sábado, 31 de octubre de 2020

REINADO DE: JOACIM, SEDEQUÍAS: 2 REYES 24–25:

 

REINADO DE: JOACIM, SEDEQUÍAS:

2 REYES 24–25:

Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:

La hora del juicio finalmente llega y Dios cumple su Palabra al traer terrible ira sobre su pueblo en el reino de Judá. Dios les dio un trono, un templo, una ciudad y una tierra, y sobre cada una de estas cosas Él derramó su ira. Lea Jeremías 25–34 si desea más claridad sobre estos capítulos; lea también 2 Crónicas 36. Nótense: los juicios que vinieron sobre Judá.

I.       Destronamiento Del Rey (2 R. 24:1–12, 17–20):

Después del reinado del piadoso Josías, el trono de David lo ocuparon una serie de hombres que desafiaron a Dios con sus continuos pecados. Joacaz reinó tres meses, asimismo Joacim (llamado también Conías o Jeconías, Jr. 22:24). Joacim gobernó once años y en el tercer año de su reinado se rebeló contra Babilonia. (Babilonia había derrotado a Egipto y ahora era la nación más grande de los enemigos de Judá). Joacim quedó sujeto a Babilonia en el 604 a.C. y en el 601 se rebeló. Fue este vil rey el que destrozó las profecías de Jeremías y las quemó en el fuego (Jr. 36). En el 597 Joacim murió, dejando el trono a su hijo Joaquín, el cual reinó tres meses.

Fue en el 597 que el ejército babilónico empezó el asedio de Jerusalén. Por supuesto, el débil y falto de fe Joaquín inmediatamente se rindió junto con su familia y los llevaron a Babilonia. A Matanías, tío del rey, lo colocaron como el siguiente rey y se le dio el nombre de Sedequías.

Véase Jeremías 52. Reinó once años, del 597 al 585. En el noveno año de su reinado (588 a.C.) hizo una alianza secreta con Egipto y así provocó la ira de los babilonios. Fue esta acción insensata (a la cual, dicho sea de paso, Jeremías se opuso) lo que trajo a los ejércitos babilónicos a Jerusalén para el asedio final. En 25:27–30 se nos dice que al exiliado rey Joaquín lo liberaron en Babilonia, a mediados del cautiverio.

El trono de David ahora estaba virtualmente vacío. Sedequías fue el último rey de Judá. Si Sedequías hubiera escuchado la Palabra de Jeremías, los días finales de Jerusalén hubieran sido diferentes.

II.     Deportación Del Pueblo (2 R. 24:13–16):

Hubo en realidad tres deportaciones: en el 605 (cuando se incluyó a Daniel); en el 597 (descrita en este pasaje); y en el 587 (después de los terribles dieciocho meses de sitio de la ciudad). A Ezequiel lo llevaron a Babilonia en la segunda deportación. Era la política de Babilonia llevarse lo mejor del pueblo de la tierra: príncipes, nobles, soldados, artesanos y a la familia real; y dejar a los más pobres del pueblo para que manejaran las cosas bajo la dirección de sus propios gobernadores.

Así una nación cautiva no sería capaz de organizar ninguna resistencia. Por supuesto, Jeremías predijo esta deportación (cap. 25) así como lo hizo Moisés en la Ley (Lv. 26; Dt. 28). El pueblo profanó con sangre e ídolos la tierra que Dios les dio; ya no eran más merecedores de vivir en ella. Dios tenía que «barrerlos» para purificar a la tierra de nuevo.

III.    Destrucción De La Ciudad (2 R. 25:1–12):

Léase en el libro de Lamentaciones la descripción gráfica que Jeremías da de la destrucción de Jerusalén. El asedio de la ciudad duró dieciocho meses y comenzó el 15 de enero del 588. El 19 de julio del 586 se abrió una brecha en la muralla y los ciudadanos supieron que el fin se acercaba.

Sedequías y sus hombres trataron de huir (vv. 4–6), pero el ejército de Babilonia los interceptó. Jeremías 32:4–5 y 34:1–7, así como Ezequiel 12:13 predijeron que Sedequías no escaparía. Vería al rey de Babilonia, pero no a Babilonia. Vio en efecto a Nabucodonosor; entonces le quitaron los ojos y lo llevaron ciego a Babilonia. Un mes más tarde los babilonios incendiaron Jerusalén, destrozaron las murallas y destruyeron el templo.

IV.    Profanación Del Templo (2 R. 25:13–17):

Los soldados babilonios despojaron al templo de su riqueza. Los objetos que eran demasiado como para transportarlos, los hicieron pedazos. Llevaron a tierra pagana los instrumentos de bronce, oro y plata. En 24:13 se nos dice que el oro de Salomón y los tesoros del palacio los incluyeron en el botín. En Jeremías 7 notamos que los judíos pensaban que Dios les protegería de la invasión debido al templo.

Los falsos profetas y sacerdotes mundanos habían logrado que el pueblo creyera mentiras, así como la gente de hoy cree que su iglesia o rituales religiosos les salvarán del juicio. En lugar de que los vasos de la casa de Dios se usaran para la gloria de Dios, los llevaron a Babilonia para embellecer los templos de los ídolos (2 Cron. 36:7).

La presencia del templo no salvó a la nación; tenía que haber confesión sincera y arrepentimiento de corazón. Pero era demasiado tarde. La nación «se había mofado de los mensajeros de Dios […] hasta que no hubo remedio».

V.     Dejaron La Tierra En Desolación (2 R. 25:18–30):

Uno de los oficiales babilonios reunió a los nobles que dejaron y los degolló (vv. 18–21). Todos los que quedaron en la tierra fueron los más pobres de los pobres. Nabucodonosor estableció un sistema de gobierno en la tierra, haciendo a Gedalías el primer gobernador. Su padre había ayudado a Jeremías (Jr. 26:24; 39:14) y su familia era devota al profeta (véase Jr. 39–40).

Gedalías en efecto estableció una razonable seguridad, paz y tranquilidad para los que quedaron, pero los celos de Ismael (quizás un pariente lejano del rey) dirigieron un complot y asesinó al gobernador (Jr. 40–41). Cuando se descubrió el complot, muchos de los judíos huyeron a Egipto buscando seguridad.

En 2 Crónicas 36:20–21 se nos informa que los setenta años de cautiverio (Jr. 29:10) se calculaban a partir de los «años sabáticos» de Levítico 25. Cada séptimo año se suponía que los judíos debían dejar descansar la tierra, pero por siglos desobedecieron esta ley. Véase Jeremías 38:8–22.

Nótese: también que Dios prometió castigarlos por sus pecados «siete veces siete» (Lv. 26:18, 21, 28), de modo que el número siete juega un papel importante en el cautiverio. Los veinte reyes de Judá (durante el reino dividido) reinaron aproximadamente 390 años en conjunto; y el total de años de David, Salomón y Saúl es de 120, haciendo un gran total de 510 años de monarquía.

Sin embargo, en algunos casos padre e hijo reinaban juntos de modo que los años se superponen. Esto significa que tenemos menos de 500 años para el reino de Judá desde Saúl a Sedequías y 500 años divididos entre siete (por los años sabáticos) nos da aproximadamente 70 veces. Así como Israel escogió 40 años de vagar por el desierto al espiar la tierra cuarenta días, su descuido de los años sabáticos por casi cinco siglos le trajo 70 años de cautiverio:

·      Todo lo que Dios les dio a los judíos,

Ø Se los quitaron.

·      No tenían rey en el trono de David,

Ø Ni tampoco lo tienen hoy.

·      No tenían templo, porque fue incendiado, y

Ø Se confiscaron los vasos sagrados.

Ø Hoy no tienen templo.

·      Su ciudad santa fue destruida, y

Ø Desde entonces ha sido un punto focal de guerra e intranquilidad en el Medio Oriente.

·      Les quitaron su tierra, y

Ø Los esparcieron entre las naciones.

Por supuesto, este terrible asedio fue el precursor de la terrible destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C. «Sabed que vuestro pecado os alcanzará».

Estudios para el Domingo.

Lea Su Biblia, Lea Su Biblia, Lea Su Biblia.



CORRECCIÓN RESPECTO AL DÍA DEL SEÑOR: 2 TESALONICENSES 2:

 

CORRECCIÓN RESPECTO AL DÍA DEL SEÑOR:

2 TESALONICENSES 2:

Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:

En este capítulo Pablo llega al meollo de su carta, su explicación respecto al Día del Señor y al hombre de pecado. Los cristianos estaban «temblando» en lugar de estar confirmados (1 Ts. 3:2, 13) debido a que se les había dicho (falsamente) que el Día del Señor ya había venido.

«Está cerca» en el versículo 2 debe leerse como «ya está presente». Pablo explica que ciertos acontecimientos deben ocurrir antes de que este día de ira y juicio venga sobre el mundo.

I.       La Apostasía Debe Tener Lugar (2 Ts. 2:1–3):

La palabra «apostasía» quiere decir «abandonar la fe». Aquí se refiere a alejarse de la verdad de la Palabra de Dios. A pesar de que había sin duda falsos maestros en los días de Pablo, la iglesia en su mayor parte estaba unida en las verdades de la Palabra de Dios.

Si usted encontraba a otro cristiano, sabía que esa persona creía en la Palabra de Dios, la deidad de Cristo y la salvación por la fe en Cristo. ¡Esto, ciertamente, no es verdad hoy en día! Vivimos en tiempos de «incredulidad cristiana»; gente que dice ser cristiana y sin embargo niega la deidad de Cristo, la inspiración de la Biblia y cosas por el estilo.

Esta apostasía, o abandono de la verdad, está prometida en 1 Timoteo 4 y 2 Timoteo 3. Hoy en día vivimos en tiempos de apostasía, lo cual indica que la venida del Señor está cerca. La iglesia profesante (la cristiandad) se ha alejado de la verdad.

II.     El Templo Debe Reconstruirse (2 Ts. 2:4, 5):

Pablo asegura el surgimiento de un dictador mundial, el «hombre de pecado, el hijo de perdición» (v. 3). No habla de un sistema mundial, sino de alguien que encabezará un sistema mundial. Este «hombre de pecado» contrasta con Cristo, el Salvador del pecado.

Aquel es el hijo de perdición; Cristo es el Hijo de Dios. Aquel es un mentiroso; Cristo es la Verdad. Comúnmente llamamos a este hombre «el anticristo», lo cual significa tanto «contra Cristo» como «en lugar de Cristo». Este gobernante mundial recibirá el poder del diablo y unirá a las naciones de Europa en una gran federación (los diez cuernos de la estatua de Daniel 7).

De acuerdo a Apocalipsis 17 el anticristo cooperará con el mundo apóstata para que aumente su poder y luego destruirá ese sistema religioso cuando ya no lo necesite más.

El programa es como sigue:

(1) El Rapto de la Iglesia;

(2) El anticristo empezará a subir al poder de una manera pacífica;

(3) Unirá a Europa y hará un pacto de siete años con Israel para proteger a esta nación (véase Dn. 9);

(4) Después de tres años y medio romperá el pacto e invadirá Israel;

(5) Abolirá toda religión y se colocará a sí mismo para que se le adore (Ap. 13);

(6) Al final del período de siete años de tribulación (Día del Señor), Cristo volverá a la tierra y destruirá al anticristo y su sistema. Tanto el AT como el NT., predicen el regreso de los judíos a Palestina y la reconstrucción del templo judío.

La «abominación desoladora» de Daniel 11:31 y Mateo 24:15 se manifestará cuando el anticristo se siente en el templo.

III.    El Que Lo Detiene Debe Ser Quitado (2 Ts. 2:6–12):

El misterio de iniquidad de Satanás ya está trabajando en el mundo y podemos ver sus actividades impías creciendo rápidamente. ¿Qué, entonces, detiene el programa maligno de Satanás y el surgimiento del anticristo? Dios tiene «el que lo detiene» en el mundo, el cual creemos que es el Espíritu Santo obrando en la Iglesia y a través de ella. Dios tiene sus «tiempos y sazones» determinados (1 Ts. 5:1), e incluso Satanás no lo puede desviar de lo que ha decidido. Según el versículo 7 el que lo detiene es el Espíritu y Él seguirá deteniendo las actividades de Satanás hasta que «sea quitado de en medio» cuando venga el Arrebatamiento de la Iglesia.

Por supuesto, el Espíritu todavía continuará obrando en la tierra, puesto que la gente creerá y se salvará después del Rapto; pero su ministerio de estorbar mediante el cuerpo de Cristo llegará a su fin. Esto le dará a Satanás curso libre para llenar la copa de la iniquidad hasta el borde.

Satanás trabajará mediante el anticristo con poderes milagrosos (vv. 9–10), así como los magos de Egipto imitaron los milagros de Moisés. Imitará los poderes de Cristo (véase Hch. 2:22) y logrará que el mundo lo acepte y le adore. ¡Los hombres prefieren creer una mentira antes que la verdad! Por supuesto que a los verdaderos creyentes salvos después del Rapto no los engañarán, sino a los perdidos que al fin y al cabo acabarán en el infierno. Habrán creído la mentira, que es adorar y servir a la criatura antes que al Creador (Rom. 1:25).

IV.    La Iglesia Debe Completarse (2 Ts. 2:13–17):

El Día del Señor se aplica a las naciones gentiles y a los judíos, pero no a la Iglesia. Es un día de ira y la Iglesia no está destinada para la ira (1 Ts. 1:10; 5:9). El propósito de la tribulación es el castigo de los gentiles y la purificación de la nación judía, que para este tiempo habrá regresado a su propia tierra en incredulidad. Pero el anticristo no empieza a ascender al poder sino hasta que Cristo haya sacado a la Iglesia de la tierra.

¡Qué contraste entre la Iglesia y los seguidores del anticristo! Nosotros hemos sido salvos por creer en la Verdad; ellos están condenados porque creyeron una mentira. Nosotros hemos creído en las buenas nuevas del evangelio; ellos creen las falsas promesas del diablo. Nosotros hemos sido escogidos para gloria; ellos están destinados al infierno.

Pablo hace una maravillosa aplicación: ¡estén firmes! No se dejen llevar por las convulsiones del mundo, trastornos políticos, ni la apostasía religiosa. Todas estas cosas deben suceder, pero Dios sigue todavía en el trono. A medida que el fin de la edad se acerca será cada vez más difícil vivir por Cristo y servirle.

¿Qué debe hacer el cristiano? ¡Aferrarse a la Palabra de Dios! No escuche las mentiras del diablo:

·      Las enseñanzas de las sectas,

·      Las promesas dulzonas de los falsos maestros.

¡Aférrense a la Palabra de Dios! Tenemos en Cristo y en su Palabra estímulo eterno y buena esperanza.

Debemos seguir trabajando. «Toda buena palabra y obra» (v. 17) es un buen lema para practicar en estos días de tinieblas. Persevere en esparcir la Palabra; en trabajar por Cristo. Al ganar a otros estamos edificando el cuerpo. Cuando el cuerpo quede completo, será arrebatado a la gloria.

Esto es lo que Pedro quiere decir al afirmar «apresurándonos para la venida del día de Dios» (2 P. 3:11, 12). Mientras la Iglesia esté en el mundo, estorba el programa de Satanás; pero una vez que la Iglesia haya sido quitada Satanás tendrá mayor libertad. Procurará destruir a Israel y arruinar a la humanidad. Estos son días grandes y de desafíos. ¡Ojalá seamos hallados fieles cuando Él venga!

Clase Para El Miércoles:

Lea Su Biblia, Lea Su Biblia, Lea Su Biblia.



sábado, 24 de octubre de 2020

EL REINADO DE MANASÉS, JOSÍAS, RENOVACIÓN DEL PACTO: 2 REYES 21–23:

 

EL REINADO DE MANASÉS, JOSÍAS, RENOVACIÓN DEL PACTO:

2 REYES 21–23:

Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:

En estos capítulos se mencionan cinco reyes, pero nos concentraremos principalmente en dos:

Ø Manasés, y

Ø Josías.

El rey Amón reinó dos años (21:19–26); y Joacaz sólo tres meses (23:31–33). Veremos a Joacim en nuestro próximo estudio.

Lo interesante en cuanto a Josías y Manasés es que sus vidas espirituales fueron exactamente lo opuesto la una de la otra. Manasés empezó su reinado en pecado, pero acabó en humilde arrepentimiento, en tanto que Josías buscó al Señor temprano en su vida, pero acabó su reinado (y su vida) en desobediencia.

I.      Reinado De Manasés (2 R. 21):

 

A.     Su Rebelión (21:1–9).

Los historiadores han calculado que al menos diez años Manasés reinó junto con el buen Ezequías. Manasés era un hombre malo, peor que cualquiera antes o después de él. Qué extraño que el piadoso Ezequías reinara veintinueve años, en tanto que el perverso Manasés reinara cincuenta y cinco. Pero Dios le estaba dando al pueblo exactamente lo que querían y merecían. Tan pronto como Ezequías estuvo fuera de la escena, se reveló el verdadero carácter de Manasés. Edificó lo que Ezequías destruyó y derribó lo que Ezequías edificó. Contraste esto con Isaac en Génesis 26:18.

En lugar de imitar al piadoso Ezequías, Manasés siguió el camino del rey Acab. La tradición nos dice que Manasés hizo aserrar a Isaías por la mitad; Hebreos 11:37. Manasés incluso llevó la idolatría hasta los mismos atrios del templo. Se rebeló en contra del buen ejemplo de su padre y en contra de la ley de Dios.

 

B.      Su Remoción (21:10–15).

Aquí debemos leer en 2 Crónicas 33:11–20 la historia completa. Dios envió a sus profetas para advertir al rey, pero este no quiso escuchar. Dios anunció a la nación que el juicio y el cautiverio se avecinaban. Judá fue testigo del juicio de Dios sobre Samaria, pero esto no llevó al pueblo al arrepentimiento. Dios prometió tratar a la casa de David como trató a la casa de Acab (v. 13). Los capitanes asirios llevaron a Manasés a Babilonia, donde le pusieron en prisión.

 

C.     Su Arrepentimiento (2 Cron. 33:12).

Cuán típico de muchos: «Mas luego que fue puesto en angustias, oró a Jehová». Dios en su gracia perdonó al malvado rey y le permitió regresar a su trono. Dios obra a favor de los que con sinceridad se humilla y oran.

 

D.      Su Reforma (2 Cron. 33:13–20; 2 R. 21:17–26).

El arrepentimiento de Manasés no fue una conversión superficial «de trinchera», porque una vez que regresó al trono inmediatamente empezó a reparar el daño que había hecho:

·      Fortificó de nuevo a Jerusalén contra el enemigo;

·      Quitó los ídolos y los altares extraños; y

·      Procuró guiar a la nación a volver al Señor.

Por supuesto, era imposible deshacer todo el daño que había hecho, pero debe elogiársele por lo que logró antes de su muerte. Es triste, pero Dios le dio a Manasés el reinado más largo de cualquier rey hebreo, sin embargo, no logró casi nada.

Es más, incluso su arrepentimiento no detuvo la mano del juicio de Dios; fue el pecado de Manasés lo que impulsó a Dios a enviar a la nación al cautiverio (23:26–27). El rey Manasés tuvo todas las oportunidades de vivir en piedad y servir a Dios y a su pueblo con fidelidad:

·      Su padre fue tal vez el rey más grande de Judá (excepto por David);

·      El profeta Isaías ministraba en su día;

·      Sin embargo, Manasés no buscó al Señor, sino hacia el final de su vida.

Admiramos lo que hizo después de su conversión, pero no podemos dejar de sentir que hizo más daño en sus primeros años que lo que reparó en sus últimos años.

 

Nótese: que no lo sepultaron con los demás reyes, sino más bien en su jardín privado.

A su hijo Amón no le impactó la tardía conversión de su padre; imitó los pecados de este, no sus actos justos. Duró sólo dos años y luego fue asesinado en una conspiración y sepultado cerca de su padre.

II.     Reinado De Josías (2 R. 22–23):

El asesinato de Amón llevó a Josías al trono cuando tenía ocho años de edad. Cuatro hechos clave resumen la breve vida y reinado de este rey.

 

A.     Salvación (22:1–2; 2 Cron. 34:3).

En el octavo año de su reinado, cuando tenía dieciséis años, Josías empezó a buscar al Señor. Sin duda el sumo sacerdote Hilcías enseñó al joven la Palabra de Dios. Es interesante notar que el nombre de su madre (Jedida) es el mismo «sobrenombre» que Dios le dio a Salomón (2 Sam. 12:25). Significa «amado del Señor» y tal vez indica que la madre de Josías fue también una influencia piadosa en su vida. Jeremías y Sofonías también ministraban en este tiempo.

 

B.     Reforma (2 Cron. 34:3–7).

El rey tenía ya veinte años y era lo suficiente maduro como para empezar a purificar la ciudad y la tierra de la idolatría de Manasés y Amón. La meta suprema de Josías era restaurar el templo y traer a la nación de regreso a adorar al Señor, pero sabía que tendría que destruir los viejos pecados antes de establecer nueva obediencia.

Desafortunadamente el «avivamiento de Josías» fue superficial; nunca llegó al corazón del pueblo. Aun cuando Jeremías el profeta lloró mucho la muerte de Josías (2 Cron. 35:25; Jr. 22:10–12), no le hallamos elogiando al joven rey por su llamado «avivamiento». Sin duda el rey y su concilio eran sinceros en sus intentos de reformas, pero el pueblo no los siguió; seguían siendo idólatras en su corazón.

 

C.     Restauración (22:3–23.28).

Después de purgar a los ídolos, Josías podía ahora concentrarse en restablecer la verdadera adoración a Jehová. No es suficiente derribar; también debemos edificar. Ordenó a los sacerdotes que reunieran dinero y repararan el templo. Véase 2 Crónicas 34:8–35:19. Mientras reparaba el templo, el sumo sacerdote descubrió una copia de la Ley de Moisés desechada mucho tiempo atrás por una nación idólatra.

Cuando oyó la lectura de la ley, de inmediato Josías supo que Judá estaba en grave peligro y envió a inquirir al Señor lo que había que hacer. Hulda, la profetiza, que vivía en la «segunda parte» (22:14) de la ciudad le dio al preocupado rey el mensaje de Dios:

 (1) Jerusalén y Judá serían juzgadas por sus pecados, pero

 (2) El rey Josías no vería estos juicios debido a que se había humillado ante el Señor. Pronto Josías dio a conocer la Palabra de Dios a todos los ancianos de la tierra y guió en el camino para un gran culto de dedicación, reafirmando el pacto de Dios.

Continuó su purga de la tierra, incluyendo la profanación del «Tofet», el valle del hijo de Hinón, en donde el pueblo ofrecía a sus hijos en holocaustos a Moloc. Como notamos antes, el rey hizo de este valle un muladar y Ge-hinón llegó a ser «Gehena» en el NT:

Ø Una vívida ilustración del infierno.

El Monte de los Olivos fue el «monte de corrupción» 23:13), pero Josías lo restauró. Durante su purga Josías descubrió el altar del perverso rey Jeroboam así como la tumba del profeta que le advirtió; y así Josías cumplió la profecía de 1 Reyes 13:1–5. La Palabra de Dios nunca vuelve vacía. El rey no sólo restauró el templo y la ley, sino también la Fiesta de la Pascua que por largo tiempo la nación desechó. Quería recordarle a su pueblo que habían sido «comprados por precio».

¿Qué lograron las reformas y restauraciones de Josías? Durante los días de Josías hubo paz y bendición; pero Dios no retiró su promesa original de juicio debido a los pecados de Manasés (23:26–27). La vida y ministerio piadosos de Josías detuvieron unos pocos años más la mano de juicio, pero el cautiverio se avecinaba y nada podía evitarlo.

 

D.      Asesinato (23:29–37; 2 Cron. 35:20–27).

El ejército egipcio quizás vino por mar y entró por la costa de Palestina. Faraón aclaró que no venía contra Judá, sino que iba en camino para atacar a Asiria. Josías no buscó la mente del Señor; es más, al parecer deliberadamente desobedeció la voluntad de Dios; véase 2 Crónicas 35:22. Aun su disfraz no le protegió una vez que estaba fuera de la voluntad del Señor y murió en la batalla. Véase en Zacarías 12:11 una alusión al gran lamento en Meguido por Josías. El rey debía haber atendido la sabiduría de Proverbios 20:3 y 26:17. Tal vez Judá era aliado de Asiria en ese tiempo y el rey se sintió obligado a actuar, pero es claro que Faraón hubiera preferido no luchar contra el rey Josías.

Joacaz, el hijo de Josías, reinó sólo tres meses antes de que Faraón lo depusiera y le encadenara. Faraón entonces escogió a otro de los hijos de Josías, Eliaquim, y le hizo rey, dándole el nombre de «Joacim», «a quien Jehová levantará». Consideraremos la vida de este en nuestro próximo estudio.

Estudios para el Domingo.

Lea Su Biblia, Lea Su Biblia, Lea Su Biblia.



SALUDOS, AGRADECIMIENTO: 2 TESALONICENSES 1:

 

SALUDOS, AGRADECIMIENTO:

2 TESALONICENSES 1:

Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:

La iglesia atravesaba persecución (1:4–7) y algunos de los creyentes pensaban que ya estaban en el Día del Señor, aquel tiempo de tribulación en el cual el mundo entero será juzgado. Es posible que una carta, al parecer de Pablo, había llegado a la iglesia (2:1, 2) o que algunos de los profetas de la iglesia habían dado este mensaje falso en alguna reunión pública.

En cualquier caso, Pablo escribe para explicar el programa de Dios para la edad y animar a estos cristianos que sufrían a que permanecieran fieles al Señor. Destaca tres propósitos detrás del sufrimiento.

I.       El Sufrimiento Nos Ayuda a Crecer (2 Ts. 1:3–5):

«La sangre de los mártires es la semilla de la Iglesia» escribió Tertuliano el padre de la Iglesia; y la historia demuestra que es verdad. Un cristiano chino devoto dijo: «El sufrimiento en China ha multiplicado las bendiciones porque ha purificado a la iglesia». Los cristianos tesalonicenses tenían una reputación de una fe creciente, esperanza constante y amor abundante (1 Ts. 1:3); y sus experiencias difíciles hacían que creciera su fe, esperanza y amor.

Todavía más, su testimonio seguía creciendo también, porque todas las iglesias habían oído de ellos y su postura por el Señor. Pablo podía gloriarse de ellos en todas las iglesias. Su firmeza y perseverancia era un estímulo para otros creyentes.

 

Nótese: también que crecían en paciencia (v. 4). «La tribulación produce paciencia» (Rom. 5:3). Por supuesto, en el NT., «perseverancia» no es simplemente «esperar a que pase»; es firmeza en perseverar en el Señor, seguir avanzando cuando es difícil.

El cristiano que ora por más paciencia debe esperar más tribulación, porque la tribulación es la herramienta espiritual que Dios usa para hacernos pacientes. Cuando viene el sufrimiento, o bien nos desarrollará o nos destrozará. Si aceptamos el sufrimiento, nos rendimos a la voluntad de Dios y por fe continuamos fieles, entonces el sufrimiento nos hará crecer. Si resistimos el sufrimiento, nos quejamos a Dios y nos damos por vencidos en incredulidad, entonces el sufrimiento destrozará y debilitará nuestro testimonio. Véase 1 Pedro 4:12–19.

II.      El Sufrimiento Nos Prepara Para La Gloria (2 Ts. 1:6–10):

Pablo no mira el sufrimiento como una carga, sino como una bendición, un privilegio. Sufrir por Cristo es un don (Filp. 1:29). Cuando Pablo dijo que deberían ser «tenidos por dignos del reino de Dios» (v. 5) no sugería que podían ganarse un lugar en el cielo por sus méritos.

«Dignos» describe aptitud, idoneidad, no mérito. Dios nos hace aptos mediante el sufrimiento para la gloria que está por delante. El sufrimiento y la gloria no pueden separarse (Mt. 5:10–12; 1 P. 4:12–14; 5:1). Nuestro sufrimiento aquí ahora es nada más que la preparación para la gloria que se ha de revelar (Rom. 8:18; 2 Cor. 4:16–18).

Pero la perseverancia en el sufrimiento es también un testimonio para el mundo perdido. Puede parecer que Dios no juzga los pecados del mundo, pero esto no es verdad. Si andamos en incredulidad nos desanimaremos pensando que Dios no vindica a los suyos (véanse Salm. 73 y Habacuc), pero Dios prepara juicio para el malo. Sabiendo esto, podemos descansar con confianza.

Dios «recompensará» el juicio; o sea, retribuirá al malo en la misma medida y en la misma clase que han retribuido a los cristianos. Faraón ahogó a los niños de Israel y Dios ahogó al ejército egipcio en el Mar Rojo. Judas traicionó a Jesús para que lo colgaran en un madero y Judas mismo fue y se ahorcó en un árbol. Saúl intentó matar a David con la espada y él mismo murió por la espada. Los pecadores cosechan lo que siembran.

Cuando Cristo venga a la tierra con su Iglesia, juzgará a los malos que estén vivos en la tierra. Sufrirán el infierno eterno por dos razones:

§  No conocieron a Dios (ignorancia voluntaria, Rom. 1:18–32), y

§  No obedecieron a Dios (desobediencia voluntaria).

Dios ordena a los pecadores que se arrepientan (Hch. 17:30); rechazar a Cristo es desobediencia. Por supuesto, el mundo no estará listo para la súbita venida de Cristo en juicio (Ap. 19:11–21) y lo tomará desprevenido. El orden de los acontecimientos es:

(1)     El regreso secreto de Cristo en el aire por la Iglesia, lo cual puede ocurrir en cualquier momento;

(2)       El Día del Señor (1 Ts. 5:1ss);

(3)       El surgimiento y crecimiento en poder del hombre de pecado;

(4)       La venida súbita de Cristo a la tierra con la Iglesia;

(5)      El juicio de los pecadores y Satanás apresado y atado por mil años (Ap. 19:11–20:3).

 

III.    El Sufrimiento Glorifica a Cristo Hoy (2 Ts. 1:11, 12):

Jesucristo será glorificado en sus santos en ese día (v. 10); pero los creyentes deben glorificarle cada día que viven. Esta es la petición de la oración de Pablo por los creyentes:

Ø Que Dios pueda cumplir su propósito en sus vidas y que el nombre de Cristo sea glorificado a través de ellos.

Ø El ministerio de Pablo era la Palabra de Dios y la oración (véase Hch. 6:4).

Ø Enseñaba al pueblo las verdades de Dios, luego oraba por ellos para que pusieran en práctica lo que les había enseñado.

Los creyentes podemos tener confianza en el sufrimiento debido a que Dios nos ha escogido y nunca nos olvidará. La buena obra que Dios empieza, la completará (Filp. 1:6). Si tal parece que el mundo pecador está ganando hoy la batalla, podemos descansar en fe, sabiendo que mañana ese mundo perderá la batalla. Nuestra responsabilidad es vivir de manera digna este supremo llamamiento (v. 11) y permitir que Dios obre su perfecta voluntad en fe y poder.

Nótese:

§  Las «verdades gemelas» en este capítulo:

§  Fe y amor (v. 3);

§  Fe y paciencia (v. 4);

§  Fe y poder (v. 11).

¿Qué deben hacer los cristianos que están en la voluntad de Dios cuando atraviesan pruebas y tribulaciones dolorosas? Deben:

(1) Agradecer a Dios por su salvación y porque Él está con ellos;

(2) Someterse a la voluntad de Dios sin quejarse;

(3) Pedir a Dios que les dé sabiduría para comprender su voluntad;

(4) Observar en busca de oportunidades para testificar y glorificar a Dios en la situación;

(5) Esperar con paciencia hasta que se cumplan los propósitos de Dios.

Por supuesto, si estamos fuera de la voluntad de Dios y vienen los problemas y vendrán!), debemos aceptar el castigo de su mano. Este primer capítulo es un gran estímulo para el creyente en estos días de prueba. El mundo se precipita cuesta abajo hacia el infierno a velocidad vertiginosa. No quiere oír o no quiere prestar atención a la Palabra de Dios.

Los cristianos fieles sufren mientras que los incrédulos impíos prosperan. Parece como si Dios se hubiera olvidado de los suyos. Pero no es así, dice Pablo. El creyente puede «descansar» (v. 7) -y esta palabra quiere decir «aflojar la tensión»-, sabiendo que Dios está obrando en el mundo. Un día Él vindicará a los suyos y ejecutará su venganza contra los perdidos.

Clase Para El Miércoles:

Lea Su Biblia, Lea Su Biblia, Lea Su Biblia.