiene nada que decir en contra del fruto del Espíritu; por tanto, el creyente no solo no se encuentra bajo la ley (v. 18), sino que la ley no haya lugar en su vida, en tanto que, y hasta allí donde, sea conducido por el Espíritu» (de Notes on Galatians, por Hogg y Vine, p. 298).

1.2.  De una fuerza o influencia conduciendo a la acción (Rom.7:21, 23a), «otra ley» (jeteros, en el sentido de «diferente»).

1.3. De la ley de Moisés, la ley del Sinaí:

 1) Con el artículo determinado (por ejemp., Mt.5:18; Jn.1:17; Rom.2:15, 18, 20, 26, 27; 3:19; 4:15; 7:4, 7, 14, 16, 22; 8:3, 4, 7; Gál. 3:10, 12, 19, 21, 24; 5:3; Ef.2:15; Filp.3:6; 1 Tim.1:8; Heb.7:19; Stg.2:9);

 2) Sin el artículo, destacándose con ello la ley de Moisés en su carácter como ley (por ejemp., Rom.2:14a; 5:20; 7:9, donde el acento en la cualidad recae en el hecho de que «el mismo mandamiento que era para [que él creía que sería un medio de] vida», en realidad era «para [tenía el efecto de revelar su verdadero estado de] muerte»; 10:4; 1 Cor.9:20; Gál. 2:16, 19, 21; 3:2, 5, 10a, 11, 18, 23; 4:4, 5, 21a; 5:4, 18; 6:13; Filp.3:5, 9; Heb.7:16; 9:19; Stg.2:11; 4:11).

Con relación a la afirmación de Gál. 2:16 de que «el hombre no es justificado por las obras de la ley», la ausencia de artículo antes de nomos indica la afirmación de un principio, «por obediencia a ley», pero es evidente que lo que está a la vista es la ley de Moisés. Aquí el apóstol está manteniendo que someterse a la circuncisión involucra la obligación a guardar toda la ley.

La circuncisión pertenece a la parte ceremonial de la ley, pero, en tanto que la ley de Moisés se puede dividir entre lo ceremonial y lo moral, no se hace tal división, y ni tan solo se asume, en las Escrituras. La afirmación mantiene la libertad del creyente ante la ley de Moisés en su totalidad como medio de justificación.

1.4. Por metonimia, de los libros que contienen la ley:

1) Del Pentateuco (por ejemp., Mt.5:17; 12:5; Lc.16:16; 24:44; Jn.1:45; Rom.3:21; Gál. 3:10);

2) De los Salmos (Jn.10:34; 15:25); de los Salmos, Isaías, Ezequiel y Daniel (12:34); de los Salmos e Isaías (Rom.3:19, con los vv, 10-18); Isaías (1 Cor.14:21); de todo ello se puede deducir que «la ley» en su sentido más inclusivo era un título alternativo para referirse a «las Escrituras». Las siguientes frases especifican leyes de varios tipos:

a) «La ley de Cristo» (Gál. 6:2), esto es, bien dada por Él, como en el Sermón del Monte y en Jn.13:14, 15; 15:4, o la ley o principio mediante el cual vivió el mismo Cristo (Mt.20:28; Jn.13:1). No se trata de verdaderas alternativas, porque la ley impuesta por Cristo fue siempre aquella por la cual Él mismo vivió en los «días de su carne».

Él confirmó la ley como siendo de autoridad divina (comp. Mt.5:18); sin embargo, Él dio una norma más elevada de vida que la obediencia rutinaria a la entonces vigente versión legal de la ley, norma que, sin anular la ley, Él encarnó en su propio carácter y vida (véase, por ejemp., Mt.5:21-48). Esta rotura con el legalismo se ve especialmente en relación con la parte ritual o ceremonial de la ley en su aspecto más amplio. Él se mostró superior a todas las interpretaciones humanas de la ley;

 b) «La ley de la fe» (Rom.3:27), esto es, un principio que exige solo fe de parte del hombre;

 c) «La ley de mi mente» (Rom.7:23), aquel principio que gobierna la nueva naturaleza en virtud del nuevo nacimiento;

 d) «La ley del pecado» (Rom.7:23), el principio mediante el cual el pecado ejerce su influencia y poder a pesar del deseo de hacer lo recto; «del pecado y de la muerte» (8:2), siendo la muerte el efecto;

 e) «La… ley… de la libertad» (Stg.1:25; 2:12), término inclusivo de todas las Escrituras, no una ley obligatoria impuesta desde fuera, sino encontrando una obediencia bien dispuesta a través del deseo y delicia del ser renovado que está sometido a ella. Este considera sus interioridades y se deleita en sus enseñanzas. Está «bajo la ley (ennomos, «en ley», implicándose en ello unión y sumisión) de Cristo» (1 Cor. 9:21; comp., por ejemp., Salm.119:32, 45, 97; 2 Cor.3:17);

 f) «La ley real», en el sentido de «regia» (Stg.2:8), esto es, la ley del amor, regia en la majestad de su poder, la ley de la que dependen todas las demás leyes (Mt.22:34-40; Rom.13:8; Gál. 5:14);

 g) «La ley del Espíritu de vida» (Rom.8:2), esto es, el principio animador por el cual el Espíritu Santo actúa como el Impartidor de vida (comp. Jn.6:33);

 h) «Una ley de justicia» (Rom.9:31), esto es, un principio general presentando la justicia como el objeto y resultado de guardar una ley, particularmente la ley de Moisés (comp. Gál. 3:21);

 i) «La ley del mandamiento carnal» (RV; RVR: «conforme a la descendencia»), esto es, la ley concerniente al sacerdocio aarónico, que designaba a hombres condicionados por las circunstancias y limitaciones de la carne. En la Epístola a los Hebreos la ley es considerada especialmente en relación con el contraste entre el sacerdocio de Cristo y el establecido bajo la ley de Moisés y en relación con el acceso a Dios y la adoración.

  En estos respectos la ley «nada perfeccionó» (7:19). Con esto, se declara, «queda abrogado el mandamiento anterioryhay la introducción de una mejor esperanza». Esta queda establecida bajo el «nuevo Pacto», pacto este que queda instituido sobre la base de «mejores promesas» (8:6).

Notas:

(1)  En Gál. 5:3, la afirmación de que la aceptación de la circuncisión constituye al hombre deudor para cumplir «toda la ley» considera a la ley como constituida por mandamientos separados, cada uno de ellos esencial para el conjunto, y proclama la unidad de la ley; en el v. 14, la afirmación de que «toda la ley» se cumple en el solo mandamiento del amor considera los mandamientos separados como combinados para constituir una sola ley.

(2) En Rom.8:3, «lo que era imposible para la ley» es, lit., «la incapacidad (adunaton, neutro del adjetivo adunatos, incapaz, utilizado como nombre) de la ley». Esto puede referirse bien a «la debilidad de la ley» o «aquello que era imposible para la ley», como traduce la RVR. Esta última traducción es la preferible; el significado viene a ser el mismo en efecto. La ley ni podía dar libertad de la condenación ni impartir vida.

(3) Para la aparente diferencia entre la enseñanza de Pablo y la de Santiago con respecto a la ley, véase bajo.

(4)   Para nomodidaskaloi, «doctores de la ley» (Lc.5:17, y en singular en Hech.5:34; 1 Tim.1:7).

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Bibliografía:

- Sword-the. LEDD.

- Mcdonald, William. Comentario Bíblico.

- Biblia de Estudio RYRIE.

- Pastor: Carlos Ramírez Jiménez. 25-08-2020. Tumbes.

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