sábado, 1 de agosto de 2020

REINADO DE OSEAS Y JUDA: 1 REYES 17–18:


REINADO DE OSEAS Y JUDA:
1 REYES 17–18:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
Dondequiera que una nación cae en el pecado y la idolatría, Dios envía profetas para llamarlos a que vuelvan a la verdadera fe. El profeta no era sólo un «pronosticador»; era también un «proclamador» que anunciaba el juicio de Dios y exponía los pecados del pueblo. Tal profeta fue Elías tisbita (nativo del pueblo de Tisbi), un hombre «sujeto a pasiones semejantes a las nuestras» (Stg. 5:17), y sin embargo con gran valor y fe. En estos dos capítulos vemos a Elías obedeciendo dos mandamientos del Señor: «Escóndete» y «muéstrate».

I.       Su Ministerio Privado: «Escóndete» (1 R.17):
Lucas 4:25 nos dice que la sequía duró tres años, pero en 1 Reyes 18:1 hallamos que la competencia en el monte Carmelo se efectúa «en el tercer año». Sin duda la sequía comenzó seis meses antes de que Elías apareciera de repente en el palacio de Acab para proclamar que la sequía duraría otros tres años. La falta de lluvia a menudo era un castigo por los pecados del pueblo (Dt. 11:13–17; véase 2 Cron. 7:12–15).
Acab y su malvada esposa pagana Jezabel condujeron al pueblo a la adoración de Baal, una religión tan degradante que no nos atrevemos a describirla. Los tres años adicionales de la sequía fueron una respuesta a la oración de Elías (Stg. 5:17).
Después de dar el mensaje, el profeta se retiró tres años del ministerio público y durante este tiempo el Señor en su gracia cuidó de él. El siervo obediente siempre puede depender del cuidado fiel de su Maestro.
Nótense: las tres disciplinas que Elías experimentó:

A. El Arroyo Seco (vv. 2–7).
Dios le dijo a Elías exactamente a dónde ir y qué hacer. Véanse Proverbios 3:5–6 y Salmo 37:3–6. Dios retiró de Israel el ministerio de Elías como otro castigo por sus pecados (Salm. 74:7–9).
El Señor le permitió beber del arroyo y todos los días le proveía de pan y carne entregados por los cuervos. El cuervo es la primera ave mencionada en la Biblia (Gn. 8:7); era un ave inmunda y sin embargo Dios la usó para ayudar a su siervo.

Nótese: que mientras Elías disfrutaba de pan, agua y carne en el lugar designado por Dios, los cien profetas escondidos en cuevas (18:4) tuvieron que conformarse sólo con pan y agua. Pero llegó el día cuando el arroyo se secó.
¿Quería esto decir que Elías había pecado o que estaba fuera de la voluntad de Dios? ¡No! Sencillamente significaba que Dios tenía otro lugar para él y era un recordatorio a Elías de que confiara en el Señor y no en el arroyo.

B. La Vasija Vacía (vv. 8–16).
La Palabra de Dios siempre guía al siervo de Dios a un tiempo de prueba. Pero qué extraño mandamiento:
§  «Vete a territorio gentil en donde una viuda te alimentará». Véase Lucas 4:22–26.
«Sarepta» significa «refinamiento»; y Dios sin duda ponía a su siervo en el horno. Imagínese los sentimientos de Elías cuando descubrió cuán pobre era la viuda y ella estaba a punto de preparar su última comida. Pero los mandamientos de Dios nunca son errados; porque cuando la viuda puso a Dios primero (al obedecer los mandamientos de Elías), Dios proveyó para ella, su hijo y su huésped.

Nótese: en el versículo 14 que Elías honró al Señor Dios de Israel ante esta mujer gentil. Todo lo que Dios pide es que le demos lo que tenemos y Él se encargará del resto. Él puede alimentar a miles con sólo unos pocos panecillos y pescados.

C. El Muchacho Muerto (vv. 17–24).
El arroyo seco fue la prueba para Elías; la muerte del muchacho fue la prueba para la viuda. Por lo general, a las grandes bendiciones de Dios le siguen grandes pruebas. Es desafortunado que la fe de la viuda fallara, como se indica en el versículo 18; véanse en Salmo 119:75 y 1 Samuel 3:18 la manera correcta de reaccionar a la desilusión y las pruebas.
«Dame acá tu hijo» es la respuesta de Elías, porque sabía que Dios podía devolver al muchacho la vida. Este es el primer ejemplo de resurrección en la Biblia. El profeta llevó el cadáver a su habitación privada (una en el terrado) y allí oró a Dios por la vida del muchacho.

Nótese: que agonizaba por el joven e incluso tendió su cuerpo sobre el cadáver. Qué ejemplo para nosotros hoy, los que procuramos «levantar a los muertos» espirituales. El milagro produjo un testimonio de fe de parte de la mujer.

II.      Su ministerio público: «Muéstrate» (1 R.18):
Después de la preparación y la prueba en privado, el profeta ahora está listo para su ministerio público, así que Dios le ordena que vaya a ver al malvado rey Acab (véase 16:33). Debemos admirar la paciencia de Elías al esperar tres años para predicar un sermón.

A. Elías y Abdías (vv. 1–16).
Abdías es un cuadro del creyente que hace componendas y su vida está en contraste directo con la de Elías, quien servía al Señor públicamente y sin temor; Abdías servía a Acab (vv. 7–8) y trataba de servir a Jehová en secreto (vv. 3–4):
Ø Elías estaba «fuera del campamento» (Heb. 13:13);
Ø Abdías estaba dentro del palacio.
Ø Elías conocía la voluntad de Dios;
Ø Abdías no sabía lo que pasaba.
Ø Mientras que Elías se esforzaba por salvar a la nación, Abdías buscaba pasto para salvar los caballos y las mulas.
Ø Cuando Elías confrontó a Abdías, el atemorizado siervo no confió en el profeta.
Y nótese: que Abdías tuvo que «jactarse» de su servicio secreto para impresionar a Elías con su devoción (v. 13). Es triste, ¡pero tenemos demasiados Abdías en estos días y muy pocos Elías!

B. Elías y Baal (vv. 17–29).
El profeta no tuvo miedo de enfrentarse al rey Acab; ni tampoco tuvo miedo de decir la verdad. El malo siempre culpa al creyente por los problemas del mundo; nunca piensa en culpar sus pecados. La competencia no era entre Elías y Acab. Era entre Dios y Baal. La nación estaba «claudicando entre dos caminos» y era tiempo de tomar una decisión (véanse Éx. 32:26; Jos. 24:15; Mt. 12:30). Confrontado con sus pecados, el pueblo no respondió (v. 21). Elías pidió una situación imposible:
Ø El verdadero Dios contestaría por fuego.
Por supuesto, sabía que a menudo Dios había «contestado por fuego» en años pasados (Lv. 9:24; 1 Cron. 21:26). Cuando el siervo de Dios obedece y confía en la Palabra de Dios, no necesita temer el fracaso. Por supuesto, Baal no podía contestar por fuego porque Baal no existe. Satanás podía haber enviado fuego para engañar a la gente (Job 1:16; Ap. 13:13), pero Dios no lo permitiría.
Elías se burlaba de los profetas de Baal: «El que mora en los cielos se reirá» (Salm. 2:4). Es asombroso hasta qué perversos extremos van los paganos tratando de conseguir que sus falsos dioses contesten sus oraciones. Mire el Salmo 115. Cuando llegó el momento del sacrificio de la tarde (las tres de la tarde), era obvio que Baal era un dios falso y no podía contestar.

C. Elías e Israel (vv. 30–46).
Dejar al descubierto la necedad y pecado de la adoración de Baal no fue sino la mitad de la tarea de Elías para ese día. Era más importante traer a la nación de nuevo a la verdadera adoración a Jehová. Elías no trataba sólo de reformar al pueblo; quería también avivarlo.
Primero, reparó el altar que el pueblo dejó que se destruyera. Este es el primer paso para la bendición:
·      Reparar el altar personal de devoción,
·      El altar familiar,
·      El altar del sacrificio, y
·      La comunión con Dios.
Al usar doce piedras Elías le recordó a la nación su unidad, porque durante muchos años la nación había estado dividida. Para hacer imposible que alguien prendiera fuego Elías hizo vaciar cuatro cántaros de agua tres veces sobre la madera y el sacrificio, lo cual sería doce cántaros de agua:
Ø El profeta hizo una oración sencilla de fe y el fuego de Dios consumió la madera,
Ø El sacrificio,
Ø El agua, y
Ø El altar.
Pero Elías todavía tenía trabajo que hacer. Para empezar, los falsos profetas (850 de ellos, v. 19) tenían que ser degollados; véase Deuteronomio 13:1–5. No es suficiente que reconozcamos que «Jehová es el Dios» (v. 39); también debemos detestar lo que es malo y eliminarlo de nuestras vidas. El juicio siempre prepara el camino para la bendición.

NOTA: Deuteronomio 13:1–5. Señal o prodigio. I. e., una predicción tocante al futuro. Notase que la predicción de un falso profeta podría muy bien cumplirse. La determinación de si era o no un profeta verdadero o falso no se hacía sobre esta base, sino en si alejan o no a la gente de Dios. El éxito de los falsos profetas fue permitido para probar al pueblo de Dios (v.3). Quitarás el mal de en medio de ti (v.5) mediante la pena capital.

Entonces el profeta le dijo al rey que regresara a su casa, porque la lluvia se acercaba. Baal era el «dios de la lluvia», pero no podía enviar fuego ni hacer llover. Al emprender el rey su camino, Elías empezó a orar por lluvia de la misma manera en que tres años antes oró por la sequía (Stg. 5:17). Sabía cómo velar y orar (Col. 4:2), y sabía cómo persistir en la oración hasta que Dios enviara respuesta.
Dios no envía lluvias de bendición sino hasta que el pecado se ha juzgado. Antes que pasara mucho tiempo el cielo se oscureció con nubes, el viento empezó a soplar y las lluvias cayeron. Dios le dio a Elías fuerza sobrehumana para correr delante del rey y su carro hasta Jezreel.
Lo que hacemos con Dios en privado es mucho más importante de lo que hacemos por Dios en público. Nuestra vida oculta nos prepara para nuestra vida pública. A menos que estemos dispuestos a atravesar tales disciplinas como el arroyo seco, la vasija vacía y el muchacho muerto, nunca tendremos las victorias del monte Carmelo. «Los que esperan a Jehová tendrá nuevas fuerzas» (Is. 40:31).


Estudios para el Domingo.

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