Parte IX
Lección 10
CRISTO, EL DIOS –
HOMBRE:
Salmo 102
1. ASOCIACION HISTORICA:
Es probable que los versículos 13 y 14 de este Salmo indiquen que fue escrito cuando Sion estaba en ruinas pero el tiempo de la restauración estaba ya cercano. Esto no es terminante ya que el aspecto profético del Salmo es más fuerte que el histórico. Al considerar bien el lenguaje que se usa pensamos más en el «Varón de Dolores» que en el afligido rey David.
2. ANTICIPACION PROFETICA:
La cita de los versículos 25 y 26 en
Hebreos 1:10-12 demuestra claramente que este Salmo es mesiánico. Sin embargo,
esto no exige que todo el lenguaje del Salmo sea del Mesías. En algunas partes
se oye la voz del remanente en el día futuro.
Tomemos nota del título del Salmo que nos
prepara para el contenido del mismo al introducirnos a la atmósfera de dolor
que reinaba en Getsemaní. Vemos aquí un diálogo sagrado entre Dios Padre y Jesucristo.
Es imposible leer el Salmo sin damos cuenta del marcado contraste que existe entre los ruegos de un hombre desesperado y solo y el Dios que al levantarse para edificar a Sion oirá los gemidos dé los presos (vs. 12-22). Al leer el último párrafo del Salmo (vs. 23-28) a la luz de Hebreos 1, se ve claramente que aquel hombre desesperado que clama a Dios es nada menos que el poderoso Creador que no sólo permanecerá eternamente sino que será el arquitecto y ejecutor del nuevo orden de las cosas.
Los primeros siete versículos nos presentan
al Salvador en su completa desolación y soledad. Está angustiado y clama a
Jehová pidiendo salvación. Su pobreza y su cuerpo extenuado se muestran en los
versículos 3-5. Sus huesos son quemados cual tizón y su corazón está herido y
seco como la hierba. No time hambre física (v. 4) y su fuerza flaquea (v. 5).
Vernos a veces en cuadros de artistas la
concepción que tienen de la angustia que sufrió Cristo al orar en el huerto,
pero ninguno es capaz de descubrir el sufrimiento que señalan estos versículos.
Aquí no se nos habla de un hombre de constitución física robusta, sino que el
santo cuerpo del Señor estaba demacrado y deshecho a causa de la terrible agonía
por la cual pasó. Había sido víctima del hambre, privaciones y penalidades
dejando éstas su huella al pasar. A causa de la agonía que sufría su alma
exclamó: «Mis
huesos se han pegado a mi carne».
El pelicano, el búho y el pájaro solitario
(vs. 6, 7) son figuras que enfatizan la soledad y el desamparo de Cristo. El
pelícano es un animal lúgubre, el búho de Palestina frecuentaba los lugares
abandonados y en ruinas, y el pájaro se halla solitario sobre el tejado. El
Hijo de Dios sólo encontró «soledad» en el mundo, y se halló solo en el «tejado»
de Israel.
En la siguiente sección (vs. 8-11) encontramos
las razones su soledad que proveen las bases para la oración. Vemos que se
habla de des iras: la ira del hombre
(v. 8) y la ira de Dios (v. 10). Especialmente en la parte final de su vida,
sus enemigo cada día le afrentaban (v. 8), Tomó muy a pecho las intrigas de los
escribas y £ariscos, y aunque en los evangelios se registran sólo tres
ocasiones en que lloró, podemos estar seguros que el versículo 9 se cumplió
muchas veces cuando mezcló lágrimas con su bebida. Al hablar de la ira de Dios
en el versículo 10 anticipa la cruz (no hubo expiación en Getsemaní) y con
seguridad ésta es la copa que rehuía. La parte final del versículo 10 nos hace
ver que Jesús fue alzado, sólo para ser arrojado con mayor fuerza.
En la siguiente sección (vs. 12-22), el
que sufre levanta la vista a Jehová y renueva sus fuerzas al pensar que Él
permanece para siempre y que sus propósitos futuros son inalterables Se revelan
ante su alma las glorías venideras y aquel día cuando el Señor se levantará y
tendrá misericordia de Sion, las naciones temerán su nombre y todos los reyes
de la tierra su gloria (v.15). La resurrección de Cristo es una amplia garantía
de que Dios oye las oraciones del desvalido y los ruegos del prisionero.
La resurrección no sólo puso el sello
eterno de Dios en la obra expiatoria de Cristo sino que también es una garantía
de las glorias venideras, tanto en el cielo como en la tierra, y nos da la
seguridad de que todas las profecías del Antiguo Testamento son ciertas y se
cumplirán. Esta parte termina (vs. 21, 22) con un anticipo del día en que todos
los pueblos y los reinos se congregarán en uno para servir a Jehová y publicar
su nombre y su alabanza en Jerusalén.
Los versículos 23-28 se aplican a la maravillosa persona de nuestro Señor Jesucristo, y requieren nuestro más reverente estudio. Estamos otra vez en Getsemaní y oímos un diálogo entre el Padre y su Hijo. Los versículos 23 y 24 son la voz del Hijo; y del 25-28 son la del Padre. Si no fuera por Hebreos 1:10 no sabríamos que dos personas hablan en el versículo 25. Pensaríamos que todo cm la voz del Salvador al hablar con su Dios, y una continuación de la oración del versículo 24.
«El debilitó mi fuerza en el camino; acortó mis días» (comp. Is. 49:
4). Dije: «Dios
mío no me acortes en la mitad de mis días; por generación de generaciones son
tus años». Aquí nuestro Señor ruega ante su Padre mientras que sus
tres discípulos escogidos, no muy lejos de allí, duermen como piedras. No es
que haya temido que Satanás lo venciera, como algunos piensan, sino que aquí
está hablando como hombre. Ha soportado juicios y grandes tormentos físicos. Su
humanidad pide vida. Es natural que rehúye la terminación de ella a la mitad de
sus días.
Luego, también, su muerte incluía la
terrible ira de Dios y su espíritu, alma y cuerpo esperaban esto con angustia.
Declara: «Por
generación de generaciones son tus años». Para apreciar bien esto
leamos otra vez el relato de Getsemaní en los evangelios. Como ya dijimos, la
voz del Padre se deja escuchar en los versículos 25-28. F. C. Jennings sugiere
que cuando apareció el ángel del cielo al Señor para fortalecerle (Lc. 22:43)
te recordó estas palabras.
Qué hermoso pensar que Dios el Padre le
dirige a este hombre, desesperado y solo, que estaba postrado sobre su rostro,
las palabras de estos versículos. El que se encuentra postrado en debilidad es
nada menos que el poderoso Creador de la tierra.
Los cielos son obras de sus manos y, aunque éstos pasarán, El permanece para siempre. Todos ellos se envejecerán y serán mudados, pero El será el mismo eternamente. El Señor Jesucristo, aquel hombre desamparado, es nada menos que el Eterno Hijo de Dios cuyo nombre es y siempre será Todopoderoso, Inmutable y un refugio eterno para su pueblo. ¡Maravilloso Salvador!
3. APLICACION PERSONAL:
En este mundo inestable, de tristeza y
amargura, es un gozo saber que un Dios inmutable controla todo. Aunque cielo y
tierra pasarán Cristo es eterno. «Tú eres el mismo» (v. 27). El Sr. J. N. Darby
indica que aquí «Mismo» es un nombre de Dios.
Aquel que en el principio fundó la tierra
y que hizo los cielos con sus manos, hará cambios en ellos para adaptarlos a la
eternidad. Si nuestro Señor es capaz de hacer esto que es tan grande, podemos
estar seguros que puede cuidar de nuestro bienestar que, en comparación, es tan
insignificante.
Debemos depositar en Él toda nuestra confianza. Podemos dejar en
sus manos nuestro presente y nuestro futuro:
Ø Nos promete para el presente gracia, y
Ø Para el futuro, gloria.
Véase Parte X:
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