REINADO
DE OSEAS Y JUDA:
1 REYES 17–18:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
Dondequiera que una
nación cae en el pecado y la idolatría, Dios envía profetas para llamarlos a
que vuelvan a la verdadera fe. El profeta no era sólo un «pronosticador»; era también un «proclamador»
que anunciaba el juicio de Dios y exponía los pecados del pueblo. Tal profeta
fue Elías tisbita (nativo del
pueblo de Tisbi), un hombre «sujeto a pasiones semejantes a las nuestras» (Stg.
5:17), y sin embargo con gran valor y fe. En estos dos capítulos vemos a Elías
obedeciendo dos mandamientos del Señor: «Escóndete»
y «muéstrate».
I. Su Ministerio Privado: «Escóndete» (1 R.17):
Lucas
4:25 nos dice que la sequía duró tres años, pero en 1 Reyes 18:1 hallamos que
la competencia en el monte Carmelo se efectúa «en el tercer año». Sin duda la
sequía comenzó seis meses antes de que Elías apareciera de repente en el
palacio de Acab para proclamar que la sequía duraría otros tres años. La falta
de lluvia a menudo era un castigo por los pecados del pueblo (Dt. 11:13–17;
véase 2 Cron. 7:12–15).
Acab
y su malvada esposa pagana Jezabel condujeron al pueblo a la adoración de Baal,
una religión tan degradante que no nos atrevemos a describirla. Los tres años
adicionales de la sequía fueron una respuesta a la oración de Elías (Stg. 5:17).
Después
de dar el mensaje, el profeta se retiró tres años del ministerio público y
durante este tiempo el Señor en su gracia cuidó de él. El siervo obediente
siempre puede depender del cuidado fiel de su Maestro.
Nótense: las tres
disciplinas que Elías experimentó:
A. El Arroyo Seco (vv. 2–7).
Dios
le dijo a Elías exactamente a dónde ir y qué hacer. Véanse
Proverbios 3:5–6 y Salmo 37:3–6. Dios retiró de Israel el ministerio de Elías
como otro castigo por sus pecados (Salm. 74:7–9).
El
Señor le permitió beber del arroyo y todos los días le proveía de pan y carne
entregados por los cuervos. El cuervo es la primera ave mencionada en la Biblia
(Gn. 8:7); era un ave inmunda y sin embargo Dios la usó para ayudar a su
siervo.
Nótese: que
mientras Elías disfrutaba de pan, agua y carne en el lugar designado por Dios,
los cien profetas escondidos en cuevas (18:4) tuvieron que conformarse sólo con
pan y agua. Pero llegó el día cuando el arroyo se secó.
¿Quería esto decir que Elías había pecado o que estaba
fuera de la voluntad de Dios? ¡No! Sencillamente
significaba que Dios tenía otro lugar para él y era un recordatorio a Elías de
que confiara en el Señor y no en el arroyo.
B.
La Vasija
Vacía (vv. 8–16).
La
Palabra de Dios siempre guía al siervo de Dios a un tiempo de prueba. Pero qué
extraño mandamiento:
§ «Vete a territorio
gentil en donde una viuda te alimentará». Véase Lucas 4:22–26.
«Sarepta» significa «refinamiento»; y Dios sin duda
ponía a su siervo en el horno. Imagínese los sentimientos de Elías cuando
descubrió cuán pobre era la viuda y ella estaba a punto de preparar su última
comida. Pero los mandamientos de Dios nunca son errados; porque cuando la viuda
puso a Dios primero (al obedecer los mandamientos de Elías), Dios
proveyó para ella, su hijo y su huésped.
Nótese: en el
versículo 14 que Elías honró al Señor Dios de Israel ante esta mujer gentil.
Todo lo que Dios pide es que le demos lo que tenemos y Él se encargará del
resto. Él puede alimentar a miles con sólo unos pocos panecillos y pescados.
C.
El Muchacho
Muerto (vv. 17–24).
El
arroyo seco fue la prueba para Elías; la muerte del muchacho fue la prueba para
la viuda. Por lo general, a las grandes bendiciones de Dios le siguen grandes
pruebas. Es desafortunado que la fe de la viuda fallara, como se indica en el
versículo 18; véanse en Salmo 119:75 y 1 Samuel 3:18 la manera correcta de
reaccionar a la desilusión y las pruebas.
«Dame acá tu hijo» es la respuesta
de Elías, porque sabía que Dios podía devolver al muchacho la vida. Este es el
primer ejemplo de resurrección en la Biblia. El profeta llevó el cadáver a su
habitación privada (una en el terrado) y allí oró a Dios por la vida
del muchacho.
Nótese: que
agonizaba por el joven e incluso tendió su cuerpo sobre el cadáver. Qué ejemplo
para nosotros hoy, los que procuramos «levantar a los muertos» espirituales. El milagro
produjo un testimonio de fe de parte de la mujer.
II. Su ministerio público: «Muéstrate» (1 R.18):
Después
de la preparación y la prueba en privado, el profeta ahora está listo para su
ministerio público, así que Dios le ordena que vaya a ver al malvado rey Acab
(véase 16:33). Debemos admirar la paciencia de Elías al esperar tres años para
predicar un sermón.
A.
Elías y Abdías (vv. 1–16).
Abdías
es un cuadro del creyente que hace componendas y su vida está en contraste
directo con la de Elías, quien servía al Señor públicamente y sin temor; Abdías
servía a Acab (vv. 7–8) y trataba de servir a Jehová en secreto (vv. 3–4):
Ø Elías estaba «fuera del
campamento» (Heb. 13:13);
Ø Abdías estaba dentro del palacio.
Ø Elías conocía la voluntad de
Dios;
Ø Abdías no sabía lo que pasaba.
Ø Mientras que Elías se
esforzaba por salvar a la nación, Abdías buscaba
pasto para salvar los caballos y las mulas.
Ø Cuando Elías confrontó a Abdías, el atemorizado
siervo no confió en el profeta.
Y
nótese:
que Abdías tuvo que «jactarse»
de su servicio secreto para impresionar a Elías con su devoción (v. 13). Es triste, ¡pero tenemos
demasiados Abdías en estos días y muy pocos Elías!
B.
Elías y Baal (vv. 17–29).
El
profeta no tuvo miedo de enfrentarse al rey Acab; ni tampoco tuvo miedo de
decir la verdad. El malo siempre culpa al creyente por los problemas del mundo;
nunca piensa en culpar sus pecados. La competencia no era entre Elías y Acab.
Era entre Dios y Baal. La nación estaba «claudicando entre dos caminos» y era tiempo de tomar
una decisión (véanse Éx. 32:26; Jos. 24:15; Mt. 12:30). Confrontado con sus
pecados, el pueblo no respondió (v. 21). Elías pidió una situación imposible:
Ø El verdadero Dios contestaría
por fuego.
Por
supuesto, sabía que a menudo Dios había «contestado por fuego» en años pasados (Lv. 9:24; 1
Cron. 21:26). Cuando el siervo de Dios obedece y confía en la Palabra de Dios,
no necesita temer el fracaso. Por supuesto, Baal no podía contestar por fuego
porque Baal no existe. Satanás podía haber enviado fuego para engañar a la
gente (Job 1:16; Ap. 13:13), pero Dios no lo permitiría.
Elías se
burlaba de los profetas de Baal: «El que mora en los cielos se reirá» (Salm. 2:4).
Es asombroso hasta qué perversos extremos van los paganos tratando de conseguir
que sus falsos dioses contesten sus oraciones. Mire el Salmo 115. Cuando llegó
el momento del sacrificio de la tarde (las tres de la tarde), era obvio que
Baal era un dios falso y no podía contestar.
C.
Elías e Israel (vv. 30–46).
Dejar
al descubierto la necedad y pecado de la adoración de Baal no fue sino la mitad
de la tarea de Elías para ese día. Era más importante traer a la nación de
nuevo a la verdadera adoración a Jehová. Elías no trataba sólo de reformar al
pueblo; quería también avivarlo.
Primero,
reparó el altar que el pueblo dejó que se destruyera. Este es el primer paso
para la bendición:
· Reparar el altar personal de
devoción,
· El altar familiar,
· El altar del sacrificio,
y
· La comunión con Dios.
Al
usar doce piedras Elías le recordó a la nación su unidad, porque durante muchos
años la nación había estado dividida. Para hacer imposible que alguien prendiera fuego Elías
hizo vaciar cuatro cántaros de agua tres veces sobre la madera y el sacrificio,
lo cual sería doce cántaros de agua:
Ø El profeta hizo una oración sencilla de fe y el fuego de
Dios consumió la madera,
Ø El sacrificio,
Ø El agua, y
Ø El altar.
Pero
Elías todavía tenía trabajo que hacer. Para empezar, los falsos profetas (850
de ellos, v. 19) tenían que ser degollados; véase Deuteronomio
13:1–5. No es suficiente que reconozcamos que «Jehová es el Dios» (v. 39); también
debemos detestar lo que es malo y eliminarlo de nuestras vidas. El juicio
siempre prepara el camino para la bendición.
NOTA: Deuteronomio
13:1–5. Señal o prodigio. I. e., una
predicción tocante al futuro. Notase que la predicción de un falso profeta
podría muy bien cumplirse. La determinación de si era o no un profeta verdadero
o falso no se hacía sobre esta base, sino en si alejan o no a la gente de Dios.
El éxito de los falsos profetas fue permitido para probar al pueblo de Dios (v.3). Quitarás el mal de en medio de ti (v.5) mediante la pena capital.
Entonces
el profeta le dijo al rey que regresara a su casa, porque la lluvia se
acercaba. Baal era el «dios de la lluvia», pero no podía enviar fuego ni
hacer llover. Al emprender el rey su camino, Elías empezó a orar por lluvia de
la misma manera en que tres años antes oró por la sequía (Stg. 5:17). Sabía
cómo velar y orar (Col. 4:2), y sabía cómo persistir en la oración hasta que
Dios enviara respuesta.
Dios
no envía lluvias de bendición sino hasta que el pecado se ha juzgado. Antes que
pasara mucho tiempo el cielo se oscureció con nubes, el viento empezó a soplar
y las lluvias cayeron. Dios le dio a Elías fuerza sobrehumana para correr
delante del rey y su carro hasta Jezreel.
Lo
que hacemos con Dios en privado es mucho más importante de lo que hacemos por
Dios en público. Nuestra vida oculta nos prepara para nuestra vida pública. A
menos que estemos dispuestos a atravesar tales disciplinas como el arroyo seco,
la vasija vacía y el muchacho muerto, nunca tendremos las victorias del monte
Carmelo. «Los
que esperan a Jehová tendrá nuevas fuerzas» (Is. 40:31).
Estudios para el
Domingo.
Lea Su Biblia, Lea Su Biblia, Lea Su
Biblia.
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