VICTORIAS Y DERROTA DE ACAB:
1 REYES 20–22:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez.
Acab ha quedado en la historia como el más perverso rey que Israel jamás tuvo (véanse 1 R. 16:29–33 y 21:25–26). Su esposa pagana, Jezabel, lo gobernaba detrás de la escena e hizo que la adoración a Baal fuera la religión oficial de la tierra. Acab «se había vendido para hacer lo malo» (21:20, 25). En estos capítulos vemos sus pecados y su juicio final de parte de Dios.
I. La Defensa De Acab (1 R.20):
A.
El Desafío
(vv. 1–12).
El
rey de Siria trajo su numeroso ejército, ayudado por otros treinta y dos reyes,
y amenazaba a Samaria. Sus mensajeros exigieron la riqueza y la familia del
rey, y Acab accedió obedecer. Pero cuando quisieron el privilegio de saquear su
palacio, este se negó. Acab trató de dárselas de valiente, pero sabía que el
fin estaba cerca. Si hubiera andado con Dios, podía haberle entregado este
problema a Él, pero Baal fue incapaz de librar al rey.
B.
La Conquista
(vv. 13–30).
El
Señor intervino para salvar al rey y a su pueblo, no porque Acab lo mereciera
(porque de seguro no lo merecía), sino porque Dios tenía causa contra Siria y
el tiempo de su juicio había llegado. El profeta anónimo le dio el mensaje al
aterrorizado rey (v. 13) y la respuesta inmediata de Acab en el versículo 14
indica que creyó en el mensaje. Acab no era un hombre de fe, pero se aferraba a
la última esperanza que se le ofrecía. De inmediato, obedeció a la Palabra del
Señor y envió a su pequeño ejército a enfrentarse a los numerosos ejércitos de
los sirios.
Dios
les dio a los israelitas una gran victoria; entonces el rey mismo salió para
hacerse cargo de la batalla y finalizarla en gran gloria. Los sirios concluyeron
que el Dios de Israel podía ganar victorias en las colinas, pero no en los
valles y llanuras, de modo que planearon otra invasión para el año siguiente.
Una vez más Dios, en su misericordia, envió un mensaje de esperanza al malvado
rey y el Señor le dio a Israel otra tremenda victoria.
C.
El Compromiso
(vv. 31–43).
Lo
que Satanás no pudo lograr con la fuerza, lo hizo con artimañas; porque llevó a
Acab a un impío compromiso con el enemigo. El rey enemigo y sus siervos
pretendieron arrepentirse y humillarse ante el orgulloso Acab, y el vanidoso
rey cayó en la trampa:
«¡Es mi hermano!», dijo de Ben-adad, su
enemigo.
Los dos reyes hicieron un pacto de paz y Acab envió a Ben-adad vivo en abierta desobediencia a la Palabra de Dios. El profeta anónimo, con su cara golpeada por su amigo, esperó para ver al rey y anunciar el veredicto del juicio divino. Al contar la historia del prisionero que escapó, el profeta consiguió que el rey Acab confesara su culpa y dictara su sentencia. (Natán usó este mismo método con David, 2 Sam. 12). Acab mismo moriría junto con muchos de su pueblo debido a que rehusó seguir la dirección de Dios.
Por favor, tenga presente que Dios libró por completo a Israel de sus enemigos por su gracia; el rey no lo merecía, ni tampoco el pueblo. Dios había ya decretado que Acab sería asesinado, no por Ben-adad, sino por Hazael (19:15–17), así que el tiempo no era el apropiado. Dios cumplirá su Palabra y no está apurado para cumplir su voluntad, porque en su misericordia les da a los hombres tiempo para arrepentirse.
II. El Engaño De Acab (1 R.21):
A.
El Pecado
(vv. 1–16).
El
corazón del malo codicia constantemente cosas e incluso el rey no está
satisfecho de su vacía idolatría. Ahora codicia la viña de su prójimo y «se molesta» porque su prójimo no quiere desobedecer
la Palabra de Dios y dársela (véanse Lv. 25:23 y Núm. 36:7).
La reina Jezabel resuelve el problema presentando falsos testigos contra Nabot, falsificando cartas a nombre de su esposo y ocultando todo el complot bajo el disfraz de ayuno religioso. Nabot, un inocente, fue apedreado hasta morir sólo para satisfacer la codicia del rey Acab y su esposa adoradora de Baal. «Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?» (Jr. 17:9).
B.
El Juicio
(vv. 17–29).
Dios
sabía todo lo que había ocurrido y envió a Elías a arreglar el asunto con el
perverso rey. «¿Me
has hallado?», preguntó Acab, y esto nos recuerda a Números 32:23: «Sabed que vuestro pecado os alcanzará». Elías
anunció destrucción para la casa de Acab y al poco tiempo sus profecías se
hicieron realidad (2 R. 9–10).
Acab «se había vendido para hacer lo malo» y por consiguiente tenía que aceptar la paga que se había ganado. El rey se humilló ante el Señor (si fue sincera o hipócritamente, no lo sabemos), así que el Señor pospuso el juicio.
III. La Derrota y Muerte De Acab (1 R.22):
Acab
no derrotó a Siria cuando tuvo la oportunidad, así que el enemigo volvió a
atacarle y al final le mató. De manera similar el rey Saúl falló al no destruir
a los amalecitas y uno de sus jóvenes le mató. Puesto que la hija de Acab
estaba casada con el hijo del rey Josafat (2 Cron. 21:1–7), no sorprende su
alianza con Acab para esta batalla. Nótese que el rey Josafat quería saber la
voluntad de Dios respecto a la
batalla, así que indagó de los profetas que ministraban a Acab.
Por
supuesto, los profetas paganos en su ceguera complacieron los deseos de los dos
reyes y prometieron victoria. Pero las promesas sonaban huecas; Josafat quería
oír a un profeta del Señor. Micaías era el único disponible (y estaba preso),
de modo que enviaron por él y le pidieron su mensaje. En santo sarcasmo Micaías
hizo eco de las promesas de los profetas paganos, pero el rey sabía que fingía.
¿No es extraña
la manera en que el perdido quiere oír del Señor, pero sin embargo no quiere
oír la verdad y obedecerla? Micaías dijo la verdad:
· Se estaban usando a los profetas paganos para decir mentiras, porque el rey Acab moriría en la batalla e Israel sería esparcido.
¿Qué recibió el fiel profeta por su ministerio? Pan y
agua en la prisión. Pero fue fiel al Señor y eso era lo que contaba.
Acab
pensó evadir la muerte disfrazándose, porque los soldados buscarían primero al
rey. (Pablo
sigue esta idea en Efesios
6 al advertirnos a no luchar contra sangre y
carne, sino a batallar contra Satanás mediante la oración y la Palabra. Una vez
que se derrota al rey, el resto es fácil). Josafat entró en la
batalla vestido con sus atuendos reales y el Señor le protegió, pero a Acab con
su disfraz lo mataron. El versículo 34 indica que el soldado disparó la flecha
sin siquiera apuntar y sin embargo el Señor le dirigió al blanco apropiado.
Cuando viene el juicio del Señor, ninguna artimaña ni disfraz protegerá al
pecador.
Israel perdió la batalla y también a su rey:
· Al rey lo sepultaron en Samaria;
· El carro lleno de sangre lo
lavaron en el estanque; y
· Los perros lamieron la sangre, tal como Dios lo prometió (20:42 y
21:19).
Ocozías, el perverso hijo de Acab,
reinó en su lugar y la nación siguió su curso de pecado.
El
rey Acab fue un gran soldado que podía haber llevado a Israel a la victoria y
la paz si hubiera seguido al Señor en verdad, pero su alianza con la adoración
a Baal y la perversa influencia de su esposa impía, le trajeron la derrota. Acab
experimentó la bondad de Dios en las victorias militares y sin embargo rehusó
someterse a la ley.
Se humilló externamente cuando se anunció el juicio e incluso entonces recibió una «dilación en su ejecución», pero su superficial arrepentimiento no duró. Los tres años y medio de sequía y la gran demostración de la gloria de Dios en el monte Carmelo no ablandaron su duro corazón. Se «había vendido para hacer lo malo» y no quiso arrepentirse. Oyó a uno de los más grandes profetas de la historia del AT., Elías, y sin embargo no se arrepintió. Sus veintidós años de reinado sólo alejaron más a la nación de Dios.
Estudios Para El Domingo.
Lea Su Biblia, Lea Su Biblia, Lea Su
Biblia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario