ELÍAS HUYE A HOREB:
1 REYES 19:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
¡Qué contraste tenemos aquí con la escena de victoria en el capítulo 18! Cuán a menudo nuestras pruebas más grandes vienen a continuación de nuestras más grandes bendiciones. Aquí el hombre de fe retira sus ojos del Señor y se convierte en un hombre de temor; sin embargo, a pesar de los fracaso de Elías, Dios tiernamente trata con su siervo.
I.
Dios Refresca a Elías (1 R. 19:1–8):
Santiago
5:17 nos recuerda que Elías era un hombre «con pasiones semejantes», un hombre de barro
sujeto a las mismas pruebas y fracasos como cualquier creyente. ¡Qué extraño que
Elías se enfrentara a ochocientos cincuenta encolerizados profetas y no tuviera
miedo, para luego huir ante las amenazas de una mujer! Es cierto que
había un motivo físico para su fracaso:
· La gran competencia en el
monte Carmelo agotó a Elías y le dejó exhausto emocionalmente.
Los
cristianos harían bien en cuidar mejor sus cuerpos, en especial después de los
períodos de intenso ministerio y sacrificio (comp. Mr. 6:31). Pero la
principal causa para el fracaso de Elías fue espiritual:
Ø Vio a Jezabel y no miró al Señor;
Ø Escuchó las amenazas de ella
y se olvidó de esperar en las promesas de Dios.
Esperó
la orden de Dios en cada paso que dio (17:2, 8; 18:1, 36), pero ahora su temor
le llevó a la impaciencia y está a la desobediencia (Is. 28:16). Ya no
arriesgaba más su vida para la gloria de Dios; antes bien, trataba de salvarla
por causa de sí mismo.
Dios
ordena los pasos de un hombre bueno (Salm. 37:23), pero los del profeta
incrédulo y desobediente sólo lo llevan a peores problemas. Elías huyó a Judá,
se olvidó de que la hija de Acab reinaba allí con Joram (2 R. 8:16–18). Viajó
más de ciento treinta kilómetros a un peligro mayor. Deseando estar solo con su
abatimiento, Elías dejó a su criado allí y se fue al desierto. Es mejor que un
hombre camine con otro, porque «no es bueno que el hombre esté solo».
Por
lo general, la soledad y el abatimiento van juntos. Exhausto física y
emocionalmente, Elías se acostó para dormir, y su «oración junto a la cama» fue: «¡Quítame la vida!»
Moisés elevó esta oración en un momento de gran desaliento (Núm. 11:15) y
también Jonás (Jon. 4:3). Elías tenía sus ojos puestos en sí mismo y lo que
hizo (o no hizo), en vez de mirar al Señor.
Con cuánta gracia el Señor refresca a su siervo. El Señor sabía que Elías necesitaba alimento y descanso, así como un despertamiento espiritual. Elías comió y luego se volvió a dormir. No vemos evidencia de arrepentimiento ni confesión de pecado; parece como si se hubiera dado por vencido. De modo que Dios le alimentó por segunda vez y en esta ocasión Elías se levantó y volvió a emprender su camino. La mano del Señor le guió al monte Horeb, en donde Moisés recibió el llamamiento de Dios (Éx. 3) y donde se dio la ley. Es alentador saber que aun cuando el hijo de Dios anda descarriado y desanimado, Dios lo cuida en su gracia.
II.
Dios Reprende a Elías (1 R. 19:9–18):
La
palabra de Dios vino a Elías en la cueva (v. 9). «¿Qué haces aquí?», es una buena
pregunta para hacérnosla en cualquier momento. La respuesta de Elías reveló de
nuevo el desaliento de su corazón; se sentía como si fuera el único fiel al
Señor en Israel. En lugar de confesar su orgullo y deseo de vindicación
personal, Elías sigue discutiendo su caso ante el Señor, así que Dios tuvo que
usar otros medios para enseñarle y traerlo al lugar de sumisión.
¿Por qué Dios envió el viento, el terremoto y el fuego? Por un
lado, le enseñaba al desalentado profeta que Él tiene muchos instrumentos
disponibles a su alcance. A Dios no le faltan siervos obedientes en toda la naturaleza
(Salm. 148:1–10); sin embargo, los hombres hechos a imagen de Dios no le
obedecen. Qué reprensión debe haber sido esta para el descarriado profeta. Es
más, cuando «el
silbo apacible y delicado» vino después de la tormenta, Dios le
mostró a Elías que su trabajo no siempre se hace de una manera grande y ruidosa.
Los
milagros del monte Carmelo fueron maravillosos, pero la obra espiritual duradera
en la nación debía lograrse por la Palabra de Dios obrando en silencio en los
corazones del pueblo. Elías quería que se hiciera algo sonoro y grande, pero
algunas veces Dios prefiere lo apacible y pequeño. No nos toca a nosotros
dictarle a Dios qué métodos debe usar. Nuestro deber es sólo confiar y
obedecer.
«¡Regresa!», fue la palabra de Dios al profeta después que este trató de defenderse por segunda vez (vv. 14–15). Dios le da otra oportunidad de servir ungiendo a Hazael como el nuevo rey de Siria, a Jehú como el nuevo rey de Israel y a Elíseo como el nuevo profeta. Dios le estaba diciendo a Elías: «Deja de quejarte y lamentarte por lo que te parecen fracasos. Vuelve a tu trabajo». Esto es sin duda un buen consejo.
III.
Dios Reemplaza a Elías (1 R. 19:19–21):
Es
maravillosa la manera en que Dios animó a Elías asegurándole que había siete
mil creyentes fieles en la tierra. Nos preguntamos dónde estaban esos creyentes
cuando Elías se levantó solo en el monte Carmelo. Nunca sabemos cuánto bien nuestro trabajo
ha hecho, pero Dios sí lo sabe, y eso es todo lo que importa:
· El ministerio de Elías se acercaba a su fin;
· Tenía que escoger a su
sucesor y prepararlo para que continuara la tarea de proclamar la Palabra de
Dios.
Esto
también fue un estímulo para Elías, porque ahora sabía que su trabajo
continuaría incluso después de su partida. Hay una lección práctica para nosotros aquí:
Ø Sí esperamos que el Señor nos dé su mensaje por su Palabra
y no salimos huyendo,
Ø Él nos dará el aliento que
necesitamos.
El
primer paso de Elías fue nombrar a Elíseo como su sucesor. Lo hizo al echar
sobre Elíseo su manto (o túnica exterior), mientras este araba en el
campo. Este acto simbolizaba el hecho de que Elíseo sería un profeta con el
mismo poder y autoridad de Elías. Elíseo quiso despedirse de sus seres queridos
y esto se le permitió aun cuando en la mayoría de los hogares tales despedidas
hubieran tomado varios días.
Véase
Lucas 9:61–62. Cuando Dios nos llama, es importante que sigamos al momento y
que no pongamos a otros por delante de Él.
El
hecho de que Elíseo mató los bueyes y usó sus implementos como leña indica cuán
definitivamente rompía con el pasado. Estaba «quemando los puentes detrás de sí»,
por así decirlo. En la fiesta participaron los amigos del vecindario tanto como
la familia de Elíseo; todos vinieron a desearle que le fuera bien en su nuevo
llamamiento. Pero una vez finalizada la fiesta, Elíseo se levantó y siguió a su
maestro y le ministró.
Elías
no ungió a Hazael; Elíseo lo hizo más tarde (2 R. 8:8–15). Fue también Elíseo
el que ungió a Jehú (2 R. 9:1–10). Sin embargo, puesto que Elías ungió a
Elíseo, indirectamente ungió a los otros. Debido a que Eliseo contaba con la
ayuda de otros once hombres al arar (quizás los criados de su padre, v. 19),
sugiere que procedía de una familia acomodada. ¿Ha
notado en la Biblia que por lo general Dios llama a personas muy ocupadas?
v Moisés estaba pastoreando las
ovejas;
v Gedeón estaba trillando el
trigo;
v Pedro, Santiago y Juan
estaban muy atareados en su negocio de pesca;
v Nehemías era el copero del
rey.
Dios no tiene lugar para gente ociosa.
Sin duda, Eliseo dio muestra de fe y rendición al dejar a su familia y hogar, y la riqueza que tal vez heredaría.
Permaneció
en un segundo plano hasta la ascensión de Elías (2 R. 2), en cuyo momento
asumió el ministerio:
Ø El ministerio de Elías fue
de
«terremoto,
fuego y viento»;
Ø Pero Elíseo ministraría como «el silbo apacible
y delicado».
Por supuesto, también habría juicios en su ministerio ya que el pecado siempre debe juzgarse.
Esta
experiencia en la vida de Elías es una buena advertencia contra el desaliento y
el desánimo. Cuando sintamos que no hemos logrado nada, Dios nos revela que nos
ha usado más de lo que nos damos cuenta. Es peligroso pensar que somos los
únicos que tenemos la verdad.
Por supuesto, hubiera sido mejor si los siete mil «ocultos» hubieran asumido su posición junto con el profeta. Es probable que la actitud de amargura de Elías acortara su ministerio. La mejor solución para el desaliento está en Isaías 40:31: Esperar en el Señor.
Estudios para el Domingo.
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